martes, 10 de marzo de 2015

Más resiliencia, menos procrastinación


Hace casi tres años escribimos un post que denominamos "Sanidad, procrastinación y resiliencia". Ha pasado este tiempo, la situación no ha mejorado sustancialmente y los dos nombres (que se las traen) siguen vigentes. 

La procrastinación (del latín: pro: "adelante" y crastinus: "referente al futuro") es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción (procrastinadores eventuales y procrastinadores crónicos) y existen tres tipos de procrastinación (por evasión, por activación y por indecisión). En la gestión de la Sanidad hemos padecido mucha procrastinación y, por ello, ahora vienen las prisas. En Sanidad (como en otras facetas de la vida política y social) se ha abusado mucho del dicho "las cosas de palacio van despacio", como excusa. Cuando no se suma el "síndrome del perro del hortelano". 
La resiliencia (del verbo latino resilio, resilire: "saltar hacia atrás, rebotar") es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. La resiliencia es el convencimiento que tiene un individuo en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota, a pesar que los resultados estén en contra, con un comportamiento ejemplar a destacar en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos. 

En las crisis (personales o sociales) hace falta mucha resiliencia. Hace un tiempo, leía en un un blog de psicología, qué 12 hábitos caracterizan a las personas que practican la resiliencia, y que vale la pena trascribir: 
1) Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas. 
2) Son creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso. 
3) Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda. 
4) Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto? 
5) Practican el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida. 
6) Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor. 
7) Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles. 
8) No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control. 
9) Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución. 
10) Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen. 
11) Enfrentan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones. 
12) Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan. 

Estas 12 actitudes deberian funcionar como 12 mandamientos, como una tabla de la ley de la vida, de la vida que nos ha tocado vivir. Y me ha parecido oportuno recordarlas...porque para salir adelante de esta crisis eterna que vivimos (económica, política, socila y moral) hace falta más resiliencia y menos procrastinación. 

Por cierto, si alguien quiere estudiar la resiliencia que me saque sangre. Supongo que ha sido la combinación de la antracita de Barruelo de Santullán y lo mejor de lo vivido y aprendido: como la reciente experiencia de sentir la guadua en el Eje Cafetero de Colombia (que adorna este post), ese "acero vegetal", duro y flexible, como la resiliencia...

1 comentario:

Lola Alonso dijo...

Muchas veces comento, cuando alguien me pregunta cómo estoy, suelo responder: Mis resiliencias y yo!
La vida es un camino que hay que continuar, superando obstáculos, no recrearse en el pasado salvo para aprender de lo recorrido.
Tener claro nuestras ilusiones, luchas y trabajar para conseguir lo que deseamos.
Y por supuesto la sufuiciente caoacidad para pediir ayuda y apoyo.
Y pir supuesto muchas risas al ver nuestras equivocaciones. Nunca culoabilidad.
orecioso artículo Javier. Gracias
Lola Alonso.