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miércoles, 19 de noviembre de 2014

El español como vehículo de transmisión de los avances científicos


Este año se conmemora el 300 aniversario de la concesión de cédula otorgada por el rey Felipe V a la Real Academia Española (RAE), documento fundacional que situó esta corporación bajo su "amparo y real protección"... Así comienza la editorial de Oscar Miró, editor de Emergencias (revista científica de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, y única revista científica española en primer cuartil de su área en Science Citation Index), revista que dedica su último número a celebrar esta efemérides. 

Y para ello cuenta con la publicación de dos Artículos especiales (de los que hablaremos) y de tres Puntos de vista. Estos tres artículos son: 
- "Ciencia, medicina y lenguaje" de José Manuel Sánchez Ron, Académico de la Real Academia Española. 
- "Español y medicina" de Joaquín Poch Broto, presidente de la Real Academia Nacional de Medicina. 
- "El español como vehículo de transmisión de los avances científicos" de Javier González de Dios y Carlos González Guitián, ambos como Miembros del Comité Asesor de MEDES (MEDicina en ESpañol). 

Compartimos este último artículo, con el honor y agradecimiento de formar parte de este número especial y de esta conmemoración especial. 

Porque en tiempos pasados el castellano se hizo norma con Nebrija, poesía con Garcilaso, novela con El Lazarillo, comedia con La Celestina, melancolía con Jorge Manrique, romance con El Cid, perfección con Fray Luis y universal con Cervantes. Pero también se hizo lengua de la ciencia y de la técnica con El Saber de la Astronomía de Alfonso X el Sabio. Y en el siglo XVI, con la era de los descubridores, el castellano tiene afán de expansión y en esa época de oro el lenguaje tuvo que repercutir en el interés singular por las aplicaciones náuticas y cartográficas, así como en aplicaciones pragmáticas de las matemáticas, la cosmografía, las mediciones geodésicas, la astrología, las técnicas de arquitectura o la ingeniería militar. Y para esa empresa de descubrimientos y colonización, Felipe II funda en 1582 la Academia Real Mathematica, una impresionante aventura del conocimiento. 

Una época de auge del castellano en las artes, en la ciencia y en la tecnología. Pero con el siglo XIX este lenguaje ilustrado se difuminó primero y se colapsó después, frustrándose las aspiraciones de España en la continuidad científica europea. En aquel siglo espléndido para Europa, el siglo de Pasteur, Claude Bernard, Darwin, Koch, Behring, Mendel, Flemming, Charcot, Bayer, Röntgen o Becquerel, España aportaba buena literatura (pero poca ciencia) de la mano de La Regenta de Clarín, Pepita Jiménez de Varela, Misericordia y Tristana de Galdós o Los Pazos de Ulloa de Pardo Bazán.

Sólo con la entrada del siglo XX, y contando con los hombres más universales en la España del XIX (Cajal, Echegaray, Torres Quevedo, entre otros), se plantearon atisbos de ilusión por la utilidad de la ciencia y el saber, a través de nuevas sociedades: Sociedad Española de Física y Química (1903), Laboratorio de Mecánica Aplicada (1906), Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907), Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (1908), Laboratorio de Investigaciones Físicas (1910), Sociedad Matemática Española (1911). Y con el fin de la Guerra Civil Española, la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas –CSIC- (1939), Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica –CAICYT- (1958) y Fondo Nacional para el Desarrollo de la Investigación Científica (1964). 

Y en el último cuarto del siglo XX es cuando la ciencia española sufre una triple interacción que nos ha permitido volver a la cultura de la ciencia 3: las acciones encaminadas a mejorar la situación investigadora general, la mejoría de la economía nacional y la plena incorporación de España en la Unión Europea. Y es así como el español como vehículo de transmisión de los avances científicos ha sufrido los avatares propios de la historia. Porque la historia no lo explica todo, pero explica mucho del devenir de los acontecimientos. Y porque la investigación científica y el desarrollo tecnológico se han desenvuelto tradicionalmente en España en un clima de atonía y falta de estímulos sociales, de ausencia de instrumentos que garantizasen la eficaz intervención de los poderes públicos en orden a la programación y coordinación de los escasos medios con que se contaba, falta de conexión entre los objetivos de la investigación y las políticas de los sectores relacionados con ella… Y en este ambiente, el idioma no es principal problema. 

Tras esta introducción, os invitamos a revisar estos tres apartados: 
- Una pregunta clave: ¿publicar ciencia en inglés o en español? 
- 30 años de ciencia en España… también en español 
- Próximos pasos en años venideros. 

300 años de historia del español. Y cinco “revoluciones” pendientes y muchos pasos por caminar en los años venideros si queremos conseguir que el español tenga un lugar mejor en la investigación científica y en la publicación biomédica.

 

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