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sábado, 17 de febrero de 2024

Cine y Pediatría (736) “Chinas” en busca de su identidad e integración

 

Aún con el recuerdo de la 38ª edición de los Goya, la fiesta del cine español, recordamos el gran triunfo de La sociedad de la nieve (J.A. Bayona, 2023) con 12 premios, incluidos mejor película y mejor director (un buen prolegómeno en su camino a los Óscar), así como la agradable sorpresa de 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola Solaguren, 2023) con tres premios (mejor dirección novel, guion original y actriz de reparto). Y entre estas agradables sorpresas, podríamos citar nuestra película de hoy: Chinas (Arantxa Echevarría, 2023). 

Y es que la bilbaína Arantxa Echevarría sigue con las señas de identidad que marcó en su maravillosa ópera prima, Carmen y Lola (2018): contarnos historias de barriada (de Madrid a más señas) cargadas de verdad que reflexionan sobre la identidad, las raíces y los sueños de sus protagonistas, protagonizada principalmente por mujeres, como mujeres son la mayor parte del equipo técnico que le acompaña. En Carmen y Lola eran dos jóvenes de raza gitana en busca de su identidad sexual; en Chinas son dos niñas de 9 años y una adolescente de origen chino en busca de su identidad en el núcleo familiar en el que viven y cómo conjugarlo con su integración social. Una película que es la suma de una experiencia propia de la directora (que viene a ser el papel de Amaya, interpretado por Carolina Yuste, actriz fetiche de la directora), quien eleva una anécdota a guion para reflexionar sobre los conflictos de la integración y la identidad a partir de la peripecia de estas niñas marcadas por sus ojos rasgados.  

El film contrapone a Xiang, adoptada desde bebé por un matrimonio español de clase alta (Leonor Watling y Pablo Molinero), y a Lucía, nacida en España de padres inmigrantes chinos, ya la segunda generación de unos propietarios de un bazar en el madrileño barrio de Usera. Desde el momento en que coinciden en clase, se convertirán en inesperados espejos de vidas tan opuestas como parecidas. Ambas combaten en una pelea interna por entender quiénes son y a dónde pertenecen, por comprender sus raíces y cómo estas confluyen en su día a día. Y esta situación se percibe ya en la primera escena, cuando en el día de la comunión de Xiang, ésta dice a sus padres: “Quiero un nombre normal. Xiang es muy difícil”. Y enseguida también somos espectadores de cómo le cuesta integrarse al nuevo colegio y prefiere estar sola, pese a que la simpática y vital Lucía intenta ser su amiga, y por ello se pone contenta cuando la profesora dice: “Lucía Lee va a trabajar con XIang López”. 

Porque Lucía se siente absolutamente española y solo piensa en integrarse con el resto de sus amigas del colegio; desearía tener unos padres “normales” como el resto de sus amigas, y que intentaran hablar español, pero trabajan más de 14 horas en su tienda y se aferran a su pasado, incluyendo las videollamadas continuas a sus familiares de China. Y poque Xiang delata por su rostro allá donde va que no es hija de sus padres y se pregunta por su familia biológica, lo que le hace no sentirse china, pero tampoco los demás la sienten española. 

Y la película añade a un tercer personaje protagonista, Claudia (Xinyi Ye), la hermana de Lucía, una bella adolescente de 17 años que sufre la falta de empatía de unos padres que se niegan a cualquier atisbo de integración, pese a que llevan ya dos décadas en España. Porque tanto Lucía como Claudia nacieron en España, pero a Claudia la mandaron a vivir hasta los 6 años con los abuelos en China, y aunque quiere sentirse española, sus padres se obstinan en criarla como china, algo que los demás compañeros le recuerdan al llamarla “la china” o “banana” (porque es amarilla por fuera y blanca por dentro). Unos padres que viven anclados a las ancestrales tradiciones chinas, que no han aprendido español, y por ello son habituales las disputas: “Yo soy la pringada por tener unos padres chinos… ¿Acaso os pedí que me trajerais a España?” Y la madre (Yeju Ji) le increpa: “Habla en chino. No me hables en español”. 

