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sábado, 10 de agosto de 2024

Cine y Pediatría (761) “How to Have Sex”, espejo del turismo de borrachera

 

Dentro del Festival de Cannes se creó en el año 1998 el premio Un certain regard, que intenta visibilizar y premiar el talento joven y obras originales y diferentes que buscan el reconocimiento internacional. Y en Cine y Pediatría hemos tenido la oportunidad de comentar algunos de esos premiados como la película senegalesa Moolaadé (Ousmane Sembène, 2004), la griega Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) o la mexicana Después de Lucía (Michel Franco, 2012), y que, en muchos casos, ha sido un gran espaldarazo para esos directores que luego se han consolidado en el panorama cinematográfico. Y hoy llega la película británica How to Have Sex (Molly Manning Walker, 2023), en lo que es la ópera prima de su directora.   

Y How to Have Sex pone el foco en una triste realidad en las dos últimas décadas en nuestros adolescentes: ese turismo de borrachera que muchos emprenden en un momento de su vida, normalmente en ese paso del instituto a la universidad, como si fuera una especie de ridículo rito de iniciación a la vida adulta. En este caso, la película nos muestra este periodo vacacional que hacen tres adolescentes británicas (Tara, Skye y Em) en la isla de Creta (podría ser perfectamente nuestro Benidorm o Magaluf) como fin de etapa del instituto, mientras esperan las calificaciones para poder entrar a la universidad. Y en su primer baño en el mar ya proclama nuestra protagonista, Tara (Mia McKenna-Bruce): “Os quiero con toda mi alma. ¡Las mejores vacaciones de toda mi vida!”. Puro ocio como si no hubiera mañana de esta chicas zoomers (de la generación Z). 

Y estas tres adolescentes quieren disfrutar de “las putas mejores vacaciones” de su vida, lo que sobre todo incluye ponerse pibones, beber sin freno (hasta el vómito o desfallecimiento), desmadrarse en la discoteca o en fiestas, romper la noche, ligar y, si procede, buscar sexo (que en el caso de Tara, aún virgen, casi es un obligación). Y entre fiesta nocturna y fiesta nocturna, algún baño en la piscina o en el mar. Están en el final de su adolescencia, así que… si no es ahora, ¿cuándo?, se preguntan. Y ya se sabe: “Lo que pasa en vacaciones se queda en las vacaciones” y más en esos “resort” como escenario postapocalítpico. 

Vamos reconociendo el diferente perfil de cada una de las tres amigas: Tara, nuestra protagonista, Em (Enva Lewis), la más centrada e inteligente, y Skye (Lara Peake), quien se considera líder y la más atractiva y quien incita a Tara a que dé el paso de acostarse por fin con cualquier joven borracho en alguna de esas fiestas de Sodoma y Gomera que se repiten en esa zona turística repleta de jóvenes y adolescentes con los mismos propósitos que ellas. Y acaban conociendo a otros chicos ingleses de un apartamento vecino, y donde Badger (Shaun Thomas) y Paddy (Samuel Bottomley) tendrán un papel crucial en el desarrollo de los acontecimientos. 

Y quedan en la retina algunas escenas. Especialmente esa secuencia en la que Tara, triste y ajada por los excesos de la noche con ese vestido verde provocador, regresa por la solitaria calle central de la Magaluf cretense, una calle sucia con los restos del naufragio (botellas, plásticos, basura…) de un población arrasada por la fiesta. Y también llama la atención la vivencia previa de esa fiesta “crush”, una de esas palabras de moda entre las nuevas generaciones y que, entre desmadre de alcohol y sexualidad, se busca ese enamoramiento repentino y apasionante o más bien, sexo a secas. Retazos de una triste realidad en esas cortas e intensas vacaciones en lo que parece una descripción del conocido como turismo de borrachera, y en la que solo ha faltado que alguno de estos jóvenes haga balconing para rematar el cuadro. Y donde destacamos que la historia está narrada con una buena dirección de actores, así como un buen uso de la cámara y fotografía para imprimirnos en un baño de realidad. 

Porque finalmente Tara ha conseguido perder su virginidad, pero sabe que ha perdido algo más. Y eso lo demuestra su cara de desaliento y el saber que no han sido las mejores vacaciones de su vida. Y, gracias a la enorme interpretación de Mia McKenna-Bruce, no queda rastro de esa Tara loca hormonada que vemos en las primeras secuencias cuando, al final, tenemos delante a una adolescente sufriente. Y como espectador se reflexiona sobre el valor del consentimiento a la hora de tener sexo, y cómo, por encima del placer está el sentimiento y el respeto, sea la “primera vez” o la última. 

