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sábado, 13 de agosto de 2011

Cine y Pediatría (83). Los “niños salvajes” en el cine

Se entiende por “niño salvaje” como aquel que ha sido criado en medio de la naturaleza y aislado de la sociedad al uso. Existen dos tipos de niños salvajes: aquellos que deben sobrevivir por si mismos (como el niño salvaje de Aveyron, puesto en escena por Truffaut como El pequeño salvaje) y aquellos que realmente parecen haber sido criados por animales. La posibilidad de esta educación animal fue rebatida por mucho tiempo por los escépticos, hasta la aparición de algunos casos (en 1920, una niña criada por lobos en la India; en 1937, una niña criada por osos en Turquía; en 1981, una niña criada entre gallinas en Portugal, etc) aportaron pruebas convincentes a este supuesto.

Los casos de niños salvajes siempre han cautivado a la opinión pública como elementos de curiosidad antropológica y científica. Y también, en ocasiones, han dado su juego en el cine. Aparte de El pequeño salvaje (François Truffaut, 1969), comentada en nuestra entrada previa, destacamos otras tres películas con este tema como núcleo argumental y en el que se analiza cómo el aislamiento acaba siendo un elemento clave en la falta de socialización.

-El enigma de Gaspar Hauser (Werner Herzog, 1974): narra la historia real de un adolescente en 1828, que apareció tras ser criado en una celda oscura desde los 3 años, separado con crueldad del contacto con otras personas, sin sonidos y alimentado por alguien que le llevaba la comida mientras el dormía en un colchón de paja, atado con una cadena. El muchacho se transformó en una atracción de feria, si bien a las seis semanas hablaba con fluidez y podía leer y escribir; y, con el tiempo, pudo realizar una completa declaración acerca de sus primeros años de vida. Hauser siguió educándose y adquirió conocimientos de filosofía, latín y ciencias. No se llegó a conocer su evolución en sociedad a más largo plazo, pues falleció cinco años después de ser encontrado, víctima de un asesinato. Otro misterio en su vida, como lo fue la especulación de que pudiera ser el hijo oculto de algún príncipe bávaro (o, incluso, del mismo Napoleón), encerrado primero y asesinado después para que no pudiera reclamar sus privilegios de cuna.
Werner Herzog, fundador del Nuevo cine alemán (junto con Rainer Werner Fassbinder, Volker Schlöndorff y Win Wenders), es un peculiar director (conocido por sus rodajes “extremos” y proclive a películas que se salen de lo que podemos considerar “normal”, como ya demostró en También los enanos empezaron pequeños -1970- o Aguirre, la cólera de Dios -1972-), quien contó con el actor Bruno S. (una persona que había crecido entre asilos y prisiones) para hacer más creíble la figura de Hauser. Con esta obra ponía sobre la mesa lo que se ha venido en llamar como el «delito contra el alma” (separar a un hombre de los otros seres racionales y de la naturaleza, dificultar su acceso a un destino humano y privarle de alimentos espirituales), que algunos consideran como el más criminal de los atentados (pues atenta contra el patrimonio más auténtico del hombre, su libertad y su vocación espiritual). Convencido de que el hombre no nace, sino que se hace, Hauser recupera poco a poco los bienes espirituales que le fueron sustraídos durante la infancia. “Cada uno para sí y Dios contra todos” es la traducción del título original en alemán de la película, contundente título para la obra de un contundente (para lo bueno y para lo malo) director. Un director no alejado del personaje, pues Herzog creció en pleno contacto con la naturaleza, alejado del mundo (según él mismo afirma, no tuvo conocimiento de la existencia del cine hasta los once años, la misma fecha en la que vio por primera vez un coche).

