sábado, 19 de julio de 2025

Cine y Pediatría (810) “Nuestra querida profesora”, difícil de encontrar, difícil de dejar e imposible de olvidar

 

Las historias alrededor de alumnos y profesores en las escuelas e institutos es un tema recurrente en Cine y Pediatría. Películas llenas de valores desde la ficción o la realidad. Y dentro de la realidad de algunas historias, un buen número de ellas se enmarcan como películas documentales y son ejemplos paradigmáticos las siguientes, desde diferentes nacionalidades: desde Francia, Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002), La clase (Laurent Cantet, 2008), Sólo es el principio (Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier, 2010), Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013), El gran día (Pascal Plisson, 2015); desde España, Entre maestros (Pablo Usón, 2012), La hora del patio (Manuel Pérez Cáceres, 2012), El lápiz, la nieve y la hierba (Arturo Méndiz, 2017), Picotazos contra el cristal (Rafael Moles y Pepa Andreu, 2019), Nous, la evolución del pensamiento (Henar Rodríguez y Christian Dehugo, 2019), Las clases (Orencio Boix, 2021); desde Argentina, La educación prohibida (German Doin, 2012), Escuela normal (Celina Murga, 2012), Escuela de sordos (Ada Frontini, 2013), Las clases (Orencio Boix, 2021); desde Bélgica, Pequeña escuela (Lydie Wisshaypt-Claudel, 2022), Una oportunidad para ellos (Thierry Michel, Pascal Colson, 2017); desde Estados Unidos, Esperando a Superman (Davis Guggenheim, 2010); desde Países Bajos, Los niños de la señorita Kiet (Peter Lataster y Petra Lataster-Czisch, 2016); desde Alemania, El profesor Bachmann y su clase (Maria Speth, 2021); entre otras muchas. Y hoy llega la reciente película documental austriaca, Nuestra querida profesora (Ruth Beckermann, 2024).  

Nuestra querida profesora retrata, durante tres años (entre 2020 y 2023) y tres cursos, a un grupo de niños y niñas que crece desde segundo hasta cuarto de Primaria en una escuela pública del distrito de Favoriten, una de las zonas más multiculturales de Viena, y siempre con la misma profesora, Ilkay, de origen turco. De hecho, el título original de esta película es, precisamente, Favoriten. Y en el transcurso de este periodo escolar nos sumergimos en un gran colegio vienés en el que la mayoría de alumnos son inmigrantes (de Turquía, Siria, Túnez, Chechenia, Afganistán, Ucrania, Bulgaria, Macedonia, Albania,…) y están integrándose y aprendiendo en alemán. Además de la falta de recursos, Ilkay y sus colegas profesores se enfrentan a estas clases multiculturales en las que la comunicación a veces se ve dificultada por el idioma. 

Es Nuestra querida profesora una película que se transforma en una oda a la infancia, donde se celebra el trabajo de los educadores y el aprendizaje de cada día, tanto dentro como fuera de las aulas. Y con dos aspectos nucleares que son el punto de partida del documental de Ruth Bechermann: uno, el conocer que del 60 % de los niños de las escuelas primarias vienesas no hablan alemán como primera lengua; y, al mismo tiempo, reconocer que hay una aguda escasez de profesores. Dos datos que pueden sorprender de una sociedad tan aparentemente avanzada y estructurada como la austriaca. 

Y durante estos tres cursos acompañamos a esta clase de alumnos desde los 7 a los 10 años, allí donde su ambiciosa profesora, Ilkay, está decidida a crear un entorno inclusivo y seguro para los esos niños y niñas que en su mayoría no hablan alemán en casa, y donde muchas familias están marcadas por la guerra y se enfrentan a la discriminación. A pesar de contar con pocos recursos, Ilkay guía a su clase a través de las aventuras de la educación, con visibles derrotas y victorias del día a día. Y durante el metraje vamos conociendo a los 24 alumnos de clase (Majeda, Melisa, Teodora, Mohammed, Egemen, Selin, Eda, Hafsa, Ibro, Valentin, Manessa, Alper, Rebeca, Nerjiss, Dani, Beid, Ibrahim, Liemar, Furkan, Selen, Natalia, Danilo, Fátima, David) y también algo de sus familias, con sus luces y sus sombras, con sus dificultades y oportunidades. 

