sábado, 6 de mayo de 2017

Cine y Pediatría (382). "Tilt" solo es el principio de una nueva partida


Hay filmografías prácticamente desconocidas por nosotros. Y no hablamos de países de otros continentes, sino de la misma Europa. Yo no guardo en la memoria ninguna película de Bulgaria y por ello hoy viene a Cine y Pediatría una película de este país (en realidad, una coproducción búlgaro-alemana), para algunos la película más aclamada del cine búlgaro reciente, seleccionada por su país para competir para el Oscar a la Mejor Película Extranjera. La película lleva por título Mi generación en español, pero por esa mala costumbre de traducir los títulos (y las películas), me quedo con todo el valor de su título original: Tilt. Una película del año 2011 que significa un imponente debut de Viktor Chouchkov, director formado en National Academy of Theater and Film Arts en Sofia. 
Tilt es más que una historia de amor ambientada en los cambios políticos y sociales de la Europa del este de finales de los 80 y principios de los 90, una nueva versión de Romeo y Julieta ambientada no en la cálida Verona renacentista, sino en la fría capital búlgara en tiempos de cambio y de crisis. Y con una pregunta en el aire: ¿puede este amor sobrevivir a la inmigración, a la violencia y a la inmoralidad social? 

La primera escena nos marca el camino: un primer plano de una máquina de bolas (también conocido como juego de pinball, flippers o maquinitas), esas a las que tanto hemos jugado o visto jugar en la niñez, con ese ruido tan característico y en el que hemos pasado horas de nuestra infancia y adolescencia, entre rebotes y puntos. Y pocos minutos después nuestro "romeo" por nombre Stash le dice a su recién "julieta", la hermosa Beki en una sala de juegos: "¿Quieres saber que es Tilt? Un auténtico obstáculo. Cuando sientes que pierdes la bola, golpeas el pinball para salvar el juego. Quieres ser un jugador más astuto que la máquina. Pero si le das demasiado fuerte, se acabó el juego. Esto es Tilt... partida terminada"
Porque Tilt es el bloqueo causado por la máquina de juego cuando el jugador trata de engañar a la máquina. Y también en esa especia de bloque se encuentran Stash y sus tres amigos veinteañeros en víspera de los cambios democráticos y en los primeros años de la transición en Bulgaria. Estos cuatro amigos sueñan con abrir un bar propio con máquinas de juego, mesas de billar y música. Y esos sueños se truncan en dos momentos marcados en el guión con la caída del muro de Berlín como leitmotiv: en el año 1989 en Sofía, la capital de Bulgaria, y en 1990, en Alemania del Oeste. 
Amor, celos, traición, la milicia (como se llamaba a la policía en la época socialista), la intención de huir a Alemania con su novia (y no conseguirlo), el regreso y la venganza. Un Stash que intenta recuperar el amor de Beki, una joven atrapada por un padre posesivo y que convierte su belleza física en pensamientos tan duros como éste hacia su progenitor: "No te preocupes... No me voy a atiborrar a pastillas como hizo mamá. Viviré para verte morir"

Buena elección de actores, adecuada banda sonora, montaje ágil, atractivo argumento, sugestivo inicio y un final para el recuerdo, que además coincide con una vivencia muy especial para mí hace una semana. Porque Tilt tiene como escena final una prisión, en donde termina Stash y con este pensamiento en off mientras él se dirige a la sala de visitas donde le espera Beki, un pensamiento similar al comienzo de la película: "Recuerdo que una vez me preguntaste que significaba Tilt. Si golpeas el pinball muy fuerte, pierdes la bola. Se acaba el juego. Eso es lo que creía entonces. Ahora sé que no es así. El juego solo se acaba cuando te rindes. Esta vez no lo haré. No te perderé otra vez. Eso es por lo que decidí quedarme. Me condenaron a 10 años, pero también me dijeron que si me comporto podría salir en 7. Becky, esto no es el final... Solo es principio de una nueva partida"

Y así finaliza Tilt y con ello mi recuerdo a la experiencia vivida hace una semana en el Centro Penitenciario de Topas (Salamanca). Pues ya nos los dijo la película El curioso caso de Benjamin Button: “La vida no se mide en minutos, se mide en momentos”. Y esa tarde y ante 60 internos de 20 a 65 años, viví uno de esos momentos de mi vida que serán difíciles de olvidar. Bajo el título de la "La vida puede ser de cine: cuidemos el árbol de nuestra vida" y durante más de hora y media, y en un ambiente de respeto, interés, empatía, sentido y sensibilidad hemos recordado diez películas para que la vida sea de cine y cinco personajes para nuestro árbol de la vida. Y muchos de los internos en el centro penitenciario necesitan un mensaje así: que esos "tilt" y errores que cometemos en la vida, es importante tener en cuenta que no es final. Y en ello trabajan muchos profesionales de las Unidades Terapéuticas Educativas (UTE) de prisiones, en educar en valores y en trabajar por su reintegración en la sociedad. A todos ellos, a internos y a educadores de los centros de prisiones va dedicado esta película y este mensaje: que Tilt solo es el principio de una nueva partida.

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