sábado, 2 de enero de 2021

Cine y Pediatría (573). La investigación médica en epidemias según “El doctor Arrowsmith”

 

Esta es la primera entrada del año 2021 en Cine y Pediatría. Y como el 2020 ha sido un año muy especial, la película tiene también que serlo, como vivo recuerdo a lo vivido y lo sufrido. Y tiene que relacionarse con el tema que nos ha asolado este año, el de la pandemia por una infección. Porque son varias las conferencias que he desarrollado en ese año en España y más allá de las fronteras de nuestro país alrededor del tema “Epidemias y pandemias, cuando la historia supera la ficción”.  

En el primer apartado, abordamos la HISTORIA e historias alrededor de epidemias y pandemias. Y aquí analizamos el Top 10 de las principales pandemias en la Historia: peste negra o peste bubónica (1347-1351), nueva peste negra (1885-1920), gripe española (1918-1920), gripe asiática (1957-1958), gripe de Hong Kong (1968), VIH (desde 1986), Ébola (desde 1976), SARS (2002-2003), gripe A, H1N1 o gripe porcina (2009) y MERS (desde 2012). Sin contar claro está con la actual pandemia por el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19. 
Y estas son las claves que nos devuelve la historia: 1) las pandemias se han repetido en la historia, con tres claros protagonistas: al principio Yersinia pestis, y luego dos virus (el de la gripe y el coronavirus, el nuevo, el anterior y los que vengan); 2) la Historia y las historias deben servir para aprender algo y no cometer los mismos errores; 3) dejemos que sea la Ciencia, la Medicina y la Historia las que guíen los pasos a seguir, y que sean los científicos, médicos e historiadores los que marquen las pautas a realizar para la gestión de las epidemias y pandemias, pautas basadas en los datos y en los hechos, no en las ideologías, basadas en la prudencia pero no el miedo. 

Y en el segundo apartado, ya planteamos EL CINE y películas alrededor de las epidemias y pandemias. Y aquí analizamos 20 películas alrededor de este tema, de distintas épocas, países y géneros documentales. Por orden cronológico: El doctor Arrowsmith (John Ford, 1931), Pánico en las calles (Elia Kazan, 1950), La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), La amenaza de Andrómeda (Robert Wise, 1971), El puente de Cassandra (George Pan Cosmatos, 1976), La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978), Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), Estallido (Wolfgang Petersen, 1995), Doce monos (Terry Gilliam, 1996), El último patriota (Dean Semler, 1998), 28 días después (Danny Boyle, 2002), Hijos de los hombres (Alfonso Cuaron, 2006), Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007), Doomsday: El día del juicio (Neil Marshall, 2008), A ciegas (Fernando Meirelles, 2008), Infectados (Àlex Pastor, David Pastor, 2009), Contagio (Steven Soderbergh, 2011), Virus (Kim Sung-su, 2013), Guerra Mundial Z (Marc Foster, 2013), Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016). 
Y estos son las claves que nos devuelve el cine: 1) la infectología, las epidemias y pandemias son un tema recurrente en el séptimo arte; y a la mayoría de las películas les precede una novela de éxito; 2) la mayoría de las pandemias son víricas (virus de la rabia, de la gripe y no filiado) y se sitúan en el primer cuarto del siglo XXI, casi como una premonición de nuestra situación actual; 3) las pandemias asolan las ciudades, transformando a las personas en zombis, vampiros o con funciones sensoriales y mentales alteradas; desafortunadamente, todas plantean un futuro desolador, caótico y con escasos motivos para la esperanza. 

De las 20 películas analizadas, considero argumentales cinco: El doctor Arrowsmith (1931), Philadelphia (1993), Estallido (1995), Virus (2013) y Contagio (2011). Sobre la película Contagio ya hemos hablado en Cine y Pediatría, y consideramos que debe prescribirse a estudiantes, sanitarios y también a la población, porque plantea los siguientes debates: el proceso científico para caracterizar y contener un nuevo patógeno; los mecanismos de transmisión de una pandemia; la ética personal y profesional ante una amenaza existencial; las fortalezas y limitaciones de las respuesta de la salud pública; los factores que llevan al pánico de masas y al colapso de orden social.  