Porque durante estos tres cursos asistimos a muy diversos momentos de esa interacción entre alumnos y su profesora, desde las clases tradicionales a las clases de relajación o natación, desde las visitas a una mezquita a la visita a la catedral de San Esteban de Viena, desde la celebración de la llegada del Ramadán (“Aún sois niños. Los niños aún no estáis obligados a ayunar. Pero también podéis probarlo. El fin de semana, el sábado o el domingo”) a los debates sobre las guerras de Siria y Ucrania (y el mensaje de Ilkay: “Para mí es muy importante que lo recordéis. La paz es lo más importante del mundo. La guerra, las peleas y los golpes, eso también lo aprendemos en la escuela…,¿sirve de algo?”), desde los exámenes a las tutorías con los padres de los alumnos. Y esa continua mediación de la profesora en los conflictos y peleas de sus alumnos en busca de la conciliación. Y todos integrándose al alemán, tal como una alumna recuerda a otra: “No hables turco. Habla alemán. Eso no está permitido”

En un momento dado, el director del centro reúne a los profesores y les cuenta que no contarán este curso con trabajadora social ni con psicóloga por varios motivos, y no saben si tendrán sustituta. Y así ocurre cuando, en cuarto de Primaria, Ilkay comunica a sus alumnos que está embarazada y tendrá que irse de baja a mitad de curso. Y la despedida de sus alumnos es muy emotiva, e incluye mensajes como este que una alumna le regala: “Un buen profesor es difícil de encontrar, difícil de dejar e imposible de olvidar”. Y en el momento de la despedida Ilkay se pone a llorar porque no han conseguido que nadie la releve para el resto del curso y muchos de los niños y niñas también lloran desconsoladamente. “Estudiad mucho, demostrar a los demás de lo que sois capaces…Habéis aprendido mucho en los últimos cuatro años… Que sean lágrimas de alegría porque nos volveremos a ver”. Y tras el final, uno a uno se van presentando los 24 alumnos. Y este mensaje como colofón: “Tres días después, se encontró un nuevo profesor para la clase. Rodada entre otoño de 2020 y primavera de 2023 en la escuela primaria más grande de Viena Bernhardsthalgasse, distrito 10, Favoriten”. 

Una película especial, una vivencia especial. Porque Ruth Beckermann filma con una mirada empática pero sin idealizar, y para ello su dirección es contenida y deja que las escenas hablen por sí mismas. Usa ese cine de observación sin entrevistas ni voz en off, donde la cámara es casi invisible, lo que permite una naturalidad y espontaneidad sorprendentes. Y donde hay una clara intención de no juzgar, sino de observar y comprender esta realidad que se nos cuenta en un momento donde Austria, como gran parte de Europa, enfrenta debates sobre la inmigración, la identidad nacional y la integración. El documental evita lo panfletario, pero es profundamente político en su elección de tema: mostrar cómo se construye la sociedad desde abajo, desde el aula. 

Nuestra querida profesora nos regala varios temas para el debate, como el multiculturalismo y migración (donde esa aula se convierte en un retrato de la nueva Europa, un microcosmos de nuestra sociedad, donde la integración, el entendimiento y los choques culturales son parte del día a día), la educación como herramienta social (con el papel central de esta profesora firme y paciente, dialogante y creativa, que intenta integrar los valores familiares y culturales para enseñar respeto mutuo y fomentar la convivencia) y esa construcción de la identidad desde la infancia (porque la película da voz a los alumnos, a sus sueños, sus frustraciones, sus preguntas sobre género, religión y pertenencia, por lo que, a través de ellos, se refleja la tensión entre las raíces culturales de sus familias y los valores del país que los acoge). En general, una película documental conmovedora y reflexiva que destaca la importancia de la educación y la dedicación de los docentes. Y como esta profesora, también una película difícil de encontrar, difícil de dejar e imposible de olvidar.

 

miércoles, 16 de julio de 2025

Decálogo de recomendaciones para el uso responsable de imágenes de menores en contextos sanitarios

 

La práctica de compartir imágenes de niños y niñas en contextos sanitarios, ya sea en redes sociales, publicaciones institucionales, medios de comunicación o campañas de sensibilización, debe abordarse con extrema precaución. Así lo ha advertido el Comité de Bioética de la Asociación Española de Pediatría, que hace unos meses publicó una serie de recomendaciones éticas dirigidas tanto a profesionales como a instituciones y familias, con el objetivo de preservar la intimidad, la dignidad y los derechos de la infancia. 

El documento completo se puede revisar en este enlace, pero vale la pena recordar este diálogo para hacer buen uso de ello.

1. Prudencia: antes de publicar una imagen, es fundamental preguntarse: “¿Esto protege al menor? ¿Esto le respeta? ¿Qué impacto puede tener?” Si la respuesta a las primeras preguntas no es claramente afirmativa, lo prudente es no difundirla. 

