lunes, 1 de marzo de 2021

Decálogo para entender la “COVID persistente”



Llevamos un año de pandemia por el virus SARS-CoV-2 y luchando con esas siglas omnipresentes de la enfermedad COVID-19. Ya tres oleadas, la última un tsunami,  que han dejado a día de hoy (y estos datos se desactualizan según se publican) 115 millones de personas infectadas, con más de 2,5 millones de fallecidos (y ya 230 millones de personas vacunadas). La gran pandemia del nuevo siglo.

Pero aparte del impacto agudo (como enfermedad y muerte), queda el impacto de las manifestaciones o secuelas persistentes una vez pasada la infección, que es lo que se conoce como COVID persistente, sobre cuya definición no existe consenso: algunos la consideran como una nueva enfermedad, pero para otros son más secuelas o síntomas de una enfermedad persistente. Pero lo cierto es que se recogen entre 50 y 200 síntomas en la literatura y en las series de seguimiento publicadas alrededor de la COVID persistente, con un intervalo de entre 1 y 36 síntomas por paciente, siendo quizás los más habituales la fatiga, dolor de cabeza, disnea, pérdida de cabello, dificultad para concentrarse y ageusia. 

Y en todo esto las repuestas venideras vendrán de las Unidades de seguimiento post-COVID. Porque si la COVID-19 no es una enfermedad conocida, tampoco lo pueden ser sus secuelas. Y, al menos, hay que tener en mente este decálogo de especialidades alrededor de la COVID persistente. 

1. Neumología 
Son las secuelas más frecuentes. En la mayoría de las personas en seguimiento se observa astenia y disnea (ésta con el enigma de que no se correlaciona con las pruebas de función pulmonar), y también tos residual. Parece que estos síntomas tengas un origen multifactorial, con componentes de la función cardiaca, muscular y algún dato de fibrosis pulmonar (si bien, esto último de forma aislada). 

2. Neurología 
Son los segundos síntomas en frecuencia, y al menos la mitad de los pacientes lo refieren, incluso desde fases tempranas y en forma de cefalea, dolor muscular y anosmia. Otros síntomas son la dificultad para concentrarse y la “niebla cerebral” con fallos de atención o lentitud mental. No existen alteraciones de las pruebas de neuroimagen que hagan pensar en una lesión estructural del cerebro. 

3. Cardiología 
Es frecuente la descompensación en el control de presión arterial y de la frecuencia cardiaca, con hipo o hipertensión, con bradi o taquicardia, como un fracaso de los sistemas reguladores, pues tampoco se han confirmado alteraciones estructurales. 

4. Hematología 
Las trombosis asociadas al virus, su profilaxis y sus complicaciones, han sido uno de los motivos frecuentes de consulta de la COVID-19, en pacientes sin enfermedades hematológicas de base. El adecuado manejo de la prevención con heparina está pendiente de concretar. 

5. Otorrinolaringología 
La anosmia y la ageusia fueron de los primeros y más frecuentes síntomas identificados en pacientes COVID-19, así como su persistencia: no en vano, es el punto de entrada del virus en el cuerpo. Esos síntomas son más frecuentes en mujeres, en casos leves y moderados, así como en jóvenes. Aunque más del 80% recuperan espontáneamente el olfato en los primeros dos meses, en algunos persiste seis meses o más. Además, los que han precisado intubación prolongada y traqueotomía pueden asociar alteraciones de la voz o disfagia. 

6. Gastroenterología
Los más frecuentes son diarrea, náuseas, dolor abdominal y falta de apetito. Hasta en un 16% los síntomas gastrointestinales son los iniciales, antes de que aparezcan los síntomas respiratorios. Los ingresados en UCI por COVID presentan con más frecuencia, respecto a otros pacientes de UCI, íleo paralítico, isquemia intestinal y aumentos de transaminasas. Tampoco se han confirmado en el aparato digestivo o hígado que se produzcan lesiones estructurales persistentes. 

7. Medicina Interna 
En esta especialidad se concentran buena parte de los síntomas persistentes más frecuentes, suma de todos los anteriores, un amplio abanico conocido como síndrome post-COVID-19 y que se define como aquellos síntomas y signos que se desarrollan durante o después de la infección por SARS-CoV-2 que continúan por más de 12 semanas y que no se pueden explicar por un diagnóstico alternativo. 

8. Dermatología 
Se distinguen entre las manifestaciones de la piel que coinciden con los picos de la pandemias (muy variadas, desde urticaria a livedo reticularis, pasando por la lesiones similares a los sabañones o lesiones necróticas) de las que aparecen en la fase post-COVID (efluvio telógeno), así como empeoramiento de dermopatías previas. En la mayoría, la resolución cutánea ha sido completa en lo que constituye este puzle dermatológico de la COVID-19. 

9. Oftalmología 
Las complicaciones más frecuentes del ojo son las conjuntivitis, siendo más raras alteraciones de la motilidad ocular, uveítis o trombosis retinianas. El uso continuado de mascarilla también se relaciona con un aumento de casos de ojo seco. 

10. Psiquiatría 
El campo de la mente es otro de los grandes afectados por la pandemia. El aumento de la patología mental está claramente relacionado con los que han presentado la enfermedad COVID-19 y, sobre todo, con los que ingresaron en cuidados críticos. Cuatro síntomas clásicos (estrés postraumático, ansiedad, depresión e insomnio, solos o asociados) a los que se suma un nuevo fenómeno: la desmoralización o indefensión aprendida. Y especial vulnerabilidad en la adolescencia, con un evidente incremento de ideaciones suicidas y trastornos de la conducta alimentaria. 

Un decálogo para empezar a entender la “COVID persistente”.

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