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sábado, 21 de septiembre de 2013

Cine y Pediatría (193). “El fin de la inocencia”, cuando los hijos intentan enseñar a los padres


Era difícil mantener el tono de la ópera prima de Michael Cuesta, L.I.E. (2001), y que comentamos la semana previa. Pero este director estadounidense lo consiguió con su siguiente película: El fin de la inocencia (2006), mostrando de nuevo las heridas de la sociedad a través de adolescentes, las heridas de los padres a través de sus hijos
Hay algo común en ambas películas: el daño que una disfunción familiar provoca en la infancia/adolescencia. En L.I.E. el protagonista busca al padre perdido y se encuentra con un trasfondo de social de violencia, delincuencia y pederastia. En El fin de la inocencia tres preadolescentes de 12 años (el título original "12 And Holding") buscan en sus familias referentes para averiguar su lugar en el mundo y se encuentran con un trasfondo de vulnerabilidad y el amor incondicional que los niños sientes por su padres (a los que necesitan), con la diatriba entre la inocencia, el amor y la venganza a tan temprana edad. 

Rudy y Jacob Carges son dos hermanos gemelos (ambos interpretados por Conor Donovan), aunque son completamente diferentes. Rudy es valiente, carismático y el preferido de sus padres; Jacob es tímido, introvertido y acomplejado por un extenso angioma plano en la hemicara izquierda (por su extensión y localización trigeminal, bien pudiera corresponder a un síndrome de Sturge-Weber), de forma que se nos presenta al inicio con una máscara blanca similar a la del protagonista de la película de terror, Viernes 13. Comparten experiencias y vivencias con dos amigos inseparables, todos con 12 años de edad: Malee (Zoë Weizenbaum), hija única de una psicóloga separada de su marido, y quien sólo se comunica con su el padre por teléfono; y Leonard (Jesse Camacho), un vulnerable niño obeso dentro de una familia obesa y que tienen en la comida su religión.
Rudy muere trágicamente quemado en la casa de un árbol en el que jugaban, por un incendio incidental de dos matones del barrio. Y las consecuencias de esta muerte violenta es asumida de una forma diferente por Jacob, Malee y Leonard. Comienzan a recorrer el camino del autodescubrimiento y empiezan a distinguir sus voces de las de sus padres; los tres se unen y luchan con los sentimientos de venganza, con la carga del dolor y con la indeleble experiencia de crecer, apreciando que sus padres están más perdidos que ellos en este camino. Jacob se debate entre el odio al niño que mató involuntariamente a su hermano gemelo (y su posterior amistad labrada en las sucesivas visitas a la cárcel) y la incomprensión de sus padres, quienes adoptan un hijo (que resulta ser negro, para más desconcierto de Jacob). Malee se acaba enamorando de un joven que acude a la consulta de psicología de su madre, con el que conecta como “dos almas gemelas”, pero donde no se sabe si pesa más el amor como pareja con tan distinta edad o la búsqueda de una figura paterna que no tiene. Leonard lucha contra su obesidad, gracias al apoyo de su profesor de gimnasia (quien al verle físicamente tan patético, le regala dos libros: uno de nutrición y otro de ejercicio), de forma que, finalmente, llega a establecer métodos expeditivos contra su madre, con la intención de que pueda también perder peso.

El fin de la inocencia es todo aquello que una película independiente debe ser: original, audaz, inteligente, empática… y diferente. Puro cine "indie" que engancha al mostrarnos como los adolescentes van perdiendo su inocencia a medida que aprenden en el camino de la vida y haciendo de sus tres protagonistas arquetipos de la nación “usamericana”, a la que Michael Cuesta da un repaso integral y demoledor en plan Michael Moore o Morgan Spurlock. Así, en la trama de la película nos encontramos pura crítica y reflexión acerca del sistema judicial y penitenciario, del uso y abuso de las armas de fuego, de los graves desórdenes alimentarios de una buena parte de la población, de los desgarros afectivos en que deviene la desestructuración familiar, de los prejuicios raciales, etc.

Basado en un guión de Anthony S. Cipriano y con la banda sonora de Pierre Földes (colaborador también en L.I.E.), El fin de la inocencia nos muestra algo atemporal y universal como que nuestros hijos siempre nos enseñan a los padres algo sobre el mundo. Jacob intenta enseñar a sus padres a ser juez y parte en la venganza por la muerte de su hermano gemelo. Malee intenta enseñar a su madre que la ausencia de figura paterna crea un sentimiento difícil de superar en la fase de crecimiento. Leonard intenta enseñar a su familia que el estilo de vida (alimentación y ejercicio) es fundamental para preservar la salud. Tres intentos con más voluntad que éxito, y cuyas experiencias nos indican que estos tres niños de 12 años se enfrentan al fin de la inocencia…

 

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