2. Consentimiento: la toma y difusión de imágenes debe contar con el consentimiento explícito de los padres o tutores, y, si el menor tiene suficiente madurez, también con su opinión. Este consentimiento debe estar documentado. 

3. Respeto: las imágenes no deben mostrar al menor en situaciones humillantes, dolorosas o invasivas que puedan dañar su dignidad. 

4. Privacidad: salvaguardar la privacidad de los niños, niñas y sus familias. Siempre se debe evitar que se identifique al menor en las imágenes compartidas y limitar la imagen a los aspectos relevantes. 

5. Responsabilidad: incluso en contextos educativos o de formación, siempre debe respetarse la intimidad de cada familia. Aunque no se haya tomado la imagen, al usarla se asume la responsabilidad. 

6. Empatía: evitar imágenes que exploten el dolor o con un gran componente emocional que busquen generar reacciones o la autopromoción. Las imágenes deben ser respetuosas y centrarse en el mensaje, no en la exposición del menor. 

7. Regulación: seguir las normas del centro de trabajo sobre el uso de redes sociales, así como la legislación vigente. Si no existen, fomentar que se elaboren. 

8. Profesionalidad: las redes no deben ser un espacio para hacer diagnósticos. Cada paciente merece una atención profesional personalizada, no hacer respuestas genéricas online como si todos los pacientes fueran iguales. 

9. Coherencia: no pedir a las familias que envíen imágenes de sus hijos/as salvo que sea absolutamente necesario. Si lo hacen, cuidar su uso y eliminarlas cuando ya no se necesiten o justificar su inclusión en los registros documentales adecuados, como la historia clínica. 

10. Educación: fomentar una actitud de respeto en el uso de la información en redes por parte del menor y su familia. Explicarles qué riesgos existen y cómo cuidarse en el entorno digital.

Porque este documento sitúa el bienestar del menor en el centro de cualquier práctica comunicativa que implique su imagen. Aunque la difusión de fotografías o vídeos de menores puede partir de iniciativas bienintencionadas como visibilizar una enfermedad, sensibilizar a la sociedad o mostrar el trabajo sanitario, el comité recuerda que no siempre se mide adecuadamente el impacto que estas imágenes pueden tener en el desarrollo personal, la vida social o la autoestima del menor, especialmente cuando quedan expuestas en entornos digitales de difícil control.

lunes, 14 de julio de 2025

Llamando a la Tierra, llamando a la Tierra… llamando a la Medicina Medioambiental

 

La Medicina Medioambiental es una rama de la medicina que estudia las interacciones entre el entorno físico, químico, biológico y social y la salud humana, con un énfasis en la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades causadas o agravadas por factores ambientales. En Pediatría, esta disciplina adquiere una especial relevancia debido a la mayor vulnerabilidad de los niños y niñas a los efectos de contaminantes ambientales y a la importancia crítica del entorno durante las etapas clave del desarrollo. 

La Medicina Medioambiental tiene, al menos, los siguientes objetivos identificar exposiciones nocivas en el ambiente (aire, agua, suelo, alimentos, productos químicos, etc.); prevenir y reducir riesgos ambientales que afectan a la salud individual y colectiva;  diseñar intervenciones clínicas, educativas y políticas para mejorar el entorno; y relacionar el estado de salud con el exposoma (es decir, el conjunto total de exposiciones ambientales que una persona experimenta a lo largo de su vida). 

Desde un punto de vista histórico cabe recordar que la preocupación por los factores ambientales y su relación con la salud humana no es nueva. Ya en el siglo XIX, con figuras como Rudolf Virchow y John Snow, se hablaba del impacto del entorno urbano y sanitario en la enfermedad (cólera, tuberculosis...). Y así, la Medicina del trabajo y la Higiene pública son predecesores conceptuales. Pero es en la década de los 60 del siglo pasado cuando empieza a emerger como disciplina influenciada por la conciencia ecológica, con obras como “Primavera silenciosa” de Rachel Carson (1962), y casos emblemáticos como el de Minamata o el uso de DDT evidenciaron el vínculo directo entre tóxicos ambientales y enfermedades. La consolidación académica y pediátrica se da a partir de la década de los 90, y organizaciones como la OMS, la EPA (EE.UU.) y las PEHSU (Pediatric Environmental Health Specialty Units) desarrollan líneas de acción, guías y redes de formación. 

