La práctica de compartir imágenes de niños y niñas en contextos sanitarios, ya sea en redes sociales, publicaciones institucionales, medios de comunicación o campañas de sensibilización, debe abordarse con extrema precaución. Así lo ha advertido el Comité de Bioética de la Asociación Española de Pediatría, que hace unos meses publicó una serie de recomendaciones éticas dirigidas tanto a profesionales como a instituciones y familias, con el objetivo de preservar la intimidad, la dignidad y los derechos de la infancia.
El documento completo se puede revisar en este enlace, pero vale la pena recordar este diálogo para hacer buen uso de ello.
1. Prudencia: antes de publicar una imagen, es fundamental preguntarse: “¿Esto protege al menor? ¿Esto le respeta? ¿Qué impacto puede tener?” Si la respuesta a las primeras preguntas no es claramente afirmativa, lo prudente es no difundirla.
2. Consentimiento: la toma y difusión de imágenes debe contar con el consentimiento explícito de los padres o tutores, y, si el menor tiene suficiente madurez, también con su opinión. Este consentimiento debe estar documentado.
3. Respeto: las imágenes no deben mostrar al menor en situaciones humillantes, dolorosas o invasivas que puedan dañar su dignidad.
4. Privacidad: salvaguardar la privacidad de los niños, niñas y sus familias. Siempre se debe evitar que se identifique al menor en las imágenes compartidas y limitar la imagen a los aspectos relevantes.
5. Responsabilidad: incluso en contextos educativos o de formación, siempre debe respetarse la intimidad de cada familia. Aunque no se haya tomado la imagen, al usarla se asume la responsabilidad.
6. Empatía: evitar imágenes que exploten el dolor o con un gran componente emocional que busquen generar reacciones o la autopromoción. Las imágenes deben ser respetuosas y centrarse en el mensaje, no en la exposición del menor.
7. Regulación: seguir las normas del centro de trabajo sobre el uso de redes sociales, así como la legislación vigente. Si no existen, fomentar que se elaboren.
8. Profesionalidad: las redes no deben ser un espacio para hacer diagnósticos. Cada paciente merece una atención profesional personalizada, no hacer respuestas genéricas online como si todos los pacientes fueran iguales.
9. Coherencia: no pedir a las familias que envíen imágenes de sus hijos/as salvo que sea absolutamente necesario. Si lo hacen, cuidar su uso y eliminarlas cuando ya no se necesiten o justificar su inclusión en los registros documentales adecuados, como la historia clínica.
10. Educación: fomentar una actitud de respeto en el uso de la información en redes por parte del menor y su familia. Explicarles qué riesgos existen y cómo cuidarse en el entorno digital.
Porque este documento sitúa el bienestar del menor en el centro de cualquier práctica comunicativa que implique
su imagen. Aunque la difusión de fotografías o vídeos de menores puede partir de iniciativas
bienintencionadas como visibilizar una enfermedad, sensibilizar a la sociedad o mostrar el trabajo sanitario,
el comité recuerda que no siempre se mide adecuadamente el impacto que estas imágenes pueden tener en
el desarrollo personal, la vida social o la autoestima del menor, especialmente cuando quedan expuestas en
entornos digitales de difícil control.
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