Las diferentes escenas y vivencias de nuestras tres protagonistas nos acercan a esa confrontación que viven en búsqueda de cómo conseguir integrarse con su aspecto y orígenes orientales. Algunas escenas son entrañables y simpáticas, como el sueño de Lucía por celebrar su cumpleaños en el parque de atracciones o en el Burger King frente a las costumbres de su familia, o cuando invita a su amiga Susana a comer en casa y esta es incapaz de entender los mejores manjares con los que la halagan, o las conversaciones con ésta sobre el color de piel y los ojos (con tiritas), y esa frase inolvidable, pura reivindicación: “No le llames chino. Llámale tienda o bazar”. Otras escenas son más crudas, como la videoconferencia de Xiang y sus padres adoptivos con la madre biológica que se encuentra en China, o las fiestas nocturnas de Claudia con sus amigos en el polígono industrial. Otras tienen un cierto atisbo romántico, como esa cita que los padres de Claudia le acuerdan con Wang (Julio Hu Chen), un tímido chico de 25 años al que acaban de despedir de una pequeña empresa de móviles chinos. Y mientras Lucía y Claudia (de padres biológicos chinos) piden a sus padres que aprendan español, Xiang (de padres adoptivos españoles) es obligada por los suyos a aprender chino. Puro contraste, como también lo es la confrontación entre las costumbres del país de origen, que se intentan preservar, y la del país de acogida, no siempre aunadas con sintonía en estos menores. Y cuando Lucía está celebrando en la Fiesta del Año Nuevo Chino junto a la Unión China de Usera, Amaya le pregunta: “¿Te trajeron algo los Reyes?”. 

Es la película Chinas una mirada al tema de la identidad e integración desde la infancia de Xiang y Lucía, desde la adolescencia de Claudia y desde la adultez de los padres de ambas niñas. Identidad e integración de la gran comunidad de inmigrantes chinos en España. Porque según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística en nuestro país viven cerca de 230.000 chinos (la sexta nacionalidad extranjera, solo por detrás de Italia, Reino Unido, Colombia, Rumanía y Marruecos, que ocupa el primer lugar con casi 900.000 marroquís en nuestro país). Y ello lo aborda contando con que buena parte del elenco son actores y actrices no profesionales que ofrecen mucha frescura a esta película: no es de extrañar que tres de las cuatro nominaciones a los Goya de la película Chinas, dos hayan sido para actrices revelación (Xinyi Ye y Yeju Ji) y una para actor revelación (Julio Hu Chen). Aunque, siendo justos, el mejor papel lo realiza la jovial y simpática Lucía, pero sabido es que desde el año 2011 la Junta Directiva de la Academia de Cine adoptó por unanimidad la medida de excluir a los menores de 16 años de la carrera por los premios Goya (una buena medida la de alejar de la fama a destiempo a los menores, en lo que puede llegar a convertirse incluso en una forma de maltrato infantil).

 

sábado, 11 de noviembre de 2017

Cine y Pediatría (409). "El Sistema" para cambiar la vida con la música


Casi en los albores de Cine y Pediatría publicamos el post titulado “Maroa y el milagro de la música en los niños de Venezuela", gracias al consejo de mi buen amigo Fernando Comas. Una forma de acercarnos a el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela (Fundación Musical Simón Bolívar), también conocido como El Sistema, fundado por José Antonio Abreu en 1975

Este Sistema es un programa de educación musical en Venezuela, originalmente llamado Acción Social para la Música y cuya misión es sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico. Por dicho motivo, su fundador ha recibido múltiples reconocimientos por su extraordinaria labor musical, educativa y social. Y así , en 1998, la UNESCO concedió al maestro Abreu el título de Embajador de Buena Voluntad para la Música y la Paz y a los jóvenes que forman parte del sistema de orquestas, el de Artistas por la Paz. "Tocar y luchar" es el lema del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, pero también fue el título del documental realizado en 2005 por Alberto Arvelo Mendoza para dar a conocer al mundo. Y, posteriormente, surgió esta especial película alemana, filmada en el año 2008 por los directores Maria Stodtmeier y Paul Smaczny: El Sistema

