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sábado, 21 de enero de 2023

Cine y Pediatría (680) “Cuidado con los niños”, vienen acompañados de adultos


Vamos conociendo cada vez un poco más del cine que se viene desarrollando en los países nórdicos, y que va mucho más allá de cine noir que tan de moda han impuesto en estos lares. Y hoy hablamos de una película de Noruega, que en algún foro se ha definido como la mejor película humanista de la última década: Cuidado con los niños (Dag Johan Haugerud, 2019), una película de150 minutos de metraje para un drama pausado situado en un centro escolar que va calando poco a poco. Y esta película se suma a las dos únicas películas noruegas ya presentes en Cine y Pediatría: Brothers (Aslaug Holm, 2015) y El viaje de Nisha (Iram Haq, 2017), y ninguna es cine de palomitas.

Pero la primera escena de Cuidados con los niños ya entra directamente en materia: “Se han llevado al niño directamente a la UCI… No es bueno sangrar tanto por la oreja”. Las conversaciones de los profesores que intentan entender lo ocurrido. Al parecer eran amigos los dos implicados, aunque ambos los recuerdan como insolentes en clase. “Las dos familias son de alto nivel. Deberemos pensar una estrategia frente a los medios”, se comenta en el claustro de profesores. Los hechos son estos: durante el recreo de esta escuela. Natalie (a la que llaman Lykke sus padres y Anna su abuela) - la hija de 13 años de un destacado miembro del Partido Laborista, Sigurd Eriksen (Hans Olav Brenner), y una madre periodista de un partido de izquierdas - hiere gravemente en el campo de deporte a su compañero de clase, Jamie, - único hijo de un político de alto nivel de la derecha, Par Erik Lundemo (Thorbjørn Harr), cuya esposa falleció hace tiempo -. Cuando se anuncia horas después desde el hospital que éste ha muerto, las versiones contradictorias entre profesores y padres de lo que realmente sucedió corren el riesgo de empeorar una situación difícil y traumática. Y es así como el segundo largometraje de Dag Johan Haugerud propone una ardua exploración de la culpa, la pena y los problemas de comunicación. 

En el claustro de profesores, Liv (Henriette Steenstrup), la directora, se siente orgullosa de la notas de sus alumnos y de que apenas hay acoso en el centro, “pero si el acoso tiene que ver con esto, tenemos que hacer algo”. Intentan averiguar qué paso y quién tenía que vigilar el patrio, y al parecer le correspondía a Anders (Jan Gunnar Røise), el profesor hermano de la propia directora. Natalie (Ella Overbye) dice que bromeaban y le empujó, pero no le pegó; otros chicos presentes dicen algo diferente. Y una reflexión vuela en el aire: “A veces se castiga a los niños por el pecado de sus padres”

Y el largo metraje se divide en diferentes fundidos de diferente color (en rojo, en azul, en negro, en gris o en verde). Y ante semejante tragedia, la película nos devuelve sensatas y calmadas conversaciones, como reflejo de esa sociedad, reflexiva y sin estridencias, donde intentan cuidar las palabras, si bien a medida que avanza la historia también las palabras comienzan a tener un doble filo. La sensación de culpa de Anders, por no estar en el lugar que le correspondía cuando sucedió la tragedia, intenta aliviarla realizando tutorías en casa de Natalie para ser apoyo y conexión con el centro escolar, allí donde tienen conversaciones profundas sobre las amistades del colegio, sobre el uso de las redes sociales, sobre Jamie. Y también somos testigos de las conversaciones de los padres de ella, porque intentan comprender cómo ha podido suceder: “¿No te sientes culpable?”…Tampoco ayuda a Lykke que nos sintamos culpables” o “¿Quién mejor que tus padres para entender la necesidad de mentir?”. 