- Nell (Michel Apted, 1994): Nell (Jodie Foster) es una joven que se ha criado en las montañas de Carolina del Norte con la única compañía de su madre, sin relación con el resto de la sociedad y que ha creado una lengua propia e indescifrable. Al morir su madre, Nell queda aislada y sin poder relacionarse con nadie (su relación con otras personas está dominada por el miedo, fruto de experiencias negativas, principalmente la muerte de una hermana gemela), momento en el que es descubierta por el doctor Jerry Lovell (Liam Neeson) y por la psicóloga Paula Olsen (Natasha Richarson), dos profesionales que intentarán ayudarla a adaptarse a vivir en sociedad. Como ocurre en tantas ocasiones, es más lo que reciben de Nell que lo que le puedan dar, y esta adolescente se convierte en una fuente de sabiduría, sentimientos e inspiración.
Jodie Foster, una de las niñas prodigios de Hollywood que se ha mantenido en la cresta de la ola, interpreta con maestría a Nell, una difícil interpretación que mereció la nominación a mejor actriz en los Oscar (que en ese año fue a parar a Jessica Lange por Las cosas que nunca mueren, de Tony Richardson), pero que si lo consiguió en el Premio del Sindicato de Actores.

-Entre lobos (Gerardo Olivares, 2010): basada en la historia real de Marcos (Manuel Camacho, de niño, y Juan José Ballesta, de joven), el conocido como “niño salvaje de Sierra Morena”. Marcos nació en 1946 en el seno de una familia muy humilde en un pequeño pueblo de la sierra de Córdoba y, a la edad de 7 años, es vendido a un cabrero que vive en un valle perdido de la sierra. Tras morir el pastor, Marcos se queda solo y aislado durante 12 años, sin tener contacto alguno con humanos, rodeado de lobos y águilas. Y a los 20 años es apresado por la Guardia Civil con aspecto de salvaje, vistiendo pieles de animal y con el cabello hasta la cintura. Película previsible, pero honesta; fácil de ver, como un documental de Félix Rodríguez de la Fuente, aunque no llega a tener la fuerza de las películas previas que tratan este tema, ni tampoco con pretensiones sociológicas. Película previsible en todo momento, si bien nos engaña un poco con el póster promocional que exhibe la cara de Juan José Ballesta (otro niño prodigio del cine que va sobreviviendo a la madurez), cuando, en realidad, comparece testimonialmente para coger el testigo del verdadero protagonista, un Manuel Camacho creíble a su corta edad.
Lo que no cuenta ya la película es que Marcos Rodríguez Pantoja aún vive y nos recuerda como fue enviado primero a un convento para ser educado y, después, ingresó en el ejército. Trabajó en Palma de Mallorca y Málaga, pero pese a ello y a intentar adaptarse a la sociedad, sigue anhelando volver a vivir entre lobos.

Sirvan estas películas como ejemplo para abordar uno de los mayores desafíos de la educación en todos los tiempos: la educación de niños en situación de total o parcial marginalidad. Hoy día, en nuestro entorno, siguen apareciendo niños que por su abandono, malos tratos o aislamiento, tienen algunas de las características de los “niños salvajes”. El interés de los expertos (pedagogos, médicos y psicólogos) por socializar a estos niños es un fenómeno común en todo el mundo, en todos los tiempos. "Niños salvajes" del mundo, en alemán, en inglés o en español.



 

sábado, 6 de agosto de 2011

Cine y Pediatría (82). La infancia en el cine de Truffaut (III): “El pequeño salvaje”


Delincuente juvenil, involuntario huésped de instituciones correccionales, desertor del ejército francés, lector precoz, ávido cinéfilo, crítico cinematográfico, actor y director de cine. Estos son algunos calificativos que se puede leer en la biografía de François Truffaut, un personaje imprescindible en el cine francés y mundial. Truffaut recibió, en el seno de la familia de André Bazin, el afecto y cariño que le había faltado en su familia, así como protección ante el sistema legal que lo perseguía. No es de extrañar que, con esta biografía a cuestas, su vida esté presente en filmografía, desde su ópera prima (Los cuatrocientos golpes, 1959) a su última película (Vivamente el domingo, 1983).

Se entregó por entero al mundo del cine, no sólo como director, sino también ocasionalmente como protagonista de películas. Esto último ocurrió con El pequeño salvaje (1969), su particular homenaje a Rousseau, película con la que finalizamos la trilogía de películas paradigmáticas de este autor con la infancia como tema estelar.

