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sábado, 6 de octubre de 2018

Cine y Pediatría (456). “Little Boy”, todo por su padre


Hoy finaliza el XV Curso Internacional de Pediatría que se está celebrando en la capital de Yucatán, en la blanca Mérida. Y con ello es el cuarto año seguido que los amigos pediatras de México me invitan a participar en sus eventos científicos: y así fue en el año 2015 en Monterrey, en el año 2016 en Puebla, en el año 2017 en Mérida y ahora nuevamente aquí, repetimos en la tierra de los mayas. Siempre aportamos varias ponencias, científicas principalmente, pero la que no falta en cada una de estas fiestas académicas es la ponencia relacionada con Cine y Pediatría, cada una diferente y como años previos ocurriera en Cartagena de Indias (2012 y 2014) o Mar del Plata (2013).

Por tanto, son ya 7 libros de Cine y Pediatría que coinciden con siete años presentes con los pediatras de Latinoamérica, colegas absolutamente sensibles y permeables a esta “oportunidad para la docencia y la humanización en la práctica clínica” que es nuestro proyecto. Lo que se dice una experiencia mágica alrededor del cine y de la infancia, una bonita historia de amistad con la Pediatría de telón de fondo, como mágica es la película y la historia que hoy nos convoca, una película mexicana que narra una historia familiar épica, donde la magia y la realidad se confunden: Little Boy (Alejandro Monteverde, 2015). 

Little Boy es la historia de la familia Busbee, quienes viven en la década de los 40 en el pequeño pueblo pesquero de O´Hare, California. Una familia cohesionada formada por un padre soñador que tiene un taller mecánico (Michael Rapaport), una madre realista y hacendosa (Emily Watson), London, el hijo adolescente y el hijo pequeño (Jakob Salvati), Pepper Busbee, a la postre nuestro protagonista y narrador. Y así comienza: “Tengo 8 años. Pero mi historia comienza el día que conocí a mi padre. Mi único amigo. Mi socio”. Y eso ya nos sitúa en lugar, fecha y tema: las relaciones familiares, especialmente las relaciones padre-hijo. Y con ello Little Boy se sitúa a mitad de camino entre tres películas que ya forman parte de Cine y Pediatría: entre Rómulo, mi padre (Richard Roxburgh, 2007), más por el fondo, y El extraordinario viaje de T.S. Spivet (Jean-Pierre Jeunet, 2013), más por la forma, pasando por la visión edulcorada de El tambor de hojalata (Volker Schöndorff, 1979), por esa visión que tiene un niño al que le cuesta crecer de un trasfondo bélico.

Pepper Busbee, debido a su baja estatura (nació pequeño y mantiene un hipocrecimiento armónico no filiado), sufre las molestias y burlas continuas del resto de niños del pueblo, que le llaman enano. Y todo el mundo le conoce con el apodo de “Little Boy”. Es por ello que el único amigo – y refugio - de Little Boy es su padre James, con el que cada día parece una aventura, quien le hacía creer que tiene los poderes del mago Ben-Eagle, y con el que tenía un lema común: “¿Crees que puedes lograrlo?”.

El mundo de Little Boy se derrumba cuando su padre es reclutado como soldado para ir a la Segunda Guerra Mundial y tiene que combatir en Japón. Entonces intenta hacer todo lo que puede para que su padre regrese, y por ello pretende aumentar su fe y entre las obligaciones que le pone el Padre Oliver (Tom Wilkinson) es que cumpla los actos de caridad de la Lista Ascentral (la de dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, darle hogar al necesitado, visitar al enfermo, visitar a un prisionero, etc.), pero a la que añade hacerse amigo de Hashimoto (Cary-Hiroyuki Tagawa), un japonés que vive en la comunidad, pero que comienza a ser rechazado por representar la cara del enemigo en el conflicto bélico que Estados Unidos tenía en ese momento. Y el niño dice “Está bien. Lo haré… con tal de poder traer a mi papá de regreso”. Y a partir de ahí surge una especial amistad entre Pepper y Hashimoto, una amistad que nos recuerda a la de Gran Torino (Clint Eastwood, 2008), pero cambiando los papeles: ahora es el adulto oriental el que ayuda al niño occidental. Y con la ayuda de Hashimoto, nuestro pequeño logra cumplir la Lista Ancestral mucho antes de lo que hubiera imaginado. Y le regala buenos consejos a Pepper: “Ponte de pie. No te midas de la cabeza al suelo. Mídete de la cabeza al cielo. Eso te convierte en el niño más alto de todo el pueblo”.