Y sí, el despertar sexual es importante. Pero no parece que la borrachera sea la mejor compañía. Porque el respeto comienza con uno mismo… Y así nos lo recuerda esta turbadora ópera prima, How to Have Sex, que puede confundir por el título y que nada tiene que ver con una comedia ni con un manual. Y que nos labra un escenario tremendamente realista, verosímil e identificable sobre las formas de socialización juvenil, con todos sus matices y tonalidades, para inscribir allí una experiencia de no consentimiento, como la que sufre Tara.

 

sábado, 9 de marzo de 2024

Cine y Pediatría (739) “La consagración de la primavera” para la discapacidad y el sexo

 

En su larga vida, el compositor Igor Stravinski compuso una gran cantidad de obras clásicas abordando varios estilos como el primitivismo, el neoclasicismo y el serialismo, pero es conocido mundialmente sobre todo por tres obras de uno de sus períodos iniciales, el llamado período ruso: “El pájaro de fuego” (L'Oiseau de feu, 1910), “Petrushka” (1911) y “La consagración de la primavera” (Le sacre du printemps, 1913), tres obras solicitadas por el empresario Serguéi Diáguilev para los Ballets Rusos. Y hoy nos centramos en la última, una obra que describe la historia sucedida en la Rusia antigua alrededor del rapto y sacrificio pagano de una doncella al inicio de la primavera, la cual debía bailar hasta su muerte a fin de obtener la benevolencia de los dioses al comienzo de la nueva estación. Una obra innovadora en el ritmo, la melodía, la armonía y orquestación, quizás su primera obra claramente rupturista que, por la dificultad de su audición (especialmente para los oídos acostumbrados a los compases barrocos, neoclásicos y románticos), puede considerarse para el oyente como una obra inicial de la música clásica del siglo XX. Así es “La consagración de la primavera”, motivo de inspiración, también para el título de una reciente película española, también rompedora por la temática y su abordaje: La consagración de la primavera (Fernando Franco, 2022), un triángulo de personajes que nos muestran una realidad bastante oculta, cual es visibilizar la sexualidad en las personas con capacidades diferentes. 

Aborda este tema el sevillano Fernando Franco, con una larga trayectoria como montador, y que se ha introducido en la dirección a través del cortometraje y también el videoclip (del grupo Vetusta Moral y de Javier Corcobado). Su ópera prima en el largometraje fue La herida (2013), alrededor de la vida personal y laboral de una joven trabajadora social, y luego llegó Morir (2017), inspirada en la novela homónima de Arthur Schnitzler, una historia con escasos diálogos donde el cáncer trunca la estabilidad de una pareja feliz. Temas para pensar que se repiten ahora en esta su tercera película, La consagración de la primavera, aclamado drama intimista. 

Laura (Valèria Sorolla), adolescente de 18 años mallorquina que llega a estudiar Química en una universidad de Madrid y reside en un Colegio Mayor religioso, se nos presenta como una chica tímida y retraída y no cómoda con el ocio de sus iguales, pues no bebe, no fuma ni ha probado otras drogas, no le gustan las discotecas, más bien le agobian. Intenta adaptarse a su vida universitaria mientras lidia con sus inseguridades. De una forma casual – y quizás algo forzada en el guion – conoce a David (Telmo Irureta, en un papel que le valió el Goya a mejor actor revelación), un joven con parálisis cerebral y tetraparesia espástica, dependiente en su silla de ruedas, y quien vive con su madre Isabel (Emma Suárez). A partir de aquí se establece un triángulo muy particular, cuando Laura descubre que David y su madre luchan para que se sepa las personas con parálisis cerebral no son asexuados y que tienen las mismas necesidades que todos en este importante tema. Isabel le explica que ha tenido que recurrir a prostitutas y asistentes sexuales para que acompañen a David, y que hasta ella ha llegado a masturbarle. Es poco después cuando Laura toma una decisión muy particular: ser la asistente sexual de David. Y mientras le masturba, él le pregunta: “¿Me puedes abrazar?...¿estás bien?”. Y al salir de la habitación, Isabel le pregunta: “¿Cómo te ha ido?, ¿te has sentido cómoda?...Porque David está encantado, pero lo importante es que tú te sientas bien”

Con gran respeto e intimidad por ambas partes, pasan los días y se repiten los encuentros en la habitación de David, todos los jueves. “Desde que vienes, se le nota más feliz”, dice Isabel; y también Laura se siente más feliz. Y en sus encuentros les gusta escuchar música juntos y entre las distintas melodías una que oímos es “La consagración de la primavera”, con ese guiño al supuesto sacrificio ritual que nuestra joven virgen, Laura. Y ese final con las palabras de David: “No vas a volver”. 