Esta película-documental se inspira en la historia real de Víctor de Aveyron, niño de unos 12 años que, en 1790, fue encontrado en los bosques de Francia, donde aparentemente había pasado toda su niñez viviendo en soledad y entre animales. Los relatos del Dr. Jean Itard sirven de base para esta película que trata la importancia que tiene el proceso de socialización en el ser humano y que muestra el contraste entre la libertad y felicidad del ser humano en estado natural y la hipocresía y corrupción de la civilización (al mejor estilo roussoniano).

El médico-pedagogo Jean Itard luchó para insertar a Víctor de Aveyron en la sociedad francesa de comienzos del siglo XIX, consiguió ser su mentor y defender que el “salvaje” Víctor podría llegar a ser civilizado e independiente como el resto de los “civilizados”, abriendo la caja de pandora sobre cómo educarlo. Los escritos de Itard sobre el caso fueron utilizados por Truffaut para hacer la película, de forma que el director se reservó el papel protagonista encarnando al propio Itard, en un tour de forcé interpretativo con el niño salvaje (magnífica interpretación de Jean-Pierre Cargol). Dolor, poesía, tristeza, nostalgia y belleza en un pedazo de cine inmortal que se grabará a fuego en nuestra memoria, contando con la magnífica fotografía en blanco y negro de nuestro Néstor Almendros (nominado en 4 ocasiones al Oscar a Mejor fotografía – ganador por Días de cielo, de Terrence Malik, 1978; y finalista por Kramer contra Kramer, de Robert Benton, 1979; El lago azul, de Randal Kleiser, 1980; y La decisión de Sophie, de Alan J. Pakula, 1982) y la música de Vivaldi.

Pese al hermetismo de este film, consigue acabar conmoviendo al espectador de una manera mucho más eficaz que el barroquismo ornamental y sentimental de La habitación verde (1978), película del propio Truffaut con influencia de esta obra, pues nos cuenta la relación entre su protagonista con un niño con una discapacidad en el habla: en El pequeño salvaje el muchacho es enviado a una escuela para niños sordomudos en París. En contra de todos, Itard creyó que el niño, a quien llamó Víctor, podría aprender, pues su retraso se había limitado por el aislamiento y tan sólo necesitaba que se le enseñaran las destrezas que los niños normalmente adquirían a través de la vida diaria. Itard llevó a Víctor a su casa y durante los siguientes cinco años, gradualmente lo «domesticó»: se dice que los métodos que Itard utilizó (fundamentado en los principios de imitación, condicionamiento y modificación del comportamiento) le posicionaron a la vanguardia de su época y lo llevaron a inventar muchos mecanismos de enseñanza que aún se utilizan. De hecho, Itard depuró las técnicas que había usado con Víctor, convirtiéndose en un pionero de la educación especial, con especial énfasis en el problema pedagógico que plantea la educación y la enseñanza de sordomudos y ciegos.

Sin embargo, Victor nunca aprendió a hablar, aparte de algunos sonidos vocálicos y consonánticos. En una escena final, y contando con la numerosa voz en off de la película, podemos oír la siguiente reflexión del Dr. Itard: “Cuanto me hubiese gustado que me entendiera. Poder expresarle hasta qué punto el dolor del mordisco me llenaba de satisfacción. ¿Podía alegrarme? Tenía la prueba de que el sentimiento de lo justo y de lo injusto ya no era extraño al corazón de Víctor. Al darle, o más bien al provocarle, ese sentimiento acababa de elevar al hombre salvaje a la altura del hombre moral por su mejor característica y más noble atributo”.

A partir de esta seleccionada trilogía de Truffaut en nuestra sección de Cine y Pediatría (Los cuatrocientos golpes, La piel dura y El pequeño salvaje), vemos como el director se sirve del cine como medio para adentrarnos en la problemática educativa en la infancia, especialmente de los menores abandonados de una u otra forma. Educación en situaciones diferentes, pero con tres protagonistas similares: la sociedad, los educadores… y los niños. Niños de Truffaut para el recuerdo.