sábado, 11 de enero de 2020

Cine y Pediatría (522). “Mujercitas”, alegato feminista desde el siglo XIX


Dicen que una adaptación cinematográfica nunca alcanzará la complejidad y la profundidad de un libro. Y por ello pocos dudan que siempre mejor leer la novela antes de ver la película en el cine. Y si hablamos del libro mítico de Louisa May Alcott entonces esto adquiere mayor relevancia. Pues parece que cada generación necesita su propia adaptación de “Little Women”, la novela escrita en 1868 sobre la historia de cuatro hermanas que luchan por vivir sus propias vidas en los Estados Unidos de hace siglo y medio. Y, por ello, al menos 12 adaptaciones cinematográficas y televisivas se han realizado sobre el irresistible encanto de la inconformista Jo y sus hermanas. Desde Ursula K. Le Guin hasta Simone de Beauvoir, pasando por Hillary Clinton, el número de mujeres que han citado esta novela como una lectura fundamental la convierten en un gran Bildungsroman femenino, no exento de polémica y debates que cuestionan que se trate de una novela feminista. 

Y aunque el nombre de Alcott hoy está íntimamente ligado a esta novela, lo cierto es que ella llevaba mucho tiempo escribiendo lo que se conocía como ‘Sensational novel’, que estaban a medio camino entre lo erótico (en términos del siglo XIX) y lo gótico, y este “Little Women” fue propiciado por el encargo de su editor de que escribiera un libro para chicas. Y Alcott escribió por dinero, porque como la Escarlata O’Hara de Lo que el Viento se llevó (otra aguerrida norteamericana como ella, aunque sureña), se propuso que con su pluma impediría que su familia pasara hambre. Y vaya si lo consiguió, pues consiguió completar las 402 páginas en un tiempo récord de 10 semanas. Y, en realidad, el libro se publicó originalmente en dos partes: la primera parte se tituló: “Meg, Jo, Beth y Amy” y terminaba con la proposición de matrimonio de John Brooke a Meg; la segunda parte se publicó al año siguiente bajo el título “Good Wifes”. Lo cierto es que Alcott escribió dos libros más que seguían los pasos de Jo, quien no había conseguido, como soñaba, convertirse en novelista, sino que llevaba junto con su marido Friedrich Bhaer una escuela: se trata de “Little Men” (1871) y “Jo's Boys, and How They Turned Out” (1886). 

Cuando Alcott recibió el encargo de escribir “un libro para chicas” dijo que lo intentaría, aunque confesaba que “nunca me gustaron las chicas ni conocí a muchas, excepto a mis hermanas”: y así su guapa hermana casada Anna, fue el modelo para Meg; Lizzie, que murió a los 23 años, para Beth (ambas cogieron escarlartina mientras su madre ayudaba a una familia pobre), May que fue una pintora que acabó viviendo en Europa, para Amy; y ella misma se atribuyó el papel de Jo. Tiró de estos recuerdos autobiográficos y tuvo la osadía de crear el personaje de estas cuatro hermanas que viven en un hogar idílico – aunque con reales penurias económicas -, pero no son perfectas. Y precisamente la crítica feminista se desencadenó un siglo después de su escritura, centrado en la visión edulcorada de la vida familiar que frustra los sueños juveniles de las protagonistas, la fijación con el matrimonio y el hogar. Si bien es cierto que ninguna se casa obligada ni por dinero: son dueñas de su destino, la libertad última a la que cabe aspirar. Cuatro jóvenes hermanas March que realizan el aprendizaje de la vida y del amor, con sus luces y sus sombras, al amparo de una madre coraje que mantiene el hogar mientras el padre lucha en la Guerra Civil Americana (1861-1865). Cuatro hermanas con un destino diferente: Meg y Amy se casan, Beth fallece y Jo lucha por su futuro de ser escritora. 

Pero más allá de la potencial polémica de cuán feminista es la obra de Louisa May Alcott, vale la pena revisar alguna de las principales versiones cinematográficas, pues aunque hay dos películas mudas iniciales (la de Alexander Butler de 1917 y la de Harley Knoles de 1918), destacamos estas cuatro
- Las cuatro hermanitas (George Cukor, 1933), 115 minutos. La primera adaptación sonora, quizás la versión más sintética, con una Katharine Hepburn en el papel de Jo que eclipsaba al resto de las hermanas (Joan Bennet, Frances Dee y Jean Parker). 
- Mujercitas (Mervyn LeRoy, 1949), 121 minutos. Destaca por la bella factura visual y el bello color de una versión que reproduce las escenas de la versión de George Cukor, donde June Allyson se erige como una Jo impactante rodeada de un elenco de actrices hermanas que no le van a la zaga (Elizabeth Taylor, Janet Leigh y Margaret O´Brien), y rodeada de actores del Hollywood clásico de la talla de Peter Lawford (como Laurie), Rossano Brazzi (como Profesor Bhaer) y Mary Astor (como Marmee). 
- Mujercitas (Gilliam Armstrong, 1994), 119 minutos. Quizás la adaptación más conocida, pero probablemente no la mejor. Ni Winona Ryder da el tono a Jo, ni quizás sus hermanas (Kirsten Duns/Samantha Matis, Trini Alvarado y Claire Daines), nombres todos ellos con peso como actrices en el futuro, con unos Laurie (Christian Bale) y Profesor Bhaer (Gabriel Byrne) deslavazados, donde solo Susan Sarandon mantiene el tono como madre coraje. 
- Mujercitas (Greta Gerwing, 2019), 135 minutos. Un guión que recurre continuamente a los flashbacks y que no resulta fácil de seguir, salvo que se conozca la historia. Si es verdad que define mejor los personales de las hermanas, destacando el papel apasionado de Saoirse Ronan como Jo, y donde se da un quizás excesivo papel a la historia de amor de Amy (Florence Pugh), lo que deja muy por debajo el papel de las otras dos hermanas (Emma Watson, Eliza Scalen) y de la madre (Laura Dern), y donde siempre destaca Meryl Streep (como la Tía March) y el Laurie más poliédrico y terrenal de todas las versiones (Timothée Chalamet). 

