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sábado, 1 de diciembre de 2018

Cine y Pediatría (464). “Playground”, infancias que no son un patio de recreo


El cine polaco tiene una triada de directores que han traspado fronteras: Krzysztof Kieślowski (reconocido por su trilogía Tres colores: Azul, Blanco y Rojo), Andrzej Wajda (un devoto del movimiento polaco alrededor del sindicato Solidaridad y que tradujo en películas como El hombre de mármol y El hombre de hierro) y el controvertido Roman Polansky (encumbrado con obras como La semilla del diablo, Chinatown o El pianista, por la que ganó su único Oscar). A partir de ahí, la presencia de Polonia en nuestras carteleras es testimonial. En Cine y Pediatría hablamos en su momento de una película del director polaco Yuran Bogayevicz, pero una película de nacionalidad estadounidense: Hijos de un mismo Dios (2001). 

Y hoy llega a Cine y Pediatría la primera película desde Polonia, la ópera prima del director Bartosz M. Kowalski, que compitió en la edición de 2016 del Festival de San Sebastián por la Concha de Oro y en varias de sus proyecciones se produjo un abandono del público ante la dureza de las imágenes, especialmente en su tramo final. La película se titular Playground, pero bien podría haberse titulado “Hijos de un mismo demonio”, porque es una obra que nos saca de nuestra zona de confort, que vemos avanzar con desasiego y que finaliza en zozobra (perdiendo el aliento en los últimos planos), al atreverse a hablarnos con imágenes del horror de lo cotidiano, al mostrarnos la brutalidad de la violencia entre niños y adolescentes por la que actualmente se rige la vida escolar en la Europa que vivimos. Porque Playground directamente señala al espectador, al que remueve de su butaca, porque nos enfrenta al concepto de la maldad en una historia de preadolescentes que cometen un acto de brutalidad extrema visto desde una perspectiva distante y fría, lo que acentúa aún más su escalofriante mensaje. 

La película narra el último día de colegio de tres preadolescentes de 12 años en una pequeña ciudad polaca, y nos lo cuenta en seis partes: las tres primeras corresponden a la presentación de nuestros protagonistas (tres actores que se ponen delante de una cámara por primera vez), lo que acaece en la primera media hora de metraje, y las tres partes finales se enuncian por sus tres localizaciones. 
1. Gabrysia. Gabrysia (Michalina Swistun) se prepara para ir al colegio, se baña, simula pintarse los labios, se mira en el espejo, se viste, desayuna y se monta en el coche de su madre. Solo imágenes, ninguna palabra en los primeros 7 minutos, luego unos acordes de piano y un Whatsapp: “Tenemos que hablar, ¿te acuerdas?”
2. Szymek.  Szymek (Nicolas Przygoda) vive en una colonia obrera, y les vemos como ayuda a levantarse de la cama a su padre inválido, a quien le lleva al baño y le prepara el desayuno. Se nos presenta como un buen hijo, pero en el momento de prepararse para ir al colegio, vemos que abofetea a su padre… y también se mira en el espejo. 
3. Czarek.  Czarek, (Przemek Balinski), aparece comentando a su madre que no quiere que su hermano de un año duerma en la misma habitación que él. Luego se corta el pelo al cero y también se mira en el espejo. Discute y desobece a su madre, y sale de casa camino de la escuela, sin dejar de modelar una bola de arcilla. 
4. La escuela. Tras la presentación de nuestros personajes, con un comportamiento peculiar que no presagia nada bueno, finalmente se encuentran en el patio de recreo del colegio. Allí donde una chica ayuda a Gabrysia a declararse a Szymek. Y todo ello mientras asisten a la ceremonia del clausura del curso. Y resuenan estas palabras de la directora en la entrega de los premios del curso: “Como vuestra directora quiero despedirme de vosotros con estas inspiradoras palabras que un gran líder dijo una vez a su hijo: La sabiduría es la mayor riqueza del mundo. La estupidez es la mayor pobreza. Evita la auto-admiración. Sé orgulloso de tu buen carácter. No busquéis amigos entre los tontos, ya que te traerán más problemas que provecho. Ten cuidado con los mentirosos que son como ilusiones. Te convencerán de que lo que es distante está cerca y te alejarán de lo que realmente está aquí”. 
5. Las ruinas. Porque Gabrysia tiene la última oportunidad del curso para declararse a Szymek, el chico más guapo de su clase, para lo cual organiza una cita secreta en una casa en ruinas, a la que éste acude con su amigo Czarek. Y lo que se esperaba que fuera una charla íntima, se descontrola y entre esas ruinas asistimos a las ruinas del ser humano representado por estos dos chicos que volcarán su violencia contra la niña, una violencia cargada de machismo y que es premonitoria de la crueldad y violencia de la última parte. 
6. Playground. Szymek y Czarek encuentran en el centro comercial a un niño de 3 años y lo sacan de allí y se lo llevan al campo. Y, por fortuna, la cámara está continuamente alejada de la acción, porque es difícil soportar la visión de lo que se intuye. Y que hace dudar del ser humano, incluso de si el mal existe en la mente de unos preadolescentes. Y la cámara se mantiene fija entre los tres protagonitas de la acción, las vías del tren y el campo… y se hace insufrible. Porque es posible que los 10 minutos finales de esta película sean de los más insoportables que uno recuerde. 

Y lo peor es que esta basada en hechos reales: inspirada en la historia de Robert Thomson y Jon Venable en los años 90 en Liverpool, dos preadolescents que mataron a un pequeño de tres años por razones que nunca se llegaron a aclarar. Y por ello esta película es una experiencia que no dejará a ningún espectador indiferente. No es de extrañar que fuera una de las obras más controvertidas proyectadas en su momento en la capital donostiara y que, no en vano, desató la polémica y la indignación por su violencia. 

La naturaleza de la maldad es el eje sobre el que pivota un filme que, sin duda, traerá polémica y nos dejará noquedos: o lo amas o lo odias. Y nos dejará diversas preguntas: ¿por qué existe la violencia entre niños?, ¿es la crueldad inherente al ser humano o se llega a ella por la influencia del entorno?, etc. Y con un estilo casi documental, distante y frío como suelen ser las películas polacas, conocemos en los tres primeros capítulos a los tres protagonistas. Ya los tres los observamos en sus casas, en el entorno familiar, antes de acudir al último día de clase. Se trata de un recorrido esencial para ver las carencias afectivas que estos niños tienen, cómo sus vidas les han obligado a madurar de golpe por las cargas que sufren y las ausencias de figuras primordiales en el hogar como la materna o paterna. 

Y mientras suena la música clásica de la película, sentimos la angustia de que nos cuenten el lado oscuro de la infancia. Porque hay infancias que no son un patio de recreo...

 

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