Y es así que esta película valiente está llena de matices y virtudes, aunque circule al filo del rechazo y la entrega entusiasta de quien aprecie la osadía de hablar de lo invisible, pero necesario. Y todo ello con dos interpretaciones de bandera de dos jóvenes que se desnudan, física y emocionalmente: Valèria Sorolla venía con bagaje actoral en series de televisión; y Telmo Irureta, cuya vida en sí es de película y sobre una silla de ruedas (a los dos años una encefalitis le provocó sus graves secuela), ya había protagonizado cortos, monólogos y obras de teatro, pero tras este papel ha tenido gran impacto mediático. Y todos recordamos sus palabras al recoger el Goya: “Nosotros también follamos”. Porque el caso de Telmo Irureta es uno más de aquellos actores con discapacidad o capacidades diferentes que han sido premiados, y recordamos algunos otros nombres: Harold Russell (amputación ambos brazos) en Los mejores años de nuestras vidas (William Wyler, 1946), Marlee Matiln (sordera) en Hijos de un Dios menor (Randa Haines, 1986), Pablo Pineda (síndrome de Down) en Yo, también (Álvaro Pastor, Antonio Naharro, 2009), Jesús Vidal (miopía grave y ceguera ojo derecho) en Campeones (Javier Fesser, 2018), o Troy Kotsur (sordera) en CODA: Los sonidos del silencio (Sian Heder, 2021).   

No es la primera vez que la parálisis cerebral es protagonista en una película de Cine y Pediatría, y recordamos obras como Mi pie izquierdo (Jim Sheridam, 1989), Las llaves de casa (Gianni Amelio, 2004), Con todas nuestras fuerzas (Nils Tavernier, 2013), o uno de las cuatro historias de Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013). Pero en La consagración de la primavera, además, nos adentra con sentido y sensibilidad a la sexualidad de las personas con parálisis cerebral.   

 

lunes, 27 de noviembre de 2023

Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es posible!

 

El pasado 25 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y así, la campaña «16 días de activismo contra la violencia de género» comienza hoy, 25 de noviembre y termina el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Esta campaña tiene como objetivo llamar a la acción para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo. 

La campaña de concienciación social del año 2023 tiene un lema contundente y real: "El porno es una escuela de violencia contra las mujeres” y destaca algunos datos como que el 88,2% de las escenas pornográficas contiene violencia física o verbal contra las mujeres. Y esas escenas llegan a partir de los 8 años a los niños y niñas creando un grave problema en la autoestima y empatía de los menores, y convirtiéndose en un caldo de cultivo de violencia frente a la mujer. Un tema que merece una profunda reflexión como sociedad... 

Y esta profunda reflexión la viví hace justo una semana en la librería Pynchon & Co de Alicante, donde pude asistir a la presentación del libro “Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es posible!” de Marina Marroquí, una joven educadora social valencia, quien se ha erigido como una de las activistas por la igualdad de género más relevantes en España (y que previamente nos dejó en el año 2017 su libro “Eso no es Amor: 30 retos para trabajar la igualdad”). Y ante un auditorio repleto de madres, padres y adolescentes, nos dejó un mensaje tan claro como contundente: el peligro del porno que llega a los adolescente es un tema de total actualidad, y que alarma (y debe alarmar por su importancia) a las familias y a la sociedad. Familias y educadores buscan respuestas ante una preocupación real que no saben cómo afrontar. 

Porque Marina Marroquí es la educadora social que habla de amor y sexo con cientos de alumnos y alumnas en España cada año. Desde esta experiencia directa, nos trae una llamada a la acción: otra forma de educar en la sexualidad es urgente. Y vaya que lo consiguió: el auditorio quedó impactado con los datos expuestos, quizás nunca imaginados por el auditorio. Porque está claro que algo mal estamos haciendo cuando la nueva generación Z puede tener más empatía ante un perro maltratado que ante una mujer violada (y es que muchas adolescentes sufren actos sexuales en manada que son actos de violación, y no disfrute con el sexo) o ante la muerte de un toro en un plaza de toros que ante un aborto (incrementados por la falta de medidas de protección de las nuevas generaciones, donde el uso de preservativo no es la norma, sino la excepción). 

Y sobre esta tema cabe recordar que en los dos últimos meses se ha llevado a cabo en la plataforma de formación Continuum el curso “Atención a la sexualidad de la adolescencia”, porque la formación de los pediatras en esta materia no solo es una necesidad, sino una obligación.  

