sábado, 21 de mayo de 2011

Cine y Pediatría (71). “No tengas miedo” y denuncia el abuso sexual infantil


Se considera abuso sexual infantil (o pederastia) a toda conducta en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder. Se trata de un fenómeno complejo y un grave problema, pues constituye una experiencia traumática. Experiencia que es vivida por la víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, por lo que constituye una forma más de victimización en la infancia, con secuelas similares (o mayores) a las generadas en casos de maltrato físico. El abuso sexual infantil supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre remiten con el paso del tiempo. Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede continuar incluso en la edad adulta.
En su mayoría, los abusadores son varones heterosexuales que utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la víctima ronda entre los 8 y 12 años y el número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.

Uno de los mayores problemas de esta lacra es poder sacarla a la luz y que las situaciones se denuncien a tiempo. Varios son los problemas por los que la denuncia se produce en general pocas veces y/o tarde: 1) la relativa imprecisión del concepto de “abuso sexual” y su consideración como un tabú, lo que favorece su ocultamiento y silenciamiento; 2) la ausencia de testigos en la mayoría de las ocasiones, por lo que la única vía para su revelación sea el testimonio de la víctima; 3) la condición de “menor” de la víctima no favorece la denuncia, bien sea por su incapacidad para comunicarlos o por el miedo que sienten; 4) dado que la mayoría de estos abusos se cometen en el interior de las familias o de círculos muy próximos al menor, es frecuente que se creen estrategias de ocultamiento extraordinariamente eficaces.

Estos elementos son los que se ha atrevido a plasmar en pantalla Montxo Armendáriz con su última obra, No tengas miedo (2011), en formato de película-documental y en clave de drama de denuncia social. Tras seis años de silencio (su último estreno fue con Obaba, 2005), Armendariz retoma el pulso al cine, con un tema (el de la infancia y juventud) que no le es ajena en su no muy pródiga (pero interesante) trayectoria como director: en concreto, se hacía eco de los problemas de la juventud en Historias del Kronen (1994) y de los secretos de los adultos vistos a través de los ojos de un niño en Secretos del corazón (1997).
En No tengas miedo, Silvia (Michelle Jenner) es una joven de 25 años que ha tenido una infancia y adolescencia llena de sombras, en las que un terrible secreto le supuso vivir una pesadilla real de la que intenta escapar con grandes esfuerzos de superación personal. Silvia es la única hija de un matrimonio de clase media-alta de Pamplona que viven aparentemente feliz (tal como se insinúa en su escena inicial), con un padre cariñoso y muy atento al cuidado de su hija (Lluis Homar) y una madre también aparentemente normal, si bien no excesivamente proactiva ante algunas señales de alarma que aprecia en su hija, por lo que prefiere mirar a otro lado (Belén Rueda). No tengas miedo no es original por el qué se cuenta (muchas películas lo han abordado ya, como veremos), sino por el cómo. Un guión inteligente (y una cámara que evita la sordidez) convierte un retrato desgarrador del abuso sexual en la familia y del miedo en los seres más vulnerables e indefensos, en una experiencia fílmica aceptable. Tema difícil, con buen resultado y en el que sus tres protagonistas ponen señales de credibilidad en sus personajes. La originalidad de la película también procede del carácter seudo-documental de algunas partes, sobre todo de los testimonios (algunos reales, otros interpretados por actores) sobre personas que han sufrido abusos y que se exponen sucesivamente a través de una sesión de terapia colectiva.

El peligro del cine, en general (y del cine español en particular), es la tendencia al discurso de brocha gorda cuando se profundiza en cuestiones candentes de temática social. No es este el caso. Aunque el tema es escabroso, la forma de abordarlo se soporta como espectador, pues no hay demasiados subrayados ni parches melodramáticos. Y el dolor y la tragedia la imaginamos como espectadores en el relato fuera de campo o en los fundidos. Porque, como ya nos tiene acostumbrado el cine que se deja en buenas manos, lo que sugieren las imágenes es peor que lo que se hubiera mostrado. Tampoco hay estereotipos (ya conocidos y que hubieran desgastado la película antes de tiempo): no se nos presenta al padre como un depravado, ni a la madre como una protectora, ni al entorno familiar como una calamidad,… Todo (o casi todo) aparenta normalidad, una normalidad escalofriante que conlleva a que Silvia, al final de la película le diga a su psicoterapeuta: “Cómo es posible que la persona que más me quiere me haya destrozado la vida”.

