lunes, 29 de junio de 2020

Oleadas (y resaca) de una pandemia


Hace casi dos meses publicamos en este blog las fases técnicas de una pandemias, así como las fases emocionales derivadas quede un duro confinamiento conllevaen su evolución. Pero no debemos olvidarnos de las oleadas de cualquier pandemia, pues no solo importa el reguero inicial inmediato de muertes, sino también las réplicas posteriores alrededor de secuelas, patologías aplazadas y salud mental afecta. 

Estas cuatro olas de una pademia se expresan el gráfico adjunto.


- Primera oleada: es la que llega de improviso y es la más mortífera. Las cifras de la COVID-19 hablan por sí solas: a finales de junio ya hemos superado los 10 millones de casos en el mundo, con más de medio millón de fallecidos.

- Segunda oleada: secuelas de los contagiados, con el pulmón y el corazón como órganos más dañados por el SARS-CoV-2, pero donde está claro que los efectos de esta enfermedad van más allá de la función respiratoria.

- Tercera oleada: aluvión de crónicos que han aguantado en domicilio por miedo y que llegan tarde o descompensados. La suspensión de consultas y la desprogramación de cirugía y otros cuidados durante el tiempo de la primera oleada, como los cribados oncológicos, contribuirán a estar tercera oleada de infradiagnóstico de tumores, insuficiencias cardíacas descontroladas o apendicitis evolucionadas, entre otras muchas entidades.

- Cuarta oleada: la resaca mental. Porque pasado lo peor, afloran las secuelas mentales, tanto en pacientes como en sanitarios. De la trastienda de la pandemia empiezan ahora a surgir los espectros de varios meses de lucha agotadora y agonizante, con escasos medios y no siempre con la protección adecuada al momento: trastornos psiquiátricos contenidos en el furor de la batalla que emergen luego en forma de ansiedad, depresión, insomnio y decepción (mucha decepción).

Y a la reconstrucción del cuerpo y el alma, se plantea una quinta oleada y un desafío mundial. Y esta quinta oleada puede tener consecuencias imprevisibles, pero, sin duda, muy duras.

- Quinta oleada: la crisis económica, con un triada muy difícil de digerir (recesión económica, paro y pobreza) y que implicará un alto grado de cohesión,coherencia y solidaridad por parte de las organización supranacionales y nacionales.

Para hacer frente a estas cinco olas y no morir en el intento (de esa gran resaca de ese agua que llega a la orilla) cabe acumular calma (para no seguir infundiendo miedo, que nada ayuda), coherencia (para salir adelante y avanzar, ponderando bien las pruebas científicas) y preparación (sin desdeñar nunca a los mejores técnicos y mejor foramdos para la búsqueda de soluciones, evitando siempre el efecto Dunning-Kruger).

Todos tenemos una gran responsabilidad en sortear estas olas. Pero no olvidemos (y que no os engañen), que la principal responsabilidad es política, de aquellos que toman decisiones en la macro y mesogestión. Porque hasta ahora el comportamiento de los sanitarios y de la ciudadanía ha sido ejemplar (y no digamos el de la infancia y adolescencia) y esperamos que nuestros políticos estén a nuestra altura. No más errores, no más mediocridad. Muy atentos a la máxima de Juan Huarte de San Juan, hace más de cuatro siglos: "No hay cosa más perjudicial en la República que un necio con opinión de sabio, mayormente si tiene algún mando y gobierno".

Y para que no haya ninguna duda, las sociedades científicas siempre pondrá el punto sobre las íes, para que no confundamos ni nos confundan. Sirva como ejemplo este documento de 10 sociedades médico-científicas sobre la priorización de la asistencia a pacientes con COVID-19. Sirva como ejemplo que no todo vale y no vale esparcir dudas y responsabilidades a quien no corresponde. No olvidemos, pues, la responsabilidad del periodismo y la lacra del amarillismo periodístico.


sábado, 27 de junio de 2020

Cine y Pediatría (546). “Brain on Fire” y mi encefalitis por anticuerpos contra los receptores NMDA


La todopoderosa Netflix también se asocia a las historias basada en hechos reales. Y con un plus si tiene un trasfondo médico-sanitario y el objetivo de autoayuda. En nuestra historia y película de hoy todo parte del libro superventas del año 2012 “Brain on Fire: My Month of Madness” de Susannah Cahalan, una joven periodista que está iniciando su camino profesional en el New York Post, y quien nos describe en primera persona su experiencia y lucha real frente a una rara enfermedad autoinmune y su recuperación: la conocida como encefalitis por anticuerpos contra los receptores NMDA (N-metil-D-aspartato). 

La encefalitis es un conjunto de enfermedades producidas por una inflamación del encéfalo y que se ocasiona generalmente por la infección de gran variedad de gérmenes (donde destacan los virus). Pero esta encefalitis por anticuerpos contra los receptores NMDA, reconocida en el año 2005, es algo diferente. Y esta película y este libro nos adentra en esta entidad que afecta a pacientes jóvenes, en su mayoría mujeres mayores de 18 años, y que se caracteriza por un pródromo pseudogripal seguido del desarrollo de síntomas psiquiátricos prominentes, crisis convulsivas y compromiso del estado de conciencia. En ocasiones se asocia con tumores, principalmente, teratomas de ovario, por lo que puede considerarse un síndrome paraneoplásico. Dado que es una enfermedad rara, el diagnóstico puede ser difícil y confundirse con otras patologías, principalmente con enfermedades psiquiátricas. Con este prolegómeno bien vale la pena “prescribir” Brain on Fire a nuestros estudiantes de Medicina o residentes en formación para que no se nos olvide esta entidad y los retos diagnósticos que conllevan. Y los errores que podemos llegar a cometer cuando nos enfrentamos a entidades que presentan manifestaciones bordeando lo orgánico y lo funcional. 

Es el irlandés Gerard Barett el encargado de dirigir esta película en el año 2016, con título homónimo de Brain on Fire. Y para interpretar a Susannah Cahalan contó con una joven actriz que ya es una habitual en el proyecto Cine y Pediatría: Chloë Grace Moretz. Ella ha sido la actriz protagonista de películas tales como La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), Déjame entrar (Matt Reeves, 2010) y Carrie (Kimberly Peirce, 2013), estas dos últimas sendos remakes de los clásicos originales. Y en todas ellas interpreta a niñas y jóvenes con poderes especiales en papeles especiales. Como el suyo de Brain on Fire. 

Porque Brain on Fire nos presenta a Susannah Cahalan, una joven periodista que está viviendo su sueño como redactora en el New York Post. Susannah es independiente, creativa, decidida y resuelta en su día a día, pero algo empieza a cambiar en su conducta que empieza a llamar la atención en su entorno de trabajo. Olvidos constantes y fuertes dolores de cabeza son los primeros síntomas que la hacen acudir a un médico: “No me había sentido así nunca. Nunca… No sé, es como que tengo síntomas de gripe. Se me duerme el brazo y la pierna izquierdos. Y tengo la cabeza embotada todo el rato”. Llegan las primeras pruebas analíticas y de imagen, con RM cerebral incluida. Todas las pruebas llegan normales, pero ella no está normal y, además, empeora: cambios de comportamiento, luego convulsiones, más tarde, episodios de trance. Continúan las pruebas, ahora estudios electroencefalográficos (con vídeo-EEG y fotoestimulación) y exhaustivas exploraciones neurológicas: todo es aparentemente normal. 

