El trabajo y la explotación infantil representan una grave violación de los derechos de la infancia, afectando a millones de niños en todo el mundo que son privados de su educación, salud y desarrollo integral. Esta problemática surge principalmente de la pobreza extrema, la falta de acceso a servicios básicos y conflictos sociales que obligan a los menores a trabajar en condiciones peligrosas. Entre las formas comunes se encuentra el trabajo doméstico y esclavitud (millones de niños confinados en hogares para tareas agotadoras, expuestos a abusos), el trabajo forzoso en minas y agricultura, pero también la explotación sexual (se cuenta en cerca de dos millones de menores, principalmente niñas, obligadas a trabajar en la prostitución o pornografía).
Y sobre esto último indaga esta película documental estadounidense titulada Los niños del barrio rojo (Ross Kauffman, Zana Briski, 2004). Una película que sigue a la fotógrafa Zana Briski en el distrito Sonagachi de Calcuta, quien se adentró aquí para realizar un reportaje de la prostitución de este barrio. Fue entonces cuando conoció a los hijos e hijas de estas prostitutas y se propuso enseñarles el arte de la fotografía y la grabación para que documentaran su dura realidad y ayudarles a escapar de la pobreza. Y les intentó salvar por el arte y la educación, pues la idea final era buscarles escuelas y asilos para separarles de ese ambiente hostil y pernicioso, aunque fue muy complicado que admitieran en las instituciones a la fratria de las trabajadoras sexuales.
El director Ross Kauffman y la fotógrafa Zana Brinski (artífices de todo el proyecto, dirección, guion y fotografía) capturan la vida cotidiana de ocho niños en este barrio rojo de Calcuta: son Avijit, Shanti, Suchitra, Manik, Gour, Puja, Tapasi y Kochi. Ellas y ellos miran a la cámara y reflexionan sobre su vida y aspiraciones: “Vivo aquí con mi abuela porque mi madre no puede cuidar de mí. MI padre intentó venderme. Si mi hermano no llega a venir por mí, mi padre me habría vendido. Me preocupa poder acabar como ellas (las protitutas)”; “Ojalá pudiera llevarme a Puja de aquí. Cuando crezca, acabará en las calles, se drogará, robará dinero a la gente”; “La madre de Suchitra ha muerto. Pero su tía quiere enviarle a Bombay a hacer la calle… quiere que sea prostituta”. Ellos no son actores o actrices, son niños y niñas de ese barrio rojo plagado de prostitución.
Zana les presta cámaras para fotografiar su mundo de miseria, adicciones y violencia. El color y la miseria de ese barrio de Calcuta consiguen que se transformen en imágenes poéticas de calles, animales y madres prostitutas. Fotos que se exhiben en Calcuta y también en Nueva York, atrayendo atención y fondos para enviarlos a internados y sacarlos de los burdeles. “Mi objetivo ahora es recaudar dinero para ellos, utilizando sus propias fotografías”. A pesar de rechazos escolares, abusos familiares y el riesgo de prostitución, se intenta que con una educación formal puedan romper ese ciclo generacional de prostitución: abuelas prostitutas, madres prostituta, hermanas prostitutas, hijas prostitutas,…
Y a lo largo de esta película se mezclan las declaraciones de los menores con sus propias imágenes captadas por la cámara. Una película que tiene por título original Born Into Brothels: Calcutta's Red Light Kids, del que se derivan los problemas asociados a estos menores nacidos en los burdeles, al menos tres graves: uno sobre la explotación sexual, donde las personas (adultos y menores) pueden ser obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud; otra sobre la trata de personas, algo muy asociado a la industria del sexo; y una tercera no menos importante, como es la salud pública, pues estos lugares son un foco de enfermedades de transmisión sexual.
El colofón a las historias de estos ocho menores deja alguna esperanza, aunque menor de lo que deseáramos: “Avijit volvió a Calcuta y decidió entrar en la escuela Futuro Hope. El padre de Manik no le dejó ir a la escuela. La madre de Puja la sacó de la escuela Sabera. Shanti dejó la escuela Sabera por decisión propia. Gour todavía viven en casa y espera ir a la universidad. Tapasi se escapó de casa y fue a la escuela para niños de Sanlaap. La tía de Suchitra se negó a dejarla salir del burdel. Kochi decidió quedarse en Sabera, es feliz y le va bien. En honor de las mujeres y niños del barrio rojo”.
Una película digna de un cine fórum y de desentrañar sus principales mensajes. He aquí algunos: 1) que el arte puede funcionar como una salvavidas: en nuestro caso, la fotografía empodera a estos menores marginados, transformando su percepción de sí mismos y abriendo puertas a la educación y dignidad; 2) que la indiferencia hacia los marginados es sistémica en India (y en la mayoría de los países) y expone el abandono estatal y familiar que perpetúa la explotación sexual infantil en comunidades pobres.; 3) que queda el poder de la resiliencia humana, casi la única tabla de salvación para muchos, donde los niños demuestran un talento innato para sobrevivir y resguardan esquinas de esperanza pese al horror que les rodea. Y que también nos invita a conocer el proyecto “Kids with Cameras”, ONG creada por Zama Briski y que se basa en usar la fotografía como herramienta para transformar vidas de niños en entornos de riesgo, similar al trabajo inicial en India, pero que puede alcanzar a otros países.
Así pues, Los niños del barrio rojo fotografían la explotación sexual infantil en India, donde la pobreza extrema es el factor principal que empuja a familias rurales a vender o enviar a sus hijas a ciudades con promesas falsas de educación o empleo, terminando en burdeles. El sistema de castas discrimina a dalits (también conocidos como "intocables" o parias, el grupo social más marginado en el sistema de castas tradicional de India) y tribus, exponiéndolos a abusos sistemáticos y trata, con más de 15 millones de niñas y niños dalits en semiesclavitud sexual o laboral. En India, ya el país más poblado del planeta Tierra, el sesgo contra las niñas provoca infanticidios, abortos selectivos (12 millones en tres décadas) y matrimonios infantiles (47% de mujeres antes de la mayoría de edad), haciendo a las menores vulnerables a la prostitución hereditaria. Porque la dote y la inferioridad cultural convierten a las niñas en "carga económica", facilitando su venta por traficantes.
Una triste realidad que cabe fotografiar para denunciar y mejorar. En todos momento, pero también en estas fechas alrededor de la Navidad. Con esta historia de hoy, ocho menores casi logran salvarse… pero son millones.

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