En 2007 se crea el Comité de Salud Medioambiental (CSM) de la Asociación Española de Pediatría (AEP), convirtiéndose en un referente a nivel nacional. Y este CSM-AEP acaba de liderar el Curso de Continuum titulado “Medicina medioambiental: qué hacer para mejorar mi salud y la de todos” y que ha contado con la coordinación del Dr. Juan Antonio Ortega, buen amigo y colaborador desde hace décadas, quien dio el primer paso en nuestro país de las PEHSU con la creación Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia). Y JAO, como gusta que le llamen, se ha acompañado de entregados colaboradores, todos ellos apasionados pediatras medioambientales que lideran otras unidades del país.  

Un curso en el que hemos podido adentrarnos en los principios fundamentales de la Medicina Medioambiental Pediátrica: 
- Vulnerabilidad diferencial: niños, fetos y adolescentes son más sensibles a tóxicos por su desarrollo biológico, comportamiento (mayor contacto con suelo, manos en boca) y mayor exposición proporcional (respiran más aire por kg de peso). 
- Ventanas críticas: períodos como el embarazo, la infancia temprana o la adolescencia son altamente sensibles a impactos que pueden tener consecuencias a largo plazo. 
- Exposoma: enfoque integral que estudia todas las exposiciones ambientales desde la concepción hasta la adultez. 
- Enfoque preventivo y de precaución: intervención temprana antes del daño, aunque no se haya demostrado causalidad absoluta. 

Nos encontramos ante una nueva rama de la Pediatría, tan desconocida como necesaria. Y son necesarios pediatras entusiasmados con la Medicina medioambiental, como JAO y sus colaboradores, para que avancemos en este sentido, aprovechando la mayor conciencia ecológica de las nuevas generaciones. Y por ello vale la pena hablar del libro publicado en 2021 por JAO y titulado “Llamando a la Tierra… llamando a la Tierra: Una aproximación al modelo de la Salud Medioambiental”, una obra de divulgación científica para todos los públicos, que propone una "ilustración ecológica" orientada a redefinir la relación humana con la naturaleza y la salud. Y en el que se nos propone un modelo integral de Salud Medioambiental o Ambiómica, que conecta salud individual, entornos naturales y sistemas socioecológicos. En definitiva, un libro que es una invitación visionaria para repensar nuestra relación con el entorno y la salud, un texto potente desde lo ético y lo emocional. 

Un curso y un libro para adentrarnos en la justa y necesaria Salud Medioambiental.

sábado, 12 de julio de 2025

Cine y Pediatría (809) “Perros de presa”, el señor de las SS

 

Las filmografías poco conocidas siempre son un descubrimiento en Cine y Pediatría. Y es curioso que tras superar las 800 entradas (y, posiblemente, más de mil películas) en Cine y Pediatría, solo una película tenga la nacionalidad polaca: Playground (Patio de recreo) (Bartosz M. Kowalski, 2016), una película basada en hechos reales que nos saca de nuestra zona de confort alrededor del último día de colegio de tres preadolescentes de 12 años y ese lado oscuro de la infancia.  Es cierto que otras dos películas estadounidenses en Cine y Pediatría cuentan con directores polacos: La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) e Hijos de un mismo Dios (Yuran Bogayevicz, 2001). La última película en relación con las secuelas de la Segunda Guerra Mundial en la infancia, una de las grandes secuelas de este país. Y también este es el tema de nuestra película de hoy, la segunda de nacionalidad polaca en nuestro proyecto, y donde también se nos muestra un lado nada luminoso de sus protagonistas infantiles: Perros de presa (Adrian Panek, 2018). Porque en ese universo trillado del cine de nazis que prácticamente ocupa un espacio propio dentro del género bélico y dramático, empiezan a hacer falta nuevas visiones, que adapten la historias a terrenos más imaginativos, que alejen en parte ese fantasma de lo repetitivo. Buenos ejemplos ya revisados son Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), La infancia de Iván (Andrei Tarkovsky, 1962), El tambor de hojalata (Volker Schöndorff, 1979), La vida es bella (Roberto Benigni, 1997), El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), La ladrona de libros (Brian Percival, 2013), o Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019), entre otras muchas.       

