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sábado, 11 de mayo de 2019

Cine y Pediatría (487). "Rush Hour", el largo camino al trabajo


"En Estambul cada día 2 millones de personas cruzan el Estrecho del Bósforo entre Asia y Europa para ir al trabajo. 
En los Estados Unidos 123 millones de personas conducen cada día para ir al trabajo y 3,8 millones dedican más de tres horas en estos traslados. 
A diario, 1,4 millones de personas viajan del Estado de México a la ciudad para trabajar. El 50% de los actos denunciados suceden en el transporte público”. 

Tres notas aparecen al inicio de esta película, entre el ruido estremecedor de automóviles y sus luces en la noche, antes del título de esta película documental del año 2017 de la directora mexicana Luciana Kaplan, por título Rush Hour. Película que retrata de manera íntima las historias paralelas de tres personajes en tres mega ciudades complejas y emblemáticas alrededor del mundo: Estambul, 15 millones de habitantes; Los Ángeles, 19 millones de habitantes; Ciudad de México, 21 millones de habitantes, la cuarta ciudad más poblada del mundo, por detrás de Tokio, Delhi y Shanghai. Un documental que es fruto de dos años de grabación y que ha sido galardonado en distintos certámenes, y que nos realiza un brutal retrato en 80 minutos sobre la gravedad de malgastar el tiempo de nuestro día en llegar al trabajo, historias muy comunes a nuestro lado que nos señalan la diferencia entre vivir y sobrevivir. Porque en estas tres historias, dos mujeres y un hombre, se levantan mucho antes de las 6 de la madrugada y pasan entre 3 y 5 horas cada día en medios de transporte para llegar al trabajo. Nada extraordinario, pues sabemos que le ocurre a millones de personas, pero que visto en primera persona es motivo de reflexión.

- En Estambul una mujer casada y con dos hijos, Harum, de 12 años, y Ela, de 8, trabaja en una tienda de moda. Cada día tiene que atravesar el Bósforo en barco y usar el autobús para llegar a su trabajo en una tienda de moda. Antes de partir deja el desayuno de sus hijos preparado y las bolsas para el colegio y ella nos dice: “Cuando mi marido y yo salimos de casa mi mayor miedo es que Harum y Ela se queden solos. Son muy pequeños para quedarse solos… Me preocupa que si les pasar algo, no llegaría a tiempo para ayudarlos”
Porque Ela, la más pequeña, se va sola al colegio y cuando regresa tiene que abrir con la llave debajo del felpudo, y la madre sigue pensando: “No hay nadie en casa cuando ella llega. A veces siento que le falta amor, aunque procuro que no se sienta así… Me gustaría que Ela fuera ingeniera o arquitecta”. Pero lo cierto es que la madre casi nunca está con la niña, y cuando llega agotada ya los deberes los ha realizado con el padre, al que dice: “Papá, recé para que se me quitaran las pesadillas”. No es para menos con una vida así… Y por ello esta madre trabajadora acaba diciéndonos: “Mi vida no es fácil y con el tiempo se pone más difícil. Ya no aguanto estos traslados. Me agotan, física y mentalmente… Llevo 7 años trabajando en el lado europeo”

- En Los Ángeles un hombre trabaja como ingeniero de obra, una obra situada a más de tres horas conduciendo entre interminables autopistas colapsadas de tráfico. Y por ello su joven y bella esposa nos dice: “Estoy preocupada por él. Solo tenemos una vida y quiero que sea feliz con lo que hace… Hay que valorar las opciones. Ahora Mike valora un buen sueldo y la estabilidad, pero le está quitando años de vida”. 
Porque este joven matrimonio viven en la cómoda soledad de una urbanización y llevan dos años queriendo tener hijos. Pero la vida del esposo se pasa en interminables caravanas, sale de noche de casa, llega de noche al hogar, y cuando atraviesa el umbral de su vivienda y abraza a su mujer lo hace como si llegara de la guerra, exhausto, y por ello le dice a su perro: “Ojalá yo tuviera tu vida”. Y cuando Mike se da cuenta de que se pasa un día a la semana en el coche, ahogando con ello su afición por la música, se pregunta: “¿Qué clase de vida es esa si solo sobrevives?”.

- En Ciudad de México llega a trabajar cada día a una peluquería una mujer que vive en una de las colonias lejanas del área metropolitana, un viaje desde Ecatepec hasta Bosques de las Lomas. Porque esta mujer, que fue abandonada por el marido tras cuatro años de matrimonio, y al que nunca volvió a ver, tiene que trabajar “como un hombre” para mantener a su hija de 10 años y a su madre, con las que vive en un barrio marginal más por necesidad que por gusto. 
Y nos cuenta con gran dolor que en uno de estos interminables trayectos para llegar al trabajo la robaron y la violaron, y desde entonces acude a terapia para sanar su dolor y su miedo: “Me aconsejan la terapia con una psicóloga… Es fácil decir tienes que olvidarlo”. Y hasta vemos que acude a realizarse una cura para liberarse de los muertos. 

Y es que realmente estas tres personas están muriendo en vida por llegar al lugar de trabajo, para sobrevivir. Pero en esa supervivencia se deja de cuidar la familia, a los hijos y a uno mismo. Y Luciana Kaplan nos muestra tres personas que desgastan su vida en el camino al trabajo, bien sea Estambul, en Los Ángeles, en Ciudad de México, en Turquía, en Estados Unidos, en México o en cualquier lugar del mundo. 

Y ahora recordamos una película emblemática en Cine y Pediatría, por título Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013) en la que en formato documental también se nos narraba el largo y complicado trayecto que tienen que realizar para llegar a la escuela cuatro niños de distintos países (Kenia, Marruecos, Argentina e India) y recónditos lugares. Pues bien, este sería un equivalente, no el “camino a la escuela” de cuatro niños, sino el “camino al trabajo” de tres adultos. Y cómo se desgasta la vida y se desgasta la familia (y con ellos los hijos, los que han de llegar y los que están) por el solo hecho de ir y regresar del trabajo. 

Porque nuestros tres personajes comparten el hecho de pasar la mitad del día transportándose al trabajo y, aunque cada uno tiene su viaje personal, todos ellos sienten que están perdiendo algo fundamental en el transcurrir de sus vidas que no va a  volver.  Y por ello Rush Hour nos devuelve emociones y reflexiones para ponderar nuestro trabajo, nuestra familia y nuestra vida. Y, quizás, para dar gracias por lo que tenemos y otros malgastan en el largo camino al trabajo.


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