Pero si Contagio es la película paradigmática en color sobre este tema, la paradigmática en blanco y negro es El doctor Arrowsmith, una película que es un clásico utilizado como recurso didáctico para la formación en materia ética médica en relación con la experimentación con seres humanos hechas con fines de investigación, y en concreto en el campo de la microbiología y de las epidemias. La investigación científica en continua lid con los principios éticos y profesionales, así como con los avatares de su vida personal y sentimental. Y surge de la labor de dos importantes artistas estadounidense: uno en el campo de la literatura, Sinclair Lewis, y otro en el campo del cine, John Ford. 

Sinclair Lewis es recordado por ser el primer estadounidense en recibir el Premio Nobel de Literatura en el lejano 1930 y fue “por su vigorosa y plástica técnica puesta al servicio de la descripción, y por su habilidad en la construcción amena e inteligente de nuevos tipos y caracteres". Y cuatro años había recibido el Premio Pulitzer por su novela “Arrowsmith” y para cuyos aspectos científicos fue asesorado por Paul de Kruif, un bacteriólogo autor de “Microbe Hunters” (1926), un clásico en la literatura microbiológica a quien Lewis dedicó su novela. Y John Ford no necesita mucha presentación en este ámbito, uno de los directores más influyentes en su época con cinco décadas de trabajo y más de 140 películas en su haber, donde abordó todos los géneros, pero donde el western fue su santo y seña. Cuatro veces ganador del Oscar a mejor director (en el año 1935 por El delator, en 1940 por Las uvas de la ira, en 1941 por ¡Qué verde era mi valle! y en 1952 por El hombre tranquilo), tuvo un importante recorrido inicial por el cine mudo. Y precisamente fue El doctor Arrowsmith su primer paso por el cine sonoro y lo hace con la figura estelar de un médico, profesión que no sería ajena en su filmografía. Personajes principales fueron el doctor George Bull (Doctor Bull, 1933), el doctor Samuel Mudd (Prisionero del odio, 1936) y la doctora D.R. Cartwright (Siete mujeres, 1965), y personajes secundarios fueron el doctor Boone (La diligencia, 1939), el cirujano Henry Kendall (Misión de audaces, 1959) y el doctor John ‘Doc’ Holliday (Pasión de los fuertes, 1946). A John Ford no le gustaba adaptar novelas, quizás por ello esta película quizás no esté entre las destacadas de su filmografía, si bien fue nominada para cuatro premios de la Academia, incluido el de mejor película. 

Esta película ha dado lugar a muchos comentarios, pero quiero destacar el artículo realizado por los hermanos García Sánchez, catedráticos de Microbiología de la Universidad de Salamanca, maestros durante mi formación y editores de la revista Medicina y Cine. Y a él también remito para un profundo análisis de la película

Y tras los títulos iniciales de créditos, acompañados de la música de Alfred Newman, la película se inicia con esta aclaración: “La historia de un hombre que dedicó su vida a servir y su corazón al amor de una mujer”. Y a continuación los consejos de un abuelo a un Martin Arrowsmith niño: “Tuvimos buenos antepasados. Antepasados pioneros. Antepasados testarudos. Gracias a eso te convertirás en médico. Te convertirás en un científico si te esfuerzas lo suficiente… La biblioteca de un médico. Tres libros: Anatomía de Grey, la Biblia, Shakespeare. Estudia, Martin. Algún día serás un buen médico. Entrénate. Ve a un colegio universitario y después estudia Medicina. Estudia química, latín, física, biología. Sé un buen médico”

