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sábado, 1 de junio de 2019

Cine y Pediatría (490). La adopción siempre debe estar en “En buenas manos”


Tres escenas dan comienzo a esta película, tres historias que se cruzan para comenzar a mostrarnos la frágil cadena que permite la adopción de un niño. Primera escena: Théo, un lactante de dos meses y medio abandonado, es ofrecido en adopción a Alice (Élodie Bouchez), un mujer de 41 años que lleva casi una década queriendo ser madre. Segunda escena: dos hermanos adoptados se agreden, y el de 11 años casi ahoga a su hermana de 9, lo que hace perder la paciencia de Jean (Gilles Lellouche), un hombre que actúa como padre de acogida en el periodo que transcurre del abandono hasta la adopción, un hombre casado y con una hija adolescente que tiene este trabajo y que lo hace con amor. Tercera escena: Clara (Leila Muse) es una universitaria de 21 años que acude a un hospital a parir y dice a las matronas encantadoras: “Yo voy a dar a luz. Yo no lo quiero”. Estamos en el Hospital Maternal de Brest, ciudad portuaria de la Bretaña francesa. 

La película se titula En buenas manos, una película del año 2018 con el guión y la dirección de Jeanne Herry, una clara reivindicación del sistema de adopción francés, que favorece el anonimato de las madres y en el que parece que todo funciona en esta red para proteger a los menores dados en adopción, donde lo principal es su bienestar y no el deseo de los adultos de convertirse en padres: y se nos presentan matronas afectivas, trabajadores sociales humanos, padres de acogida implicados, educadoras sociales y psicólogos profesionales,… 

Clara decide no ver ni tocar a su hijo recién nacido a quien quiere dejar en adopción, pues es producto de un embarazo no deseado. La trabajadora social le explica el programa de acompañamiento de mujeres que desean dar a sus hijos en adopción, y le comunica cómo puede dejarle, si quiere, un sobre cerrado con sus datos personales y un regalo, por si algún día decide buscarla; y, asimismo, le comenta que se deja un plazo de 2 meses antes de ser registrado como huérfano y poder ser adoptado. Todo un proceso verbal en el que la trabajadora social pregunta a Clara: “¿Qué objetivo tiene para su bebé?, ¿qué contempla?, ¿qué le desea?”

Y finalmente Clara abandona a Théo, aunque llega a despedirse de él y le deja una carta. Y en ese momento aparece Jean como padre de acogida, y lo hace junto a Karine (Sandrine Kiberlain), una educadora del centro implicada en el bienestar de los menores y que lo explica bien: “El hijo que adoptan no es lo mismo que un hijo biológico. Es más complejo”. Y es curioso como cuando Karine le habla a Théo, explicándole lo que le va a pasar, apreciamos cómo se le acelera su ritmo cardíaco, como el bebé entendiera la importancia del momento. Y todo transcurre como un proceso nada dramático, donde todos los protagonistas vienen repletos de valores… pero el drama es subyacente. Porque el Consejo de Familia (formado por psicólogos, trabajadores sociales, asistentes sociales y educadores) intentan buscar la mejor familia a los niños en adopción, y así lo expresan: “Mi trabajo no es encontrar un niño para padres que estén sufriendo, sino encontrar a los mejores padres para niños que están en riesgo”. 

Y a partir de aquí tres flahsbacks a partir de la media hora de metraje, retrocediendo en la historia 8, 5 y 2 años. Y 8 años atrás se nos presenta a Alice con su marido iniciando el proceso de adopción, pues no ha sido posible conseguir la maternidad tras 4 años intentándolo, también por técnicas de reproducción asistida. “Todos pasamos por campos de minas y de flores” le dice la asistente social, y luego les pregunta: “¿Serán capaces de amar a un hijo que no ha sido suyo?”. 

Y 5 años atrás volvemos a encontrarnos con Alice, ya sin pareja (se ha divorciado) y en este momento aceptaría un niño con necesidades especiales, pero precisa comenzar de nuevo. Y 2 años atrás, ya nos encontramos a nuestra Alice, quien trabaja como audio descriptora para ciegos de obras teatrales, y ya entonces recibe a Théo de las manos de Jean y Karine, quienes le comentan interesantes reflexiones sobre el vínculo afectivo: “No has vivido un parto, sino un injerto. Pero lo que vas a vivir con él es extraordinario…”. Y así es, pues el bebé comienza a demostrar inicialmente escasa reactividad, falta de comunicación, hipotonía y todo un camino de pruebas complementarias alrededor del consejo del pediatra. 

Una vez más el cine francés tiene un punto y seguido en el proyecto Cine y Pediatría, con ese plus de calidad para contar sus historias. Y En buenas manos pertenece a ese tipo de cine comprometido, emotivo y sin aspavientos, en tanto que reivindica, por un lado, la bondad individual (todos los protagonistas son bondadosos en su tarea encomendada) y, por otro, el buen funcionamiento del sistema – en este caso el francés, y qué diferente a otros que pudimos revisar, como el frío proceso que nos muestra La adopción, basado en la tormentosa experiencia de la argentina Daniela Fejerman -, un sistema que protege con honestidad a los más débiles gracias a un Estado de bienestar que debemos cuidar como un tesoro.

Y para ello la película cuenta con un elenco de actores habituales en el actual cine francés, y algunos de los cuales ya han visitado nuestro proyecto, de la mano de un afortunado director francés de mujeres, André Téchiné: en 1994 dirigió a Élodie Bouchez en Los juncos salvajes y en 2016 lo hizo con Sandrine Kiberlain en Cuando tienes 17 años. Y ahora es nuestra directora Jeanne Herry quien las elige para tratar con esmero y delicadeza este tema de la adopción infantil, en el que podrá haber fallos y errores, pero ninguno será fruto de la mala fe o de la imprudencia. Y el mensaje que nos deja es claro: la adopción siempre debe estar “En buenas manos”. Y es lo que nos recuerda esta nueva joya del cine francés y del cine social,… sin juicios de valor. Una película en la que muchos pueden verse reflejados.

Pues bien, una película así, avadada por tan buenas críticas y premios (incluyendo sus 7 nominaciones a los Premios César), y con tan buenas enseñanzas, batió un récord en mi historia de ver cine. Pues es la primera película que veo en mi vida solo en una sala…, pero se podía intuir que pudiera ocurrir esto si su única proyección en la única sala en todo Alicante es a las 22,15 hs. Entonces cabe pensar que, quizás, lo que no esté en buenas manos es la cultura de nuestro cine.

 

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