sábado, 15 de agosto de 2020

Cine y Pediatría (553). De “Kramer contra Kramer” a “Historias de un matrimonio”

 

El divorcio y la separación de los matrimonios es una situación tan habitual desde hace décadas que el cine no ha sido ajeno a ello y con un cine en todos los tonos: comedia, drama y melodrama. Se acostumbra a pensar en el divorcio como una situación entre dos partes, pero la presencia de hijos comunes de por medio convierte a la ruptura matrimonial en un acto que cabe afrontar con la mayor responsabilidad, respeto y cariño posible para proteger a esos menores, velar por su interés y asegurarse de que la situación en la pareja no afectará negativamente a su crecimiento. Y por muy bien que se haga, nunca es fácil. Especialmente para los hijos. 

El cine nos ha dejado películas de todas las hechuras sobre esas vivencias de los hijos ante la separación matrimonial, algunas ya presentes en Cine y Pediatría como ¿Qué hacemos con Maisie? (Scott McGehee y David Siegel, 2013),  Nuestro último verano en Escocia (Andy Hamilton y Guy Jenkin, 2014),  y Custodia compartida (Xavier Legrand, 2017)  Pero hay muchas más, como Tú a Bostón y yo a California (David Swift, 1961), Diferencias irreconciliables (Charles Shyer, 1984), Señora Doubtfire, papá de por vida (Chris Columbus, 1993), Mentiroso compulsivo (Tom Shadyac, 1997), Quédate a mi lado (Chris Columbus, 1998), Tú a Londres y yo a California (Nancy Meyers, 1998), Una historia de Brooklyn (Noah Baumbach, 2005), Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010), Sin amor (Andrey Zvyagintsev, 2017), y toda la prescindibles tituladas como Papá o mamá y sus variantes: las francesas Papá o mamá (Martin Bourboulon, 2015) y Papá o mamá 2 (Martin Bourboulon, 2016), la italiana Mamá o papá (Riccardo Milani, 2017) y la española Papá o mamá (Dani de la Orden, 2020). 

Pero hoy comentamos dos películas que, sin duda por su calidad, hacen olvidar algunos títulos de los previamente comentados. Dos películas que, con 40 años de diferencia, hablan de la trascendencia que en los hijos tiene cuando se acaba el amor en un matrimonio: una es un clásico del año 1979 producido por Columbia Pictures, ganadora de 5 Oscars, entre ellos el de mejor película, todo un icono, por título Kramer contra Kramer; y la otra es un film del año 2019 producida por Netflix, también ampliamente galardonada, por título Historia de un matrimonio. Y de hecho, entre ambas se han hecho comparaciones de cuál es mejor. 

Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979) es una adaptación de la novela homónima de Avery Coman escrita dos años antes. Una película maravillosa que apenas ha perdido fuerza con el paso del tiempo, pues lo que narra es bastante universal. Ted Kramer (Dustin Hoffman) quizás pasa más tiempo en el trabajo que con su familia, y cuando regresa una tarde a casa con una buena noticia laboral se encuentra que su mujer Joanna (Meryl Streep) tiene las maletas hechas y decide abandonarle y también a su hijo Billy (Justin Henry), de poco más de 5 años. Una madre que llega a despedirse semanas después de su hijo por carta: "Mi querido y dulce Billy. Mamá se ha ido lejos. A veces, en la vida se van los papás y las mamás crían a sus pequeños hijos. Pero también puede irse una mamá y papá debe ocuparse de ti. Me he ido para encontrar algo interesante que hacer por mí misma. Todo el mundo debe hacerlo. Ser tu mamá es una cosa, pero también hay otras y esto es lo que debo hacer. No había podido explicártelo y por eso te escribo ahora. Siempre seré tu mamá y siempre te querré. Sólo que no estaré en casa sino que estaré en tu corazón. Y ahora he de irme para ser quien debería ser"

