Regresamos a los trastornos de la conducta alimentaria. Y lo hacemos con un telefilme "made in USA" estrenado hace más de tres décadas y basado en hechos reales, donde se nos narra la historia de la actriz estadounidense Tracey Gold (interpretada por ella misma) en su juventud y su lucha frente a la anorexia nerviosa: Por el amor de Nancy (Paul Schneider, 1994), un título muy significativo porque se enfoca especialmente en la reacción de sus padres, Sally y Paul (interpretados por Jill Clayburgh y Cameron Bancroft), una familia acomodada con dos hijos varones más, y que se verán obligados a confrontar la realidad de la enfermedad de la hija cuando esta pone en peligro su vida.
Nancy Walsh acaba de cumplir 18 años y en la fiesta de graduación, al preguntarle sus amigos sobre cómo vislumbra su futuro, esta les dice: “Bueno, creo que el futuro está en blanco. Es decir, no hay ninguna certeza sobre él. Creo que a los 18 hay muchas cosas buenas. Y realmente me gustaría que siguiera exactamente como hasta ahora”. Pero no va a ser así, pues tiene que partir del hogar para seguir formándose en la universidad, algo que ilusiona más a su madre que a ella misma. Y ese vivencia coincide con una extracción dental, momento en que el potencial dolor le sirve de excusa para comenzar a comer menos. Y comenzamos a reconocer como espectadores sus hábitos (pero no es el caso de sus padres): evitar la comida, hacer mucho ejercicio, controlar su peso,…
Ya en la universidad pide una habitación individual y se relaciona poco con los compañeros, hasta el punto que estos comentan sobre su actitud: “Estudiar, estudiar, estudiar. Correr, correr, correr. Rara, rara, rara,…”. Salvo su propia familia, otros ya comienzan a verla más delgada. Un amiga de la madre de Nancy se atreve a este comentario: “Tengo una amiga que trabaja en un colegio. Dijo que ella podría ser anoréxica”. Pero la madre lo niega y piensa que solo está estresada por los estudios. Pero pasado un tiempo ya la delgadez y el deterioro de Nancy es patente también para sus padres, y le preguntan asustados: “¿Qué está pasando?, ¿por qué haces esto?... Te estás haciendo daño”. Y Nancy promete a sus padres que comerá, una mentira más (aunque aquéllos quieren creer en su palabra).
Finalmente ingresa en la Unidad Parker para pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. Pero se cierra y no se adapta a las normas y las terapias de grupo. El Dr. Partana explica a la familia que el desencadenante fue la partida a la universidad y que ella sintiera que se querían deshacer de ella; y buscó algo que pudiera controlar, como la comida: ”El anoréxico busca tener control. Lo que está claro es que la anorexia es una manifestación de un problema familiar… No comer no es la enfermedad sino un sistema. La enfermedad es cómo ella se siente consigo misma”. Y por ello en sus varias caídas, la propia Nancy confiesa: “Quisiera comer, de veras, quiero comer, pero no puedo… No lo hago a propósito”.
Porque el eje central de la trama es la batalla de los padres para que Nancy reciba tratamiento, enfrentándose a la negación, la manipulación y la hostilidad de su hija. La película destaca una de las mayores complejidades legales y éticas de los trastornos alimenticios graves: el derecho de un paciente adulto a rechazar el tratamiento versus el derecho y deber de la familia de intervenir para salvarle la vida cuando la enfermedad ha comprometido su capacidad de juicio. De ahí el grito de la madre (“Es decir, qué solo podemos sentarnos a verla morir”) o la declaración del padre (“De ninguna forma me daré por vencido. No voy a permanecer sentado viéndote morir”). Finalmente, la película muestra el doloroso proceso de internamiento forzoso y el difícil camino hacia la recuperación.
Y aún resuenan las palabras finales de la protagonista a un grupo de autoayuda: “Esta enfermedad nunca desaparece del todo. Es como si estuviera siempre al acecho. Como un depredador”. Un final que da que pensar en una película impactante, sobre todo al pensar que fue concebida en gran parte debido a la propia lucha de la actriz principal, Tracey Gold, quien era una figura muy popular en la televisión estadounidense por la serie Los problemas crecen. Gold combatió públicamente contra la anorexia durante años, y la película se basó en su experiencia y la de su familia, por lo que interpretar su propia experiencia de salud influyó en la autenticidad de la representación de la enfermedad.
Por el amor de Nancy fue una película significativa hace tres décadas, siendo una de las primeras producciones de horario estelar en abordar la anorexia con tal franqueza. Las principales reflexiones que nos deja como espectadores son: 1) visualizar la anorexia como enfermedad mental grave (haciendo hincapié en que la anorexia no es una "dieta" o un "capricho") que distorsiona la mente del paciente, llevándolo a rituales obsesivos y a una negación irracional de su estado caquéctico, lo que puede llevar a consecuencias físicas mortales; 2) reseñar el tremendo costo emocional que la enfermedad tiene en la familia, aquí concentrada en los padres, donde aborda la frustración, la culpa y la sensación de impotencia que llevan a los familiares a una desesperada búsqueda de ayuda; 3) dirimir el conflicto ético de la intervención forzosa, esa lucha legal de los padres para obtener una orden judicial que les permita forzar la hospitalización de Nancy cuando ven peligrar su vida, lo que entronca con la autonomía personal; y 4) reflexionar sobre la recuperación de la anorexia nerviosa como un proceso no lineal, al subrayar que la recuperación es un camino largo, difícil y lleno de recaídas, requiriendo un compromiso constante por parte del paciente y el sistema de apoyo.

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