Y sí, otra educación sexual es posible… y necesaria.

lunes, 28 de agosto de 2023

Nuevo curso de Continuum "Atención a la sexualidad en la adolescencia"

 

Seguimos informando de cursos que desde la plataforma de formación Continuum estarán disponibles tras el verano. Hoy anunciamos el curso "Atención a la sexualidad en la Adolescencia", organizado y coordinado por la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia. 

Con este curso pretendemos proporcionar al alumno conocimientos y habilidades para entrevistar a adolescentes teniendo en cuenta un enfoque biopsicosocial. Para cumplir este objetivo, es importante la integración de las distintas variables que intervienen en esta etapa de la vida, tanto en el ámbito físico como psicológico y social, así como saber dentro de qué marco legal pueden desarrollar su actividad. Conocer la epidemiología, el diagnóstico y el tratamiento de las infecciones de transmisión sexual en los adolescentes de nuestro medio. 

Al finalizar la actividad, el alumno habrá conseguido los conocimientos, habilidades y actitudes que se recogen a continuación: 
- Aprender las estrategias para desarrollar la entrevista con el adolescente y orientar la exploración física con el objetivo de descartar la patología más frecuente a esta edad. 
- Entender el funcionamiento y cambios en la adolescencia, la sexualidad, las nuevas formas de relación y la importancia del entorno vs. la familia. 
- Entender el desarrollo psicosexual normal en nuestro contexto cultural y social actual y las vivencias que pudieran desviarse de la normalidad. 
- Conocer el Ordenamiento Jurídico aplicable al ámbito médico/asistencial y las normas que regulan la capacidad decisoria y la autonomía de las personas menores de edad. 
- Describir los datos epidemiológicos más recientes, factores de riesgo y la presentación clínica de las principales infecciones de transmisión sexual en pacientes adolescentes de nuestro medio. Realizar un correcto cribado y tratamiento en cada caso. 
- Entender la importancia de crear consultas de adolescentes con un enfoque integral y un trabajo interdisciplinario. Reconocer los factores de riesgo y los factores protectores para incidir en el autocuidado del adolescente. 

Y estos serán los capítulos que se van a tratar: 
- Medicina del adolescente. 
- Desarrollo psicológico. 
- Desarrollo sexual en el adolescente. 
- Consentimiento, confidencialidad y privacidad. 
- Infecciones de transmisión sexual (ITS) en adolescentes. 
- Salud preventiva/autocuidado. 

El curso comienza el día 5 de octubre de 2023 y estará en activo hasta el 30 de noviembre. Un curso tutorizado en cada una de las seis unidades didácticas. 

Toda la información e inscripciones en la página web de Continuum
Os esperamos...

sábado, 15 de julio de 2023

Cine y Pediatría (705) “Turn Me On, Goddammit”, nueva visión de la sexualidad de una adolescente

 

La filmografía noruega ya se ha asomado en tres ocasiones a Cine y Pediatría: Brothers (Aslaug Holm, 2015), sobre la historia vital de dos hermanos noruegos rodada durante ocho años; El viaje de Nisha (Iram Haq, 2017), una película denuncia ante los conflictos generacionales entre la tradición de una familia musulmana y la libertad del país europeo de acogida, la tensión entre el supuesto honor frente al amor; y Cuidado con los niños (Dag Johan Haugerud, 2019), una película que nos recuerda que si hay que tener cuidado con los niños es porque vienen acompañados de adultos. Temas nos fáciles, como tampoco lo es nuestra película de hoy, elegida en su momento como película noruega del año: Turn Me On, Goddammit (Jannicke Systad Jacobsen, 2011) traducida en algún momento al español como Enciéndeme, maldita sea (o de forma más gráfica como ¡Ponme a tono, joder!), lo que viene a marcar el camino de que es una película que no le duelen prendas de llamar a cada cosa por su nombre al mostrarnos el brote de las tensiones sexuales de una adolescente. 

Y es que el séptimo arte se ha acercado al tema de la sexualidad femenina, desde todas las filmografías del mundo y en todos los idiomas. En algunos casos más enfocado en la vida adulta, como Bella de día (Belle de jour) (Luis Buñuel, 1967), Le voyage en douce (Michel Deville, 1980), La celda de cristal (Bette Gordon, 1983), La insoportable levedad del ser (Philip Kaufman, 1987), Las edades de Lulú (Bigas Luna, 1990), Viva el amor (Tsai Ming-liang, 1994), Romance X (Catherine Breillat, 1999), Cuando menos te lo esperas (Nacy Meyers, 2003), Somersault (Cate Shortland, 2004), Diario de una ninfómana (Christian Molina, 2008), À l'aventure (Jean-Claude Brisseau, 2008), Hysteria (Tanya Wexler, 2011), Ellas (Malgorzata Szumowska, 2011), Sleeping Beauty (Julia Leigh, 2011), Nymphomaniac (Volumen 1 y 2) (Lars von Trier, 2013), Dos madres perfectas (Anne Fontaine, 2013), Y de repente tú (Judd Apatow, 2015), La estación de las mujeres (Leena Yadav, 2015), Venus: confesiones desnudas (Mette Carla Albrechtsen y Lea Glob, 2016), La doncella (Park Chan-Wook, 2016), Buena suerte, Leo Grande (Sophie Hyde, 2022), etc. 

