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sábado, 30 de noviembre de 2019

Cine y Pediatría (516). “Marion, 13 años eternamente” y el peligro que se esconde tras muchas aulas


«Marion, hija mía, te suicidaste el 13 de febrero de 2013 a los 13 años. Bajo tu litera encontramos tu celular amarrado a un hilo, colgado para expresar simbólicamente que cortabas las palabras de quienes te torturaban en la escuela con insultos y amenazas. Escribo este libro para que todas las personas que lo lean extraigan lecciones de tu muerte; para que los padres eviten que sus hijos sean víctimas, como tú, o verdugos, como quienes te destruyeron. Escribo este libro con el fin de que nos tomemos en serio el acoso escolar». Este es el testimonio de Nora Fraisse, madre de Marion, y este es el pensamiento que introduce a su libro “Marion, 13 ans pour toujours” coescrito con en colaboración con Jacqueline Rémy, la historia de un problema universal, el acoso escolar (más conocido con el anglicismo “bullying”), y de un problema muy personal. Y una historia así era claro que se adaptaría al cine, y así lo hizo con un título homónimo en el año 2016 el director Bourlem Guerdjou: una película para la televisión que conmocionó a Francia entera, con un record de más de 4 millones de espectadores en su estreno.

Y la película Marion, 13 años eternamente comienza así: “Esta película es una obra de ficción inspirada en hechos reales”. Un película con tres partes marcada por un inicio donde no se oculta ninguna carta: el suicidio de una adolescente con un pensamiento previo de su madre: “Eso de las redes sociales me preocupa”. A partir de ahí una segunda parte que comienza con el “6 meses antes”, donde se intenta explicar cómo se ha llegado a ello; y una tercera parte en la que los padres intentan superarlo y donde la madre intenta esclarecer el por qué de lo que le ha ocurrido a su hija.

El antes de… nos presenta una reunión de profesores y padres en el instituto donde, una vez más, no aceptan el cambio de clase de Marion (Luàna Bajrami). Porque ella es una buena alumna que convive en una típica clase de adolescentes que hacen la docencia muy complicada a los profesores, la enseñanza muy difícil a los alumnos que quieren aprender y la vida imposible a quien, como ella, se atreve a apoyar a los maestros frente a los matones de turno. Y a partir de ahí comienza el ciberacoso a través de los mensajes por las redes sociales: “Mañana en la parada del autobús estás muerta” o “Da igual lo que hagas, eres una puta”.

Con ello comienza a sufrir y solo un compañero, Romain, le apoya y aparece como una pequeña luz en la tormenta que empieza a ser su clase. Se siente diferente y apuntada por no tener perfil de Facebook y Marion llega a decir a su madre: “Esto es un asco. Quiero ser como los demás”. Y pasan los días y aumenta el acoso, y hasta su mejor amiga le da de lado. Y se incrementan los mensajes por su teléfono y su ordenador: “Molaría que desaparecieras”, “Me acabo de cruzar contigo y casi vomito”. Y a medida que el acoso físico, verbal y moral es más violento Marion comienza a ser invadida por la tristeza, el insomnio y la falta de apetito. Y como espectadores comenzamos a sentir la misma asfixia que nuestra protagonista.

Violencia en las aulas, en los pasillos, en el patio de recreo, en los vestuarios,… Y todo ello ante la inanición de los profesores, de esos colegios cómplices y cobardes donde no se activan los protocolos de acoso escolar. Y ella se aferra a lo poco que ya le queda y le dice a Romain: “¿Sabes?, si vengo a clase es por ti. Si algún día me dejas…”. Pero el acoso escolar (el implacable bullying) destroza a cualquiera y también pudo con Marion. Y antes de acometer el suicidio dejó escrita una carta narrando lo ocurrido hasta llegar allí.

El después de… es quizás la parte más dura. Cuando los padres, en pleno duelo, intentan entender… y se encuentran con un director del colegio que escurre toda la responsabilidad y con el juicio de una sociedad que ni tan siquiera asume la compasión. Y esa madre coraje (la actriz Julie Gayet, incomprendida en ocasiones hasta por su marido: “Remover la mierda no me lo devolverá”) que lucha para que el Ministerio de Educación tome las medidas judiciales oportunas por el bien de la infancia, principalmente frente al colegio y profesores cómplices que no solo mantuvieron silencio, sino que negaron la realidad y no mostraron la menor compasión, pues ni al entierro acudieron (para rehuir cualquier responsabilidad).

Una madre que busca respuestas… y pregunta a los compañeros de su hija, a los padres de aquéllos, a los profesores. Pero solo recibe el silencio y el rechazo. Y el dolor se nos multiplica, porque a todo el mundo le molesta que busque la verdad,, incluso a su marido: “Necesito silencio para comenzar mi duelo”. Y hasta el hijo pequeño del matrimonio escribe a su madre, ante tal obsesión: “Baptiste y yo estamos aquí. Ocúpate también de nosotros”.

Una madre a la que le faltan las fuerzas en ocasiones, pues se siente como una apestada que puede dañar con sus preguntas a una sociedad cómplice: “Es muy duro sentirse aislado”. Pero su colofón es claro: “No dejaremos que los que te hicieron daño se salgan con la suya. Vamos a seguir luchando y luchando. No pararemos. Estamos contigo”.

No es difícil entender que Marion, 13 años eternamente es una película muy aconsejable para prescribir en las aulas y en las familias. Pues esta película basada en hechos reales está construida para seguir las huellas del acoso escolar y donde el espectador, omnisciente con la cámara, ve lo que sucedió y sigue todo el viaje de los protagonistas hasta un viaje final que se conoce desde el principio. Porque Nora Fraisse quería contar la historia de su hija para advertir sobre el peligro que se esconde en muchas aulas. Y es una película que no olvidaremos, como una madre no olvida a su hija. “Marion, aunque tu corazón haya dejado de latir, el mío late y combate por ti”.

Marion, 13 años eternamente fue todo un éxito en Francia… y no me extraña. Y muchas son las películas que abordan el bullying, pero esta debe ocupar un lugar privilegiado por la directa realidad que emana. Y esta película debe ir de la mano de la película española El silencio roto (Piluca Baquero, 2017), también basada en la experiencia personal de su directora con su única hija acosada. Y con ambas películas prescribimos el hastag #TodosFrentealAcosoEscolar. 

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