sábado, 21 de junio de 2014

Cine y Pediatría (232). "Pequeños milagros", pequeñas hadas


“La maldad de este mundo ahuyenta a las hadas. No quieren ver la destrucción de los bosques, la crueldad y el egoísmo del hombre. Por es cada vez es más difícil ver un hada. Cuando un niño dice que no cree en las hadas, cae muerta una de ellas. Por eso van quedando tan pocas”. Es la voz en off que recorre el principio de la película Pequeños milagros (Eliseo Subiela, 1997), mientras la cámara recorre el tedio de las cajeras de un supermercado, aún sin clientes. 

Eliseo Subiela es un director argentino que comenzó a amar la profesión de cine gracias a las buenas películas de su país, y una de ellas, sin duda, fue Crónica de un niño sólo (Leonardo Flavio, 1965), ya comentada en Cine y Pediatría. Porque el cine de Subiela se fundamenta en la búsqueda de emociones a través de diversos argumentos, y con mayor o menor éxito lo consigue. Y en Pequeños milagros nos relata la historia de Rosalía, una adolescente introvertida en proceso de maduración que está convencida que es un hada cuya finalidad es cumplir los deseos legítimos de sus semejantes, y que sueña con amar y ser amada. Una película que funciona como un cuento para adultos heridos y asustados frente a la noche, adultos necesitados de recuperar algo de la niñez perdida: un poco de fantasía y amor. 

Rosalía (Julieta Ortega) trabaja en un supermercado y entabla diálogos sin respuesta con los clientes: “Soy un hada que vino a cumplir una misión y quedo atrapada en este mundo”, nos recuerda mientras pasa los productos por el código de barras…. Un día descubre que es capaz de mover objetos con su mente y tiene la esperanza de hacer realidad la posibilidad de ayudar a la gente con este don: “La gente es buena, tal vez solo les falta la oportunidad de demostrarlo”, nos recuerda. Y Rosalía ayuda con la mente a una familia de músicos callejeros rumanos, a una madre indigente con su hijo lactante, a una anciana: “Sé que tengo que agradecer a Dios ser hada. Pero me pregunto si podré enamorarme de un hombre, si podré tener hijos…”
Acompaña con sus lecturas a doña Susana (Mónica Galán) y don Francisco (Paco Rabal), dos ciegos a los que la protagonista les lee libros en sus ratos libres y piensa: “no puede ver el color de mi pelo, pero puede ver mi alma”. Y descubrimos que procede de una familia desestructurada, con una madre que no se desvive por ella y un padre (Hector Alterio) que la abandono cuando tenía 8 años y ahora lo reencuentra. Y también encontramos a Santiago, un joven solitario que vive con su perra y que conoce a Rosalía a través de una cámara que instaló en una parada de autobús. Día a día la observa, sin sospechar que ella también busca el amor y un milagro los acercará. 

Subiela empezó con los homenajes explícitos a la poesía inmediatamente después de su película más poética, Hombre mirando al Sudeste (1986), en aquel momento con Mario Benedetti o Juan Gelman. Y Pequeños milagros se suma a esta tendencia y es así como durante la película se intercalan entre los diálogos referencias textuales del dramaturgo Alejandro Casona, así como versos de Fernando Pessoa (“Todos los ocasos se fundieron en mi alma” o “¡Hay tan poca gente que ame los paisajes que no existen!”), entre otros. También la música se hace poesía con la recurrente melodía del famoso Adagio de Alessandro Marcello, “Concierto para oboe en Re menor”. 

“El reino de las hadas es un misterioso territorio que convive con el nuestro. Hay entradas a ese mundo mágico, afortunadamente a salvo de nuestro ruidoso y salvaje tiempo. Para cumplir sus misiones en el mundo real las hadas pueden permanecer invisibles para los humanos. El mundo está lleno de ellas o encarnarse en figuras humanas o animales”, nos recuerda la protagonista mientras lee un libro al respecto. Porque un hada es una criatura fantástica y etérea en forma de mujer hermosa, que según la tradición son protectoras de la naturaleza y perteneciente a ese fabuloso mundo de los elfos, gnomos, duendes, sirenas y gigantes que da color a las leyendas y mitologías de todos los pueblos antiguos. 

No es ésta una película redonda, ni la mejor de Eliseo Subiela, lo sabemos. Pero hay un atisbo de esperanza y agradecimiento en todos y cada uno de sus personajes, hay el deseo de mostrarnos los pequeños milagros que nos regala la vida y esa pequeña hada en forma de adolescente que busca un mundo mejor. Y lo hace alrededor de las reflexiones y poemas de Pessoa: “Vivir es pertenecer a otro. Morir es pertenecer a otro. Vivir y morir son la misma cosa, más vivir es pertenecer a otro de fuera y morir es pertenecer a otro de dentro. Una y otra cosa se asemejan, pero la vida es el lado de fuera de la muerte. Por eso la vida es la vida y la muerte es la muerte. Pues el lado de afuera siempre es el más verdadero que el lado de dentro. Tanto es así que el lado de fuera es el lado que se ve…” 

Porque en la infancia se cree en las hadas… y en los milagros. Porque todos merecemos ser un poco más niños y creer en las hadas y en los pequeños milagros.

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