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sábado, 17 de junio de 2017

Cine y Pediatría (388). "American Pastoral", la desaparición del sueño americano


Tras muchos años como protagonistas de películas, de ser iconos de Hollywood - algunos con más de un Oscar en su poder -, algunos de estos actores deciden dar el paso a la dirección y se estrenan con obras de distintos calado y valor. Algunos ejemplos son Clint Eastwood y Escalofrío en la noche (1970), Robert Redford y Gente corriente (1980), Kevin Costner y Bailando con lobos (1991), Jodi Foster y El pequeño Tate (1991), Sean Penn y Extraño vínculo de sangre (1991), Robert de Niro y Una historia del Bronx (1993), Mel Gibson y El hombre sin rostro (1993), Ben Stiller y Bocados de realidad (1994), Tom Hanks y The Wonders (1996), Tim Roth y La zona oscura (1999), Denzel Washington y Training Day (2001), George Clooney y Confesiones de una mente peligrosa (2002), James Franco y Simiosis (2005), Ben Affleck y Adiós, pequeña adiós (2007), Angelina Jolie y En tierra de sangre y miel (2011), Ryan Gosling y Lost River (2014), y un largo etcétera. Y hoy sumamos una más, American Pastoral, el debut en la dirección de Ewan McGregor en el año 2016. 

Y así es como el británico se lanza a la dirección, el que se diera a conocer como actor con el papel de antihéroe en Trainspotting (Danny Boyle, 1996), como bohemio en Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001) o como el Caballero Jedi Obi-Wan Kenobi en los tres primeros episodios de la saga de George Lucas, Star Wars (1999, 2002 y 2005). Y lo hace con la obra de un autor mayor, ni más ni menos que Philip Roth, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2012, un maestro de las letras a la hora de expresar las ansiedades, los miedos, los esplendores y las miserias de la sociedad. Y además un escritor hecho para el cine, pues muchas de sus obras son ya películas: Goodbye, Columbus (Larry Peerce, 1969), Portnoy's Complaint (Ernest Lehman, 1972), The Ghost Writer (Tristram Powell, 1984), La mancha humana (Robert Benton, 2003), La sombra del actor (Barry Levinson, 2014), Indignation (James Schamus, 2016), todas ellas fundamentadas en obras homónimas de Philip Roth. También Elegy (Isabel Coixet, 2008) desde la novela "El animal moribundo". Y también la película que hoy nos convoca, Pastoral americana, basada también en la obra homónima. 

"Pastoral Americana" fue publicada en 1997, galardonada con el Pulitzer y otros muchos premios e incluida entre las grandes novelas de todos los tiempos, consagrando aún más a su autor, Philip Roth, como candidato eterno al Nobel. La novela cuenta, a través de un narrador observador-receptor (el escritor Nathan Zuckerman, álter ego de Roth) la vida de Seymour Levov “el sueco” (Ewan McGregor), heredero de un empresario judío-americano, dueño de una fábrica de guantes en la ciudad de Newark, New Jersey, y casado con Dawn Dwyer (la bella Jennifer Connelly, quien ya nos enamoró en su debut con tan solo 13 años en Érase una vez en América a las órdenes de Sergio Leone) una antigua reina de la belleza católica de una localidad cercana a quien conoció en la universidad. 

Roth-Zuckerman presenta a la joven pareja y su hipersensible hija como paradigma de la familia perfecta americana, bella, exitosa, educada y liberal ideológicamente. Ellos representan el sueño americano en los convulsos años sesenta en Estados Unidos, con sus heridas raciales abiertas, con una guerra de Vietnam muy impopular entre los jóvenes, con una universidad en efervescencia política y en general un abismo generacional que se gestaba. Una novela compleja que requería un guión demasiado arriesgado para estar a la altura, y ese ha sido un hándicap para Ewan McGregor, quien se atribuye también el papel principal y una presencia casi constante - quizás excesiva - a lo largo del metraje. Reconocemos al director y al guionista la valentía de afrontar este reto de una obra literaria mayor, poliédrica y con ambiciones de psicoanálisis generacional de un país en estado de sublevación. 

Y el sueño americano se desvanece con la hija de este matrimonio, Merry, una encantadora niña que arrastra una tartamudez que da lugar a todo tipo de teorías, desde la de su psicóloga ("Creo que el tartamudeo de Kerry es una estrategia") a la de su abuelo ("A esa niña no le pasa nada. Su cerebro va más rápido que su lengua"). Una niña que arrastra un complejo de Elektra, en competencia complicada con la belleza de su madre, ex-miss, aunque ahora devenida en granjera: "Papá, dame un beso de verdad". Una niña que observa en la televisión en blanco y negro la imagen icónica de aquel monje budista vietnamita que se quemó hasta morir en una calle muy transitada de Saigón el 11 de junio de 1963, una foto que ganó un Pulitzer y cambió la historia del gobierno de Vietnam, pero también la vida de Merry. 

Y de allí nació una Merry adolescente (excelente Dakota Fanning, la que fuera una de las mejores actrices infantiles, con películas como Yo soy Sam -Jessie Nelson, 2001 - o En el fuego de la venganza - Tony Scott, 2004 -), sí tiene el grado de oscuridad, de intensidad y desasosiego que la historia pide. Una adolescente en permanente lucha, contra la sociedad (llamaba a su presidente Lyndon "quemabebés" Johnson), contra sus padres, contra sí misma. A los 16 años se deja influir por el estado general de descontento que se vive en Nueva York, a donde viaja ocasionalmente con otros jóvenes con una ideología que no bien digerida le lleva a cometer un atentado en la Oficina de Correo en que acabará con algo más que con la vida de un inocente: "Ustedes son tan víctimas de nuestra tragedia como nosotros", les dice la viuda del asesinado. 

Y a partir de ahí el sueño americano se convierte en una pesadilla americana. Dos padres enfrentados a una adolescente rebelde, con un padre intentando recuperar a su hija ("Mi responsabilidad eres tú, no la guerra", "¿Desde cuándo lo he hecho todo mal?"), pues desaparece. Y el reencuentro es demasiado duro, pues Merry ya no tartamudea, pero no es ella, pues se ha convertido al jainismo (con sus cinco principios - no violencia, vegetarianismo, meditación, karma y moksha o liberación espiritual - y por ello expresa: "Mi tartamudeo era solo una forma de no hacerle daño al aire") y ante la situación en que la encuentra el padre, le dice: "¿Cómo soportas esto?... Ni siquiera el gobierno te castigaría de ese modo". 

American Pastoral es una película que conmueve y remueve. Como conmueve su banda sonora excepcional, una B.S.O. con la magia de Alexander Desplat, pero que nos regala obras de época, como el "Heaven On Earth" de The Platters o esa canción que llegó a ser todo himno juvenil antisistema en los años sesenta, "For What It´s Worth" del grupo Buffalo Springfield. Todavía impresionados por la película recordamos al menos que en el sueño americano la música sonaba así, aunque hubieran pesadillas. Y resuena la música como las frases de sus protagonistas: "La vida es un corte espacial de tiempo durante el cual estás vivo", que ya decía Merry de niña, y "Así sabemos que estamos vivos, porque nos equivocamos", con la que concluye el narrador.

 

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