Tratamos de soslayo (y bajo otra perspectiva) la pederastia en Precious, en Inocencia interrumpida y, principalmente, en Hard Candy.En esta última ya enumeramos algunas películas más sobre el tema. Aquí os dejamos otras en las que el abuso sexual infantil (la pederastia o el incesto en el contexto de la familia) forma parte principal o secundaria del guión, pero en todas las cuales deja una profunda huella en los protagonistas:

-La luna (Bernardo Bertolucci, 1979): tortuosa trama que narra la relación entre una cantante de ópera recientemente viuda y su hijo adolescente enganchado a la droga, con el incesto como escabroso tema de fondo con matices freudianos.

-El Príncipe de las Mareas (Barbra Streisand, 1991): Tom (Nick Nolte) tiene que revivir una infancia traumática de manos de una psiquiatra (Barbra Streisand), de la que se está enamorando. Parte de estos recuerdos incluyen la humillante declaración de abusos sexuales en su infancia.

-Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994): en el banco de un parque somos partícipes de la increíble historia de amor entre Forrest Gump (Tom Hanks) y su muy amiga Jenny (Robin Wright Penn), una historia llena de poesía, sabiduría y corazón, y que sólo queda empañada porque intuimos los abusos sexuales a los que Jenny es sometida por parte su padre alcohólico.

-Sleepers (Barry Levison, 1996): narra la historia de cuatro amigos (Brad Pitt, Kevin Bacon, Jason Patric y Billy Crudup) en el complicado barrio neoyorkino de Hell´s Kitchen, y entre cuyas vivencias en la infancia se incluye la entrada en una prisión para menores por un homicidio por imprudencia, en donde son víctimas de abusos sexuales por parte de varios guardias.

-Happiness (Todd Solondz, 1998): película controvertida de un controvertido director, sobre todo por algunas subtramas fuertemente sexuales, especialmente en el personaje de Bill (Dylan Baker), padre de familia con afición por la pederastia y obsesionado por un niño de 11 años, compañero de uno de sus tres hijos.

-Mystic River (Clint Eastwood, 2003): narra la historia de tres amigos (Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon) en un peligroso distrito de Boston, y en los que aparecen los demonios del pasado y de la infancia, incluyendo el profundo trastorno psicológico que le ocasionó a uno de ellos el cautiverio de 4 días y los abusos a los que le sometieron dos adultos.

-En nuestra filmografía también podemos encontrar algunos ejemplos sobre este tema. Luis Buñuel lo trató en dos ocasiones, con relaciones incestuosas entre sobrina y tío, una entre Don Jaime (Francisco Rabal) y su sobrina novicia (Silvia Pinal) en Viridiana (1961) y otra entre Don Lope (Fernando Rey) y su hermosa y huérfana sobrina (Catherine Deneuve) en Tristana (1970). Pero el abordaje más director viene desde De Nens (Joaquim Jorda, 2004), película documental que narra la red de pederastia descubierta en el año 1997 en el barrio barcelonés del Raval, que afectaba a personas relacionadas con asociaciones culturales del barrio que trabajan primordialmente con niños.

Pero es Montxo Armendáriz quien ha roto el silencio con No tengas miedo. Y nos relata esta historia que habla de secretos del corazón y de mucho más: nos habla de ese dolor inquebrantable que provoca en la infancia (también en la vida de las personas y en la sociedad) el abuso sexual, máxime si se da en el contexto familiar. Tema complicado, pero que conviene mirar a la cara y denunciar con nombres y apellidos.

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