Con el tiempo empiezan las sospechas de que la causa posible sea el alcohol u otras drogas que pueda ingerir la joven, y la conclusión médica complaciente: “En resumen, sale mucho de fiesta, no duerme bien y trabaja demasiado. Les ocurre a muchos jóvenes cuando pasan de estudiar a trabajar. Es un rito de paso, la transición a adulto”. El siguiente paso es probar diferentes especialistas (neurólogos, psiquiatras, psicólogos,…) y distintas medicaciones (antiepilépticos, antipsicóticos, antidepresivos,…). Y ella acaba creyendo eso mismo (“Soy bipolar. Lo busqué en Google”, le dice a un médico) y termina viendo su triste final, tal como manifiesta a su familia: “Cuando me muera, quiero me que enterréis junto a la abuela”. Porque todo empeora y nada avanza en el diagnóstico: vuelta a sugerir que es por el alcohol (que no prueba) y el estrés laboral (que no tiene ya). Y surge la reclamación de su madre, abatida: “No saben nada. Cada uno hace un diagnóstico. Que si bipolaridad, que si esquizofrenia, que si psicosis… yo que sé. Creo que es la explicación más sencilla para ellos. Hay que seguir presionando para que investiguen más a fondo. Es muy importante”. 

Continúa el deterioro de la paciente y continúan los niveles de pruebas complementarias: punción lumbar, nuevas pruebas de imagen, y todo tipo de estudios para descartar infecciones (incluida enfermedad de Lyme, toxoplasmosis, criptococosis, y muchos otros más), pero también trastornos metabólicos, tóxicos y autoinmunitarios. Hasta que llega la respuesta tras consultar a distintos especialistas y la explicación del Dr. Najjar a la familia: “En términos sencillos, tiene el cerebro ardiendo. Su propio cuerpo lo ataca”. Y con ello la voz en off de agradecimiento de Susannah Cahalan: “Tengo suerte. En un sistema donde gente como yo pasa desapercibida, me encontraron gracias al Dr. Najjar. Él me encontró. Mi cuerpo me atacaba mi cerebro. Me había dejado incapaz de hacer nada. ¿A cuánta gente habrán tratado a lo largo de la historia de esquizofrénica, psicótica, bipolar o simplemente loca y tenía un problema tan fácil de diagnosticar?”. 

Y su redactor jefe del New York Post, a su regreso ya curada, le sugirió escribir su experiencia. Y de ahí surgió el libro. Y del libro esta película. Y ambos cabe “prescribirlos” en las rotaciones de Neurología y Neurología Pediátrica, porque conjugar vivencias, arte y ciencia como aquí es apostar porque ya no nos resulte ajena ni nos pase desapercibida esta enfermedad. Y que entendamos mejor  el colofón de la película: “Susannah Cahalan fue la paciente número 217 diagnosticada como encefalitis por anticuerpos contra los recep tores NMDA. Y hay miles de diagnosticados más. Su best seller autobiográfico Brain on Fire ha ayudado en todo el mundo a diagnosticar y tratar trastornos autoinmunitarios. El Dr. Najjar sigue ejerciendo, abrió uno de los primeros centros del mundo dedicados a trastornos neurológicos autoinmunitarios y conserva su amistad con Susannah. Ella sigue concienciando sobre estos trastornos como escritora y periodista. En 2015 se casó con Stephen, su músico preferido”

Es Brain on Fire una película sobre la que la crítica ha dicho de todo. No soy crítico cinematográfico, ni pretendo convencer a nadie (para los gustos se hicieron los colores… y las películas), pero si me atrevo a “prescribir” películas por su valor docente y de humanización: y esta película de hoy, que nos deja el cerebro en llamas, atesora ambos valores.


miércoles, 24 de junio de 2020

Cuando el efecto Dunning-Kruger se traslada al Ministerio de Sanidad… échate a temblar


Se dice a nivel popular que “de fútbol y de medicina todo el mundo opina”. Y esto porque no hay quien no sea experto en ambos temas sin más dotes que los que él se conceda. Aunque, claro está, no es lo mismo desvelar el enigma de Bale en el Real Madrid o de Dembelé en el F.C. Barcelona, que intentar resolver la pandemia de la COVID-19 y tener la solución a lo que hacer con las pruebas diagnósticas frente al SARS-CoV-2. Hay un trecho, pero el que es osado no lo conoce… Y por eso yo llevo tiempo pensado que deberíamos cerrar las Facultades de Medicina en España, primero porque sobran la mitad per se (y esto es verídico) y otra porque muchos se han vuelto catedráticos de Medicina sin estudiar un libro de anatomía, patología médica o epidemiología (por lo que quizás no valga la pena el esfuerzo de seguir con la enseñanza tradicional). 

Por tanto, esto es un ejemplo de que no es nada nuevo lo que describieron allá por el año 1999 dos profesores de psicología de Nueva York, ejerciendo en la Universidad de Cornell, David Dunning y Justin Kruger. De sus estudios concluyeron lo siguiente: «La sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás». A ello le llamaron el EFECTO DUNNING-KRUGER que, en román paladino, puede resumirse en la frase: cuanto menos sabemos, más creemos saber. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos. Como resultado, estas personas suelen convertirse en gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que sabe mucho más que los demás. O que se atreven a ejercer de algo que no les va ni les viene. 

Estos dos psicólogos dedicaron parte de su vida a demostrar su “efecto” con experimentos varios. Y a intentar responder a varias preguntas: 
- ¿Por qué cuanto menos sabemos más creemos saber? 
Porque existe una percepción irreal de algo tan básico como que para hacer algo bien, debemos tener al menos un mínimo de habilidades y competencias que nos permitan estimar con cierto grado de exactitud cómo será nuestro desempeño en la tarea. De hecho, el efecto Dunning-Kruger se puede aplicar a todas las áreas de la vida y en la práctica creemos que sabemos todo lo que es necesario saber para ejercer un cargo. 
- ¿Cómo minimizar el efecto Dunning-Kruger? 
Todos cometemos errores por falta de cálculo, conocimientos y previsión. Los errores no son negativos y no debemos huir de ellos sino que podemos convertirlos en herramientas de aprendizaje, pero debemos mantenernos atentos a este sesgo cognitivo porque la incompetencia y la falta de autocrítica no solo hará que lleguemos a conclusiones equivocadas, sino que también nos impulsará a tomar malas decisiones que terminen dañándonos (o dañando a otros). 
Por ello, para minimizar el efecto Dunning-Kruger y no convertirnos en esa persona que opina sobre todo sin tener idea de nada o que asumen cargos que les vienen grandes o a destiempo, lo más importante es aplicar estas sencillas reglas: 1) sé consciente al menos de la existencia de este sesgo cognitivo; 2) deja siempre un espacio para la duda, para formas diferentes de pensar y hacer las cosas; 3) opina siempre desde el respeto a los demás, por muy seguro que estés de tu opinión, no intentes imponerla. 
- ¿Cómo lidiar con las personas que no reconocen su incompetencia o desconocimiento? 
Las personas que opinan tajantemente sobre todo sin tener ni idea y que subestiman a los demás suelen generar un gran malestar. Nuestra primera reacción será irritarnos o enfadarnos, algo perfectamente comprensible, pero no servirá de nada. En su lugar debemos aprender a mantener la calma, porque debemos recordar que solo debería afectarnos aquello a lo que le das poder, lo que consideras significativo. Y sin duda, la opinión de una persona que no es experta en la materia y ni siquiera sabe de lo que habla, no debería ser significativa. Pero es que a veces – lo malo – es que estos inexpertos en el tema ocupan puestos relevantes, muy relevantes. 