Es El Sistema una película que comienza con esta declaración de José Antonio Abreu, mientras aparecen imágenes de niños y niñas venezolanos con instrumentos musicales: "El hecho de que la música expresa lo invisible, lo inefable, lo hace particularmente fecunda en creatividad. La posibilidad de expresar lo que solo ella puede expresar y ningún otro arte, la hace prolífica, la hace inmensamente accesible a la sensibilidad más profunda. Además, la música penetra más profundamente en el ser humano que otras artes". Y con ello nos adentramos a este emocionante documental sobre el sistema de educación musical único de Venezuela y que nos lleva desde los barrios más humildes de Caracas a las mejores salas de conciertos del mundo. Una forma de mostrarnos la creación de un visionario venezolano que ya ha cambiado las vidas de cientos de miles de niños durante las últimas décadas. Porque niños de la calle dominados por la pobreza, la drogadicción o las peleas a tiros y enfrentamientos entre bandas, ahora acuden a escuelas de música, se les proporciona acceso a los instrumentos musicales y se les enseña por medio del modelo de la orquesta sinfónica cómo construir una sociedad mejor. 

Y por ello el propio Abreu reflexiona sobre el valor purificador y modificador de las artes, de todas las artes, con la música en primera línea: "Todo lo que es bueno, laudable y noble deber ser poder multiplicado. Porque si no, no sería verdaderamente bueno y noble. Entonces, lo que es bueno para un niño pobre, debe serlo para todos los niños pobres. Entonces nuestra responsabilidad está en multiplicar indefinidamente la labor. Pero no solo nosotros, sino todos los artistas, en los respectivos campos, en el teatro, la danza, la literatura, luchar por eso". Y en la película aparecen personajes como Frank di Polo, cofundador de El Sistema, así como Gustavo Dudamel, actual director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles (USA) y de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar (Venezuela), quien se formó en este sistema y que también ha dirigido a estos jóvenes. Y Dudamel nos recuerda en la película: "El espíritu es el cambio social que les ha dado la música a ellos". 

El propio Abreu piensa que el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles es la dimensión ideal de Venezuela, incluso la más hermosa expresión de unidad nacional. Y en ella visualizaba a una Venezuela pujante, llena de voluntades y de esfuerzos por conseguir lo que se quiere, una Venezuela orgullosa de sus músicos que triunfan y se destacan al más alto nivel mundial. Es lo que siente su creador, pero qué diferente hoy en día al ver la situación social y política de este su país. 

El programa es conocido por rescatar a gente joven en circunstancias extremadamente empobrecidas del ambiente de abuso de drogas y el crimen en el que de otra manera ellos probablemente serían arrastrados. Participantes del programa que han comenzado carreras internacionales incluyen a Diego Matheuz, Natalia Luis-Bassa, Joshua Dos Santos, Rafael Payare, Christian Vásquez, Giancarlo Castro D'addona, Sergio Rosales, Edicson Ruiz,Pedro Eustache, y el propio Gustavo Dudamel. No es de extrañar una de las reflexiones del propio Abreu, al final de la película El Sistema: "Muchas veces en países más avanzados, el exceso de abundancia puede producir una especie de hastío, de aburrimiento, vaciar la vida de contenido, de interés, no tener nada por lo que luchar, no tener metas que alcanzar. Muchas veces por el exceso de abundancia puede ser tan terrible como la pobreza más extrema. Un niño materialmente pobre se convierte en rico espiritual a través de la música. Y una vez que ya es un rico espiritual a través de la música, su mente, su alma, su espíritu está preparado para salir adelante". 

