La infancia y la adolescencia son períodos críticos para la aparición y el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y su impacto en estas etapas es particularmente grave. No hay duda de que los TCA son enfermedades que requieren una detección precoz y una intervención especializada e intensiva para minimizar el riesgo de secuelas crónicas y salvar vidas. No hay duda de que son entidades que deben ser conocidas por los jóvenes que lo pueden sufrir, también por las familias y la sociedad. El cine, como poderosa herramienta de narrativa y comunicación visual, es un vehículo crucial para la sensibilización, el entendimiento y la prevención.
Las formas positivas en que el cine puede ayudar en los TCA incluyen la desestigmatización y sensibilización, la educación sobre la complejidad de los TCA y el fomentar la búsqueda de ayuda y la esperanza en la recuperación. Y para ello el cine se puede valer de películas documentales o de películas de ficción, y sirva como ejemplo estas dos contundentes películas en catalán: Ara (Pere Solés, 2018), el día a día de un grupo de pacientes con anorexia nerviosa durante su hospitalización y la relación con sus terapeutas y sus familias, un documental que parece ficción; y El vent és això (Pere Vilà i Barceló y otros directores, 2018), el viaje emocional de dos adolescentes con trastorno por atracón, una ficción que parece documental. Dos películas muy potentes para prescribir en las familias y centros educativos, también entre los sanitarios. Desgranemos cada una de ellas…
- Ara (Pere Solés, 2018) es un documental que nos habla de la anorexia nerviosa desde el punto de vista de un grupo de “pacientes/actrices” jóvenes que no se esconden de la cámara e incluso quieren que sean llamadas por sus nombres reales: Anna, Ariadna, Irene, Mariona, Martina, Mónica, Nerea, Yaiza, y Núria. Esta última acaba de ingresar en la UPA (Unidad de Patología Alimentaria) de la Clínica Bofill de Gerona y, a través de su historia de adaptación, reconocemos al resto de adolescentes que han convivido y superado la enfermedad, por lo que hablamos de una película de realidad ficcionada, en cuanto a la actuación, pero llena verdades ante una ardua batalla a contrarreloj. Y así comenta el terapeuta a los padres de Núria: “Al principio del tratamiento y algo después, Núria no puede estar sola”.
La historia sigue el día a día de este de jóvenes ingresadas, enfocándose especialmente en la experiencia de Nuria, paciente que inicialmente niega su enfermedad y evoluciona poco a poco hacia la aceptación y la recuperación. La película muestra con honestidad la lucha interna y social que implica este trastorno, así como el papel fundamental del equipo médico y el entorno en el proceso terapéutico, con esas terapias de grupo entre ellas o las reuniones ocasionales con los padres y sus dudas: “¿Cuánto tiempo conlleva tantas normas? Piensas, ¿podré? Que si la comida, la ropa, los espejos, las ventanas con reflejos, cerrar el lavabo, la cocina, la nevera, los medicamentos…Es así. Te falta el aire cuando lees tantas normas. Es asfixiante”.
Y cada una de las pacientes se pone frente a la cámara y cuenta su historia, una historia que es particular y diferente en cada una de ellas. Y ahí nos sumergimos en sus declaraciones: “Aquí te entienden porque les pasa lo mismo. Fuera no. Te aconsejan, pero no es lo mismo”, “El cuerpo me importará toda la vida. Pero sé cómo cuidarlo sanamente para no acabar mal, física y mentalmente. O sentimentalmente, que es lo más importante”.
Ara destaca por su valentía al utilizar a pacientes reales en los papeles principales, lo que dota a la película de una autenticidad emocional y una crudeza que ayudan a comprender la anorexia nerviosa desde dentro. Combina realidad y ficción para ofrecer una ventana inédita al mundo de los TCA, con un enfoque valiente y humanizador que provoca una intensa experiencia emocional y un llamado a la conciencia social. Y con la presencia de una nueva paciente, Helena… todo vuelve a empezar. El título de la película no es casual, Ara, ahora en catalán, hace alusión al hecho de que es cuando la paciente y su entorno inician un largo proceso de lucha por la curación o mejoría.