Cuatro versiones plagadas de matices femeninos gracias a un elenco de actrices sobresaliente, con más o menos brillantez a la adaptación y emociones de la historia. Cuatro versiones donde la música, ese tercer “personaje” invisible del cine, es destacado por la brillantez de sus compositores, figuras de la talla de Max Steiner, Adolph Deutsch, Thomas Newman y Alexandre Desplat, respectivamente. Y donde destacan diversas escenas, patentes en nuestra memoria y donde inevitablemente permanece la imagen de las cuatro hijas arremolinadas en el sillón, en esa época de Navidad donde la madre lee la carta del padre ausente por estar en la guerra: “A mi querida esposa e hijas. Da mi amor y besos a mis niñas en las que pienso durante el día, por las que rezo de noche y con cuyo cariño encuentro satisfacción en todo momento. Sé que tendrán presente cuando les digo que sean hijas cariñosas contigo. Que trabajen con ahínco para que los sacrificios no sean en vano. Que luchen contra sus enemigos y que se conquisten a sí mismas tan bellamente que cuando vuelva a su lado, pueda apreciarlas mucho más y estar orgulloso de mis mujercitas”. Y, cómo no, esa declaración de la madre a Jo: “Todo lo que deseo es que seáis hermosas, inteligentes y buenas. Deseo que seáis admiradas y respetadas. Deseo que llevéis una vida agradable y útil. Suplico al Señor que las penalidades que nos envíe sean llevaderas. Claro que soy ambiciosa para vosotras. Claro que me gustaría veros casadas con hombres ricos si los amaseis. No soy distinta a las otras madres. Pero siempre preferiría veros como esposas fieles de hombres pobres, e incluso respetables solteronas, antes que reinas en tronos sin paz ni respeto”. Todo un alegato de respeto a la mujer, escrito hace siglo y medio y que aún conviene recordar. 

No sé con qué versión nos quedaremos en el cine. Pero lo que seguro que nos debe quedar es la enseñanza de su novela original. Y algunas de estas frases son pura reivindicación de la mujer, de lo femenino y la feminidad bien entendida.  
"Todos llevamos cargas, tenemos un camino por recorrer y nuestro anhelo de hacer el bien y alcanzar la felicidad nos guía para superar los contratiempos y los errores que nos separan de la paz". 
"La vanidad echa a perder las mejores cualidades. El talento y la bondad nunca pasan inadvertidos y, aunque así fuera, la conciencia de tenerlos y hacer buen uso de ellos debería bastar. Las virtudes quedan ensalzadas por la modestia". 
"El mundo está lleno de mujeres como Beth, tímidas y tranquilas, que aguardan sentadas en un rincón hasta que alguien las necesita, que se entregan a los demás con tanta alegría que nadie ve su sacrificio hasta que el pequeño grillo del hogar cesa de chirriar y la dulce y soleada presencia desaparece para dejar tras de sí silencio y oscuridad"
"No soy paciente por naturaleza, pero tras cuarenta años esforzándome estoy aprendiendo a no dejar que la ira se lleve lo mejor de mí". 
"Como mujer no puedo ganar dinero para sostener a mi familia, así que no me diga que el matrimonio no es un acuerdo económico, porque sí lo es". 
"Encontrarás a una distinguida esposa que cuidará de tu distinguida casa. Yo sería un desastre, jamás una dama de sociedad (...) Prefiero ser una solterona libre. No creo que me case nunca. Soy feliz conmigo misma y mi libertad". 
"Ser independiente y ganarse la admiración de sus seres queridos eran sus dos máximas aspiraciones en la vida y, aquel día, sintió que había dado un primer paso hacia su feliz objetivo".  
"Me resulta más fácil arriesgar la vida por alguien que ser amable con una persona cuando no me sale del corazón". 
"En toda vida, hay días de lluvia, días oscuros y días tristes y grises (...) No dejes que la noche te sorprenda enfadada. Empieza de nuevo mañana". 

Pura reivindicación en clave de mujer…

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