miércoles, 28 de junio de 2017

Se publica mal y demasiado: sufre la calidad


Con este título tan provocador el último número de Diario Médico nos acerca a una realidad inexorable y patente desde hace tiempo, pero que no abordamos en la profundidad que se merece. El mundo de la publicación científica está sujeto a continuos cambios, que en el siglo XXI se estiman vertiginosos, donde predomina la cantidad sobre la calidad, la difusión sobre el rigor. Y que nos ha abocado a un entorno donde publicar ya no tendría como fin primario dar a conocer un avance científico relevante, sino que se constituye en el medio o requisito burocrático para justificar una ayuda, ganar una oposición o engordar un currículo (a expensas del consabido factor de impacto y de los primeros cuartiles). 

Y esa conocida y nefasta presión por publicar (en los investigadores básicos principalmente, en busca de los sexenios, pues en los investigadores clínicos se constituye en una rara avis) es responsble del nacimiento de tantas revistas "depredadoras" (es raro no recibir alguna invitación en mi correo varias veces a la semana) que cobran por aparecer, carecen de supervisores y de una revisión por expertos fiable, y distorsionan cada vez más un mercado revuelto. Es tal la burbuja de revistas científicas actual que algunos opinan que sobraría el 90% de lo que se publica, lo que se considera un derroche (de tiempo y recursos) imperdonable. 

En vista de la escalada de precios de suscripción a las grandes revistas científicas y la polémica entre el copyright y el copyfight, surgieron no hace mucho iniciativas de acceso abierto en las que se paga por publicar, y con ello surgen interrogantes sobre ese sesgo cómo influye en el listón de calidad o en el incremento de invenciones, plagios o falsificaciones de la ciencia. Y no menos en duda presenta el sistema de revisión por pares. Surgen así nuevos sistemas de publicación, tema que no es nuevo en este foro, pero sobre el que no existe una solución que convenza a todos. Se habla de los servidores de preimpresión (tipo arXiv.org) que exponen los estudios a la discusión y revisión pública antes de su confirmación: en comparación con las revistas científicas de alta calidad son de bajo coste al ahorrarse la revisión por pares y la edición de textos; y en comparación con las revistas de acceso abierto se eliminan las tasas de autor y disminuye la corrupción que a veces va ligada a ellas. 

Es evidente el entorno de "infoxicación" científica, donde se publica en exceso como producto de diversos factores (pero uno predominante es la mercantilización del mercado), donde la calidad se ve perjudicada por la cantidad y donde hay demasiada información que deriva en desinformación científica. Todo esto conlleva un acto de reflexión personal e institucional, y un verdadero debate sobre la credibilidad de los sistemas actuales de publicación científica, donde a los sesgos ya conocidos (el sesgo de idioma, el sesgo de los datos positivos sobre los negativos, etc.) se suma el sesgo de pagar por publicar. Porque ha cambiado el modelo de negocio, pero no está claro que se haya preservado la calidad de los investigadores, editores y revisores. 

En su momento comentamos que los nuevos sistemas de publicación aparecen ante 5 revoluciones y ante 5 preguntas clave. 
 Las 5 revoluciones (que tienden a evoluciones) son: 
- La revolución de conomiciento (The Knowledge Revolution) 
- La revolución de la red (The Web Revolution) 
- La revolución del acceso abierto (The Open Access Revolution) 
- La revolución de las bibliotecas (The Librarian Revolution) 
- La revolución de la medicina basada en pruebas (The Evidence Based Medicine Revoluton) 

Las 5 preguntas clave son:  
- ¿Publicación en papel o electrónica? 
- ¿Publicación en inglés o en español? 
- ¿Publicación primaria o secundaria? 
- ¿Publicación tradicional u Open Acess? 
- ¿Publicación de revistas 1.0 ó 2.0? 

Pero probablemente las preguntas ya son otras muchas...

1 comentario:

Domando Al Lobo dijo...

Con todo el dolor de mi corazón, para mí están perdiendo credibilidad. Cada vez me cuesta más defender una ciencia que está "vendida", y las pseudociencas hacen su agosto.