Pero en otras películas se centra principalmente en la sexualidad en la adolescencia, y algunas ya hemos podido analizarlas en post previos: Una chica de verdad (Catherine Breillat, 1976), Mary Jane's Not a Virgin Anymore (Sarah Jacobson, 1998), El último suspiro (Léa Pool, 2001), Lirios de agua (Water Lilies) (Céline Sciamma, 2007), Fish Tank (Andrea Arnold, 2009), Pariah (Dee Rees, 2011), Joven y alocada (Marialy Rivas, 2012), Joven y bonita (François Ozon, 2013), It Felt Like Love (Eliza Hittman, 2013), La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), Wetlands (Zonas húmedas) (David Wnendt, 2013), Cosas que hacer antes de los 18 (Maggie Carey, 2013), The Diary of a Teenage Girl (Marielle Heller, 2015), La (des)educación de Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018), Sí, Dios mío, sí (Karen Maine, 2019), etc.      

Turn Me On, Goddammit fundamenta su guion en una novela de la escritora noruega Olaug Nilssen y tiene como tema principal la adolescencia, esa etapa en la que la sexualidad brota con la violencia de un volcán activo al ritmo de las hormonas. El film comienza con una original manera de presentar el pequeño pueblo noruego donde vive nuestra protagonista ("Bienvenido a Skoddenheim"), con calles vacías, ovejas y mucha vegetación. Una película de bajo presupuesto que logra transmitir con sinceridad la vida de a Alma (interpretada con acierto por la debutante Helene Bergsholm), una adolescente de 15 años con imaginación desbordante y que busca satisfacer sus instintos sexuales naturales. Una historia que comienza así, y donde puede llegar a ser difícil imaginar qué es realidad y qué fantasía sexual en el relato: Día 1: la nota. Día 2: yo y la mierda de la ginebra. Día 3: Dick-Alma (siendo este el apodo que finalmente le aplican). 

Alma vive sola con su madre (Henriette Steenstrup, a quien reconocemos como la directora del instituto de la citada película Cuidado con los niños), quien se da cuenta, cuando llega una superfactura de teléfono, que su hija está llamando a un servicio telefónico de sexo y la hija le justifica que lo hace porque lo necesita. Para pagar la factura se pone a trabajar dos tardes a la semana de cajera en un supermercado al que casi no entra nadie. Pero esa imaginación activa - y libido aún más desarrollada - se le trastoca tras un encuentro con un rompecorazones, Arthur, lo que provocará una serie de acontecimientos embarazosos para la protagonista, problemas con sus amigas y su madre, y el llegar a convertirse en una persona poco popular. 

Una película con más comedia que drama, un producto ingenioso, fresco y sincero alrededor del erotismo adolescente. Destacar ese lugar de encuentro con sus amigas en una parada de autobús en medio de la solitaria carretera del pequeño pueblo. Allí donde su amiga Ingrid se pinta continuamente los labios, mientras Saralou le confiesa que quiere escapar a Texas para abolir la pena de muerte; aunque de momento se dedica a escribirles cartas a los condenados a muerte que ve en internet contándoles sus cuitas de adolescente (cartas que no envía). 

Un guion peculiar, con planos atrevidos para acompañarnos a ese subjetivismo fílmico de esta película de bajo presupuesto refrescante, que logra un ambiente que puede sugerirnos lo visto años antes en la película islandesa Heartstone: Corazones de piedra (Gudmundur Arnar Gudmudsson, 2016), en la británica Submarine (Richard Ayoade, 2010) o en la sueca Fucking Amal (Lukas Moodysson, 1998). Una buena ópera prima para la directora Jannicke Systad Jacobsen con acertadas interpretaciones, escasos cortes musicales a cargo de Ginge Avik y un acertado cromatismo fotográfico de Marianne Bakke para acompañar a los diversos sentimientos de nuestra protagonista y experimentar ese frío escénico tan propio de las películas escandinavas.   