El problema, además, es que las personas afectas del efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión ni a sugerir, sino que intentan imponer sus ideas. Si esas ideas son de una persona de la calle, pues bueno va… Pero si esas ideas proceden de un político con dicho “efecto” (repasemos la calidad de nuestros políticos, que ni uno ni diez asesores corrigen - solo incrementan el gasto al erario público -), pueden acabar en Reales Decretos, Leyes o Normativas publicadas en Boletines Oficiales. Y es entonces cuando aparecen recomendaciones sin ton ni son, de esas a las que estamos habituados en los últimos meses, que duran unas horas o pocos días, hasta ser revocadas o sustituidas. 

En el Ministerio de Sanidad hemos sufrido mucho este efecto de Dunning-Kruger a lo largo de nuestra historia democrática. Todos recordamos nombres de ministros de Sanidad vinculados a diferentes signos políticos que fueron, como poco, muy peculiares, pero nada gratificantes para los que trabajamos en esta profesión. Pero la situación actual ha debido ser muy especial para Salvador Illa, un licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona y MBA en el IESE Business School por la Universidad de Navarra (como yo, como muchos), cuyos méritos para aceptar esta cartera no se reconocen, aunque si su vinculación política como alcalde de La Roca del Vallés (por ejemplo, durante su mandato se construyo el Outlet La Roca Village) y secretario de Organización del PSC, de la mano de Miquel Iceta. A priori un Ministerio de Sanidad que parecía cómodo y por dos razones: 1) porque se había eliminado de esta cartera Consumo y Bienestar Social (si gestionado en el periodo previo por María Luisa Carcedo, licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Oviedo y diplomada en Medicina de Empresa, como nos gusta a los sanitarios que sea… no sé si a todos, pero a la inmensa mayoría, por lógico y coherente); y 2) porque todas las Comunidades Autónomas tienen transferidas las competencias de sanidad, y las competencias exclusivas del Estado en el ámbito sanitario son muy pocas: Sanidad Exterior, bases y coordinación general de la sanidad y legislación sobre productos farmacéuticos. 

Pero resulta que, prácticamente a los dos meses de su nombramiento, apareció la pandemia COVID-19, un tema para que era importante venir bien formado en sanidad desde casa y desde joven. Al menos para conocer cosas básicas y esenciales en el tema y poder tomar decisiones eficientes y cruciales. Pongamos por ejemplo los tan populares test diagnósticos frente a este virus: que menos que conocer la diferencia entre sensibilidad-especificad de una prueba diagnóstica respecto a sus valores predictivos y saber calcular los cocientes de probabilidad (positivos y negativos), pues sin temas básicos de poco sirve pasar a destiempo de lo de “test para casi nadie” (cuando había mucha enfermedad y no se hizo una buena compra de pruebas) a “test para casi todos” (cuando ya no hay casi enfermedad). O en temas de control y prevención de enfermedades, para no contradecirse entre "la mascarilla no es necesaria" (cuando la carga de la enfermedad en la población era muy alta) y "mascarillas para todo y para todos" (cuando apenas hay enfermedad en la población). Es como si yo tuviera que explicar en una Facultad de Filosofía, con mi escasa formación (aunque con interés y buenas palabras) la esencia de las meditaciones metafísicas de Descartes o el criticismo de la filosofía kantiana. Pues entiendo que haría un pan como unas tortas… Y por ello tuvo que volver la figura del Dr. Fernando Simón, este epidemiólogo maño metido en mil batallas, pero al menos dos recientes: portavoz del Comité especial sobre la enfermedad del virus del Ébola en España en 2014 (con gobierno del Partido Popular) y como portavoz del Ministerio de Sanidad contra la pandemia de enfermedad COVID-19 en 2020 (con gobierno del Partido Socialista). A él (médico) y a tantos sanitarios, nuestro agradecimiento por su trabajo y por no presentar el efecto de Dunning-Kruger. 

Lo que ha ocurrido en España con la enfermedad COVID-19 no lo vamos a repetir. No vamos a entrar en debates de si hemos sido los peores del mundo o los peores de Europa, o los penúltimos o por la mitad (vaya usted a saber) en la gestión de la crisis del coronavirus. Pero que no ha ido nada bien, eso no creo que lo discuta nadie. Y que los malos resultados (realmente dramáticos en mortalidad) y una gestión deficitaria no son culpa de la ciudadanía, a quien ahora se le tiene atemorizada con el “rebrote” (ojo, a la mínima le van a llamar rebrote y señalarnos que cómo somos los españoles de a pie), sino es culpa de los políticos, y de este Ministerio de Sanidad que ha ido como pollo sin cabeza. Y es preocupante la falta de confianza que el entorno sanitario ha tenido a esta gestión. Porque los sanitarios que se han enfrentado de cara a la enfermedad en los hospitales, centros de salud y residencias de ancianos hubieran deseado tener mucha más sintonía con su Ministro de Sanidad y mucho menos efecto Dunning-Kruger. 

Porque la sanidad es muy importante en un país. Y los sanitarios somos importantes siempre (no solo cuando truena, como Santa Bárbara). Y por ello los sanitarios nos merecemos un Ministerio de Sanidad en cuyo liderazgo no haya personas con efecto de Dunning-Kruger. Y para subsanar esto es importante lo de zapatero a tus zapatos, y no creo que sea tan difícil elegir a un sanitario con bagaje en su profesión, y con todos los MBA, Másteres y Cursos de gestión y organización que sean menester, pues con ese perfil hay centenares de profesionales que harían esta labor con una gran base de partida (la mayoría seguramente sin perfil político, pero pueden ir de independientes). Porque como me dijo una profesora en mi MBA del IESE Business School (como el de nuestro ministro): “en sanidad no se trabaja con mano de obra, se trabaja con cerebros de obra”. 

Y en un lugar como es la profesión de sanitarios con tantos “cerebros de obra” se nota mucho, a la legua, el efecto de Dunning-Kruger.  No perdamos la oportunidad de aprender con los errores (este ha costado muy caro) y que al frente de las instituciones no haya jefes sino líderes, no haya políticos sino técnicos profesionales en la materia con una brillante trayectoria previa que le avale. 

lunes, 22 de junio de 2020

Los niños y niñas no son culpables de nada



Los parques infantiles han seguido cerrados hasta el final del confinamiento. Hace semanas que las terrazas estaban abiertas, también los bares y restaurantes. También las playas. Pero los parques infantiles han seguido cerrados hasta el final, con esas bandas policiales de "no pasar". Y han sido de las últimas cosas por abrir en la ciudad… Pero es que hasta hace poco hasta los grandes parques, llenos de vegetación, también estuvieron cerrados. 

Los niños y niñas no son culpables de nada, son los más inocentes de esta pandemia de la COVID-19. Afortunadamente es así y lo confirman los datos de todo el mundo, de todos los lugares. Se plantea hipótesis varias de por qué este buen comportamiento ante esta enfermedad con tantos interrogantes, pero los datos confirman que el SARS-Cov-2 ha afectado poco y de forma poco grave a la infancia y adolescencia. Un ejemplo cercano: en la provincia de Alicante, con casi 2 millones de habitantes, solo han presentado una PCR positiva al nuevo coronavirus un total de 12 niños, la mayoría sin sintomatología (y en el contexto de pruebas realizadas antes de una intervención quirúrgica). La mitad de esos niños han tenido síntomas leves y no solo alguno ha precisado hospitalización para observación. Ninguno ha precisado soporte respiratorio. Ninguno ha tenido una enfermedad grave. 