E inspirado por su héroe de cómic, Little Boy está convencido que puede lograr con su magia lo imposible: traer a su padre de vuelta a casa. Y al igual que su gesto logró provocar un terremoto - la pura coincidencia se alió como un mensaje -, cada día y frente al mar que apuntaba a Japón, intenta con su gesto parar la guerra, paso previo para que su padre (y tantos padres) regresen al hogar. Y la paz llega con un hecho tan dramático que nadie olvida, ni la Historia ni nosotros: la bomba de Hiroshima Y esta bomba que provocó una gran destrucción un el 6 de agosto de 1945 tenía por nombre “Little Boy”, nueva coincidencia que hizo que el pueblo le atribuyera el milagro a nuestro pequeño Pepper. Esta escena y giro de guión ha sido reprobado en ocasiones por jugar con un hecho tan doloroso y emular un milagro.

Pero faltaba por cumplir una misión de la Lista Ancestral, la misión de enterrar a los muertos… Y aunque había esperanza de que el padre prisionero de guerra volviera, no fue así, y es enterrado simbólicamente. Pero un giro de guión permite que la Lista Ascentral diera su resultado y se obrara el milagro, con distintas interpretaciones: “El padre Oliver dijo que Dios fue responsable del regreso de mi padre. Hashimoto dijo que fue la voluntad de mi padre por vivir. ¿Y yo? Yo seguía aferrado a mi semilla de mostaza porque el trayecto aún no había terminado”. Y es que entre la amistad del padre Oliver y su amigo Hashimoto hay un atisbo de intentar relacionar la fe católica con la filosofía oriental de la vida… y ambos intentan ayudar a nuestro pequeño protagonista.

Little Boy es una película que juega con las coincidencias, como juega con los sentimientos de los espectadores. Un juego que no gusta a todos los críticos cinematográficos como obra de arte (pese a la buena ambientación - filmada en Rosarito, Tijuana y otras localidades de Baja California –, y detalles técnicos como la música y fotografía), aunque quizás sí como película de cine familiar, con esos valores tan denostados como son las historias de superación, donde la fe y el amor, permiten luchar siempre hasta el final.

Fe, amor y esperanza hechos cine en Little Boy es lo que nos quiere regalar Alejandro Monteverde, con guión de su colaborador habitual, el productor Eduardo Verástegui, que tras Bella (2006) nos vuelven a proponer un cine de calidad vital, cine de sentimientos y de valores...Y no son tantos los que se atreven, aunque sean pocos los que consiguen una obra redonda.

Y es que muchos de los llamados críticos de cine pueden aceptar que el cine se utilice como cloaca (películas que traten temas reales, pero no positivos para la convivencia humana, con violencia gratuita, muertes con toque gore, sexo con manipulación de la mujer, etc.), pero no como púlpito (película con valores para la convivencia, incluida la fe, incluida la religión). Y quizá por ello una película tan sencilla como Little Boy da lugar a críticas polarizadas porque la fe, el amor y la esperanza en las familias se considera en el límite de lo pastelero, por exceso de sentimiento. Yo no soy crítico de cine, pero el cine tiene tanto derecho a mostrar la violencia de unas personas como la fe de otras. Y Little Boy tiene derecho a intentarlo todo por su padre… como algunos lo haríamos. Como lo haría la Dra. Maitte de la Ossa, alma del XV Congreso Internacional de Pediatría, a quien dedico esta película - como a todos los colegas del Colegio de Pediatras de Yucatán -, pues ella sabe bien de qué trata la vida. 

 

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