Un lapsus de tiempo después, ya vemos a un joven Martin (Ronald Colman) entrando en el despacho del Dr. Gottlieb, afamado investigador del Colegio Universitario Winnemac, quien le aconseja de nuevo: “Joven, ser científico es algo innato. Y pocos hombres lo tienen. Tal vez usted lo tenga. Pero primero debe ser estudiante de Medicina. Aprenda los nombres de las enfermedades. Aprenda a diseccionar sin tener náuseas. Aprenda a ver fluir la sangre sin desmayarse. Y consiga su título de Doctor. Y luego…regrese conmigo”. Y, cuando ya es doctor, se encuentra a la enfermera Leonora Tozer (Helen Hayes, por cierto un encuentro con connotaciones machistas que hoy no sería aprobado), con quien se casa y decide iniciar la práctica de la medicina clínica en el pequeño pueblo natal de ella, en Dakota del Sur. Y se inician sus experiencias clínicas, muchas de ellas con inmigrantes de la época (italianos y suecos): la atención al primer parto (por cierto, una escena entre una intensa humareda de humo que hoy sería criticada), el fallecimiento de una niña por difteria, la simpática extracción de un diente con otros niños como espectadores, o la realización de un estudio experimental (con su correspondiente grupo control) en vacas afectas de un brote de carbunco. 

Finalmente se traslada al Instituto McGurk de Nueva York para reencontrarse con su mentor, el Dr. Gottlieb, y retomar la senda de la investigación y se dice a sí mismo: “Dios mío, dame buenos ojos y libérame del apuro. Dios, hazme enfadar ante toda falsedad. Dios, haz que busque mis propios errores. Dame fuerzas para seguir hasta comprobar mis resultados. Dios, dame fuerzas para no confiarme en Dios”. Y en realidad está recitando algunos de los principios que debe regir a un investigador: debe ser observador, no tener prisa, no ser presuntuoso y buscar su error. Y es ahora cuando se rodea de microscopios, probetas, matraces y placas microbiológicas, hasta que llega la parte nuclear de la película: cuando tiene que acudir a las Antillas a combatir una epidemia de peste bubónica transmitida por ratas. Allí comienza a experimentar en lo que es un ensayo clínico en la población sobre la eficacia y seguridad del suero frente a la infección y que plantea serias dudas bioéticas. No es de extrañar que le planteen “¿Propone utilizar a los habitantes de esta isla como conejillos de indias en sus laboratorios?", si bien él lo defiende por el bien de la investigación y el bien del futuro de la humanidad que se puede ver asolada por la epidemia. De hecho, finalmente se puede desarrollar su experimento en un poblado de personas negras muy afectado por la enfermedad. Pero lo cierto es que,  aunque logró vencer la epidemia y que la fama le acompañara, fue a un alto precio que incluyó la vida de su mujer. 

Y de ahí deviene el fin de esta historia, donde podríamos destacar la frase de nuestro protagonista: “Las cosas se demuestran investigando”. Y esta frase puede ser la síntesis de un personaje de película que siendo médico se dedicó en cuerpo y alma a la investigación y que eligió la libertad de su práctica al comercialismo y seguridad económica de un Instituto. Un ejemplo de personaje médico e investigador de la primera mitad del siglo XX, con sus zonas claroscuras para nuestra mentalidad actual. Pero una buena película y un buen ejemplo para finalizar un año como el recién pasado 2020, asolado por la pandemia COVID-19, pues El doctor Arrowsmith nos sirve de ejemplo para reflexionar sobre la investigación médica en epidemias

Porque en estos difíciles momentos en el mundo, cabe recordar que en temas de epidemias y pandemias la historia puede superar a la ficción: y el momento distópico que vivimos por la COVID-19 es un ejemplo. Y debemos estar preparados para ello. Porque en realidad esta es una historia de cine. Por ello, por favor, vuelvan a ver esta película: han pasado 90 años y nos sigue enseñando algunos principios de la profesión médica, en su doble faceta clínica e investigadora, que algunos han olvidado en los tiempos que corren. 

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