sábado, 21 de octubre de 2017

Cine y Pediatría (406). La parte más fría de "La adopción"


La adopción ya ha sido tratada en Cine y Pediatría desde diversas perspectivas y desde diferentes países: las estadounidenses El niño de Marte (Menno Meyjes, 2007, Madres e hijas (Rodrigo García, 2009) y Lion (Garth Davis, 2015); las francesas La pequeña Lola (Bertrand Tavernier, 2004) y Vete y vive (Radu Mihaileanu, 2005); la argentina Nordeste (Juan Diego Solanas, 2005), la española La vergüenza (David Planell, 2009), la belga Color de piel: miel (Laurent Boileau, Jung Henin, 2012) o la británica Philomena (Stephen Frears, 2013. Por citar algunas. 

Porque la adopción es un tema con gran interés jurídico, médico y social. Un tema que rezuma mucha humanidad o mucha deshumanización, depende de la experiencia. Porque uno de los temas más indignantes de la sociedad actual, que además parece tabú al no interesar a ningún gobierno encontrar solución, es la pregunta que surge alrededor de la adopción: ¿cómo es posible que existan tantísimos niños en el mundo sin hogar cuando hay el mismo número de familias dispuestas a ofrecérselo? Así de cruda es una realidad que, lejos de solucionarse, parece agravarse con el paso de los años a través de listas de espera, trámites burocráticos y pruebas psicológicas infinitas donde ya no sólo cuenta el tesón - de años - a la hora de llegar a buen puerto, sino el capital económico disponible, que en los últimos años parece haber pasado de 10.000 a 40.000 euros. Un requisito económico elevadísimo que deja a muchas parejas sin posibilidades y a muchos niños sin padres. Y en el largo y sinuoso camino, en ocasiones, una extraña sensación... , pues para evitar el inevitable comercio de estos niños, aparece una burocracia casi imposible de superar. Y aún así muchas veces sigue pareciendo un puro comercio. Y esto no es nada nuevo que no hayamos pensado alguna vez. 

Y hoy llega a Cine y Pediatría una nueva película española sobre la adopción, una película basada en la experiencia de la directora, la argentina Daniela Fejerman, y su tormentoso proceso de adopción en Ucrania. Un viaje al frío... Su título no deja lugar a engaño: La adopción (2015). 

Una pareja española viaja a un país de Europa del Este para adoptar a un niño, pero las cosas no resultan ser como esperaban. Porque La adopción nos muestra todos los obstáculos que vive una pareja a la hora de conseguir hacer su sueño realidad: ser padres. Tras muchos años de trámites, dinero y pruebas de todo tipo, por fin parece haber llegado el ansiado momento de viajar al país de origen de su futuro hijo y terminar con tan arduo proceso, pero las cosas no serán tan sencillas una vez aterricen allí. Trabas y problemas infinitos convierten su estancia en el país en un verdadero infierno, y el sueño de volver a casa con un niño en un objetivo prácticamente inalcanzable. 

La hostilidad del ambiente saca a flote los conflictos latentes entre ellos y, de esta manera, el sueño con el que llegaron amenaza con convertirse en una pesadilla. Y la directora se vale para ello de un metraje en tono frío, reflejado en el gélido ambiente del paisaje lituano, allí donde intentan sobrevivir Natalia (Nora Navas) y Daniel (Francesc Garrido'), especialmente cuando les ofrecen niños con todo tipo de enfermedades: el que no tenía hidrocefalia, tenía tuberculosis, o cataratas, o parálisis cerebral, o artrogriposis, o retraso psicomotor, o ceguera,.... Ante tal patética situación en la que intentan explicar que ellos pidieron un niño sano o con problemas menores acuden a un médico a través del abuelo materno, también médico, pues no se fían del orfanato. Porque no hay forma de que les muestren un niño sano o con una enfermedad recuperable. Y vuelven a la carga, y también les ofrecen un niño afecto de un síndrome de alcohol fetal, algo tan común en la adopción desde países del Este. 

Y Natalia y Daniel se sienten encerrados y engañados en otro país. En ocasiones sin salida, desesperados hasta insultar y perjurar. "Todo el país es corrupto" les dice la mediadora. Y, por fin, cuando reciben a un niño aparentemente sano, solo con un angioma tuberoso en mejilla derecha, y se sienten felices con él... aparece el abuelo del niño. Y todo aparece como un nuevo chantaje programado más, como nos dice Daniel: "Ha aparecido el abuelo del niño. Y se ha sumado a la larga de lista de gente que nos quiere sacar la pasta..." 

Aunque la trama no refleja un lugar concreto -el rodaje se realizó en Lituania pero en la cinta sólo se habla de Europa del Este para no herir sensibilidades-, sí podremos sentir la frialdad que transmite un país sumergido en la nieve, con pocos recursos y con aún menos ganas de simpatizar con los extranjeros. Un idioma desconocido -donde unos a otros se toman el pelo con intención -, corrupción política, intereses económicos, engaños, sobornos, estafas… formarán parte de un sin fin de "pequeños inconvenientes” que esta pareja deberá superar, siempre poniendo buena cara, con el fin último de poder adoptar. Puro comercio de niños y niñas con el consentimiento del gobierno. Algo huele a podrido... y mucho. 

Una película donde es clave la incomunicación por la falta de entendimiento en el lenguaje y los diferentes idiomas en los que intentan informarse o engañarse los personajes reflejan esa complejidad (los propios, como el catalán, el castellano, el lituano o el ruso, o el ajeno, el inglés…). Y esta película es un claro ejemplo de que toda obra debe ser visualizada en su versión original, pues si se han atrevido a doblarla le habrán cortado uno de sus mayores fundamentos y atractivos: el reflejo de una incomunicación que desemboca en soledad, desesperación y amargura. 

Porque la adopción internacional es un caldo de cultivo para la corrupción. Y los estados de la ex-Unión Soviética atesora una burocracia proclive a la corrupción, pura mafia de países pobres sobre países más ricos. Y, por ello, La adopción es una vivencia y una catarsis para su directora, pero para los espectadores también es casi un thriller psicológico (en que ya ni el espectador se fía de nadie, ni de la mediadora, ni del taxista, ni del médico, ni del supuesto abuelo,...), porque esta película nos adentra en la parte más fría de la adopción

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