sábado, 14 de agosto de 2010

Cine y Pediatría (31). La inquietante visión de la infancia de Juanma Bajo Ulloa


Hace años que no sabemos nada del polifacético Juanma Bajo Ulloa, un “enfant terrible” del cine español. Frágil fue su última película en el año 2004, pero su punto álgido ocurrió con Airbag (1997), una violenta y alocada road movie que se ha convertido que se convirtió en ese momento en la película más taquillera de la historia del cine español (superada luego con la serie Torrente; sin comentarios…).

Pero de Bajo Ulloa nos interesa sus inicios, con dos películas que tienen en común ser dos cuentos infantiles algo siniestros y barrocos, con dos niñas como protagonistas y la fuerza expresiva de sus imágenes. En 1983 fundó la productora Gasteizko Zinema; en 1991 hipotecó su casa para producir su primer largometraje (Alas de mariposa) y con los ingresos de ésta hizo su segundo largo (La madre muerta), dos años después.

Alas de mariposa (1991) narra la historia de Ami (Laura Vaquero), una niña de seis años introvertida y especialmente sensible. Su madre Carmen (Silvia Munt) vive obsesionada con la idea de tener un hijo varón, sentimiento que no comparte su marido. Cuando Carmen queda embarazada, el temor a la posible envidia de Ami impide a la madre hacer partícipe de su embarazo a la niña y provoca que la relación con su hija comience a deteriorarse día tras día. Cuando la madre da a luz, volviendo a casa con su hijo varón, la hija no lo soporta y comenzará a sentir odio por el recién nacido. Ami acaba asesinando al bebé, ahogándolo con la almohada. Trece años después, Ami vive casi oculta en su cuarto, ajena al mundo exterior, a su familia y a su propio sexo. Carmen no la perdona hasta que su hija, quince años después, ya mayor y víctima de una violación, se queda embarazada y va a tener su propio hijo.

Alas de mariposa recrea el simbolismo ambivalente de la figura de la madre: la que da la vida y, a la vez, transmite la muerte. La madre que ha sido hija, y la hija que se convierte en madre. Fábula sobre la infancia, los celos y el enfrentamiento familiar. Las alas de mariposa nos remiten al mundo espiritual, a la imaginación, a la inteligencia y, por tanto, la posibilidad de un avance espiritual y físico. La simbología de la película mereció la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián; asimismo, el director, guión y actriz principal recibieron sus correspondientes Goyas. Con el paso del tiempo nos quedan los ojos y la mirada de Ami, una Laura Vaquero con unos ojos de una profundidad pocas veces superada en nuestro cine, quizás a la altura de Ana Torrent en El espíritu de la colmena (Victor Erice, 1973), Andoni Erburu en Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997) o Nerea Camacho en Camino (Javier Fesser, 2008).

La madre muerta (1993) narra la historia de Leire (Ana Álvarez), una adolescente deficiente mental con rasgos autistas, sin expresividad tras ser testigo en su niñez del asesinato de su madre. El eje sobre el que se sustenta la película parte de un hecho traumático: la visión de la muerte violenta de su madre por parte de un asesino (Karra Elejalde) hace que Leire corte todos sus vínculos con la realidad. Pero la propuesta de Bajo Ulloa no se centra en narrar o hacernos sentir lo que le pasa o siente Leire, esa niña en cuerpo de mujer, sino en el personaje del asesino, quien, años después, se encuentra a la hija y siente un patológico acercamiento hacia ella, hacia una joven que nunca se ríe.
Propuesta todavía más radical que la de su ópera prima, sobre las actitudes de unos personajes marginales, unidos y abrazados en un mundo que no puede ser el de la realidad.. Película atrevida, pero con crítica desigual.

Dos películas que reflejan el gusto de Juanma Bajo Ulloa por las atmósferas opresivas e inquietantes, visionadas a través de diversas etapas de la infancia.


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