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sábado, 4 de noviembre de 2023

Cine y Pediatría (722) “Softie” y la pequeña naturaleza que busca acomodo

 

El actor francés Samuel Theis nos regala en su ópera prima individual un coming of age especial y alejado de cualquier tópico, Softie (2021), bajo el título original de Petit nature, y ganadora a mejor película del Atlàntida Mallorca Film Fest. Sí es cierto que se inició en esta materia unos años antes codirigiendo con otras dos directoras la película Party Girl (2014), pero es ahora cuando nos sorprende con esta delicada, profunda y arriesgada historia de iniciación, un pequeño milagro con ese joven actor novel de pelo largo y rubio, casi apolíneo, en una historia que se nos antoja una simbiosis entre la historia de La Caza (Thomas Vinterberg, 2012) con la sensibilidad y conciencia de Céline Sciamma, esta directora que no conoce de sexos en películas como Lirios de agua (2007) o Tomboy (2011).   

En la primera escena una madre abandona el hogar y a su esposo, llevándose consigo a sus tres hijos, el perro husky y los pocos enseres. Estamos en un pequeño pueblo del norte de Francia y allí conocemos al hijo intermedio, Johny (asombroso Aliocha Reinert) quien, en su nueva casa, coloca con delicadeza a sus peces de la bolsa de agua en la pecera. Luego ya reconocemos que funciona en esa familia disfuncional como un preadolescente de 10 años casi autónomo, quien acepta con madurez la ausencia de la figura paterna, la afición a la bebida de su madre y el pasotismo de su hermano mayor, solo interesado por su novia y su pandilla de yonquis; y todo ello no le resulta un obstáculo para ayudar en la casa, cuidar de su hermana pequeña y ser aplicado en la escuela. “¿Qué es Dios para ti?”, le pregunta a su madre, y ella responde: “Para mi Dios es el amor, compartir, los hijos preciosos que me ha dado. Un angelito como tú. Dios son muchos besos, muchos abrazos”. Una madre aún y atractiva, pero sin formación y que apenas sabe escribir y leer, una madre que le incita a defenderse en el barrio y que cuando pierde los papeles con la bebida, a veces le castiga. Pero que él la defiende, y responde que está enferma ante los demás. 

Y con las dificultades y limitaciones de este contexto familiar y social en el que crece, encuentra en la nueva escuela a un profesor, Jean (Antoine Reinartz), quien le inspira por sus lecciones académicas y vitales, pero por el que siente algo que le abre la puerta de los secretos, las dificultades y los sueños de la vida adulta, con sus luces y sus sombras. El profesor comprueba por la forma de recitar, de hablar y de ser de Johny que es un chico especialmente sensible y su acercamiento se hace más patente a través de su novia, pues le toman cariño y más cuando perciben el contexto social en el que se desenvuelve, con la sospecha de maltrato infantil. E incluso le invitan a la visita nocturna del museo de arte contemporáneo en la cercana ciudad de Metz, como una manera de motivarle en su ingenio y capacidades, aunque Jean tiene claro que “¡No puedo ser un salvador para todos los alumnos!”. 

Está claro que todo esto se convierte en un contexto para Johny totalmente diferente de su día a día. Y que hace brotar en el menor algo que presumimos cuando le vemos espiar la casa de su maestro y esa atracción pone al adulto en una situación muy incómoda. Un enamoramiento de un alumno por su profesor que deja al adulto en una situación límite con su deber, y por ello la novia de Jean le recrimina: “¿Qué te imaginabas que pasaría? Tienes 10 años. No se hace eso con 10 años. Eres un niño. Jean podría perder su trabajo, Vete a casa. No vuelvas aquí”. Y a partir de ahí, Johny saca toda su rabia contra su propia familia…y contra sí mismo, hasta llegar a intentar lanzarse por la ventana del aula. 

Pero todo se tergiversa y aparecen las sospechas de la madre, con palabras así: “No sé qué ideas le has metido en la cabeza. Pero mi hijo ha cambiado. Nunca lo he visto así. Trabaja como un loco. Nunca se divierte. De lo único que habla es de ti. Todo lo que hace es por ti ¿Le metes las ideas en la cabeza y ahora lo abandonas?”. Y la madre sospecha en posible pedofilia contra su hijo, cosa que no ha ocurrido, pero esta situación no es la primera vez que el séptimo arte nos ha reflejado. Y que, quizás, convierte la relación entre alumnos y profesores en una fina línea que cabe medir a cada paso

Este círculo vicioso lo rompe Johny, tras una mala experiencia en su comunión, cuando decide que quiere irse a un internado a estudiar y poder volar fuera de este ambiente. Y con el fondo musical de la canción “Child In Time” de Deed Purple, Johny baila desenfrenadamente frente a un espejo. Una forma de dejar en los espectadores el mensaje de que no siempre es fácil que la naturaleza de los más pequeños busque acomodo. Una naturaleza que se simplifica en amar y ser amado, pero esta simplicidad es casi siempre complicada. Y Softie es un tránsito por el deseo, la decepción y la búsqueda de identidad de un niño-adulto empujado por las circunstancias y tal vez nos deja en la emancipación un leve rayo de esperanza.

 

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