Cuando Ted descubre que no es una bravuconada de su mujer, despierta de su incredulidad y se aplica la tarea de aprender a ser padre procurando al mismo tiempo no descuidar su carrera profesional. Y lo logra con creces. Porque somos partícipes de la progresiva complicidad padre-hijo, y los fantasmas del pequeño: “Mamá se marchó porque fui malo, ¿no?”. Y la respuesta del padre, conciliadora: “¿Eso crees? No. No es eso, Billy. Tu mamá te quiere mucho y se marchó por algo que no tiene que ver contigo. No sé si tendrá sentido, pero intentaré explicártelo. Creo que mamá se fue porque por mucho tiempo intenté hacer de ella un tipo determinado de persona. El tipo de esposa que yo pensaba que debía ser. Y ella no era así. Ella era...No era así. Creo que intentó hacerme feliz durante mucho tiempo y cuando no podía, intentaba decírmelo. Pero yo no escuchaba. Estaba ocupado, muy liado sólo pensaba en mí. Y pensaba que si yo era feliz, ella era feliz. Pero creo que en el fondo ella estaba muy triste. Mamá no se fue antes porque te quiere mucho. Y el motivo de que quisiera irse era que no me soporta. No se fue por tu culpa, sino por la mía. Y ahora a dormir porque es muy tarde, ¿vale? Buenas noches. A dormir. Sueña con los angelitos. Hasta mañana”

Pero cuando ya se ha adaptado a su nueva vida y comienza a sentirse realizado como padre – es paradigmática la escena de él corriendo por las calles de Nueva York en busca de una urgencia donde atender la herida de Billy tras caerse en el parque -, Joanna vuelve un año y medio después y quiere recuperar a su hijo. Y ahí comienza la parte del proceso judicial que marca esta historia, allí donde las interpretaciones de ambos protagonistas alcanzan su cénit. Y es que estamos hablando de dos monstruos del séptimo arte, Dustin Hoffman, siete veces nominado al Oscar (de los cuales consiguió dos, por Rain Man  y por Kramer contra Kramer) y Meryl Streep, con 22 nominaciones al Oscar, récord que ninguna actriz supera (de los cuales consiguió tres, por La decisión de Sophie, La dama de hierro y por Kramer contra Kramer, aquí como actriz de reparto). 

Y la dureza de la lucha por la custodia compartida, con sus declaraciones. Como los argumentos de Ted: “Cuando mi ex mujer ha contado lo infeliz que era puede que en gran parte sea verdad. Hay muchas cosas que no entendía. Si pudiese, cambiaría muchas cosas pero a veces no puedes cambiarlas. Hay cosas que no pueden arreglarse. Mi esposa... Mi ex esposa dice que quiere a Billy, y yo la creo. Pero no creo que se trate de eso. Si lo entiendo bien lo que importa es lo mejor para nuestro hijo. Lo mejor para Billy. Mi esposa solía decirme: ¿Por qué una mujer no puede tener ambiciones? Tienes razón. Quizá eso lo he aprendido. Por lo mismo, me pregunto: ¿Quién dice que la mujer es mejor madre sólo por ser mujer? He reflexionado sobre qué es un buen padre. Se trata de constancia, de paciencia, escucharle o fingir que escuchas si no puedes. Se trata de amor, como ha dicho ella. ¿Quién dice que la mujer tiene la exclusiva y que el hombre tiene menos emociones? Conmigo Billy tiene un hogar. No es perfecto. No soy perfecto. A veces no tengo paciencia y olvido que es un niño pequeño. Pero ahí estoy. Desayunamos y me habla, luego vamos a la escuela. Por la noche cenamos juntos y hablamos y le leo cosas. Hemos construido una vida juntos y nos queremos. Si lo destruyes puede ser irreparable. Joanna, no lo hagas, por favor”. Pero pese a todo lo argumentado, al abandono de la madre sin causa mayor aparente por el padre, salvo su infelicidad, y pese a los desvelos del padre en ese año y medio por su hijo, llegó la resolución y el juez se inclinó por la custodia de la madre. 

