lunes, 22 de junio de 2020

Los niños y niñas no son culpables de nada



Los parques infantiles han seguido cerrados hasta el final del confinamiento. Hace semanas que las terrazas estaban abiertas, también los bares y restaurantes. También las playas. Pero los parques infantiles han seguido cerrados hasta el final, con esas bandas policiales de "no pasar". Y han sido de las últimas cosas por abrir en la ciudad… Pero es que hasta hace poco hasta los grandes parques, llenos de vegetación, también estuvieron cerrados. 

Los niños y niñas no son culpables de nada, son los más inocentes de esta pandemia de la COVID-19. Afortunadamente es así y lo confirman los datos de todo el mundo, de todos los lugares. Se plantea hipótesis varias de por qué este buen comportamiento ante esta enfermedad con tantos interrogantes, pero los datos confirman que el SARS-Cov-2 ha afectado poco y de forma poco grave a la infancia y adolescencia. Un ejemplo cercano: en la provincia de Alicante, con casi 2 millones de habitantes, solo han presentado una PCR positiva al nuevo coronavirus un total de 12 niños, la mayoría sin sintomatología (y en el contexto de pruebas realizadas antes de una intervención quirúrgica). La mitad de esos niños han tenido síntomas leves y no solo alguno ha precisado hospitalización para observación. Ninguno ha precisado soporte respiratorio. Ninguno ha tenido una enfermedad grave. 

El comportamiento de la infancia y adolescencia ha sido ejemplar. El comportamiento de los políticos no ha sido ejemplar. Pero los niños y niñas no votan. Porque España ha sufrido el confinamiento más severo de Europa y, a la vez atesora, las peores estadísticas: mayor número de afectados por 10.000 habitantes, mayor número de fallecidos por 10.000 habitantes, mayor número de ancianos fallecidos por 10.000 habitantes, mayor número de sanitarios fallecidos, mayor tasa de paro y de ERTEs por 10.000 habitantes. No salen las cuentas. 

Pero esto no ha acabado. Porque la inoperancia y negligencia política previa no se puede pagar ahora con la severidad (plagada de miedo) contra la sociedad: algo así como si hay un rebrote (señores, el riesgo cero no existe en nada) será responsabilidad de los “irresponsables” españoles y, sino, para eso están los periodistas amarillistas para sacar las inoportunas fotos con gran angular para demostrarlo. La ciudadanía ha tenido un comportamiento ejemplar, aunque personas con actitudes incorrectas las hay en todas las partes y en todas las circunstancias, también en las carreteras (y por ello no hemos dejado de conducir) y hasta en los propios hospitales (donde se vacuna cada año de la gripe - una de las enfermedades con mayor morbimortalidad - menos de la mitad de los profesionales sanitarios que tendrían la obligación ética y moral de vacunarse, pero por ello no dejamos de creer en ellos).

Y los niños y niñas parecen diana propicia de esta severidad y falta de tino. Todos recordamos con estupor cuando las primeras propuestas de salida de nuestros hijos y nietos dadas por nuestro Gobierno: acompañar a los padres al banco, la farmacia o las tiendas. Medida tan incoherente que duró lo que tardó en ser publicada y retirada (hábito demasiado común de nuestros políticos, en los que la reflexión y consenso con todas las partes no es hábito). 

Los niños y niñas no han podido volver al colegio. Y ahora se siguen gestando propuestas de vuelta al colegio para el curso que viene. Propuestas con las que casi nadie está de acuerdo (dejamos aparte aquella de que solo irán a clase la mitad de los alumnos y se irán turnando, pues preferimos pensar que no se dijeron por nuestros responsables de Educación). Pretenden que en las escuelas se mantenga la distancia de seguridad de dos metros entre los niños, y en las terrazas están todos sentados unos al lado de otros. La escuela va a recibir a unos niños que están traumatizados (todos, también la infancia, ha salido tocada… no más fuerte) y los va a retraumatizar porque son unas condiciones (mascarillas, pantallas, distanciamiento) que no respetan ni sus necesidades ni sus derechos. Y muchos de estos alumnos vendrán con una carga extra de ansiedad, tristeza y depresión ante las condiciones en que verán a muchas de sus familias, donde el trabajo va a escasear y los problemas familiares van a aumentar. No se avecina la mejor época para las familias para acompañar a sus hijos hacia una infancia feliz. No hagamos del otro entorno común a ellos, el colegio, un lugar problemático. 

Son muchas personas, muchos profesionales vinculados y conocedores de la infancia, los que piensan que las escuelas se deben organizar no a partir de las necesidades de la COVID-19, sino de en base a las necesidades de la infancia. Y su principal necesidad es aprender a cuidarse unos a otros en un entorno no traumático. El miedo no puede ser un recurso educativo. 

Es hora de tomarse muy en serio lo de no hacer leyes absurdas y de que empecemos a cuidar de ellos. Nadie duda de que no hay mala voluntad de quien lanza ideas o normas que duran horas o días, pero es muy importante contar con muchas voces y opiniones fundamentadas (educadores, pediatras, psicólogos, pedagogos, etc.) para partir de un hecho claro: que estamos utilizando unas medidas en la infancia que están provocando unos efectos colaterales infinitamente más graves que el impacto que tiene el virus en ellos. 

Finalizo con un pensamiento de la docente e investigadora, Heike Freire, en una reciente entrevista: “La Asociación Española de Pediatría, el Gobierno y las consejerías de Educación deberían tomar nota de que los niños no sufren de COVID y de lo que están sufriendo ahora mismo es de los confinamientos estrictos que han sufrido. Han sido los únicos niños de toda Europa que no han podido pisar la calle durante un mes y medio. Ahora mismo queremos meter a los niños en una escuela que es absolutamente monstruosa, cruel y traumatizante”. 

Los niños y niñas no son culpables de nada…

No hay comentarios: