sábado, 19 de agosto de 2023

Cine y Pediatría (711): “Dalva” tiene que vencer el síndrome de Estocolmo del incesto

 

Una violenta escena abre este drama belga, ópera prima de su directora. Dalva y Jacques se llaman y piden a la policía que ha entrado en casa que les suelten. Dalva es tan solo una preadolescente de 12 años que se nos presenta vestida, peinada y pintada como una mujer. Vemos que comienza una investigación…y un examen médico de la menor. En medio de la noche la trasladan al Refugio Givet, donde permanecerá al cargo de educadores y trabajadores sociales por orden judicial: “Tranquila. Aquí estás segura”. Pero intenta huir. Bastan 5 minutos para intuir a qué nos enfrentamos. Todo ha ocurrido de noche… y se nos muestra oscuro. Pero al amanecer del día siguiente iremos juntando las piezas que ya imaginamos, cuando los educadores dicen a Dalva: “La abogada piensa que es mejor que permanezcas aquí. Puede que estés en peligro con tu padre”. Quien se adentre a esta película, se enfrentará a una historia oscura realizada con luminosa maestría para invitarnos a la reflexión (y que es puro compromiso con las víctimas de incesto) y que nos revela el talento prometedor de su directora: Dalva (Emmanuelle Nicot, 2022). Una vez más, el cine en francés a gran altura en las películas seleccionadas en Cine y Pediatría. 

Y los chicos y chicas internos del Refugio Givet preguntan a Dalva (Zelda Samson, extraordinario debut, creíble de principio a fin) por qué esta allí, y ella responde que no lo sabe, pues no es consciente de que alguien le haya hecho daño, aunque se le confirma que a su padre, Jacques, se le acusa de secuestro e incesto. Pero ella no lo asume: “Por qué un padre y una hija no pueden quererse”, le demanda a la psicóloga, quien le intenta hacer comprender la diferencia entre amar y hacer el amor, que a la menor su padre le hizo creer que no existía. “No soy una niña, soy una mujer”, insiste Dalva, quien más bien se ha convertido en una muñeca maquillada, peinada y disfrazada por su padre, que ha hecho de ella su pequeña esposa. Una muñeca dócil en busca de amor. Y ahora aún se cree (y comporta) como una mujer no como una niña de 12 años, y eso es lo que provoca desconcierto entre los internos y en el nuevo colegio. Y es lo que intentan cambiar. 

Dos personas serán clave en la difícil readaptación de Dalma, en ese camino para entender lo anormal de lo que vivió y poder recuperar su infancia y adolescencia liberándose de aquel encierro físico y mental: una es Jayden (Alexis Manenti), el trabajador social encargado de ella, y otra es su compañera de habitación, Samia (Fanta Guirassi), la rebelde adolescente de color negra que está allí porque su madre se dedica a la prostitución. Los principios con ambos no son fáciles, pues Dalva solo insiste en volver a ver a su padre. Y la menarquía le sorprende en el primer día del nuevo colegio, y es entonces cuando Samia le devuelve este contundente comentario “Se cree una mujer y es una bebé”. 

Dalma vive su separación como una injusticia. Al quitarle a su padre, le quitan el único amor que la soportaba, o eso le hicieron creer. Finalmente se realiza un encuentro en la cárcel entre Dalma y su padre, en una escena de un dramatismo de muchos quilates. Allí el padre reconoce lo que la hija no desea creer, que es un pedófilo y que lo que han hecho de su relación no es el amor paternofilial que se espera. Porque cuando su madre se separó de su padre, este huyó de casa con la hija; Dalva tenía 5 años y cambiaron continuamente de domicilio para no ser localizables. Y cuando reencuentra a la madre en el centro de menores, esta le confiesa: “Nunca he dejado de pensar en ti. Pensé que me volvía loca”. Y Dalma le confiea a Jayden: “Tengo miedo de estar sola. De no volver a ser importante para nadie”. 

Y es así como harán falta las miradas de los demás y, luego su propia mirada, para que desaparezca el condicionamiento del que ha sido objeto y poder recuperar lo que le fue confiscado, su infancia y adolescencia. Su padre le compraba la ropa, la peinaba y le compraba el maquillaje. La cosificó a su imagen y semejanza. Y ella tiene que liberarse de ello y los pequeños detalles se hacen patentes progresivamente: dejar de pintarse los labios, desprenderse de los pendientes, dejar que aparezca el color natural de su pelo, o ponerse ropa propia de su edad (incluido el chándal que le regala Samia). 

Aunque la película Dalva empieza como un drama en la oscuridad (y vaya que si lo es por el tema que denuncia), la historia camina hacia la luz de la reconstrucción personal de nuestra protagonista, un personaje, una actriz y una historia que será difícil de olvidar. Y con un final a la altura de la película: el padre se atreve a mirar a Dalva avergonzado desde la tribuna del juzgado y ella aprieta con fuerza la mano a su madre, que está a su lado. Todo dicho sin una escena desagradable sobre esa lacra social que es la pederastia y el incesto, y sobre cómo vencer el síndrome de Estocolmo que a veces padecen las víctimas. 

Y es así como este conmovedor debut de la directora Emmanuelle Nicot, que ha arrasado en diversos festivales de cine europeo, nos permite realizar un buen debate y reflexión sobre cómo vencer el síndrome de Estocolmo de las víctimas de incesto, algo que viviremos con Dalva. Cabe recordar que el síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su secuestrador o retenedor. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte del agresor. El síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso, tal es el caso de rehenes, prisioneros de guerra y de campos de concentración, miembros de una secta, víctimas de violencia en la pareja o intrafamiliar y víctimas de abuso sexual reiterado. Si ese abuso sexual reiterado ocurre entre un padre y una hija se suma incesto, y las consecuencias a corto, medio y largo plazo son bien reconocidas desde el campo de la Psiquiatría y Medicina Legal. 

Cine belga social de calidad que bebe de las mejores fuentes, comenzando con los hermanos Dardenne (recientemente hemos hablado de su última película, del año 2022, Tori y Lokita),  pero que en Cine y Pediatría ya hemos visto en un buen número de películas, como Corazones enfrentados (Jeroen Krabbé, 1998), Ben X (Nic Balthazar, 2007),  Alabama Monroe (Felix Van Groeningen, 2012),  Melody (Bernard Bellefroid, 2014),  Aves de paso (Olivier Ringer, 2015), 9 meses (Guillaume Senez, 2015),  Girl (Lukas Dhont, 2018), Lola (Laurent Micheli, 2019)  o Un pequeño mundo (Laura Wandel, 2021), por citar algunas. Cine de calidad en francés desde Bélgica. Y Dalma es una nuestra más. 

 

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