La trama de Perros de presa comienza en febrero de 1945 en el campo de concentración de Gross-Rosen, conocido por el tratamiento brutal de los presos, y que llegó a tener en su apogeo hasta 60 subcampos, situados en el este de Alemania y en la Polonia ocupada. Aquí nos sitúa en el subcampo de Wolfsberg y apreciamos cómo maltratan a los prisioneros antes de abandonarlos y que entren las tropas del Ejército Rojo para liberarlos. Entre estos presos se encuentran ocho niños y niñas judíos de diferentes edades, quienes terminan refugiados en una enorme mansión, un orfanato abandonado en mitad del bosque sin agua ni luz, y que será básicamente el único escenario. Un nuevo retrato sobre esos menores víctimas del nazismo, algo que ya es un género en sí mismo (La vida es bella, El niño del pijama de rayas), en el que convergen los mecanismos de disputa por el poder y el liderazgo de El señor de las moscas (Peter Brook, 1963) con la fantasía alegórica de Cujo (Lewis Teague, 1983) película basada en la novela de Stephen King sobre un San Bernardo rabioso que aterroriza sistemáticamente a todo un vecindario, o Cuerdas (José Luis Montesinos, 2019), película española alrededor de una niña tetrapléjica y su perro pastor belga. El trauma sociohistórico se encierra en un microcosmos y se carga sobre los hombros de unos menores inocentes que tienen tanta hambre como las fieras que les acechan, curiosamente perros y no lobos, perros entrenados por las SS para cazar prisioneros. “Comeremos con cubiertos, como las personas normales”, instruye Hanka, la mayor entre un grupo de niños de aspecto famélico.  

Toda una fábula de terror con tintes de thriller de supervivencia y coming of age sobre los efectos de la crueldad en la psique humana. Niños y adolescentes con demasiadas cicatrices físicas y psíquicas tras lo vivido, como esa niña pequeña que dejó de hablar o ese adolescente obsesionado con el hallazgo de un cadáver. La cuidadora del orfanato nos dice: “Si los chicos pasan hambre, se matarán entre ellos”. Porque este grupo de jóvenes ha sido liberado de uno de estos campos nazis gracias a la intervención de los soldados soviéticos, y tienen que buscarse la vida en medio del bosque, donde encontraran un viejo orfanato abandonado y allí tendrán que salir a delante. Muchos de los adolescentes entraron en los campos de concentración cuando eran niños, después de separarlos de sus familias y allí lo único que han conocido ha sido la violencia y el horror. Todavía se encuentran en estado de shock e incluso ninguno de ellos se ha quitado la ropa que llevaban cuando estaban presos. El verdadero problema llega cuando se encuentren con un grupo de perros salvajes abandonados por los nazis poco antes de que terminara la guerra y contra los que tendrán que luchar. “¿Los oficiales de las SS se han convertido en lobos?”, pregunta uno de los pequeños. Y los chicos gritan “¡Arriba! ¡Abajo!”, expresiones que antes los nazis les gritaban a ellos y ahora son ellos los que ordenan a los perros a los que acaban de tener a su lado… en lo que para muchos es una alegoría del nazismo. Porque, lo que comienza como un proceso de recuperación de la infancia arrebatada, se transforma en un delirio terrorífico en el que el Holocausto vuelve a llamar a las puertas de estos niños y niñas, reconvertido ahora en una jauría de perros rabiosos que dibujan con su hambre insaciable la más violenta metáfora sobre las heridas de la Segunda Guerra Mundial. 

Perros de presa es una acusación implícita sobre cómo la barbarie del mundo adulto (la guerra, los campos de concentración) es la que ha "creado" a estos niños y niñas, allí donde se nos subraya cómo la iniquidad humana se proyecta y deja cicatrices profundas en las generaciones futuras, convirtiéndolos en víctimas y, en cierta medida, en reflejos distorsionados de la crueldad que sufrieron. Y cómo están sometidos a un doble peligro, el externo representado por los perros símbolo implacable de la crueldad de la guerra que los persigue, y el interno, esa brutalidad que se ha infiltrado en los propios menores, la pérdida de su inocencia y la facilidad con la que pueden ceder a sus instintos más primarios. Es una advertencia sobre cómo el mal externo puede corromper el interior, y por ello Perros de presa viene a ser el señor de las SS. 

Decir que para llevar a cabo esta película, su director, Adrian Panek incumplió las dos reglas que decía Hitchcock sobre nunca trabajar con animales o niños.