Porque en estos juicios todos pierden. Especialmente los hijos. Y vemos como Billy lloró en el abandono y ahora llora en la resolución del juicio. Y la explicación del padre al hijo: “Los dos queremos vivir contigo. Y fuimos a ver a ese señor que es juez para que decidiese, porque es sabio. Hablamos con él y luego pedimos su opinión. ¿Sabes? Coincidió con mamá. Pensó que sería estupendo que vivieses con ella. Y yo cenaré contigo un día por semana. Y compartiremos dos fines de semana al mes”. 

Y esa gran escena final, con la vuelta atrás de la madre: “Esta mañana, al despertar he pensado en Billy despertándose en su habitación con las nubecitas que le pinté y pensé que debí pintarlas también en casa para que no la echase de menos. He venido para llevarle a casa. Pero ya está en su casa. Le quiero mucho. No me lo llevaré conmigo. ¿Puedo subir a hablar con él?”. Y Ted: “Claro. Sube y habla con él, yo esperaré aquí”. “¿Qué tal estoy?”, pregunta Joanna, y Ted le dice con cariño: “Estupenda”. Se cierra el ascensor. Y fin. 

Kramer contra Kramer, Dustin Hoffman contra Meryl Streep, dos monstruos de la interpretación (aunque en un principio los productores habían pensado en Al Pacino y Jane Fonda como protagonistas). 

Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019) narra la historia de separación de una joven pareja, Charlie (Adam Driver), director de teatro, y Nicole (Scarlett Johansson), actriz, y que tienen un hijo de 6 años, Henry. La película comienza con muchas hermosas reflexiones de Charlie sobre su mujer, como ésta: “Es una madre que juega con su hijo, pero de verdad”. Y continúa con otras tantas reflexiones de Nicole sobre su marido, como ésta: “Adora ser padre. Le encanta todo lo que debiera odiar, como las rabietas o levantarse por las noches”. Y concluye con “Y sabe bien lo que quiere y no como yo, que nunca lo tengo claro”

Pero enseguida entendemos que esas son las palabras que nunca se dijeron, pensamientos llenos de un amor ahora manchado por el tiempo, donde solo quedan rencores y el vacío de una relación que agoniza. Un insufle de romanticismo en los primeros minutos de la película que se acaba abruptamente y sin piedad, cuando nos damos cuenta de que los dos protagonistas solo hablan para sus adentros, que son memorias que no quieren recordar en voz alta para no resquebrajar los muros impenetrables que ya han construido entre ellos y que les encamina hacia el divorcio. Y les vemos en una sesión de terapia de pareja, donde la separación ya es tanto física como emocional, y donde queda claro que la historia que veremos en adelante (llena de monólogos desgarradores, silencios incómodos y explosiones de rabia) trata de la incapacidad de comunicación cuando la armonía se ha roto. 

Es Historia de un matrimonio la historia de una ruptura contada desde las entrañas de un proceso de divorcio, con todos los protagonistas de ese camino: mediadores, abogados, psicoterapeutas, amigos y familiares. Y acaban más separados que las ciudades de Nueva York y Los Ángeles, donde ahora residen y su lucha de abogados por la custodia de su hija, la abogada de Nicole interpretada por Laura Dern y los de Charlie interpretados por Alan Alda y Ray Liotta. Y durante los juicios tienen que oír, en boca de estos abogados, todo lo que el subconsciente no fue capaz de expresar, mutuas y crueles acusaciones. Y por ello Nicole comenta a su marido: “Deberíamos hablar. Creo que las cosas han ido demasiado lejos”. Y quieren intentar solucionarlo entre ellos, sin abogados por medio, pero es mucho peor. Y acaban haciéndose sufrir más, con escenas casi teatrales, realistas, desgarradoras, emocionalmente duras. 

Y al final Charlie lee a su hijo la carta de Nicole, con sus virtudes y ese final: “Me enamoré de él a los dos segundos de conocerle. Y le querré siempre. Aunque esto ya no tenga sentido”

De Kramer contra Kramer a Historias de un matrimonio, dos buenas películas para describir cuando el amor de un matrimonio se acaba y solo quedan los reproches. Y lo que significa para la pareja. Y lo que implica para los hijos.




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