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sábado, 5 de octubre de 2019

Cine y Pediatría (508). “Jake” mate al binario masculino y femenino


No es fácil definir la transexualidad, pues como nos define el Dr. José Luis Pedreira (en un reciente artículo escrito de forma conjunta con este amigo especialista en psiquiatría infanto-juvenil) es un concepto que se configura con varios elementos clave: un sujeto humano es inscrito civilmente en el registro en base a una apariencia anatómica determinada en el momento del parto; el sujeto crece y busca su identidad, es decir, su ser en el mundo (externo e interno); en ese proceso percibe elementos contradictorios entre sus contenidos mentales y su apariencia física; se siente interna e identitariamente en base a su percepción subjetiva, potente y real; el poder identitario está en la mente, no en el cuerpo. A ésto se llama transexualidad, cuando se refiere a la identidad sexual discordante entre la apariencia física y la identidad mental del sujeto. La transexualidad se hace patente también en la infancia y se lucha por no considerarlo una enfermedad y arropar la diversidad. Y el cine no ha sido ajeno en arropar este concepto, y en Cine y Pediatría ya hemos revisado algunas películas como Transamérica (Duncan Tucker, 2005), El viaje de Carla (Fernando Olmeda, 2014) o 3 generaciones (Gaby Dellal, 2015).  

Son habituales estas películas desde el punto de vista del adolescente o adulto trans, menos habitual resulta la visión de esta entidad desde el punto de vista de los padres de un niño trans: sus dilemas entre el amor a su hijo y su temor al juicio social. Y de ello habla una reciente película, por título Jake (Silas Howard, 2018), puro cine independiente americano que se atreve a plantear el tema del género en los niños y niñas con una gran credibilidad. 

A sus cuatro años, el pequeño Jake (Leo James Davis) es distinto a todos los otros niños, pues le encanta ver películas de princesas y jugar a vestirse como ellas y usar faldas de colores mejor que pantalones. Sus padres, Greg (Jim Parsons) y Alex (Claire Danes), lo dejan ser quien es. Sin embargo, la inminente salida de Jake al mundo escolar - con el minucioso proceso de selección para escuelas privadas - los lleva a preguntarse cómo manejar la identidad de su hijo en público. 

Los dilemas y debates de unos padres que van in crescendo a medida que avanza el metraje. Y en ella podemos destacar algunas escenas: cuando tienen que decidir el disfraz para su hijo y el padre – psiquiatra para más detalles - comenta: “Tal vez deberíamos explicarle por qué no es una buena idea ir de Rapunzel”; cuando la directora del colegio les expone: “Me preguntaba si Jake os había expresado alguna vez alguna preocupación sobre su género”; les resulta extraño y doloroso plantearse una terapia con su corta edad, lo que lleva a los padres a discutir entre ellos y a que la madre exprese entre lágrimas: “Jake no es una decepción”

Es Jake una película donde la aparición del pequeño es prácticamente anecdótica, pues todo el peso del guión recae en las vivencias y dudas de los padres, que comienzan a preguntarse han educado bien a su hijo. Y ellos se platean: “Quizás el problema es que nosotros empezamos a empujarlo a ese rol”. Pero la profesora Judith (Octavia Spencer), que intenta ser siempre un apoyo les dice: “No es fácil conocer realmente a la gente. Especialmente a la que amamos”

Y en esos extremos se mueve la trama de esta película: entre el corazón y la necesidad de los padres de dejar que sus hijos sean la mejor versión de sí mismos, en conflicto con la razón y ese instinto de protegerlos de un mundo cruel, en el que la lógica binaria del sexo impulsa todos los prejuicios. Porque Greg y Alex quieren lo mejor para Jake, pero están atrapados entre la razón y el corazón. Y no hay respuestas sencillas, y el guión de Daniel Pearle (basado en su obra teatral homónima) tampoco las ofrece. Porque en ese final de Jake vestido con falda de tul y saltando en la acera de las manos de sus padres, intuimos que los padres deberán aprender a vivir con las decisiones que toman por su hijo en una sociedad apenas preparada para comprenderlo. 

Y es así como la película Jake no trata sobre Jake, porque el conflicto le sobrepasa y es demasiado pronto en la vida del niño para saber exactamente qué está pasando con él. El conflicto lo tienen sus padres, y ése es el que se nos presenta. Y con este conflicto aprendemos… y acompañamos a los protagonistas en busca de una solución a su imposible dilema, unos padres con su propia mochila: un Greg que es un terapeuta delicado que no está muy interesado en mostrar carácter más allá de las decisiones de su esposa; una Alex que abandonó su carrera como abogado, tampoco feliz de permanecer todo el día en casa, lidiando con una parte importante de la carga familiar. 

Y esto es Jake, la lucha de un matrimonio para entender cómo aceptar a su hijo tal y como es y que la sociedad no lo rechace. Y la identidad de género de su hijo pondrá a prueba la identidad de su matrimonio. Más allá del binario masculino y femenino. Más allá del corazón y la razón.

 

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