 

miércoles, 9 de julio de 2025

Libro de Continuum "Imágenes en Radiología"

 

En agosto de 2020 presentamos el primer libro de Imágenes de la Semana de la plataforma Continuum de la Asociación Española de Pediatría (AEP), bajo el título de “Imágenes en patología infecciosa”. Y en octubre de 2023 se publicó el segundo libro, bajo el título de “Imágenes en Neonatología”. Y hoy tenemos la satisfacción de compartir el tercer libro temático de esta interesante sección de la plataforma de formación continuada on line de la AEP, en este caso bajo el título de "IMÁGENES EN RADIOLOGÍA"

Y este libro nace como una recopilación de entidades con asiento en el sistema musculoesquelético, enviadas por pediatras que tienen su ámbito de trabajo tanto en Atención Primaria como a nivel hospitalario. Tras más de 12 años de existencia de la plataforma formativa Continuum, la sección Imagen de la Semana ha demostrado ser una herramienta valiosa para el aprendizaje continuo de los profesionales de la salud. Cada imagen representa un reto diagnóstico y una oportunidad educativa, permitiendo a médicos en formación y especialistas profundizar en la interpretación radiológica (especialmente con radiografía simple) y en la correlación clínica de diversos casos. La selección de imágenes óseas, en particular, ha despertado un interés notable debido a la complejidad inherente a las patologías esqueléticas y a la importancia de un diagnóstico certero para orientar el tratamiento adecuado. 

De nuevo, un libro que es producto de un trabajo de equipo, desde todo el Equipo de Continuum a la edición de Lúa Ediciones 3.0, pero con el especial agradecimiento a cada uno de los autores (adjuntos y residentes de Pediatría en su mayoría) que han elaborado cada uno de estos capítulos con las imágenes y la experiencia de su práctica clínica. 

El libro está ubicado en la Biblioteca de Continuum, desde donde podéis acceder, pero también lo podéis realizar desde la señal de “novedad” de la propia sección de Imagen de la Semana.  

Un libro de 178 páginas donde se analizan en profundidad 50 imágenes sobre diferentes patologías con un formato docente muy atractivo

El libro es de acceso gratuito a todos los socios de la AEP. Para aquellos que no sean socios de la AEP, el libro tiene un precio de descarga. 

Es una gran satisfacción para todo el equipo que hemos formado parte del equipo de Continuum desde hace una década. Y a buen seguro también, una alegría para todos los pediatras que conformamos la AEP. 

Y ya van seis libros publicados desde Continuum… y esperemos que el viaje continúe.

lunes, 7 de julio de 2025

Actualizaciones de EvidenceUpdates en Neonatología (XXVII): primer semestre 2025

 

Un semestre más - y llevamos 27 ediciones - retornamos con las actualizaciones de EvidenceUpdates en Neonatología, en esta ocasión con el primer semestre del 2025, tanto para revistas biomédicas como en Colaboración Cochrane. 

Como es habitual, seleccionamos aquellas revisiones sistemáticas con una puntuación > 5 en las áreas de interés de EvidenceUpdates: 








sábado, 5 de julio de 2025

Cine y Pediatría (808) “The Tale”, un cuento que nunca debiera contarse

 

"La historia que estáis a punto de ver es cierta, al menos hasta lo que yo sé...". Así comienza la película distribuida por HBO para la televisión por título The Tale (Jennifer Fox, 2018), una dura e impactante historia real basada en la propia experiencia vivida por la directora del filme, un drama psicológico que cuenta la historia de esta consolidada documentalista,  sobre su abuso sexual en su niñez, del cual toma conciencia cuando su madre (Ellen Burstyn) encuentra un ensayo suyo que escribió cuando tenía 13 años, un texto que revela una relación abusiva con un hombre adulto, que en su momento ella percibía como una historia de amor. Buen guión en dos tramas de espacio tiempo, con continuos saltos temporales al presente de una Jennifer adulta (Laura Dern) y al pasado de una niña y adolescente Jenny (Isabelle Nelisse) que se nos presenta como la anti-Lolita, todo lo contrario a una niña-mujer seductora. Una película para comprender cómo se van tejiendo las historias de abuso entre un adulto y una menor, una iniciación sexual que, por su carácter traumático, se le presenta como algo ambiguo y confuso. Y ahora nuestra protagonista (y directora) tiene que enfrentarse a ello, afrontar sus recuerdos y sanar sus heridas. Una película dura, pero que merece ser vista y analizada. 

Es interesante la manera cómo la mujer se enfrenta a la verdad de un recuerdo idealizado y que oculta lo que tuvo de terrorífico. Y en dos momentos, al principio y final de la historia, aparece esta vez en off de Jenny: “He conocido a dos personas muy especiales a las que cada vez quiero más. Imaginen a una mujer que está casada y a un hombre que está divorciado. Tengo la enorme suerte de compartir el amor de los dos”. Y esas dos personas son Jane, la Sra. G (Elizabeth Debicki), su entrenadora de caballos, y Bill (Jasson Ritter), el entrenador físico que colabora en la escuela de equitación. Entre ellos y las alumnas que acuden a ese centro existe una peculiar relación, especialmente con Jenny, a la que acaban confesando que ellos son amantes, y ella guarda el secreto. Pues ella prefiere este entorno que el de su familia numerosa, las normas de su casa y la relación con sus padres. Y esto llega al punto que todos los fines Jenny pasaba los fines de semana en la granja de la Sra. G, con el consentimiento de sus padres. 

