sábado, 13 de octubre de 2012

Cine y Pediatría (144). “C.R.A.Z.Y.”, algo más que una locura, un himno a la tolerancia


C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallée, 2005) es una original y laureada película canadiense que, bajo el trasfondo de un docudrama en la familia Beaulieu, trata el tema de la homosexualidad en la vida de un adolescente y como éste debe sortear las dificultades familiares, culturales y sociales que se presentan en su entorno frente a este hecho. Un retrato de familia que describe la vida a menudo extraordinaria de gente ordinaria en búsqueda de la felicidad, una historia de amor entre un padre y un hijo, una fábula mística llena de fantasía acerca de la belleza, la locura y la poesía del alma humana. 

De hecho, tal como se nos revela en los créditos finales, el título de la película es el acrónimo del nombre de los cinco hermanos: Christian, Raymond, Antoine, Zachary e Yvan. Y nos transporta a un viaje entre la década de los 60 y de los 80, un viaje por las vivencias en la infancia y adolescencia de Zachary (Zac) dentro de esa familia católica y conservadora. Zac (el fabuloso Marc-André Grondin) vive rodeado de sus hermanos (con una madre afectuosa y un padre orgulloso de sus hijos), de la música de la época (de Pink Floyd a los Rolling Stones, de David Bowie a Charles Azanavour), de los porros fumados a escondidas, de las grandes y pequeñas discusiones. Hasta que Zac, el favorito de sus padres, descubre que es diferente a los demás en su sexualidad, si bien intentará reprimir sus tendencias más profundas para no perder el amor de su padre (el genial Michel Côté). 

Todo empieza con el nacimiento de Zachary Beaulieu, el 25 de diciembre de 1960. Es el principio de una infancia en la que se suceden las navidades y los cumpleaños, con el eterno solo del padre cantando “Emmène-moi au bout de la terre” de Charles Aznavour o "Crazy" de Patsy Cline (otro guiño al título) en los grandes evento familiares. Vemos como Zac nunca recibe los regalos que desea, como se le ha atribuido el don divino de sanar a aquellos en los que se concentra (por un mechón de pelo blanco en la cabeza), como no logra encajar con sus hermanos y como no logra satisfacer nunca a su padre. La situación no mejora cuando Zac comienza a descubrir su homosexualidad en la adolescencia, si bien decide reprimirla debido a la incapacidad de su padre para aceptarla. Finalmente las tensiones explotaran en la boda de uno de sus hermanos, y Zac se verá obligado a abandonar su casa en una peregrinación hasta Jerusalén, para descubrirse a sí mismo y aceptarse como homosexual. 

Es curioso como en la película nos encontramos con numerosos apuntes pediátricos: la asfixia perinatal grave al nacimiento de nuestro protagonista (y como los pediatras realizan la reanimación neonatal); los cólicos del lactante en el hermano pequeño que son curados por el supuesto poder mágico de Zac (“poderes” que acompañarán a nuestro protagonista durante toda la vida); el asma en su infancia y adolescencia (con el inhalador a mano);… y el llamativo problema de identidad sexual de nuestro protagonista, a quien le gusta disfrazarse de mujer y pasear carritos de bebés…, pero que lucha por no ser homosexual (antes un padre, unos hermanos y una sociedad que no lo acepta). 

C.R.A.Z.Y. es una película conmovedora que se apoya en un guión muy trabajado (una tarea que le llevó casi 10 años a Jean-Marc Vallée, también productor del film), en una realización comedida (en la que priman las palabras, nunca moralizadoras ni didácticas), en un reparto sólido (ese duelo interpretativo entre Zac y su padre), en unos decorados y vestuario de época muy cuidados, y en una música omnipresente. La banda sonora desempeña un papel primordial (gran parte del presupuesto de la película fue destinado a conseguir los derechos de canciones), música omnipresente, auténtica protagonista de la película, acompaña los diálogos, sugiere las emociones y marca el paso del tiempo. 

No debemos confundir el título de esta película de hoy, con la película alemana titulada Crazy (Hans-Christian Schmid, 2000), adaptación de un best-seller autobiográfico de Benjamin Lebert, una historia sobre la melancolía y la comicidad que acompañan a la transición de la adolescencia a la vida adulta (y que tendremos oportunidad de desgranar en otro momento en esta serie de Cine y Pediatría). Pero hoy nos quedamos con C.R.A.Z.Y., esta honesta película canadiense que hace honor a la cultura de ese país. Una película llena de color, alegre, pero sin negar un aspecto más dramático. Porque más que una película acerca de la homosexualidad, es una película sobre la relación entre un padre y un hijo y sobre la necesidad que sentimos de ser amados y comprendidos por nuestros padres. C.R.A.Z.Y., un himno a la tolerancia…, algo más que una locura.

 

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