El comportamiento de la infancia y adolescencia ha sido ejemplar. El comportamiento de los políticos no ha sido ejemplar. Pero los niños y niñas no votan. Porque España ha sufrido el confinamiento más severo de Europa y, a la vez atesora, las peores estadísticas: mayor número de afectados por 10.000 habitantes, mayor número de fallecidos por 10.000 habitantes, mayor número de ancianos fallecidos por 10.000 habitantes, mayor número de sanitarios fallecidos, mayor tasa de paro y de ERTEs por 10.000 habitantes. No salen las cuentas. 

Pero esto no ha acabado. Porque la inoperancia y negligencia política previa no se puede pagar ahora con la severidad (plagada de miedo) contra la sociedad: algo así como si hay un rebrote (señores, el riesgo cero no existe en nada) será responsabilidad de los “irresponsables” españoles y, sino, para eso están los periodistas amarillistas para sacar las inoportunas fotos con gran angular para demostrarlo. La ciudadanía ha tenido un comportamiento ejemplar, aunque personas con actitudes incorrectas las hay en todas las partes y en todas las circunstancias, también en las carreteras (y por ello no hemos dejado de conducir) y hasta en los propios hospitales (donde se vacuna cada año de la gripe - una de las enfermedades con mayor morbimortalidad - menos de la mitad de los profesionales sanitarios que tendrían la obligación ética y moral de vacunarse, pero por ello no dejamos de creer en ellos).

Y los niños y niñas parecen diana propicia de esta severidad y falta de tino. Todos recordamos con estupor cuando las primeras propuestas de salida de nuestros hijos y nietos dadas por nuestro Gobierno: acompañar a los padres al banco, la farmacia o las tiendas. Medida tan incoherente que duró lo que tardó en ser publicada y retirada (hábito demasiado común de nuestros políticos, en los que la reflexión y consenso con todas las partes no es hábito). 

Los niños y niñas no han podido volver al colegio. Y ahora se siguen gestando propuestas de vuelta al colegio para el curso que viene. Propuestas con las que casi nadie está de acuerdo (dejamos aparte aquella de que solo irán a clase la mitad de los alumnos y se irán turnando, pues preferimos pensar que no se dijeron por nuestros responsables de Educación). Pretenden que en las escuelas se mantenga la distancia de seguridad de dos metros entre los niños, y en las terrazas están todos sentados unos al lado de otros. La escuela va a recibir a unos niños que están traumatizados (todos, también la infancia, ha salido tocada… no más fuerte) y los va a retraumatizar porque son unas condiciones (mascarillas, pantallas, distanciamiento) que no respetan ni sus necesidades ni sus derechos. Y muchos de estos alumnos vendrán con una carga extra de ansiedad, tristeza y depresión ante las condiciones en que verán a muchas de sus familias, donde el trabajo va a escasear y los problemas familiares van a aumentar. No se avecina la mejor época para las familias para acompañar a sus hijos hacia una infancia feliz. No hagamos del otro entorno común a ellos, el colegio, un lugar problemático. 

Son muchas personas, muchos profesionales vinculados y conocedores de la infancia, los que piensan que las escuelas se deben organizar no a partir de las necesidades de la COVID-19, sino de en base a las necesidades de la infancia. Y su principal necesidad es aprender a cuidarse unos a otros en un entorno no traumático. El miedo no puede ser un recurso educativo. 

Es hora de tomarse muy en serio lo de no hacer leyes absurdas y de que empecemos a cuidar de ellos. Nadie duda de que no hay mala voluntad de quien lanza ideas o normas que duran horas o días, pero es muy importante contar con muchas voces y opiniones fundamentadas (educadores, pediatras, psicólogos, pedagogos, etc.) para partir de un hecho claro: que estamos utilizando unas medidas en la infancia que están provocando unos efectos colaterales infinitamente más graves que el impacto que tiene el virus en ellos. 

Finalizo con un pensamiento de la docente e investigadora, Heike Freire, en una reciente entrevista: “La Asociación Española de Pediatría, el Gobierno y las consejerías de Educación deberían tomar nota de que los niños no sufren de COVID y de lo que están sufriendo ahora mismo es de los confinamientos estrictos que han sufrido. Han sido los únicos niños de toda Europa que no han podido pisar la calle durante un mes y medio. Ahora mismo queremos meter a los niños en una escuela que es absolutamente monstruosa, cruel y traumatizante”. 

Los niños y niñas no son culpables de nada…

sábado, 20 de junio de 2020

Cine y Pediatría (545). “El mejor”… y lo peor



Dos películas han marcado ya en Cine y Pediatría el dolor de los padres por la muerte inesperada de un hijo: la italiana La habitación del hijo (Nanni Moretti, 2001) y la holandesa Tonio (Paula van der Oest, 2016).  Dos películas para adentrarnos en el duelo en su máxima expresión, y en sus clásicas cuatro fases del duelo: fase de aturdimiento, fase de anhelo (o búsqueda), fase de desorganización (o desesperanza) y fase de reparación. Y entre ambas, hoy presentamos la estadounidense El mejor (Shana Feste, 2009). 

Pero El mejor es quizás algo más, y quizás algo menos. Porque el principio de la película es un valiente e intenso plano que anuncia la espléndida película que podría haber sido y finalmente no fue. En efecto, tras el entierro del hijo adolescente, su familia (el padre, la madre, el otro hijo) viaja en el asiento trasero de un coche. Feste les dedica un plano fijo, largo, un minuto de tensión que sin palabra alguna, sólo con el registro de sus rostros desconsolados, sabe transmitir el profundo dolor que padecen. De seguir por ese camino, El mejor se alinearía en las filas del Moretti de La habitación del hijo o de van der Oest de Tonio. Pero un cuarto personaje, y sin duda el más importante de esta película, aparece: la novia del fallecido, embarazada de él y en su adolescencia. De hecho, ya mencionamos hace tiempo esta película en la entrada sobre el embarazo en la adolescencia.

Porque de forma retrospectiva conocemos que dos jóvenes de 18 años se enamoran idílicamente, Bennet y Rose (Carey Mulligan), y en su primera noche juntos el último día del curso, ella queda embarazada y él pierde la vida en un accidente de tráfico. Al cabo de unos meses, Rose se presenta ante los padres de Bennet y les dice: “Estaba enamorada de él. Por eso quiero tener el bebé. Estuve enamorada de él cuatro años. Casi no le conocía… pero todo fue tal y como me lo había imaginado. Todo fue como yo quería que fuera. Tengo que tener este hijo. Creo que él fue el amor de mi vida”

Y cada miembro de la familia soporta el duelo de la perdida de forma diferente. El padre, Allen (Pierce Brosnan), profesor de matemáticas, contiene la pena y el llanto, somatizando su ausencia de lágrimas. La madre, Grace (Susan Sarandon, siempre excepcional, con cierto recuerdo a aquella madre coraje de El aceite de la vida), no desea pasar página y quiere hablar del hijo muerto, saber qué dijo en el cuarto de hora que permaneció vivo tras el accidente de coche, y por ello llega a cuidar al camionero que se vio implicado en ese accidente. El hermano, Ryan (Jhonny Simmons), se aferra al papel de hijo malo e imperfecto, a diferencia de Bennet. Y todos intentan recuperar su vida: Allen dejando a su amante, Ryan intentando abandonar su afición a las drogas (su madre le analiza la orina cada dos semanas). Y todos intentan alguna forma de ayuda: “Internet está lleno de sugerencias sobre el duelo”, le dice el padre a su esposa, sin éxito. Y el duelo, ya difícil, se hace más complejo, con la llegada de Rose: porque una vida no repone otra, ¿o sí…? “No se suele regalar un cachorro a alguien que ha perdido un perro…¡Debería haber muerto ella!”, son las duras y dolorosas palabras de Grace ante la presencia de Ros. 