- El vent és això (Pere Vilà y otros, 2018) es un drama sensible e introspectivo que acompaña a dos adolescentes, Alicia (Laia Manzanares) y Carla (Katrin Vankova), mientras atraviesan el difícil proceso de convivir con un TCA, que por las crudas imágenes que nos regala bien parece un trastorno por atracón. La película comienza con un fundido en negro y una de nuestras protagonistas nos explica todas la normas (y obligaciones) que ha de seguir para tratar su problema, bien de forma ambulatoria o ingresada (con o sin aislamiento). A partir de aquí las dos actrices se desnudan en cuerpo y alma para transmitir sus conflictos internos, dudas y necesidades, esa necesidad imperiosa de ser escuchadas y que les entiendan. Y ello a través de primeros (o primerísimos) planos y cámara fija sobre cada una de ellas, planos que se alargan de forma estática durante minutos, donde sufrimiento, rabia y lágrimas hace difícil pensar que solo sean actrices y no pacientes reales. Y sus confesiones son continuas: “Estamos perdidas… El futuro me asusta mucho”, “Yo quiero volver a ser pequeña”. Pura catarsis que llega a agobiarnos en ocasiones como espectador, no dejando nada a la imaginación, ni los atracones de comida ni los vómitos en la taza de wáter.
La película se desmarca de la visión médica o sensacionalista y opta por una aproximación íntima, poniendo el acento en sus diálogos y emociones, desvelando también cómo el trastorno impregna sus relaciones familiares, de amistad y de pareja. Es casi un tour de forcé entre ellas dos, Alicia y Carla, solo interrumpido por la aparición de los padres de Alicia (interpretados por Anna Alarcón y Álex Brendemühl), dos planos fijos en cada caso de entre 5 y 10 minutos de duración, brutales de necesidad, especialmente esa dura confesión de la madre: “Nos hacemos daño. Necesito que te vayas de casa… Es muy difícil querer a alguien que no se quiere a sí mismo”.
Todo muy interior. Las confesiones, las conversaciones, los escenarios (la habitación, el salón, el baño, la cocina). Todo muy auténtico, pura ficción con factura casi documental, derivada de la colaboración con estudiantes de bachillerato del instituto IES Santiago Sobrequés de Gerona y de su rodaje con un estilo naturalista. Este enfoque humanista y coral convierte la película en una experiencia profunda, que rebasa los límites del cine didáctico para situarse en el terreno de la empatía y la auténtica vivencia adolescente.
El visionado de El vent és això invita a la reflexión sobre la soledad y las dificultades de comunicación de la juventud frente a problemas complejos como los TCA. La película genera preguntas sobre la presión social, la autoaceptación y la importancia del acompañamiento - no solo profesional, sino familiar y social - en el proceso de sanación. La obra construye un espacio donde el espectador se convierte, como anhelan las protagonistas, en ese "alguien" dispuesto a escuchar de verdad.
Pues sí, ahora el viento era esto… cuando la realidad supera a la ficción en los TCA. Dos películas desde Gerona cuya aproximación crea un equilibrio entre el tono documental y la narrativa de ficción, lo que permite que el espectador se sumerja en una experiencia íntima, percibiendo el trastorno desde la subjetividad de quienes lo padecen. Sin embargo, es también una obra que requiere del espectador una disposición empática y receptiva, dada la complejidad emocional y psicológica que expone.
El visionado de ambos films genera un impacto profundo, invitando a la empatía y a la reflexión sobre la fragilidad y fuerza de quienes luchan contra cualquiera de las patologías del TCA, con la anorexia nerviosa como santo y seña. Produce una sensación de inquietud, pero también de esperanza, resaltando la importancia del apoyo comunitario y la lucha constante frente a la enfermedad. Su visión honesta y directa sensibiliza sobre los mecanismos internos del trastorno, los tabúes y las presiones sociales, incentivando una mirada más comprensiva y menos estigmatizadora hacia quienes sufren esta patología.

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