Actualmente El Sistema cuenta con una red de 120 orquestas juveniles y 60 orquestas infantiles, con un número de aproximadamente 350.000 jóvenes. Y todo ello gracias a un visionario llamado José Antonio Abreu, este músico sembrador de ilusiones y constructor de sueños que ha llevado a cabo una tarea que supera el horizonte musical y cultural, y se inserta en el rescate y formación de la juventud venezolana y latinoamericana. 

Y es que esta película nos deja un maravilloso mensaje. El de una infancia unida en un país bajo los acordes de la música, y no una infancia dividida por los truenos de las ideas políticas de la sociedad, de sus padres y profesores. Una infancia alrededor de un pentagrama e instrumentos de música y no alrededor de banderas y soflamas propagandísticas. Una infancia alimentada para tender puentes (al son de la música, una arte universal) y no muros (al son de la diferencia programada). Una película en donde triunfa la música y la infancia. 

Una película dedicada a Francisco Maestre y a José Miguel Antón García, directores y alma de la OJPA (Orquesta Joven de la Provincia de Alicante) y aspirantes, por su continuo apoyo a la infancia de nuestro hospital.

 

sábado, 15 de agosto de 2015

Cine y Pediatría (292). “Amerrika”, la tierra prometida


El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos la necesidad de dejar la propia tierra para sobrevivir en otras regiones u otros países. Múltiples títulos coronan el séptimo arte alrededor de la emigración, películas de muchas nacionalidades, algunas son todo un clásico, otras menos conocidas: El emigrante (Charles Chaplin, 1917), Toni (Jean Renoir, 1934), Las uvas de la ira (John Ford, 1940), Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti, 1960), O salto (Christian de Chalonge, 1968), La nueva tierra (Jan Tröell, 1972), Mi hermosa lavandería (Stephen Frears, 1985), Pelle, el conquistador (Billw August, 1987), Avalon (Barry Levison, 1990), Cheb (Rachid Bouchared, 1990), Bwana (Inmanol Uribe, 1995), Mi familia (Gregory Nava, 1995), La canción de Carla (Ken Loach, 1996), Said (Llorens Soler, 1998), Cosas que dejé en La Habana (Manuel Gutiérrez Aragón, 1999), Oriente es Oriente (Daniel O´Donell, 1999), Poniente (Chus Gutiérrez, 2002), En el mundo (Michael Winterbottom, 2002), Quiero ser como Beckham (Gurinder Chadha, 2002), Extranjeras (Helena Taberna, 2003), Un franco, 14 pesetas (Carlos Iglesias, 2005), Ghosts (Nick Broomfield, 2006), 14 kilómetros (Gerardo Olivares, 2007), Retorno a Hansala (Chus Gutiérrez, 2008),… y un largo etcétera. 
Algunas de estas películas llevan en su título un denominador común, como son Un sueño americano (King Vidor, 1944), América, América (Elia Kazan, 1963), L`America (Gianni Amelio, 1994) o En América (Jim Sheridan, 2002), película que ha formado parte de Cine y Pediatría como esos recuerdos de la infancia de una familia irlandesa desde la Gran Manzana. 

Y hoy traemos a esta sección la película canadiense Amerrika (Cherien Dabis, 2009), basada a grandes rasgos en la experiencia de la propia directora, opera prima en el largometraje de esta directora de nacionalidad palestino-estadounidense y que se asoma, en tono autobiográfico, a la aventura de una madre palestina y su hijo adolescente que se trasladan con unos familiares al Illinois rural durante la invasión de Irak de 2003. 

Porque, como nos explica la directora, su familia palestino/jordana fue inmigrante y, como la mayor parte de los inmigrantes, llegaron a Estados Unidos esperando lograr el sueño americano. Pero lo que encontró fue algo totalmente diferente y es precisamente esta lucha de los inmigrantes la que le empujó a escribir y dirigir Amerrika. Y como nos explica su directora: "Cuando me preguntan de dónde soy, para mí siempre es una pregunta confusa. Mis padres inmigraron a los Estados Unidos antes de que yo naciera, pero regresábamos a Jordania todos los veranos. No era suficientemente americana para los americanos, ni suficientemente árabe para los árabes. Mi propio deseo de encontrar un lugar al que llamar hogar, un lugar al que perteneciese... siempre formó una parte importante de mi identidad”. Su padre (como en la película) fue médico y necesitó 14 años para lograr un consultorio éxito, pero bastaron unos días para que todo se derrumbase cuando sus pacientes lo abandonaron durante la Guerra del Golfo de 1991 (momento en que muchos árabes se sintieron como chivos expiatorios y cuya xenofobia se acrecentó tras los atentados del 11S del 2001, momento en que la persecución al árabe se institucionalizó en Estados Unidos). 