Emotivo film que supone el debut en la dirección de la californiana Shana Feste, que también ha escrito el guión, y que obtuvo buenas críticas en el Festival de Sundance, para contarnos la perdida de ese hijo perfecto, bueno y simpático (“el mejor”) y la difícil aceptación de la ausencia. Una ausencia que se intenta mitigar con la llegada de una nueva vida, y con el valor de esta madre adolescente por salir adelante. Un guión delicado que mezcla aspectos de La habitación del hijo y de Juno (Jason Reitman, 2007) podría correr el riesgo de ser demasiado lacrimógeno o edulcorado, lo que se mitiga con sus actores protagonistas, especialmente esta joven Carey Mulligan que el futuro anunciaba como la nueva Kate Winslet o la nueva Audrey Hepburn (que para todos los gustos ha habido para este nuevo ángel cinematográfico) y que nominaciones a sus interpretaciones en An Education (Lone Scherfig, 2009) y Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), lo atestiguan. 

Sea como sea, El mejor nos regala un final muy reparador, donde Rose confiesa a su nueva familia (y a nosotros, como espectadores): “Quiero saber todo lo que sabría si estuviera vivo. Quiero tener más recuerdos suyos”. Y así acompañamos a la familia de El mejor a las vivencias de su peor momento y que no es difícil adivinar que para la mayoría de las personas no es otro que la pérdida inesperada de un hijo.


miércoles, 17 de junio de 2020

Algoritmos de Pediatría en Atención Primaria



La Guía de Algoritmos en Pediatría de Atención Primaria es un proyecto de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) que se viene realizando desde el año 2015. Se trata de una publicación en formato web, con actualización continua y acceso libre, que consiste en un compendio de algoritmos o árboles de decisión referidos a los principales motivos de consulta en pediatría de atención primaria, ordenados por especialidades. 

La guía está concebida como un instrumento de ayuda al pediatra en la consulta de atención primaria, con el objetivo de orientarle en su toma de decisiones. Se ha procurado que todos los contenidos estén basados en la mejor y más actualizada evidencia científica, mediante una revisión sistemática y crítica, pero su aplicación nunca debe sustituir al juicio clínico del facultativo y la valoración individual de cada paciente.

En este momento hay publicados 69 algoritmos. Y la búsqueda se puede realizar por orden alfabético, por fecha de publicación o por áreas temáticas. 

Se puede acceder a este interesante recurso desde este enlace

Las últimas publicaciones, en estos largos tres meses de confinamiento, han sido:
- Dislipemia
- Hiperglucemia
- Atención al niño y niña inmigrantes
- Anomalías vasculares congénitas

Os dejamos el ejemplo del último algoritmo publicado sobre Dislipemia.

lunes, 15 de junio de 2020

Evitar la obesidad infantil en tiempos de la enfermedad COVID-19



De esta terrible pandemia conocida con el acrónimo COVID-19 no saldremos más fuertes (eso es un puro eufemismo propagandístico de los políticos), pero saldremos diferentes. Y más vale haber aprendido algo de los errores que no se pueden volver a cometer por ineptitud, inoperancia, incoherencia y reiterados errores de gestión. Y vale la pena aprovechar las oportunidades que nos ha dado este confinamiento para ver la vida de otra manera. 

Y quiero aprovechar una de estas oportunidades con este decálogo confeccionado por los compañeros y amigos de la Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP), concretamente del Grupo de Trabajo en Obesidad infantil. 

Porque la situación actual ocasionada por la COVID 19, ha provocado confinamiento, cierre de las escuelas, de centros con actividades deportivas, falta en las rutinas de los niños, disminución del ejercicio y alteraciones del sueño, todo esto podría provocar un aumento de la obesidad infantil. Por ello desde la SVP se ha elaborado un decálogo para las familias y los pediatras que pueda ayudar en la prevención de la obesidad.

Se adjunta el documento, y se resumen las recomendaciones, recomendaciones que no solo son válidas para prevenir la obesidad, sino para promover una vida feliz:

1. Las rutinas y el orden son necesarias para los niños y les dan seguridad. 

2. Un sueño regular es necesario para el bienestar físico y emocional. 

3. Cuida tu aspecto y tu entorno. 
4. La actividad física tiene beneficios importantes para la salud, produce bienestar psíquico y físico, mejora la calidad del sueño y evita que se produzca aumento de peso. 

5. Se recomienda la alimentación saludable y en familia. 

6. Cuida tus emociones, si estás nervioso o triste, comparte tus preocupaciones con tu familia. 

7. Evita el exceso de horas en las pantallas y favorecer otras actividades de juego más tradicionales y en las que se incluya el movimiento físico. 

8. Planifica el ocio y reservar actividades especiales para el fin de semana y así mantener la ilusión de la familia. 

9. Busca formas alternativas de comunicación y unión con los seres queridos. 

10. Establece objetivos razonables en relación al peso, los padres deben de motivarse también para mejorar sus condiciones físicas y de salud.

Y una pregunta de nuevo a nuestros políticos, en relación con estas fases de desescalada: ¿qué mal ha hecho la infancia - la COVID-19 apenas ha afectado a la infancia y sus manifestaciones son leves en su mayoría - para que no se les permita jugar en parques infantiles y sí se permita antes abrir terrazas, bares y playas? Un erro más. Y suma... y sigue. 

La infancia ha sido un ejemplo de saber hacer y estar durante la pandemia. Los políticos, no. Así que para hacer caso al decálogo, me voy a apliar el punto 6 para comenzar. 

Gracias, compañeros de la SVP, por este sensato documento.  


sábado, 13 de junio de 2020

Cine y Pediatría (544). Dos “coming of age” de Antonio Banderas


Se conoce con el anglicismo “coming of age” a un género literario y cinematográfico que se centra en el crecimiento psicológico y moral del protagonista, a menudo desde la juventud hasta la vida adulta, y con epicentro en la adolescencia. Y con dos recursos habituales: la voz en off y el flashbacks (dos anglicismos más). Y se conoce con el germanismo “bildungsroman” (o novela de aprendizaje) a un subgénero específico del “coming-of-age”, presente en la literatura y centrado en el desarrollo psicológico y moral del protagonista. En ocasiones van de la mano. 

