sábado, 21 de agosto de 2010

Cine y Pediatría (32). Todd Solondz y “Palíndromos”, un incómodo emparejamiento

Un palíndromo (del griego palin dromein, volver a ir hacia atrás) es una palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante que hacia atrás. En Wikipedia se puede indagar algo más en su significado.

También en el cine se ha utilizado este término En el cine nacional, Julio Medem nos conmocionó en 1998 con Los amantes del Círculo Polar, una bella historia de amor entre Ana y Otto, narrada desde la infancia a la juventud con una estructura concéntrica y palindrómica (como el nombre de los protagonistas y el apellido del propio director); los alternativos puntos de vista que narran la historia hacen de esta película un verdadero ejercicio de virtuosismo cinematográfico.

Pero el ejemplo más paradigmático es la película Palíndromos (2004), quinto largo de Todd Solondz, guionista y director de cine independiente estadounidense, que nos tiene acostumbrado a películas satíricas y críticas sobre la clase media de su país (centradas todas en New Jersey, de donde proceden sus propias experiencias). Tras una cierta frustración con su primer largo (Fear, Anxiety & Depression, 1989), encadenó dos películas de culto: Bienvenidos a la casa de muñecas (1995) y Happiness (1998), ambas multipremiadas en festivales y de cuyo éxito procede la fama de este incómodo director del establishment yanqui. Precedió a Palíndromos su película Cosas que no se olvidan (2001) y su última obra es Life During Wartime (2009). Amado y odiado a partes iguales por crítica y público, Todd Solonz se ha ganado un hueco en el panorama fílmico, no exento de polémica. Realizador extraño (y friki) donde los haya, en todas sus películas se mantiene fiel a la mala uva, el humor incómodo y las historias retorcidas, con temas controvertidos y recurrentes en su obra: el homicidio, el suicidio, la violación, la pedofilia, etc. Los personajes de Solondz son seres maltratados por lo que les rodea, pero también por sí mismos. Sus personajes son marginados por su fealdad física, sus taras o por sus depravaciones. Son sufridores natos que transitan por la vida sin que casi nada bueno les pueda ocurrir.
Todd Solondz estuvo ahorrando toda su vida para rodar Palíndromos, ya que sabía de antemano que las productoras seguramente no le respaldarían económicamente, pues los temas que iba a abordar llegarían a escandalizar a la clase más conservadora de Estados Unidos. Y es que la incomodidad de las películas de Todd Solondz han ido en aumento: si Bienvenidos a la casa de muñecas tenía sus rarezas, se podía llegar hasta a disfrutar; con Happiness y Cosas que no se olvidan se creaba una incómoda sensación de no saber si reír o llorar; pero es que Palíndromos sigue avanzando en la inquietud fílmica de guión e imágenes. Extrañamente, lo que declara el director es que “Palíndromos es, en último término, una historia de amor, como lo han sido todas mis películas: historias de amor prohibido, amor por uno mismo. Porque realmente no hay historia que merezca la pena ser contada que no sea de amor.”

Centremos nuestra atención en Palíndromos, película que causó sorpresa entre muchos expertos y críticos debido a su temática sobre el aborto, el abuso de menores y los niños con defectos congénitos. Centrada en la historia de Aviva (“tu nombre es un palíndromo” se le recuerda en la película), una niña de 13 años que quiere tener hijos para tener a alguien a quien amar. Hace todo lo que puede para que esto ocurra y casi lo consigue, pero sus “sensatos” padres lo intentan evitar: las escenas en que los padres obligan a su hija a abortar se presentan como una bofetada al espectador (“no es un bebé, es como un tumor”, le dicen), cuyo colofón es la noticia que reciben los padres al comunicarles que el aborto se ha complicado y ha sido preciso practicar una histerectomía de urgencia a su hija. Así que Aviva decide escaparse, empeñada en quedarse embarazada de una manera o de otra. Palíndromos presenta a Aviva encarnada por siete actrices muy diferentes entre ellas (recurso empleado para deshumanizar y desempatizar al personaje) y, con un juego de fundidos (en blanco, en rosa y en azul), nos va presentando a distintos protagonistas (Judah, Henrietta, Hickleberry, Bob, Mark, etc). Errando, Aviva llega a la casa de Mamá Sunshine, una familia que acoge, con buenas intenciones cristianas, a niños con enfermedades crónicas y/o defectos congénitos. Esta familia representa la otra cara de la moneda en oposición a los padres de Aviva, pues son antiabortistas. En este sentido, Solondz ha conseguido molestar tanto a los que están a favor del aborto como a los que están en contra. Pero al menos, las “molestias” permiten reflexionar. Lo peor, ante este tema (el aborto y el aborto en adolescentes: ¿nos suena?) es la falta de reflexión y los hechos consumados.

Pues si os atrevéis a reflexionar, visionarla. Como prolegómeno os dejo el siguiente vídeo de alguno de los niños de la familia Sunshine, entre los que identificamos una niña con agenesia de brazos, una niña ciega y albina, una niña con enanismo, una niña con obesidad mórbida (recuerda a la protagonista de Precious) una niña con leucemia, un niño con síndrome de Down, un niño con retraso psicomotor (quizás un X frágil), un niño epiléptico y un niño con fibrosis quística, entre otros. “Máma Sunshine nunca da la espalda a un niño”, dice la película. ¿Y nuestra sociedad…?

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