Turn Me On, Goddammit nos acerca a una nueva visión de la sexualidad de una adolescente, allí donde el aislamiento y falta de oportunidades en el pueblo, así como la ausencia de modelos positivos para la juventud, es la premisa fundamental para forjar la rabia, la depresión y la marginación de estos adolescentes que caminan con escaso horizonte hacia su futuro. Estas emociones se exteriorizan mediante el sexo, las relaciones amorosas, las relaciones familiares o ese constante pensamiento de huir a la ciudad, dónde según el ideal se encuentra esa libertad tan ansiada. Y así es como Alma se escapa a  Oslo..

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sábado, 17 de julio de 2021

Cine y Pediatría (601) “Joven y alocada”, entre su blog y su evangelio sexual

 

Hay filmografías que son escasas en Cine y Pediatría, pero que poco a poco ven la luz. Es el caso de Chile y las tres películas ya vistas en este proyecto, películas con esa especial vinculación a los temas que rodean a los adolescentes: Machuca (Andrés Wood, 2004) y la educación del adolescente entre los conflictos políticos; La espera (Francisca Fuenzalida, 2011), donde se debate el aborto en una adolescente embarazada; y Rara (Pepa San Martín, 2016), allí donde combinar la rareza de la adolescencia con la rareza familiar que nos puede rodear.  Y hoy llega una más: Joven y alocada (Marialy Rivas, 2012), cuyo título cabe diferenciar de la película francesa Joven y bonita (François Ozon, 2013), aunque ambas tengan las peculiaridades del despertar sexual de dos chicas adolescentes.

Un comienzo desconcertante de pensamientos en off de nuestra protagonista alrededor de su sexo y sexualidad, sin tapujos, mientras regresa a casa y suena repetidamente el teléfono de su madre tras pasar la noche fuera. Y entonces entra en la iglesia evangélica, donde su madre se sienta a su lado. Luego el título y directora. Y continúa con interacciones a través de un chat de internet con chicos y chicas de su edad, que se repiten durante el metraje. 

Y así comienza esta historia que nos cuenta Daniela (Alicia Rodríguez), nuestra protagonista de 17 años criada en el seno de una familia ultraconservadora y evangélica, donde su vida se enfrenta al descubrimiento de su sexualidad entre la culpa cristiana y la innata rebeldía adolescente. Y de forma implícita - y también explícita - Daniela navega con ese descubrimiento de su sexualidad entre el evangelio pecaminoso de su familia y su propio evangelio de interrogantes. Y esto lo narra su directora en peculiar formato en 12 partes, como diferente post de un blog firmado por su autora, bajo el seudónimo de Joven y Alocada: Ebanjelio 1:1 A los 15 boca abajo; Ebanjelio 1:2 En el principio creó Dios toditos mis males (a madre y a padre); Ebanjelio 1:3 Somos la luz del mundo; Ebanjelio 1:4 El lago de fuego; Ebanjelio 1:5 A. & T.; Ebanjelio1:6 El buen camino; Ebanjelio 1:7 Las escaleritas del pecado; Ebanjelio 1:8 Pino y queso; Ebanjelio 1:9 Si no tengo amor nada soy; Ebanjelio1:10 Shao hombre viejo; Ebanjelio 1:11 Ahora vemos por espejo, oscuramente; Ebanjelio 1:12 Post data. 

Y gracias a la libertad en su narración cinematográfica de Marialy Rivas (basado en algunas experiencias propias de su juventud), apreciamos un peculiar montaje que se adaptan a la sensibilidad de Daniela, a su ética y estética, allí donde la imagen se convierte a veces en una pantalla de ordenador en la que visualizar ese blog y chat de los que nos hace cómplices. Y no es esta la única utilización transgresora del lenguaje cinematográfico, pues también podemos observar en las escenas más íntimas los filtros de colores para una ambientación en sepias, amarillos o azulados, que ofrecen una textura especial a la cinta y que las destacan estéticamente con respecto al resto de escenas del filme. 

Y somos espectadores cómplices de las críticas a Daniela de la directora del colegio religioso, al conocer que ha tenido sexo antes del matrimonio (“Qué deshonra para tus padres, que aman al señor…No puedes volver más a este colegio, no te toleramos más”), al castigo de la madre (“No vas salir durante un año. Y no vas a ver a nadie tampoco…No vas a salir ni a la esquina. Ni a comprar el pan. Tampoco vas a tener internet. Y mañana mismo te inscribo en “Somos la luz del mundo”. ¿Entendiste?”). Una relación que es compleja con su madre, y conciliadora con su tía: “Hay dos cosas en este mundo que no tienen límite. El amor de tía. Y el espionaje de madre-espía. Hay una cosa en este mundo que no tiene respuesta. ¿Qué haré sin el amor de tía? ¿Qué hará entonces madre-espía conmigo?”