Son numerosas las películas que en Cine y Pediatría podríamos encuadrar en este término, y baste algunos ejemplos: Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959),  Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986),  La buena vida (David Trueba, 1996),   Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998),   Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999),  Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002),  Juno (Jason Reitman, 2007), Persépolis (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud, 2007), Fish Tank (Andrea Arnold, 2009), Submarine (Richard Ayoade, 2010),  El arte de pasar de todo (Gavin Wiesen, 2011), Las ventajas de ser un marginado (Stephen Chbosky, 2012), El camino de vuelta (Nat Faxon, Jim Rash, 2013), Mommy (Xavier Dolan, 2014), Boyhood (Momentos de una vida) (Richard Linklater, 2014), Ciudades de papel (Jake Schreier, 2015), Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015),  Sparrows/Gorriones (Rúnar Rúnarsson, 2015), Cuando tienes 17 años (André Téchiné, 2016),  Moonlight (Barry Jenkins, 2016), Heartstone, corazones de piedra (Guðmundur Arnar Guðmundsson, 2016), Con amor, Simón (Greg Berlanti, 2018)  Y muchas más. Y a estos ejemplos de “coming of age”, hoy se suman las dos primeras películas como director del actor español más internacional: Antonio Banderas. 

Antonio Banderas dio sus primeros pasos como actor en una compañía cinematográfica de la familia en su Málaga natal. Luego se traslada a Madrid y allí comienza a trabajar en papeles secundarios, hasta que se convierte en un chico Almodóvar, con quien rodó Laberinto de pasiones (1982), Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), Átame (1990), La piel que habito (2011) y Dolor y gloria (2019). También realizó colaboraciones con otros directores del cine español como Los zancos (Carlos Saura, 1984), La corte del Faraón (José Luis García Sánchez, 1985), 27 horas (Montxo Armendáriz, 1986), Bajarse al moro (Fernando Colomo, 1988) y Si te dicen que caí (Vicente Aranda, 1989). Fue en el año 1992 cuando rodó Los reyes del mambo, y que marca el momento en que comenzó a trabajar en producciones extranjeras. Tuvo una década dorada en los noventa y comienzo de siglo en su particular conquista de Hollywood, y entre sus trabajos podemos destacar títulos conocidos que lo han lanzado al estrellato, como Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), La casa de los espíritus (Bille August, 1993), Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994) , Two much (Fernando Trueba, 1995), Evita (Alan Parker, 1996), La máscara del zorro (Martin Campbell, 1998), El guerrero nº 13 (John McTiernam, 1999), Spy Kids (Robert Rodríguez, 2001), Pecado original (Michael Cristofer, 2001), Frida (Julie Taymor, 2002), Femme fatale (Brian de Palma, 2002), El Mexicano (Robert Rodríguez, 2003) y que lo convirtieron en el actor más activo del cine español, aunque ya fuera de nuestras frontera. 

Pero hoy no nos reúne su valor como actor, sino su aportación como director, en cuyo haber tiene cuatro películas: Locos en Alabama (1999), El camino de los ingleses (2006), Solo (2015) y Akil (2017). Y de ellas hablaremos de sus dos primeras películas, dos “coming of age” con distinta nacionalidad (estadounidense la primera, española la segunda) y distinto enfoque, pero con algunas coincidencias. 

Locos en Alabama es su ópera prima, basada en la novela “Crazy in Alabama” de Mark Childress, quien actúa de guionista de la película, ambientada en un verano a mediados de la década de los 60 en el sur de Estados Unidos. Una película que comienza con la voz en off de su protagonista, Peejoe (Lucas Black): “En el verano del 65, tenía 13 años y creía saberlo todo de la vida y de la muerte. Nos quedamos huérfanos de pequeños. Mi hermano Wiley y yo vivíamos con mami. Nunca íbamos a ningún sitio, pero éramos felices. Un buen día, apareció la tía Lucille y nada volvió a ser lo mismo”. Los llamativos créditos iniciales acompañados por la canción de Nancy Sinatra, “These Boots Are Made For Walkin” denota claramente la influencias almodovarianas. 

La película adapta una doble historia que quiere desembocar en la misma idea: la búsqueda por la libertad. La libertad de su tía Lucille (Melanie Griffith, en un papel hilarante que hasta hace sonar la canción homónima de Little Richard), madre de siete hijos (un par protagonizados por sus hijas Stella del Carmen y Dakota y así todo queda en familia), quien asesina y corta la cabeza a su infame marido Chester y se pone rumbo (con la cabeza inclusive) a lograr su sueño en su especial “road movie” por Las Vegas, San Francisco, Wyoming, hasta llegar a Hollywood y convertirse en una de sus estrellas, con el nombre artístico de Carolyn Clay. Y la libertad de la comunidad afroamericana de ese sur del país, en el mismo momento histórico en el que tuvo lugar la marcha de Selma por Martin Luther King, y materializado por la muerte del adolescente Taylor Jackson por querer bañarse en una piscina. Una subtrama de reivindicación y abolición racial en la que se implica Peejoe y protesta: “Pero no me parece justo. Son gente como nosotros”

Dos historias en una película, un reto para una ópera prima en la que sale airoso nuestro malagueño universal (con permiso de Picasso), en una reivindicación por la libertad y la igualdad: por un lado, la historia de una esposa cansada de ser víctima de la violencia de género y que escapa para conseguir su sueño; por otro lado, las sempiternas historias de segregación racial. Y que se resume en esa voz en off final de Peeijo, nuestro joven protagonista: “Aprendí muchos secretos ese verano. Pueden enterrar la libertad, pero no matarla. Taylor Jackson murió por la libertad. Tía Lucille mató por conseguirla. La vida y la muerte son temporales, pero la libertad es eterna”

El camino de los ingleses es el segundo largometraje como director de Antonio Banderas, basada en la novela homónima de Antonio Soler, quien actúa de guionista de la película, ambientada en un verano a finales de la década de los 70 en el sur de España. Un buen retrato del último verano de la adolescencia, aquel del universo de los primeros amores, el sexo, los conflictos, el desconcierto y la amistad de nuestros protagonistas, un grupo de amigos que, entre la adolescencia y la edad adulta, se debaten entre la inocencia y la madurez e intentan eludir la desorientación y la desazón de un quimérico porvenir. 

Miguelito Dávila (Alberto Amarilla) es un joven malagueño al que le acaban de extirpar un riñón. Su estancia en el hospital cambiará su visión sobre la vida, vida que se desarrolla en su ciudad con sus inseparables amigos y sus reuniones en el bar de Gonzalo Cortés: Paco (Félix Gómez), Babirusa (Raúl Arévalo) y Moratalla (Mario Casas). Un día conocerá a Luli (María Ruiz), una chica con la que empezará una relación amorosa. Una película en la que Banderas intenta mostrarnos en pantalla los recuerdos, sensaciones, ideas abstractas y vivencias de su propia juventud, una forma de volver a recorrer ese camino de los ingleses, y todo ello tomando como referencia la novela que lleva el mismo título del también malagueño Antonio Soler. 

Y de nuevo la voz en off: “Habrá un tiempo de lluvia y un tiempo para los olvidados, para los que no supieron cual era su camino. Ojalá haya un tiempo para los que le hablamos a una botella como si fuese un altar, un micrófono o una pistola apuntándonos al corazón. Para los que le dijimos palabras a la noche, un tiempo para los malditos, para los desheredados que nunca llegan a nada. Eso es lo que pedimos, aquí y ahora, sin esperar la llegada de los jueces ni de la muerte. Aquí y ahora, nosotros también esperamos la lluvia en el verano”. Y en ese verano Miguelito (quizás alter ego de Banderas) realiza con sus amigos su “coming of age” particular y malagueño, su camino de los ingleses que hay que recorrer. Un camino que nos deja una sensación demasiado indefinida, aunque si es un trabajo sugerente (por poético, pero quizás incompleto), que no es poco. Y por ello, se nos dice: “Saltemos al vacío para recordar el vértigo de otro tiempo”. 

