sábado, 29 de agosto de 2015

Cine y Pediatría (294): “Lirios de agua” y las varias caras del amor adolescente


Lukas Moodysson nos presentó en 1988 a Agnes (Rebecka Liljeberg) y Elin (Alexandra Dahlström) en la película sueca Fucking Amal. Pawel Pawlikowski nos mostró en 2004 a Mona (Nathalie Press) y Tamsin (Emily Blunt) en la película británica Mi amor de verano. Abdallatif Kechiche nos conmocionó en 2013 con la relación entre Adéle (Adéle Exarchopoulos) y Emma (Léa Seydoux) en la película francesa La vida de Adéle. El punto común de las tres películas es mostrarnos la relación amorosa entre dos chicas adolescentes, y demostrarnos la pasión y el dolor, el corazón y el sentimiento a flor de piel, la razón y la confusión que conlleva una relación lésbica en esta complica etapa de la vida que marca la transición de la infancia al ser adulto. 

Pues algo parecido ocurre con la ópera prima de Céline Sciamma en el año 2007 y la relación entre Marie (Pauline Acquart) y Floriane (Adèle Haenel) en la película francesa Lirios de agua (título original Naissance des pieuvres y conocida internacionalmente como Water Lilies). En realidad esta película es algo más que un dúo, pues aunque la relación entre Marie y Floriane centra el argumento, también aparecen en escena dos personajes secundarios importantes: la amiga de Marie, Anne (Louise Blanchere) y un novio idílico de Anne, François (Warren Jacquin). Y con ello la película se convierte en un bello poema y alegato de las varias caras de la amistad y el amor adolescente en nuestros protagonistas, ese ocasional debate entre la común relación heterosexual, o el sentir la atracción hacia el mismo género o, incluso, una dudosa sensación de bisexualidad. 

La traducción correcta del título de la película en francés y en inglés es el de nenúfares, planta que también es conocida como lirios de agua. En el lenguaje de las flores, los lirios son un símbolo de amor. Así, por ejemplo, los lirios blancos expresan un te quiero y confío en ti, los lirios azules, un amor tierno y buenas noticias, los lirios amarillos dicen que amarte me hace feliz, los lirios malvas que tus ojos me enloquecen y los lirios rojos, amor ardiente. Realmente una bella simbología que nos llevaría a intentar explicar qué significan los lirios de agua, estos nenúfares como símbolo. Porque los antiguos egipcios veneraban los nenúfares del Nilo, planta que florece en el agua en la noche y se cierra por la mañana, lo que simboliza la separación de deidades y motivo asociado a sus creencias sobre la muerte y el más allá. De alguna forma el amor, el agua y cierto valor de trascendencia están presentes en esta película enigmática por obra y gracia de la dirección de sus actores principales. 

Y es que Céline Sciamma ya ha formado parte de Cine y Pediatría. Y lo hicimos cuando comentamos su segunda película, Tomboy (2011), un homenaje a las chicas tomboy, aquéllas que gustan vestirse como chicos y actuar como ellos, no como una forma de llamar la atención, sino fruto de un impulso natural. Y es que Céline Sciamma se ha convertido en la directora que no entiende de géneros, y cuyas obras arrastran la polémica (a favor y en contra), pues en sus tres películas en haber habla de la identidad sexual, de la importancia del género en la construcción de uno mismo, de los sentimientos de ambigüedad entre adolescentes y del trastorno que conlleva el hecho de sentirse diferente. Y todo comenzó con Lirios de agua… 

Marie es una quinceañera delgada, callada y tímida que pasa el verano de la mejor forma que puede junto a su mejor amiga Anne, casi su imagen especular (con sobrepeso, más habladora y extrovertida). Un día Marie asiste a la piscina de barrio en donde su amiga entrena en un equipo de natación sincronizada, y se queda fascinada por la capitana de otro equipo: ella es Floriane, popular y triunfadora entre los chicos. 
Y así transcurre un verano alrededor de esa piscina y en la privacidad de los casilleros de los vestuarios, con Marie intentando acercarse a Floriane y con Anne buscando a un chico dispuesto a darle su primer beso, el atractivo François. Entre Marie y Floriane comienzan una enigmática amistad y complicidad, que confundirá a ambas, pero especialmente a la primera. No muy diferente resultará la extraña relación entre Anne y Francois. 
La madurez confusa de Marie (llega a hacer reflexiones del tipo de “El techo probablemente es la última cosa que las personas ven, al menos el noventa por ciento de las personas que mueren”), el impetuoso carácter de Anne y la búsqueda de todo tipo de amor por Floriane son presentadas de una extraordinaria forma, con el sabor de esas películas en las que permanece el buen recuerdo y las imágenes de sus protagonistas (sobre todo la escogida belleza de los rostros de Marie y Floriane). 

El despertar emocional, sensual y sexual de tres amigas de 15 años alrededor del agua de una piscina, allí donde la escena final de la película nos muestra en imagen cenital a Marie y Anne flotando vestidas, como dos lirios en el agua, mientras Floriane se mueve absorta al ritmo de la música de la discoteca. Y nos queda como mensaje el que la amistad puede aliviar el dolor de las varias caras que puede llegar a tener el amor adolescente. Porque la amistad suele ser más fuerte que la pérdida de la inocencia.

 

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