Y en continuas escenas retrospectivas (flashback) y prolepsis (flashforward), donde se desgranan los recuerdos que ese escrito ha sacado a la luz, se nos acerca a algo que presentimos como oscuro. Porque Jane y Bill se presentan como adultos protectores con Jenny y le ofrecen formar una familia basada en la honestidad y el amor. La menor no quiere ser víctima, pero Bill es el prototipo del narcisista perverso que realiza un acoso implacable y sistemático a una niña que quiere dominar como su objeto sexual absoluto; y con el tiempo le pide: “¿Podrías hacerme un favor? Me dejas que te vea…”. Y donde también destaca el ambiguo rol de Jane, su entrenadora. Y a medida que avanzan los abusos, donde Bill usa a Jenny como su amante, esta nos expresa este confundido pensamiento: “Cuando llegamos tan lejos, ya no sé cómo decir que no… Yo le quiero y él a mi”. Característico síndrome de Estocolmo de la víctima… Porque estos abusadores se presentan como personajes complejos, lejos del arquetipo de villanos, lo que nos representa la forma en que los abusadores se infiltran en la vida de sus víctimas desde la manipulación, el afecto y la seducción emocional. 

The Tale aborda temas profundamente personales y dolorosos como el abuso sexual infantil, la memoria, la negación y la reelaboración del trauma. No solo es cine, sino también una forma de terapia y confrontación pública con una verdad silenciada durante años y que tiene que reconstruir. Y al final, la madre de Jenny le confiesa: “Fracasé en lo más importante que una madre debe hacer: ¡protegerte!”. Y nos transporta a esa tramo final donde la Jennifer adulta conversa con la Jenny adolescente, y donde la menor se sigue considerando una heroína y no una víctima. Y para romper ese círculo, Jennifer decide reencontrarse con Jane y con Bill después de décadas. Y todos los fantasmas reaparecen…, también los del espectador. Porque sentimos que esta cuento nunca debiera haber sido contado, por mucho que la Sra. G le diga a Jennifer: “Cambiaría mil cosas si volviera atrás”. 

Vale la pena subrayar que uno de los mayores logros de The Tale es su uso de una narrativa no lineal. La historia se desarrolla como una investigación personal, con constantes saltos temporales entre el presente y los recuerdos del pasado, que se van modificando a medida que Jennifer se acerca más a la verdad, lo que refleja cómo la memoria humana se ve influenciada por emociones, mecanismos de defensa y el paso del tiempo. Y otro punto a destacar es la interpretación de Laura Dern, conmovedora, matizada y valiente. Una gran actuación a la que nos tiene acostumbrada esta actriz con centenares de películas en su haber, muchas de las cuales ya forman parte de Cine y Pediatría, como Máscara (Peter Bogdanovich, 1984), Un mundo perfecto (Clint Eastwood,1993), Yo soy Sam (Jessie Nelson, 2001), Alma salvaje (Jean-Marc Vallée, 2014), Mujercitas (Greta Gerwing, 2019), Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019) y El hijo (Florian Zeller, 2022). Pero si bien en estas películas citadas su papel es secundario, en The Tale se lleva todos los honores, con un papel protagonista a la altura de Rambling Rose (Martha Coolidge, 1991), Corazón salvaje (David Lynch, 1990) o Inland Empire (David Lynch, 2006).        çç

Lo dicho, The Tale es un cuento que ningún menor debiera vivir ni recordar. Pero una vez visualizada la película nos permite debatir sobre varios temas importantes, como la reconstrucción de la memoria (no como archivo, sino como una narrativa en constante reescritura), el abuso y la negación, así como el empoderamiento y autoexploración (que nos ofrece un camino hacia la comprensión y la resiliencia). Porque al tratarse de un caso real contado por la propia sobreviviente, se convierte en un testimonio urgente y honesto que trasciende lo individual, quizás una de las películas más importantes del siglo XXI en cuanto a representación de abuso sexual y trauma infantil. Y Jennifer Fox demuestra que el cine puede ser una herramienta poderosa para narrar lo que durante años no pudo decirse en voz alta.