Y acaba la adolescencia, como acaba el verano. “Después seguiremos teniendo un otoño lluvioso, amigos del corazón y del tiempo, pero ahora nos toca la recompensa del dulce sol. Aprovechen sus rayos, y como el cielo, amigos del tiempo, abran su pecho a la luz. Es nuestra vida, es nuestro tiempo”.

Locos en Alabama y El camino de los ingleses, dos “coming of age” de bandera, al menos sí de Antonio Banderas.



miércoles, 10 de junio de 2020

Curso de Verano "Bienestar integral en tu vida personal y profesional"



Todos deseamos vivir una vida plena y saludable, y para alcanzar este objetivo necesitamos un cerebro sano, que es esencial para mantener la salud mental y corporal. 

Y en el XXI Curso de Verano de la Universidad de Almería se va a desarrollar, entre los días 8 y 10 de julio de 2020, un curso donde poder descubrir cómo podemos mejorar nuestra vida con pequeños cambios tanto en el ámbito físico, emocional como espiritual para llegar al estado de bienestar y felicidad que todos deseamos para nuestros entornos personales y profesionales. Una enseñanza siempre necesaria, pero clave en los momentos que estamos viviendo en España y en el mundo. 

El curso lleva por título "Bienestar integral en tu vida personal y profesional" y su objetivo es sentar las bases para comenzar a tratarnos a nosotros mismos y a los demás con amabilidad y calidez, por medio del desarrollo de la consciencia y una actitud compasiva.  Un curso que, precisamente por la distopía en que nos ha sumergido la COVID-19, por primera vez no será presencial, sino virtual. En estos momentos ya se han cubierto las 50 plazas de alumnos, ya inscritos, un curso con 3 créditos convalidables ECTS.

Y este es el programa:


Día 8 de julio 

09:30 

El ADN en la vida personal y laboral: actívate, descansa y nútrete 

Antonio Jesús Casimiro Andújar. Prof. Titular de Ciencias de la Educación. Universidad de Almería

12:00 

Mediación: bienestar entre corazón y mente 

Andrés Vázquez Flaquer. Abogado y experto en mediación.

16:30 

Compasión para una vida más plena 

José Escánez Carrillo. 

Abogado y experto en meditación 

18:00 

Talento y liderazgo en nuestra vida 

Emilio Jesús del Águila Berenguel. 

Director Area de Talento, GRUPO CAJAMAR 


Día 9 de julio 

09:30 

¿Cómo se vinculan el bienestar integral y las emociones? 

Alfredo Bastida Caro. Director, Coaching Camp

12:00 

Felicacia: felicidad y eficacia en el trabajo 

Juan Carlos Maestro Arcos. 

Director Técnico, PMD Benalmádena

16:30 

Relación entre bienestar y rendimiento laboral 

Miguel Ángel Mañas Rodríguez. Profesor Titular de Psicología Social, Universidad de Almería

18:00 

Inspiración a través de la motivación 

María José Padilla Morel. 

Coach personal ejecutivo y personal


Día 10 de julio 

09:30 

Pon cerebro a tu vida: amigos y enemigos 

Inmaculada Cubero Talavera. Catedrática  de Psicobiología, Universidad de Almerría

12:00 

La vida puede ser de cine: cuidemos el árbol de nuestra vida 

Javier González de Dios. Jefe de servicio de Pediatría, Hospital General Universitario de Alicante y Profesor de la Universidad Migul Hernández


Y allí estaremos, cuidando nuestro árbol de la vida. Y será un curso "de cine", inspirador, motivacional, positivo.

lunes, 8 de junio de 2020

Nuevo número de Evidencias en Pediatría: junio 2020



Un nuevo trimestre y un nuevo número trimestral de la revista Evidencias en Pediatría ha llegado: ciencia con calidad y conciencia. Una nueva alegría para el intelecto y para mejorar con pruebas nuestra práctica clínica como pediatras. 

El número libre en todos sus contenidos pueden ser consultados en este enlace, pero os dejamos los temas tratados. A través del enlace previo podéis acceder a todos los artículos de forma libre, como siempre en Evidencias en Pediatría. 

Editorial: 
Eliminación del sarampión: ¿estamos cerca o lejos del objetivo?, ¿hay que revisar la pauta vacunal actual? 

Artículos Valorados Críticamente:
¿Son susceptibles al sarampión los niños menores de un año? 

Muy débil evidencia a favor de hidroxicloroquina en pacientes con COVID-19 

Eficacia de una vacuna tetravalente contra el dengue en niños y adolescentes sanos 

Trastorno del espectro autista: los escasos beneficios del tratamiento dietético 

Omalizumab es una opción terapéutica en niños con dermatitis atópica grave resistente a otros tratamientos 

En recién nacidos pretérmino, es seguro incrementar de forma rápida el volumen de leche 

Los adolescentes que se autolesionan tienen mayor riesgo de muerte y suicidio 

A mayor pobreza infantil, peor salud física y mental

Vacunar a menores de 9 meses de sarampión en entornos de riesgo podría estar indicado

Comentario asociado: 
Tratamiento con omega-3 y vitaminas en personas con trastorno del espectro del autismo 


Fundamentos de Medicina Basada en la Evidencia: 
Inferencia estadística: estimación del tamaño muestral

Artículos traducidos: 
¿Reduce una proteína láctea antibacteriana las infecciones en bebés prematuros?

sábado, 6 de junio de 2020

Cine y Pediatría (543). “Una bolsa de canicas” y una estrella de David


El cine nació a la vez que un convulso siglo XX, repleto de conflictos: dos guerras mundiales, la guerra fría, la caída del muro de Berlín e incluso la creación y disolución del apartheid. Cien años donde fueron patentes los extremos de violencia que la humanidad puede alcanzar y esa nueva tecnología – y nuevo arte – llamado cine fue y quiere ser testigo del pasado. Por ello el cine bélico es un género en el séptico arte. Y las películas sobre guerras y sus consecuencias en la infancia son un clásico en Cine y Pediatría. Y sirvan como ejemplo de ello dos películas muy diferentes, con la guerra (la Segunda Guerra Mundial) en segundo plano y las consecuencias sobre la infancia perdida en primer término: una es un clásico en blanco y negro, de la que hablamos la semana pasada, La infancia de Iván (Andre Tarkovsky, 1962); la otra es una reciente película en color, de la que hablamos hoy, Una bolsa de canicas (Christian Duguay, 2017). 

“Todo es igual. Y, sin embargo, todo parece más pequeño. A no ser que yo haya crecido. Pero, ¿cuánto tiempo ha pasado, dos años y medio?”.  Con esta reflexión en off de nuestro joven protagonista comienza una nueva película sobre los horrores del holocausto nazi, una más. La reflexión tiene lugar en Paris, en agosto de 1944 y enseguida la acción nos traslada a marzo de 1942. Porque la película se fundamenta en la novela “Un sac de billes” publicada en 1973 por su niño protagonista, Joseph Joffo, de familia judía, ambientada en la compleja Francia de Vichy e inspirada por tanto en su propia peripecia de éxodo y reencuentro familiar. De esta novela ha surgido esta película, si bien existe una versión cinematográfica previa con el mismo título dirigida en 1975 por Jacques Doillon. 