Porque la iniciación a la sexualidad de Daniela causa escándalo en su familia, que pertenece a una secta evangélica integrada por personas de alto nivel económico, así como en la escuela y en el canal de televisión religioso al que la mandan a trabajar. Y allí conoce a Tomás y Antonia, dos amigos con los que establece una especial relación, entre su pasión y su confusión. Hasta llegar a ese post data final: “Lo dijo Pablo en Corintios. Cuando yo era niño, jugaba como niño, hablaba como niño, pensaba como niño, bla bla blá como niño, más cuando fui hombre dejé lo que era de niño. Lo digo yo en ninguna parte. Cuando era niña, pensaba como niña, jugaba como niña. Ahora que soy no niña, no he dejado nada. Y no me importa porque no sé si creo en la felicidad, ni en la calma ni en la madurasound ni en no sé qué. Solo creo en estar perdida. Amén, y amén, y amén, y amén”. Y tras esta reflexión de Daniela llegan los créditos finales originales, diferentes, como la propia película…joven y alocada. 

Y así es Joven y alocada, puro cine independiente con una temática transgresora y espinosa, un buen montaje con un gran trabajo de postproducción, una buena interpretación femenina y un guión sólido basado en un personaje completo y complejo del que llegamos a conocer todas sus aristas y sus 'pecados' que nos confiesa en su blog personal. Es, por ello, Joven y alocada una película original, valiente, carnal y honesta en la que todo acaba encajando. Hasta la expresión de Daniela: "Y yo quiero no creer porque creer me da susto". Y así, una vez más, nos aparece la voz incomprendida de la adolescencia, que en nuestra protagonista se alza entre su blog y su propio evangelio sexual.

 

sábado, 29 de septiembre de 2018

Cine y Pediatría (455). “Dora y la revolución sexual”, aquella que el sexo despierta en las personas con diversidad funcional psíquica


Durante mucho tiempo, la sexualidad de las personas con diversidad funcional ha sido un tema oculto, del que poco o nada sabíamos. Y cuando de algo no se habla, puede parecer que no existe: nada más contrario a la verdad. Y claro que sabemos que la sexualidad está presente en todas las personas, también en aquellas con algún tipo de discapacidad, sea una discapacidad física, psíquica o de ambos orígenes. Por tanto, en todas las personas hay necesidad de educación sexual, de información, de formación, de apoyar las necesidades y deseos de afecto y placer sexual. En otras palabras, sexualidad y discapacidad precisan entenderse con una de las más altas cotas de amor, de ese amor en mayúscula que nos caracteriza con seres humanos con cerebro, sexo y corazón. 

Y por ello hoy hablamos de una película muy especial, por el tema y por el trato a este tema: Dora y la revolución sexual, una película alemana del año 2015, dirigida por la directora Stina Werenfels, y que aborda esta cuestión de una forma valiente y directa. Una película que nos obliga a pensar sobre algunas cuestiones clave en el mundo de las emociones y de las reflexiones, como cuáles son los deseos y necesidades en el ámbito de la sexualidad de las personas con diversidad funcional, las dificultades que encuentran en su entorno para satisfacerlas, el papel de los padres y las problemáticas con que se encuentran, la elección de pareja, la anticoncepción, la maternidad, el dolor, la entrega, el bien y el mal, y quién sabe si la esperanza,… Una película que nos deja varias preguntas (la mayoría sin responder, que es cuando las preguntas tienen mayor valor): ¿cómo se enfrentan unos padres al despertar sexual de una hija con discapacidad intelectual?, ¿qué recursos y apoyos cuentan para hacerlo?, ¿cuáles son las dificultades o los dilemas – éticos, morales, religiosos - a los que se ven sometidos?, ¿estamos preparados para ello, como individuos y como sociedad?, etc. 

En nuestra película conocemos a nuestra protagonista, Dora, una bella jovencita alemana, hija única de un matrimonio de mediana edad, quien sopla las velas de sus 18 años, su mayoría de edad, en una fiesta con familiares y amigos. Dora tiene una discapacidad psíquica no filiada y en ese momento su madre decide dejar de medicar a su hija (le retira el metilfenidato, antipsicótico habitual para tratar los rasgos asociados de déficit de atención y/o hiperactividad de algunas de estas personas). Dora es feliz junto a sus padres y amigos, entre los que reconocemos jóvenes con síndrome de Down, autismo y otras discapacidades psíquicas. Enseguida descubrimos que Dora está descubriendo su cuerpo, su sensualidad y, finalmente, también el sexo: Dora se acuesta aún con sus padres a medianoche y, en una ocasión, les sorprende haciendo el amor… y les hace preguntas; Dora ve besarse a una pareja de compañeros con síndrome de Dowm y ella desea tener una pareja también; Dora desconcierta a su padre cuando ésta le besa en la boca; Dora descubre el placer de masturbarse. Y cuando ella pregunta “¿Soy discapacitada?”, su madre le contesta “Eres… diferente”; y Dora le replica: “No quiero ser diferente… No quiero ser discapacitada”