 

miércoles, 2 de julio de 2025

La infancia (y la familia) bajo el prisma de Yasujirō Ozu

 

Yasujirō Ozu (1903-1963) es considerado uno de los maestros del cine japonés y mundial y era visto como uno de los directores "más japoneses". Su obra, caracterizada por la sutileza y la profundidad emocional, ha dejado una huella imborrable en la historia del séptimo arte. Durante su vida recibió dentro y fuera de su país todo tipo de galardones y, tras su muerte su fama alcanzó cotas aún más altas y su obra influyó en directores como Jim Jarmusch, Wim Wenders, Aki Kaurismäki o Hou Hsiao-Hsien. 

Rodó un total de 53 películas, más de la mitad en sus primeros cinco años como director; y todas menos tres con los estudios Sochiku, estudio en el que ingresó en 1923 como asistente de cámara. Fue un firme defensor de la cámara estática y las composiciones meticulosas, allí donde su plano característico era el tomado desde solamente unos 90 centímetros sobre el suelo, esto es, el punto de vista de un adulto sentado sobre un tatami, nada más nipón que esto. Un repaso a su filmografía esencial incluye su obra más universal, Cuentos de Tokyo / Tokyo monogatari (1953), pero también otras como Primavera tardía / Banshun (1949), Las hermanas Munekata / Munekata kyodai (1950), El comienzo del verano / Bakushû (1951), El sabor del té verde con arroz / Ochazuke no aji (1952), Primavera precoz / Soshun (1956), Crepúsculo en Tokyo / Tokyo boshoku (1957), Flores de equinoccio / Higanbana (1958), La hierba errante / Ukikusa (1959), El otoño de la familia Kohayagawa (El final del verano) / Kohayagawa-ke no aki (1961) o El sabor del sake / Sanma no aji (1962). Y en ellas siempre aparece otra de las señas de identidad en el cine de Ozu: el de ser el uno de los directores que más y mejor ha reflexionado sobre la familia en la historia del cine. 

El cine de Yasujirō Ozu es un tesoro cinematográfico que invita a la reflexión y la contemplación. Y hoy recordamos expresamente dos películas de su filmografía donde los niños son una pieza fundamental como reflejo de los anhelos y las frustraciones de los adultos, en un entorno que gravita entre el hogar, la escuela y el grupo de amigos: una película muda y en blanco y negro, He nacido, pero… (1932), otra sonora y en color, Buenos días (1959). 

- He nacido, pero…/ Otona no miru ehon (1932). Algunos la consideran aún hoy una de las grandes películas sobre niños de la historia del cine, descrito al inicio como “un cuento para adultos”. Fusiona el “slapstick” y el “shoshimin", un subgénero que nace en aquella época para prestar atención a las fricciones sociales del oficinista medio y su familia con un Japón pleno de mutaciones. Una obra en tono de comedia con ese proceso de aprendizaje de los dos hermanos protagonistas a través de una sencilla historia que resguarda unos cuantos mensajes sobre la jerarquización social del mundo de los adultos, y que tiene bastante de autobiográfico. 

- Buenos días / Ohayo (1959). Es como una actualización de la anterior joya del cine mudo. De nuevo, las familias, el hogar, la escuela y el mundo adulto son sabiamente entrelazados con sus habituales dosis de encanto y elegancia. Aquí con la aparición de la lavadora y el televisor en las vidas domésticas. Y bajo su aparente sencillez, esconde una aguda observación de la sociedad japonesa de la época con una profunda reflexión sobre la comunicación, el cambio generacional y la importancia de la autenticidad en las relaciones humanas. 

La sombra de Yasujirō Ozu sobre la importancia de la infancia (y la familia) se ha extendido fuera y dentro de Japón. Y en este país del sol naciente hay dos ejemplos carismáticos: Studio Ghibli e Hirokazu Koreeda. Pero toda esta particular visión de la infancia y la familia desde el país del sol naciente comenzó con Yasujirō Ozu. 

Y el análisis en profundidad de estas películas se puede revisar en reciente artículo publicado en el último número de la revista Arte y Medicina, que se puede revisar en las páginas 42 a 48. Porque la representación de la infancia en el cine japonés abarca una amplia gama de perspectivas, y ello en un contexto social y cultural específico como es el nipón. Y aunque Ozu es conocido por sus retratos de la vida adulta, los niños a menudo aparecen en sus películas, sirviendo como un contraste con el mundo adulto y un recordatorio del paso del tiempo. .