Una bolsa de canicas relata la historia de una familia judía que regenta una barbería en un barrio de París, allí donde el matrimonio ha criado a cuatro hijos, y su éxodo familiar por la persecución nazi. Todo iba bien hasta que en esas fatídicas fechas se oyen en los noticiarios de la radio: “La estrella de David tiene seis puntas y las dimensiones de la palma de la mano. Se tendrá que llevar de forma visible en el lado izquierdo del pecho”. Con esta identificación, los dos hijos menores, Joseph/Jojo (Dorain Le Clech) y Maurice (Batyste Felurial), comienzan a notar el acoso en la escuela, evidente muestra de que los adultos trasladan el odio a sus hijos: “Eres judío. Eso lo cambia todo. Eso quiere decir que eres un usurero. Precisamente vosotros sacrificasteis al Niño Jesús… Los judíos han traído los alemanes a Francia”. A partir de ahí, vislumbramos el principio de la pérdida de la inocencia en sus infancias, aquella en la que les gustaba jugar con las canicas. Y ya no tenía ningún valor el ideario francés de libertad, igualdad y fraternidad. 

Y antes de que las cosas empeoren, la familia se divide para huir de París e intentar reencontrarse por separado en Niza. Y resulta difícil de olvidar la dureza de la escena en que Bruno, el padre (interpretado por el cantante Patrick Bruel), enseña a sus dos hijos menores a negar que son judíos. Y en la huida los niños se preguntan: “¿De qué huíamos exactamente?”. Y reflexionan: “De viaje, uno conoce a gente de todo tipo. Algunos más simpáticos que otros. Pero todo el mundo tenía miedo. Se veía en los ojos, aunque todos fingieran”

Y la temporal paz, en un lugar aparentemente neutral como Niza, duró poco. De nuevo la persecución por ser judíos, y el padre ahora les deja en un internado del gobierno, ocultando su identidad: “Permanecer juntos es peligroso. Hay que mirar hacia adelante”. Y lo único que resta a Jojo de su feliz infancia es esa bolsa de canicas que le acompaña en toda huida y a todo lugar, y nos dice: “Ya no me quedaban lágrimas. La rabia las había sustituido… Pero todo iba a salir bien. Había que tener fe”. Y de allí pasan a vivir en otra localidad, y Jojo trabaja con una familia de colaboracionistas franceses, quienes también tienen que huir tras finalizar la guerra; y por ello, las palabras de Jojo a la joven Françoise, su idílico amor de infancia: “Yo sé lo que es irse. En mi familia todos han tenido que irse en algún momento”

Y esta historia real, con un viaje a Itaca tan particular de Jojo y Maurice, finaliza con el reencuentro en la peluquería de París, donde están todos menos el padre. Y allí se vierten las últimas lágrimas… o no. Y el colofón final: “En abril de 1944, Anna, Albert y Henri - la madre y sus dos hermanos mayores - fueron detenidos cuando huían e internados en el campo de concentración de Drancy. Por falta de trenes, se libraron de la deportación. La Cruz Roja los liberó poco antes de llegar los americanos en agosto de 1944. La familia pudo regresar a París. Roman, deportado por el convoy nº 62 a Auschwitz en noviembre de 1943, no volvió jamás. En 1945, Joseph y Maurice reabrieron con sus hermanos la peluquería, perpetuando así la tradición familiar. Siguen viviendo en París, rodeados de sus hijos y nietos”. 

Que nadie busque en Una bolsa de canicas una obra maestra, pero si es una película correcta, conmovedora y de sentimientos, fácil de ver con nuestros hijos y fácil de explicar a las jóvenes generaciones. Eso ya es un valor añadido. Y todo ello sin una escena de guerra, pero donde nos devuelve todo el dolor implícito. Una "road movie" con una bolsa de canicas y una estrella de David, con todo el sentimiento reforzado por esa banda sonora que nos regala Armand Amar, ese peculiar artista nacido en Jerusalén, criado en Marruecos e instalado en Francia, punta de lanza de la Música Fusión. Nadie mejor que él, influenciado por tres culturas tan diferentes para reflejar musicalmente un espíritu de concordia y entendimiento entre sonoridades diametralmente opuestas. Concordia y entendimiento que el siglo XX se negó a concitar y del que el cine nos ha devuelto múltiples ejemplos. Hoy recordamos Una bolsa de canicas, como hace tiempo recordamos La llave de Sarah (Gilles Paquet-Brenner, 2010) y La profesora de Historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014).


miércoles, 3 de junio de 2020

Continuum en el I Encuentro digital de la Asociación Española de Pediatría



Los días 4 y 5 de junio la Asociación Española de Pediatría celebrará el I Encuentro Digital de la AEP, un espacio para profesionales centrado en la Innovación en Pediatría y pensado para la discusión y reflexión sobre las últimas tendencias y novedades en la atención pediátrica. 

Unas fechas que coinciden con las que hubieran correspondido al Congreso Anual de la AEP que hubiera tenido lugar en Palma de Mallorca, en un primer momento, del 4 al 6 de junio y, posteriormente, y por la enfermedad COVID-19, del 5 al 7 de noviembre. 

Lo cierto es que la situación que estamos viviendo han cambiado muchas cosas, pero vale la pena sacar buenas enseñanzas y aprovechar las oportunidades. Y por ello el título del encuentro es bien apropiado: "COVID-19 como acelerador de la innovación en Pediatría?"

En este enlace se adjunta el Programa Científico. Y los principales eventos serán.

Jueves 4 de junio por la tarde:
- Mesa redonda. Presentación epidemiológica de COVID-19 en España y situación actual
- Mesa redonda.  Novedades COVID-19: preguntas y respuestas.

Viernes 5 de junio por la mañana:
- Mesa redonda. COVID-19 como acelerador de la innovación en Pediatría
- Seminario. Planificación de la asistencia sanitaria en época COVID-19
- Presentación de proyectos de la AEP

Viernes 5 de junio por la tarde:
- Talleres interactivos

Y dentro de la sección Presentación de proyectos de la AEP es donde Continuum presentará un nuevo proyecto, uno más. Porque desde el inicio hemos renovado continuamente nuestras actividades formativas: comenzamos en septiembre de 2013 con los Cursos on line y cuatro actividades individualizadas (Imagen de la Semana, Casos Clínicos Interactivos, Artículo Destacada y Novedades Bibliograficas). A ello se fueron añadiendo con los años las Píldoras formativas, Herramientas para la consulta, Actualización en… y Preparo Mi Rotación Por. 

Gracias al apoyo de la AEP presentamos dos nuevos recursos didácticos, dos libros de Pediatría: uno sobre Imágenes en patología infecciosa y otro sobre Casos clínicos en urgencias, fruto de recopilar un buen número de unidades didácticas de Imagen de la Semana (50) y Casos Clínicos Interactivos (25) en dos libros temáticos y on line, otra oportunidad de seguir aprendiendo a través del razonamiento clínico y del diagnóstico diferencial. 

Continuum AEP cumple así con uno de los objetivos marcados desde sus inicios, hace ya 7 años, proporcionar a todos los pediatras y especialistas en formación recursos que faciliten el aprendizaje basado en competencias, el entrenamiento reflexivo y la resolución de problemas propios de nuestro perfil profesional.   

Podéis registraros a través de la web de la AEP.