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sábado, 20 de junio de 2020

Cine y Pediatría (545). “El mejor”… y lo peor



Dos películas han marcado ya en Cine y Pediatría el dolor de los padres por la muerte inesperada de un hijo: la italiana La habitación del hijo (Nanni Moretti, 2001) y la holandesa Tonio (Paula van der Oest, 2016).  Dos películas para adentrarnos en el duelo en su máxima expresión, y en sus clásicas cuatro fases del duelo: fase de aturdimiento, fase de anhelo (o búsqueda), fase de desorganización (o desesperanza) y fase de reparación. Y entre ambas, hoy presentamos la estadounidense El mejor (Shana Feste, 2009). 

Pero El mejor es quizás algo más, y quizás algo menos. Porque el principio de la película es un valiente e intenso plano que anuncia la espléndida película que podría haber sido y finalmente no fue. En efecto, tras el entierro del hijo adolescente, su familia (el padre, la madre, el otro hijo) viaja en el asiento trasero de un coche. Feste les dedica un plano fijo, largo, un minuto de tensión que sin palabra alguna, sólo con el registro de sus rostros desconsolados, sabe transmitir el profundo dolor que padecen. De seguir por ese camino, El mejor se alinearía en las filas del Moretti de La habitación del hijo o de van der Oest de Tonio. Pero un cuarto personaje, y sin duda el más importante de esta película, aparece: la novia del fallecido, embarazada de él y en su adolescencia. De hecho, ya mencionamos hace tiempo esta película en la entrada sobre el embarazo en la adolescencia.

Porque de forma retrospectiva conocemos que dos jóvenes de 18 años se enamoran idílicamente, Bennet y Rose (Carey Mulligan), y en su primera noche juntos el último día del curso, ella queda embarazada y él pierde la vida en un accidente de tráfico. Al cabo de unos meses, Rose se presenta ante los padres de Bennet y les dice: “Estaba enamorada de él. Por eso quiero tener el bebé. Estuve enamorada de él cuatro años. Casi no le conocía… pero todo fue tal y como me lo había imaginado. Todo fue como yo quería que fuera. Tengo que tener este hijo. Creo que él fue el amor de mi vida”

Y cada miembro de la familia soporta el duelo de la perdida de forma diferente. El padre, Allen (Pierce Brosnan), profesor de matemáticas, contiene la pena y el llanto, somatizando su ausencia de lágrimas. La madre, Grace (Susan Sarandon, siempre excepcional, con cierto recuerdo a aquella madre coraje de El aceite de la vida), no desea pasar página y quiere hablar del hijo muerto, saber qué dijo en el cuarto de hora que permaneció vivo tras el accidente de coche, y por ello llega a cuidar al camionero que se vio implicado en ese accidente. El hermano, Ryan (Jhonny Simmons), se aferra al papel de hijo malo e imperfecto, a diferencia de Bennet. Y todos intentan recuperar su vida: Allen dejando a su amante, Ryan intentando abandonar su afición a las drogas (su madre le analiza la orina cada dos semanas). Y todos intentan alguna forma de ayuda: “Internet está lleno de sugerencias sobre el duelo”, le dice el padre a su esposa, sin éxito. Y el duelo, ya difícil, se hace más complejo, con la llegada de Rose: porque una vida no repone otra, ¿o sí…? “No se suele regalar un cachorro a alguien que ha perdido un perro…¡Debería haber muerto ella!”, son las duras y dolorosas palabras de Grace ante la presencia de Ros. 

Emotivo film que supone el debut en la dirección de la californiana Shana Feste, que también ha escrito el guión, y que obtuvo buenas críticas en el Festival de Sundance, para contarnos la perdida de ese hijo perfecto, bueno y simpático (“el mejor”) y la difícil aceptación de la ausencia. Una ausencia que se intenta mitigar con la llegada de una nueva vida, y con el valor de esta madre adolescente por salir adelante. Un guión delicado que mezcla aspectos de La habitación del hijo y de Juno (Jason Reitman, 2007) podría correr el riesgo de ser demasiado lacrimógeno o edulcorado, lo que se mitiga con sus actores protagonistas, especialmente esta joven Carey Mulligan que el futuro anunciaba como la nueva Kate Winslet o la nueva Audrey Hepburn (que para todos los gustos ha habido para este nuevo ángel cinematográfico) y que nominaciones a sus interpretaciones en An Education (Lone Scherfig, 2009) y Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), lo atestiguan. 

Sea como sea, El mejor nos regala un final muy reparador, donde Rose confiesa a su nueva familia (y a nosotros, como espectadores): “Quiero saber todo lo que sabría si estuviera vivo. Quiero tener más recuerdos suyos”. Y así acompañamos a la familia de El mejor a las vivencias de su peor momento y que no es difícil adivinar que para la mayoría de las personas no es otro que la pérdida inesperada de un hijo.


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