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sábado, 13 de noviembre de 2021

Cine y Pediatría (618). Aquel verano de skate “En los 90”

 

Es Jonah Hill un actor y comediante que podemos considerar uno de los mejores alumnos de la escuela de Judd Apatow con películas como Vírgen a los 40 (2005), Lío embarazoso (2007) o Funny People (2009). Pero cierto que se convirtió luego en uno de los más dúctiles actores de su generación con notables trabajos como Moneyball: rompiendo las reglas (Bennett Miller, 2011) o El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), y por ambas recibió sendas nominaciones al Óscar a mejor actor de reparto. Y hoy hablamos de él, pues es el enésimo actor o actriz que da el salto a la dirección. Y su debut en esta labor demuestra una buena dosis de talento y sensibilidad para construir un típico “coming-of-age” con algunos lejanos elementos autobiográficos que transcurre en las zonas menos glamorosas de Los Ángeles a mediados de la década de 1990. Precisamente esta película lleva por título En los 90 (Jonah Hill, 2018). 

Es En los 90 es un retrato de una época no tan lejana a través de los ojos de Steve (Sunny Suljic), un chico de 13 años con el que recorremos su tránsito por ese especial verano en su decadente y “hip-hopero” barrio de Los Ángeles, en un retrato más de los tortuosos caminos hacia la madurez. Vemos como su vida transcurre entre una familia peculiar (con una joven madre de juventud compleja, sin padre y con un extraño hermano mayor, tan solitario y frustrado que ha encontrado en la perversa relación de malos tratos sobre su hermano el único modo de afirmarse) y su nuevo grupo de amigos adolescentes mayores que él, amantes del skate, allí donde intuye una vía de escape hacia el exterior, algo nuevo y excitante. 

Y esa pandilla de cuatro skaters, ”Molamazo”, “Parvulito”, Ray y Ruben, acogen al joven Stevi, al que apodan como “Gamba” y lo acogen como a su mascota. Y para facilitar esa acogida, Stevi compra a su hermano un viejo monopatín y ensaya para parecerse a ellos. Y baste esta conversación inicial con Ruben, el segundo más joven del grupo, quien le suelta esta perorata a sus 15 años: “Dar las gracias es de maricones. Te tomarán por gay. Más vale que me hagas caso, porque yo soy chungo y tú eres un crío. Tienes que respetarme. Yo fumo, patino y follo con tías. Molo que te cagas. Disfruto de la vida. Tú solo tienes un skate ochentero con un dinosaurio Un dinosaurio fosforito que grita “cowabunga”. Pareces retrasado. Tienes que conseguir uno nuevo”. Y así lo hace, y junto a ellos ejercita esos movimientos de este particular deporte: ollie, shove-it, frontside, backside, kickflip, heelflip, caballerial, bigspin, bigflip, etc. Todo muy yanqui, hasta el lenguaje. Pero con esta pandilla también se inicia en el consumo del tabaco, de la bebida y de otras drogas (comparten entre ellos las pastillas de metilfenidato que recetan a “Molamazo” por su trastorno de déficit de atención e hiperactividad), así como sus primeros escarceos con el otro sexo. Y cuando regresa a casas de sus correrías, Stevi intenta disimular y se lava el sudor, se pone spray antimosquitos y detergente en la boca para no oler a humo o alcohol. 

Y así pasan los días de ese verano. Con conversaciones de este calado sobre su futuro y tránsito: “Mis padres están cabreados por mis notas. Dos semanas sin coche. Son unos gilipollas. Ni que de repente tuviera que entrar en Harvard o algo así. Mis padres fueron a la universidad. Yo paso. Su vida y la mía son distintas… Quiero patinar, divertirme, ir de fiestas. No sé, vivir la vida. Todo eso de esforzarme y tal…me parece una chorrada. Intento no tomarte esto muy en serio”. Y el camino que toma ahora no mejora su situación, y mantiene los conflictos con su madre, que solo quiere protegerle de las malas compañías (quizás la que ella misma viviera en su momento). 

Sí es cierto que Ray mantiene un cierto grado de cordura, y así le habla a Stevi , al que va cogiendo cariño: “Solemos pensar que nuestra vida es lo peor. Pero yo creo que si pudieras ver cómo vive la gente, no cambiarías tu vida por las suyas. Mira Parvulito. Es una de las personas más pobres que conozco. Y no pretendo hacer una broma con esto, pero apenas puede comprase calcetines. La madre de Ruben se pone ciega y le da por pegarle a él y a su hermana. ¿Por qué crees que nunca quiere irse a casa? Molamazo es mi mejor amigo. Antes dormíamos en su casa o en la mía muchas veces y no hacíamos más que soñar con el skate, con lo que queríamos llegar a hacer patinando. Y me da la sensación de que a él se le está yendo la olla. Ahora lo que le interesa saber es dónde hay alguna fiesta. Dónde puede colocarse, emborracharse,…Es triste”. Pero eso no le frena en este viaje algo destructivo que ha iniciado en donde aprieta el acelerador para crecer mucho más rápido de lo que debería

Y para contarnos este tema tan recurrente de la narrativa universal, ese paso casi mítico de niño a proyecto de adulto - con las dudas que nos deja la adolescencia, también una fabulosa época de descubrimientos -, Jonah Hill muestra hechuras de buen director, y apuesta por la sencillez, por un retorno a las formas del cine independiente que, precisamente, hicieron furor durante la década retratada. Y algunas escenas adquieren un especial valor emocional como la conversación de los dos hermanos mientras juegan a la videoconsola, la escena de su primer encuentro íntimo con una chica, o la escena del hospital tras el accidente de coche. Y ese final de vídeo casero grabado por “Parvulito”, quien sueña con ser director (quién sabe si su alter ego) y nos concentra los recuerdos de ese verano de skate en los 90, donde quedó alguna conexión. 

Una película que no es perfecta, pero es honesta. Y aunque les une el barrio y el skate, no es una película de “skaters”, pues la patineta es la excusa, pero no llegan al punto de Los amos de Dogtown (Catherine Hardwicke, 2005), Paranoid Park (Gus van Sant, 2007) o Skate Kitchen (Crystal Moselle, 2018), ni tampoco a la transgresión de Kids (Larry Clark, 1995), también de esa década.    

Una película abonada a una buena selección musical de temas, que van de Seal a The Misfits, de Nirvana a The Mamas and the Papas, pero que es especialmente lírico cuando Stevie y su mentor Ray descienden en patineta las empinadas calles de Los Ángeles mientras suenan de fondo los tristes acordes de “We'll Let You Know” y la voz de Morrissey. 

Y así, En los 90 es también la enésima película englobada bajo el anglicismo “coming of age”, tan habitual en Cine y Pediatría. Y aunque he hecho la consulta a mi buen amigo Fernando Navarro, amante y sabio de las lenguas y su traducción, para buscarle una traducción al castellano y evitar ese palabro, las posibilidades ("película de transición a la vida adulta", "película iniciática" o "película de maduración") no dejan mucho lugar para que cunda el término y desplace al terrible anglicismo. Y algo parecido le ocurre al germanismo “bildungsroman”, con su traducción a “novela de aprendizaje”. En fin, cosas del lenguaje, del cine, de la novela y de ese camino que transita de la infancia a la vida adulta con epicentro en la adolescencia.

 

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