lunes, 14 de diciembre de 2020

África y COVID-19: sobreviviendo entre la espada y la pared



Cuando surgió la amenaza de una pandemia de COVID-19 a principios de este año 2020 de tan mal recuerdo ya, muchos temieron sus efectos en los países menos desarrollados: y el prototipo era un continente como África. La preocupación por la combinación de sistemas de salud sobrecargados e insuficientemente financiados, y la carga ya existente de enfermedades infecciosas y no infecciosas, consiguieron que con frecuencia se hablara de ello en términos apocalípticos en este continente. Pero, por fortuna, no ha sido así... 

África representa el 17% de la población mundial, pero solo atesora un 3,5% de las muertes por COVID-19 comunicadas. Porque, más allá de una peor calidad de los datos recogidos sobre casos y fallecidos por la pandemia en estos países, la brecha entre las predicciones y lo que realmente ha ocurrido hasta el momento es asombrosa. Porque en muchos países africanos, la transmisión ha sido alta, pero la gravedad y la mortalidad han sido mucho más bajas que las predicciones originales, basadas en la experiencia de China, Estados Unidos y Europa. 

Se ha discutido mucho sobre a qué se debe este desfase y se han planteado varias posibilidades (y que deben sumarse para poder entender los datos): 

- La importancia de la edad. Quizás sea el factor de influencia más obvio, pues la estructura de edad de la población es bien diferente. Ya es evidente que el riesgo de muerte por COVID-19 para personas de 80 años o más es aproximadamente cien veces mayor que para las personas de 20 años. Y el ejemplo entre Reino Unido y Kenia sirve de ejemplo: Esto se aprecia mejor con un ejemplo: a 6 de diciembre, el Reino Unido había contabilizado 61.245 muertes por esta enfermedad, mientras que Kenia había contabilizado 1.526. La población del Reino Unido es de unos 66 millones de personas, con una edad media de 40 años. La población de Kenia es de 51 millones y la edad media es de 20 años. 

- La falta de identificación y registro de las muertes. En los países africanos la capacidad de realizar pruebas diagnósticas y el registro específico de muertes son complejos. Sin embargo, una diferencia en mortalidad de esta envergadura no se puede explicar completamente con la información que falta. No han faltado explicaciones a partir de otros factores. 

- Temperaturas altas y humedad. Se ha confirmado que los climas cálidos y húmedos parecen reducir la propagación del COVID-19, pues en esas condiciones los mecanismos con los que nuestras vías respiratorias despejan el virus funcionan mejor. Aunque África tiene globalmente temperaturas más altas y mayor humedad, no es igual en todos los países ni es constante a lo largo del año. 

- Inmunidad entrenada. Ante la posibilidad de respuestas inmunes preexistentes debidas a la exposición previa a otros patógenos (las infecciones en África forman parte de su día a día y de sus trágicas estadísticas de mortalidad) o a la vacunación BCG, una vacuna contra la tuberculosis aplicada al nacer en la mayoría de países africanos. 

- Factores genéticos. Que siempre acaban siendo relevantes. Un haplotipo (grupo de genes) recientemente descrito, asociado a un mayor riesgo de gravedad y presente en el 30% de los genomas del sur de Asia y en el 8% de los europeos, está casi ausente en África. 

- Respuestas más efectivas ante las pandemias. Quizás porque los del sistema de salud pública por parte de los países africanos están muy acostumbrados por experiencias anteriores a enfrentarse a epidemias o pandemias, y quizás puedan haber sido más efectivos en el control de la transmisión. 

- Otras posibilidades. 

Ante este panorama, el Grupo de Cooperación Internacional de la Asociación Española de Pediatría (AEP), acaban de publicar un artículo con el título que hemos utilizado en este post, un artículo que es pura ciencia y conciencia y que aconsejo leer en toda su extensión en este enlace.  

Y, tal como exponen en el resumen, conscientes de las dificultades planteadas en entornos con sistemas de salud robustos, donde la mortalidad ha sido significativa, y la transmisión difícilmente controlable, había una lógica preocupación por ver cómo el virus podría afectar a los países africanos, donde sus frágiles sistemas de salud auguraban un impacto aún mayor. Este «tsunami» anunciado, de potenciales consecuencias devastadoras, parece, sin embargo, no haber llegado todavía, y los países africanos, donde ya se ha evidenciado una creciente transmisión, no están viendo el impacto en la salud de sus habitantes que muchos habían predicho. Y en el artículo repasan la situación actual de la pandemia en el continente africano, intentando entender los determinantes de su lenta progresión. 

Porque en el continente africano, compuesto por 46 países y 1.216 millones de habitantes, el 72% de las muertes se deben a enfermedades contagiosas, como el sida, la tuberculosis, la malaria, las infecciones respiratorias y las complicaciones durante el embarazo y el parto, 
Algunos datos más pormenorizados: 
- África concentra el 60 % de las personas que viven con VIH en todo el mundo- 
- Cada año se registran unos 2,4 millones de casos de tuberculosis en la región africana -el 24% de todos los casos notificados en el mundo- y medio millón de muertes por ese motivo. 
- De los 20 países con mayores tasas de mortalidad materna, 19 se encuentran en África. La tasa de mortalidad de recién nacidos de la región africana es la más alta del mundo. Se estima que unos 50 de cada 1.000 bebés nacidos mueren durante sus primeros veintiocho días de vida. 
- La mortalidad infantil está en aumento en su proporcionalidad en el mundo. Si en 1960 se registraban en esos países el 14 % de todas las muertes de niños menores de 5 años ocurridas en todo el mundo, ese porcentaje se incrementó hasta el 23 % en 1980 y el 43 % en 2003 y en esas cifras se mantiene. 

Es por ello que mientras el SARS-CoV-2 es ahora un problema enorme en Europa y Estados Unidos, en África es sólo un problema más y que se suma a las decenas de grandes problemas que sufre el continente desde casi siempre.

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