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sábado, 22 de diciembre de 2018

Cine y Pediatría (467). “Aurora”, jamás contenta…


“Aquí estoy el primer día de clase. Me veo fea. Debería vivir en una caja en el fondo de un armario. Y que me sacaran una vez al año por Halloween. Estaría encima de la tele”. Con esta reflexión con voz en off de una adolescente de 13 años, mientras se mira al espejo, comienza una película que nos acerca a la adolescencia, un film más que nos acerca a esa edad centrífuga. En este caso para proponernos el diálogo paciente frente a la imposición doctrinal como vía de acercamiento a la adolescencia, a esos adolescentes que son hijos, que son alumnos, que son amigos, que en ocasiones ni ellos mismos se entienden o se soportan

La película lleva por título Aurora (Emilie Deleuze, 2016), el nombre de nuestra protagonista. Película cuyo guión está basado en la primera parte de “Le Jounal d´Aurore”, la trilogía de Maries Desplechin, autora francesa que escribe libros para niños y para adultos, y que nos dejó en 2006 la primera parte (“Jamais contente”), en 2007 la segunda (“Toujours fâchée”) y en 2009 la tercera (“Rien ne va plus”) para describirnos ese microcosmos familiar donde campa a sus anchas nuestra protagonista. Una trilogía casi desapercibida en España, pero que fue un fenómeno popular en Francia. 

Aurora (la debutante Léna Magnien) repite curso y tiene el presentimiento de que la va a ir mal: “Todo el mundo debería repetir. Me tomo el curso sin estrés… La ventaja de ser repetidora es que ya sabes que todo el mundo te va a mirar mal”. En el instituto sobrevive a sus profesores y los profesores a ella: “El problema con los profes es que nos sabes lo que quieren oír”. En casa convive con sus padres, una pareja agnóstica que no está casada, y con sus dos hermanas y una abuela que intenta poner sensatez. “Qué peligro de padres. Algunos deberían tener prohibido tener hijos” es lo que piensa Aurora, pero no es mejor lo que sienten los padres: “¿Qué te hemos hecho para que seas así?”. Y no es para menos, pues el grado de provocación de Aurora llega al extremo de exponer preguntas como esta en medio de una comida familiar: “¿Alguien tiene constancia de que abusaran de mí de pequeña? Necesito saber por qué y en qué condiciones. Si no, seré frígida el resto de mi vida”. A todo esto se suma que Aurora se siente incomprendida dentro de una familia en la que ni brilla tanto como su hermana mayor, la recién licenciada Jessica, ni como su responsable y estudiosa hermana pequeña, Sophie. 

Lo cierto es que las actitudes de Aurora conlleva a que los padres se planteen internarla en un centro educativo y ella le dice a su amiga: “Quieren deshacerse de mí. No tengo futuro, Lola. Soy una sin techo” o “Mi padre me odia. Qué triste”. Lo cierto es que tampoco su relación con los chicos va mucho mejor, y plantea en una comida familiar si eso puede significar que sea frígida o lesbiana. Reflexiones que aún ponen más nerviosos a los ya inquietos padres y abuela. Al final logra entrar en un grupo de música como vocalista, aunque tampoco las cosas van inicialmente mucho mejor, y por ello piensa, tras su primera borrachera en una fiesta: “Había conseguido arruinar mi vida en una sola noche. El récord mundial del patetismo”

Y así es Aurora, lenguaraz, a menudo insoportable, enfadada a perpetuidad (con ella y con el mundo) y lidiadora muy imperfecta de sus frustraciones. Un reflejo no muy lejano de algunos de estos personajes en la edad del pavo y que llamamos adolescentes. Y la protagonista es (como la adolescencia) como es, nos guste o no. 

Lo cierto es que la adolescencia no es una etapa fácil en la mayoría de los casos, ni para los que lo son ni para los que están a su alrededor, especialmente las familias que acompañan en esa transición. La Medicina ha clasificado esta etapa en tres periodos, en continua transición: la adolescencia temprana (10-13 años), media (14-16 años) y tardía (17-19 años). A cada una de ellas le han adjudicado unas edades que sólo son orientativas, ya que están influidas por el sexo, el lugar de residencia y la cultura. Tres etapas con una pregunta esencial en cada una de ellas: en la adolescencia temprana: ¿soy normal?; en la adolescencia media: ¿comportamientos de riesgo?; en la adolescencia tardía: ¿independencia? Los cambios en el carácter y la personalidad son solo el principal reflejo de una etapa de la vida que suele marcar el devenir de esa persona. 

Lo cierto es que esta película intenta alejarse todo lo que puede del estereotipo sobre la adolescencia, y se centra simplemente en la persona, en su protagonista. Dicho de otra manera, Aurora no se comporta así por una especie de fuerza interior que le lleva a reflejar la estupidez supina de un adolescente, ese descontento permanente, sino porque su mente no encuentra motivación alguna en su entorno. Cuando encuentra este estímulo cambia parcialmente, aunque solo sea para cantarle a su madre la canción “Mammy Blue” del grupo Pop Tops versionada. 

Por ello, que nadie espere un cambio radical de Aurora, pues basta su reflexión final en off acerca de sus padres: “Si me propongo quererlos, mi vida será insufrible. Al principio no me saldrá, hasta que un día de golpe lo haga. Así que me veo obligada a odiarles para siempre”. Genio y figura hasta el final de la adolescencia (y todos esperamos que tengan un buen final).

 

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