En Oriente Medio y el Norte de África hubo en el año 2011 un estallido sin precedentes de protestas populares y exigencias de reformas. Comenzó en Túnez y, en cuestión de semanas, se extendió a Egipto, Yemen, Bahréin, Libia y Siria. Fueron derrocados líderes autoritarios que ostentaban el poder desde hacía mucho tiempo, como Hosni Mubarak en Egipto y Zin el Abidín Ben Alí en Túnez. Se le conoció como la Primavera Árabe y se albergó la esperanza de que instaurara nuevos gobiernos que traerían reformas políticas y justicia social. Pero la realidad fue muy diferente en cada país. En concreto, en Siria desencadenó el conflicto armado más sangriento de la región, que estalló como respuesta a la brutal represión del gobierno de Bachar al Asad a las protestas multitudinarias; se cometieron crímenes atroces a una escala masiva, y la mitad de la población fue desplazada. Y sigue siendo la norma que se reprima a quienes se atreven a alzar su voz por una sociedad más justa y abierta.
Un comienzo necesario para contextualizar esta reciente película con una historia basada en hechos reales: Las nadadoras (Sally El Hosaini, 2022), la historia del viaje milagroso realizado por las hermanas nadadoras Yusra (Nathalie Issa) y Sarah Mardini (Manal Issa), dos adolescentes de 17 y 19 años que huyeron como refugiadas de la Siria devastada por la guerra para vivir una nueva vida en Alemania, donde surgió la oportunidad de competir en los Juegos Olímpicos de Río de 2016. Una película que comienza con la siguiente nota “2011, suburbio de Damasco, Siria”, donde se atisban ya en internet los primeros movimientos sociales de esta Primavera Árabe, aunque el padre de esta familia, entrenador de natación de sus hijas, aún mantiene sueños: “No eres una atleta de verdad si no piensas en los Juegos Olímpicos”.
Enseguida la historia nos traslada a una Damasco que lleva sumida cuatro años en una guerra civil con continuos bombardeos (“2015, cuatro años más tarde”), una ciudad donde intentan llevar una vida normal entre soldados en las calles, aviones sobrevolando la ciudad, francotiradores, casas destruidas, apagones de luz y miedo. Y pintadas en árabe en los muros: “Vuestros aviones no pueden destruir nuestros sueños”. Allí donde el padre dice a Yusra, la menor de las hijas y en quien tiene volcadas sus mayores esperanzas de triunfo: “Concéntrate. En el agua, estás sola. Es tu lucha. Tu objetivo es ganar, no ser amable. Tienes una meta y debes alcanzarla. Céntrate en las cosas que puedes controlar. La salida. La hidrodinámica. El impulso en la pared. La respiración. Encuentra tu calle. Nada a tu meta”.
Pero con el escalofrío de la escena de la bomba que cae en la piscina, comienzan a pensar también los padres que no hay futuro para sus hijas en Siria. Y planean la forma y trayecto para llegar a Europa, con la compañía de un primo. Y la escena de los distintos refugiados de diferentes países que quieren cruzar en lancha a Lesbos es desgarradora, y nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida alrededor de los refugiados que huyen de su país en busca de una vida mejor o salvar la vida. Se siente la angustia a cada momento de la travesía… y entre las hermanas se dicen: “Sería absurdo que unas nadadoras murieran en el mar”. Y cuando llegan a la costa de Lesbos no pueden por menos que pensar: "No saben que en ese mar muere gente”. Y de ahí la aventura no es menos ardua para llegar a Alemania, a Berlín, pues ahora el riesgo no es el mar sino las fronteras y los traficantes de emigrantes que se aprovechan de ellos.
En Berlín son acogidos como refugiados. El encuentro con un entrenador de natación, Sven (Matthias Schweighöfer) les cambia la vida, pues saca a las hermanas del centro de refugiados y les instala en las instalaciones de un centro deportivo. Solo Yusra se lanza a recuperar la forma física y los tiempos para intentar llegar a la Olimpiada de Río de Janeiro 2016, algo muy complicado por su situación. Pero no lo pueden hacer por Alemania ni por Siria, y aunque llega a decir “Nada ha salido como teníamos pensado”, si llegó a formar parte del equipo de Atletas Olímpicos Refugiados y consigue algo que no pudo realizar su entrenador.
Y este colofón final: “El resto de la familia Mardini cruzó a Europa por mar ese mismo año. Ahora viven en Berlín. Sarah Mardini volvió a Lesbos para ayudar a los refugiados que llegan a la costa cada día. Yusra Mardini nadó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Eligió competir en el Equipo Olímpico de Refugiados. Ahora es embajadora de buena voluntad en ACNUR y una voz para los refugiados en el mundo. En 2018, las autoridades griegas arrestaron a Sarah y sus compañeros por tráfico de personas, al ayudar a los refugiados en Lesbos. Según el Observatorio de Derechos Humanos, hubo “motivos políticos” y, según Amnistía Internacional, fue “injusto e infundado”. De ser condenada, le esperan 20 años de prisión. Desde 2011, 5,7 millones de sirios se han convertido en refugiados. Hay más de 30 millones de refugiados en el mundo. La mitad de ellos son menores de 18 años”. Queda todo dicho el por qué ver esta película. Y porque ha sido una historia digna de ser filmada, para después de tanto nadar, no morir en la playa.