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sábado, 2 de septiembre de 2023

Cine y Pediatría (713) Embarazo en adolescentes y sus variados puntos de vista en los géneros cinematográficos



El embarazo (así como la maternidad/paternidad) en la adolescencia es un tema recurrente en Cine y Pediatría, donde ya, al menos, un par de decenas de películas han abordado este asunto que pretende acercarse a las circunstancias personales, familiares, sociales - y también sanitarias - que lo rodean. Y entre ellas incluso podemos seleccionar algunas películas argumentales para “prescribir” a los espectadores: la película británica Una sabor a miel (Tony Richardson, 1961), la belga 9 meses (Guillaume Senez, 2015), la estadounidense Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2020), la francesa El acontecimiento (Audrey Diwan, 20219 y la española La maternal (Pilar Palomero, 2022). Y como guinda, Juno (Jason Reitman, 2007), una película que más en tono de comedia que drama, fue capaz de incomodar a todas las partes (los pro vida y los pro aborto) por los temas bioéticos planteados. 

Y es así que en el camino de películas alrededor del embarazo y crianza en la adolescencia nos topamos con películas de muy diferente calidad y muy distinto género. Y hoy expongo dos ejemplos más para refrendar este contraste: una película documental dramática desde Escocia (sabiendo que la herencia del Free Cinema y la sombra de Ken Loach hace que en los dramas británicos el cielo siempre sea muy plomizo), aunque realizada por dos directoras suecas: Pájaros sin alas (Ellen Fiske, Ellinor Hallin, 2018), difícil de ver; y una comedia francesa (conociendo que el cine en francés tiene un plus de calidad, incluso en sus comedias): ¿Y esto… de quién es? (Emmanuel Poulain-Arnaud, 2021), simpática de ver. 

- Pájaros sin alas (Ellinor Hallin y Ellen Fiske, 2018) 

Película con tono documental (que se alzó con el premio a mejor documental y guion en el Festival Tribeca) que sobrevuela el universo de Ken Loach y lo hace chocar de bruces con el de Larry Clark. Golpe en el estómago de un grupo de adolescentes con poco presente y casi peor futuro en una ciudad escocesa convertida en escombros a causa de las políticas del gobierno de Margaret Thatcher al cerrar la industria del acero. Un retrato íntimo y sobrecogedor de una ciudad en decadencia, un documental que se siente ficción mientras acompañamos a la adolescente Gemma, a su abuelo y grupo de amigos (su novio Patt, su vecina Amy, su amigo JP,…) y cómo a través de su embarazo y su hijo intenta remontar el vuelo en Motherwell, un pueblo cercano a Glasgow, fustigado por el desempleo, la violencia y el alcoholismo, ya solo suscrito a ayudas sociales. 

La abundante voz en off de la protagonista nos delimita la ciudad (“Nos llaman pájaros de viviendas sociales… Una vivienda social es la antítesis de lo snob. Si te quedas aquí, acabas entre rejas o embarazada. No creo que me vaya de aquí. Creo que aquí voy a pasar el resto de mi vida”) y su familia (“Mis padres eran muy jóvenes cuando me tuvieron. Pero no he tenido contacto con mi madre desde que era un bebé. Sé que suena mal, pero ya no quiero conocerla. No la he necesitado en 18 años, ni ella a mí”), y conocemos que vive con su abuelo, quien le enseña su afición al boxeo y a la colombicultura. Una película más de realismo británico donde el cielo siempre es gris, las casas son tristes y la humedad se siente, y la gente se siente muy proletaria y perjudicada por el thatcherismo. Y así nos explica Gemma porque su generación nació entre huelgas, impotencia y rabia: “Te voy a contar una cosa. Así empezó todo. Hace tiempo nos llamaban Acerópolis, porque proveíamos acero a todo el mundo… Mientras la planta siderúrgica estuvo en activo, Motherwell era boyante. Maggie Thatcher se llevó las siderúrgicas de Escocia e Irlanda a Inglaterra. Los ingleses odiaban a los escoceses y, de repente, las cerraron. Dejó un montón de gente sin trabajo…En el año que nací, 1997, demolieron las siderúrgicas. El cielo se volvió gris. Después de aquello a Motherwell no le quedó mucho. Hoy en día seguimos sin tener nada que hacer”