En los sucesivos consejos de profesores se descubre que Natalie acosaba a otra compañera: “Si Natalie es como una bomba de relojería, no podemos tener a una alumna que sea un riesgo para los demás”. Y unos defienden que fue un accidente, otros que un posible homicidio que cabe no minusvalorar, aunque por la edad no acabe teniendo una repercusión penal sobre ella. Y mientras avanza la historia en busca de la verdad, resurgen los conflictos cruzados entre los diversos protagonistas que aparecen, tanto en la escuela como en sus contextos familiares diversos. Un aspecto llamativo es que Liv tiene como amante al padre de Jamie, pero lo han ocultado, e intentan salir de su confusión y dolor, aunque desemboca en un pensamiento tan duro del padre como éste: “Se saldrá con la suya solo porque es una niña. ¿Sabes lo injusto que es eso?… No puedo evitarlo, quiero que pague por lo que ha hecho. Que sufra. Quiero que se le grave en la mente. Y que nunca vuelva a ser feliz. Incluso si los psicólogos le dicen que no es su culpa, quiero que se sienta culpable el resto de su vida”. Y la crudeza de estas palabras de este padre dolido no van a la zaga del violento encuentro con Natalie en el aparcamiento, donde le dice cosas horribles de las que no puede por menos que arrepentirse luego. 

Es Cuidado con los niños una película en la que solo aparece una niña, Natalie, pues incluso Jamie solo es un nombre, pero no un actor. El resto son adultos, profesores y familiares que se enfrentan a este fatal incidente y donde sutilmente descubrimos hechos en las relaciones entre ellos que desgranan el modelo de bienestar noruego en un thriller con connotaciones políticas y sociales encubiertas. Porque el percance surge de la discusión y amistad de unos niños con orígenes ideológicos maternos y paternos dispares, circunstancias que hacen cuestionar toda la investigación sobre lo ocurrido. Y a pesar del elevado número de temas tratados (sistema educativo, comunidad LGTBI, sindicatos, ocupación nazi de Noruega, conciliación laboral, racismo…), da la sensación de que no se llega a ninguna conclusión sobre el trágico hecho del que parte el largometraje. Parece como si el incidente infantil fuera un recurso narrativo en el guion para cuestionarnos sobre temas actuales y el presunto hecho violento del planteamiento se diluye entonces, mientras se presentan adultos preocupados, débiles, ilusionados, problemáticos, miedosos y cautos, y sus condiciones morales son el tratado en esencia de la película. Y es curioso que en un país donde abunda el noir nórdico, el asunto del posible asesinato pase a un segundo plano y sea la responsabilidad, decir la verdad y ser honesto la preocupación principal de los afectados. 

Cuidado con los niños es un estudio del ser humano complejo, pero también sencillo. Grandes conflictos, pequeños detalles, cruda a veces, amable en otras y absurda en otras tantas… como lo es la vida, como es el análisis de este retazo de sociedad noruega. Y para ello el director se apoya en una música que se repite de forma metálica para incremento de la crispación puntual que puede existir durante el desarrollo de la historia, una banda sonora a cargo de Peder Kjellsby, y también en una cámara en ocasiones agazapada, detrás de las actrices y actores de imponente talento interpretativo que transmiten la empatía necesaria para agarrarte a la historia, llena de interrogantes pendientes de respuesta: ¿ha sido una muerte accidental o provocada?, ¿se desestima el caso por la edad de la agresora o porque realmente se considera no culpable?, ¿ha sido correcta la actuación en el centro educativo tras el accidente?, ¿la comunicación con los padres es la oportuna?, ¿son las redes sociales el mejor homenaje o es un mal uso reiterado?, ¿hasta qué punto influyen las relaciones personales en el trabajo?, ¿es correcto el corporativismo entre el profesorado?, ¿dónde acaba el dolor y cuándo empieza el perdón? 

Es esta película un análisis del ser humano que precisa de un visionado activo y que nos recuerda que sí hay que tener cuidado con los niños es porque vienen acompañados de adultos. Porque como dice su eslogan, cuando la crisis golpea es cuando revelamos nuestra verdadera personalidad.

 

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