sábado, 13 de enero de 2018

Cine y Pediatría (418). "Con todas nuestras fuerzas" apoyamos a los verdaderos ironman


Ironman es la prueba más exigente del triatlón, y consta de 3,86 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de maratón, y todo ello se debe cubrir en un tiempo límite de 17 horas. Y entonces oímos la frase "Quiero hacer el ironman contigo", que la dice Julien, un chico con parálisis cerebral tetrapléjica a punto de cumplir los 18 años, a su padre y se la dice con todas sus fuerzas. Y a partir de esta simbiosis, como es una modalidad deportiva tan exigente como el ironman y una entidad médica tan emblemática como la parálisis cerebral, se desarrolla el guión de una película francesa (de nuevo el cine francés destacado) con un título tan significativo como es el de Con todas nuestras fuerzas, dirigida en el año 2013 por Nils Tavernier, hijo de un director icónico de Francia como es Bertrand Tavernier (ya presente el padre en Cine y Pediatría con películas como Hoy empieza todo - 1999 - y La pequeña Lola - 2004 -.) 

El título y los protagonistas está claro que nos adelantan lo que es una emotiva historia de superación y de amor paterno-filial. Una película que parte del interés de su director por cómo los jóvenes afrontan el hecho de sufrir una enfermedad discapacitante, y con un guión que es fruto de una investigación de dos años en el departamento de Neurología de un hospital parisino. Porque aunque Julien está en una silla de ruedas quiere vivir aventuras y emociones a través del Triatlón Ironman de Niza que desea realizar con su padre, y hará todo lo posible para lograrlo. Un reto casi imposible, que unirá a toda la familia en una hazaña increíble (que revolucionará y pondrá su mundo boca abajo), y lo harán con todas sus fuerzas y también con las nuestras como espectadores. 

Paul, el padre, (interpretado con maestría por Jacques Gamblin), es técnico de teleféricos alpinos de profesión y no está pasando por el mejor al perder su trabajo. Además arrastra una carga emocional, como nos recuerda su esposa: "Tener un hijo le hizo tan feliz. Pero cuando vio andar a los otros y al suyo no, empezó a encerrarse. Dejó de competir. Hace muchos años que se aleja de él". Todo esto le afecta en su relación con la familia y, especialmente, en la relación con su hijo Julien (Fabien Héraud), Y así se lo recrimina su esposa: "Ocúpate de tu hijo antes de salvar el mundo. Necesita un padre, ¿lo entiendes? Yo llevo 17 años ocupándome de él, mañana, tarde y noche. ¿Y tú qué?". Y en un intento para fortalecer los lazos paterno-filiales, Julien le propondrá participar juntos en el ironman, pues conoce que su padre ya lo hizo en su juventud. Pero se resiste a hacerlo, pues ha pasado mucho tiempo de aquello y, además, no considera que sea una actividad que su hijo pueda soportar. Pero Julien le presiona, incluso a través de sus propios compañeros de clase, que le dicen al padre: "Peligroso sí, pero emocionante. Como la vida que todos queremos tener". Y es así como, ante este desafío casi imposible, el hijo y su progenitor unirán esfuerzos para vencer los obstáculos físicos y emocionales que entraña. 

Y es así como Nils Tavernier nos regala un relato de superación (inspirado en un caso real), desde la admiración, sobre cómo algunos jóvenes con serios problemas de salud consiguen contagiar con su energía y ganas de vivir a sus familias. Una historia que se sustenta en un tour de force entre el experimentado actor Jacques Gamblin (a quien ya hemos visto en dos películas previas de Cine y Pediatría, como son El primer día del resto de nuestra vida - 2008 - e Hipócrates - 2014 -) y el debutante Fabien Heráud, un joven con parálisis cerebral anclado en su silla de ruedas, al que costó mucho encontrar en un casting inacabable, pero que a todos dejó fascinado con su interpretación. 

Lo más interesante de la película no es la historia en sí (una historia de superación personal con la discapacidad infanto-juvenil y el amor paterno-filial de protagonistas), sino su meditada sencillez, lo que le lleva a ser directa, sensible pero no sensiblera. Y quiero dejar, con todas mis fuerzas, dos momentos para no olvidar: 
- Por un lado, la fase final del ironman, después de acompañar hasta la extenuación a los dos protagonistas, cuando Paul se rinde debido a un esfuerzo físico casi sobrehumano y es su propio hijo quien, en silla de ruedas, tira de él. Sólo por ese momento y por lo que encierra dicha secuencia, merece la pena el visionado del film. 
- Y por otro, las palabras que su hermana le regala el día que cumple la mayoría de edad: "Hermanito, hoy cumples 18 años y quiero decirte lo que siento de todo corazón. No siempre has sido un hermano fácil de tratar, que conste. Entre tus problemas de salud y tu mal carácter no siempre ha habido un buen ambiente en casa. Pero si lo comparamos con todo lo que me has aportado, porque fuiste tú quien me animó a volar en ala delta para poder ver los pájaros de cerca, y tú me enseñaste a ver las cosas y a la gente a tu manera, a verlas sin prejuicios, tal y como son, el resultado es que te debo a ti una gran parte de lo que soy. Y lo que me has dado, sin darte cuenta, ha sido una avalancha de amor, un auténtico maremoto de amor. Haré lo posible por ser merecedora de ello. Intentaré ser siempre la mejor hermana y la más guapa para ti". 

Esta es una película que es todo un homenaje a aquellas manos que ayudan a las personas con discapacidad para intentar normalizar, lo más posible, su vida. Manos que se lanzan al aire como cuando nuestros protagonistas lograron entrar en la línea de meta. Y con este mensaje, esta película nos recuerda a otra, ya visibilizada en este proyecto: hablamos de la película española Línea de meta (Paola García Costas, 2015), donde se fusiona el maratón de un padre y el síndrome de Rett de su hija, al igual que en Con todas nuestras fuerzas se fusiona el ironman de un padre con la parálisis cerebral de su hijo. Y en ambas un mensaje claro: que estos niños y adolescentes con enfermedad y sus familias son los verdaderos ironman de la vida...

 

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