Amerrika nos cuenta la historia de Muna (Nisreen Faour), una mujer separada (su marido se marchó con una mujer más joven) cuya difícil vida transcurre en Cisjordania, y que, tras obtener un permiso de trabajo y residencia en Estados Unidos, emigra junto a su hijo adolescente Fadi (Melkar Muallen), hasta una pequeña ciudad del estado de Illinois donde vive su hermana Raghta (Hiam Abbass) junto a su marido, el doctor Nabeel (Yussef Abu Warda), y sus tres hijas. Allí comenzará para ellos una nueva vida en la que deberán enfrentarse a las dificultades de adaptarse a una nueva cultura, de no perder sus señas de identidad, y de enfrentarse a un entorno hostil hacia todo lo que suena a árabe y musulmán. Rahta le dice a Muna: “A pesar del tiempo que llevo aquí, todavía lo echo de menos. Ese sentimiento no se va. Es como si arrancan un árbol de raíz y lo plantan en otro sitio”. La propia Muna, ante la suspicacia que presiente por su origen nos refiere: “Ni siquiera somos musulmanes… Somos una minoría aquí y allí también”
Allí, en la soñada América, Fadi sobrevive al muro de la incomprensión de una parte del instituto de la misma manera en que solía hacerlo a través de los puestos de control militar en la frontera y el muro de la vergüenza hacia Cisjordania, y la indomable Muna combina su vida cocinando falafel con las hamburguesas de White Castle, haciendo creer a todos que ha recuperado su puesto del banco que tenía en su país de origen. Al descubrirse la verdad, una sobrina pequeña le dice a Muna:“Tía, ¿de verdad que trabajas en White Castle?... Al menos podrías haber elegido Wendy´s”. Mientras Fadi congenia con su prima rebelde y se mete en líos en el instituto, la indomable Muna no pierde la esperanza y, a pesar de tener que llevar una doble vida en la hamburguesería local, afronta con optimismo esta nueva etapa, enseñándole a su hijo una lección que nunca olvidará. 
Pero aún en un ambiente de cierta hostilidad, apreciamos la solidaridad de algunas personas a su alrededor como el joven compañero de la hamburguesería, la empleada del banco o el profesor del instituto de origen judío. A este último le dice: “¿Sabe que nosotros, los árabes, inventamos el ajedrez? Sí, cuando se dice jaque mate, viene del árabe “skeikg mat”, que significa “el rey está muerto”… Habla árabe sin saberlo”. 

Una película que trata de ese tema ya universal que son las historias de emigración e inmigración, la búsqueda humana de la aceptación y de la pertenencia; una búsqueda profunda y eterna, aunque en ocasiones difícil de alcanzar fuera de las raíces de cada uno. Una búsqueda que acompaña a una madre y su hijo adolescente. Aunque Amerrika no obtuvo una crítica favorable unánime, lo cierto es que obtuvo el Premio Integración de la SEMINICI de Cine de Valladolid y el Premio Fipresci en el Festival de Cine de Cannes. Amerrika aborda temas esperables en este tipo de narraciones: el desarraigo, la nostalgia, el choque de culturas, el sentimiento de no pertenencia, el exilio, la tolerancia, la reivindicación de las tradiciones, y la ilusión de creer haber llegado a la tierra prometida de las oportunidades.

Una película que, de alguna forma, siento cerca... porque mi familia también fue emigrante y porque sigo siendo nómada.