lunes, 1 de abril de 2013

En apoyo (una vez más) de GRADE...

Decidir si una determinada intervención clínica resulta adecuada para un paciente concreto equivale a determinar si existe un grado razonable de certeza de que el balance entre los beneficios, por un lado, y los riesgos, los inconvenientes y los costes, por el otro, de dicha intervención es lo suficientemente favorable como para que merezca la pena aplicarse. Cada vez toma más cuerpo el tomar decisiones médicas que estas estén fundamentadas en el mejor nivel de evidencia (indica hasta qué punto nuestra confianza en la estimación de un efecto es adecuada para apoyar una recomendación) y la mayor fuerza de recomendación (indica hasta qué punto podemos confiar si poner en práctica la recomendación conllevará más beneficios que riesgos). 

Desde que hace más de 25 años el Canadian Task Force on Preventive Health Care (CTFPHC) introdujo el primer sistema de clasificación de los niveles de evidencia y fuerza de las recomendaciones, numerosas organizaciones e instituciones han ido desarrollando sus propios sistemas y, actualmente, se contabilizan más de cien, en general bastante similares, pero que pueden generar confusión en el lector, pues se catalogan con letras y/o números diferentes, con significados no siempre iguales. Entre las limitaciones presentes en los sistemas actuales se encuentran la falta de transparencia en el paso de la evidencia a la recomendación y en la valoración del balance entre beneficios y riesgos. 

Desde el año 2000, un grupo internacional de expertos en metodología, epidemiólogos y clínicos, muchos de ellos procedentes de las organizaciones que establecieron las clasificaciones más conocidas en la formulación de recomendaciones (Oxford Center for Evidence Based Medicine, US Preventive Service Task Force -USPSTF-, CTFPHC, SIGN, NICE, OMS, etc), ha elaborado una nueva propuesta (ya no tan nueva) que tiene como objetivo consensuar un sistema común que supere las limitaciones detectadas hasta el momento en los sistemas previos. Este grupo de profesionales constituye el grupo de trabajo GRADE (Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluation) y puede ser el futuro para homogeneizar el área de los niveles de evidencia y fuerza de la recomendación.

No es la primera vez que hablamos (y apoyamos) GRADE desde este blog. Y no nos cansaremos de apoyarlo. Porque utilizar GRADE es una buena forma de no utilizar el nombre de la evidencia en vano o de que tengamos la evidencia en paz.
En este artículo adjunto tuvimos la oportunidad de hablar de ello. Y de nuevo apoyamos que los niveles de evidencia y la fuerza de las recomendaciones se establezcan con este sistema GRADE, especialmente en el desarrollo de guías de práctica clínica. Es más costoso, pero es mejor...

 

1 comentario:

María Jesús Esparza dijo...

Es muy oportuno volver a hablar de este tema del nivel de evidencia y del grado de recomendación. Una de las maneras de tomar la evidencia en vano es precisamente decir que determinada intervención tiene nivel A, así tal cual, sin decir en qué escala se ha basado esa afirmación. Y eso lo vemos con frecuencia en el ámbito médico, y ya ha entrado también en la publicidad de la industria farmacéutica.