Vive con ilusión el tener ese hijo con Patt, quien ya ha estado dos veces en la cárcel y piensa que el nacimiento de ese niño cambiará sus hábitos poco centrados de fumar, beber, pelearse o jugar a la Xbox con su pandilla de adolescentes, algunos con peores antecedentes delictivos que él. Pero nada de eso ocurre y en poco tiempo se desentiende, de ahí la reflexión de Gemma: “Es mi hijo. Tiene tres semanas. Es un bebé. Depende de mí. Lo tengo que dar de comer, cambiarlo, bañarlo,… Todo. Me hace pensar en cómo mi madre pudo dejarme, porque yo jamás podría dejar a Liam. Jamás”. En el transcurrir de la historia, JP acaba en coma tras una pelea y sufre graves secuelas (la imagen de sus lesiones craneales nos pone evidencia de que es un documental, aunque parezca una película de ficción) y Amy también tiene que llevar adelante su embarazo adolescente, justo cuando la relación con JP se había acabado. 

Una película contada en off por sus protagonistas, en un inglés escocés difícil de entender, pero auténtico. Adolescentes que quieren volar y cambiar, pero no tienen alas para hacerlo, pues el medio en el que se desenvuelven hace que sea épico conseguirlo.  La metáfora con las palomas sobrevuela todo el metraje, pues algunas palomas regresan a su jaula, pero otras desaparecen para siempre, como los ciudadanos de Motherwell. Y así no encaminamos al final entre el vuelo de cientos de palomas, la demolición de las Allison Tower y las reflexiones de Gemma que huye de la ciudad alcanzada su mayoría de edad. Y Liam, su hijo, comienza a dar sus primeros pasos en otra ciudad de Inglaterra. 

- ¿Y esto… de quién es esto? (Emmanuel Poulain-Arnaud, 2021) 

Se nos presenta la feliz familia de Annie (Alexandra Lamy) con su marido Laurent, geriatra de profesión, y sus cuatro hijos, los tres mayores en diferentes etapas de la adolescencia: César y Max son chicos brillantes y sensibles, y Poupi (Louvia Bachelier), quien practica la gimnasia rítmica. Pero la tranquilidad familiar se pierde cuando descubre una prueba de embarazo positiva en el baño de casa e intenta descubrir a quién pertenece. Esa alocada investigación para averiguar quién es la propietaria del test, hará que Annie verá cómo se rompen sus certezas al descubrir que su marido tiene una amante psicoanalista, que a César le ha dejado su novia, que Max es un seductor escondido entre sus gafas de empollón y que Poupi tiene un secreto difícil de confesar. 

La comedia francesa tiene la destreza de usar bien los “macguffin”, en este caso el hallazgo del test positivo de embarazo, que sirve como pretexto para hacer una radiografía amable sobre la familia y la sociedad francesa, y cómo abordar sin dramatismo el embarazo en una adolescente (o decisiones de mayor calado como el aborto, que aquí se intuye, pero no se afronta). Y donde la canción “Thunderclouds” del grupo LSD (ese supergrupo musical es el acrónimo que forman el rapero británico Labrinth, la cantante y compositora australiana Sia y el producto estadounidense Diplo) pone el núcleo musical a esta película y todo el color, como el del propio vídeo musical con el habitual color que este grupo da a sus producciones y que cuenta de nuevo como protagonista a la joven bailarina Maddie Zigler, y que en tantos videos musicales ha acompañado ya a Sia. Y porque parece una canción bien elegida, ya que el mensaje de la misma entronca con el de la propia película: sobre las luchas que surgen cuando el miedo y la desconfianza aparecen en las relaciones personales. 

Porque las nubes de tormenta que pueden traer un embarazo en la adolescencia se pueden visionar desde varios puntos de vista y distintos géneros cinematográficos. Y sirvan estos dos ejemplos, dos fórmulas diferentes de abordar la resiliencia.

 

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