Porque a sus padres les asombra las repentinas ganas de vivir de Dora. Pero el desconcierto es mayor cuando empieza a quedar con un hombre mucho mayor que ella al que conoce en su trabajo de vendedora de frutas y hortalizas en un mercado. Y ese desconcierto es el que vivimos también como espectadores, con escenas tan duras como incomprensibles para Dora, para su familia… y para nosotros: la escena del lavabo de la estación de metro, cuando es violada; la denuncia en la policía, su revisión ginecológica, la lógica preocupación de sus padres, la confusión de Dora, la píldora del día después y las pruebas frente al sida. Pero Dora se vuelve a ver con aquel extraño que la forzó (sin duda, uno de los más extraños personajes que recuerdo en el cine) y el test del embarazo acaba dando positivo. Y llega el dolor del aborto. Los padres recurren a las pastillas anticonceptivas que su hija no vuelva a quedar embarazada…, pero que no las quiere tomar y buscan otro método anticonceptivo. Pero nada resulta y vuelve a quedar embarazada. Y como es mayor de edad, sigue viendo al hombre que “solamente la folla”, como él dice con un frialdad tan cruel que nos duele como si fuéramos los padres de Dora. Pero la ley no dice lo contrario frente a una relación consentida con una mayor de edad y no inhabilitada mentalmente. 

Es tal la impotencia y el dolor de los padres, que en un momento la madre le dice a su marido: “¿No desearías, por un momento, tener una hija sana? Un momento sin dolor… Un momento sin sentir envidia del resto de familias. Si podría volver atrás, abortaría, y tendría un niño sano”. Porque todos sus esfuerzos no dan resultado, y cuando la aventura de Dora lleva a una situación más seria, todo el mundo nos planteamos donde están los límites de las relaciones con los demás, donde están los límites de la autodeterminación, la confianza, el sexo, el amor, la ley, la justicia, la coherencia, la bondad, la maldad,... 

Finalmente Dora comienza a residir en una vivienda de convivencia con otros compañeros con distinto grado de discapacidad mental. Y en un momento la vemos tumbada con un vestido de novia y ya en avanzado estado de gestación, esperando a que ese misterioso y amoral hombre con el que comparte el placer del sexo, la lleve a Las Vegas a casarse, tal como le ha dicho… Pero no ocurre, y entonces Dora vuelve al mismo baño donde fue violada… Y a la vez apreciamos que la madre de Dora hace un viaje lisérgico en esas fiestas “rave” donde trabajaba elaborando cócteles, y se suman las imágenes: y vemos al bebé de Dora intentando mamar; y oímos al final la voz de Dora llamando “¿Mamá?”. Y un fundido en negro, como nuestra alma, con tantas preguntas sin responder en este tema de cómo afrontar el despertar sexual en un hijo con retraso mental y bajas capacidades

Es Dora y la revolución sexual una película que nos recuerda que los padres y madres son una pieza clave en este asunto, pero con frecuencia se encuentran desbordados por la situación y con la sensación de no saber cómo enfrentarlo, ni tener recursos suficientes para hacerlo. Para empezar, quizás, porque hemos considerado a las personas con diversidad funcional como asexuadas. Si os interesa el tema, esta película no dejará indiferente, pues no es fácil ver ni quizás sea apta para todas las sensibilidades. Pero sea como sea, y pese a ello, debería prescribirse para sensibilizarnos de un tema que hay que conocer, prevenir y actuar. 

Porque muchas otras veces se ha llevado al cine el tema del despertar sexual de una jovencita, quizás un tema recurrente que tiene en Lolita su imaginario colectivo (tanto en su versión original del año 1962 dirigida por Stanley Kubrick como en su copia del año 1997 dirigida por Adrian Lyne), y que en Cine y Pediatría ya hemos podido revisar en películas como Lirios de agua (Céline Sciamma, 2007), El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009), Joven y bonita (François Ozon, 2013) o La vida de Adèle (Abdallatif Kechiche, 2013). Sin embargo Dora vive también un despertar sexual impetuoso como quizás no se ha llevado nunca al cine antes. Y la directora Stina Werenfels ha sido valiente con la propuesta y ha conseguido una obra auténtica, original y perturbadora. Una película para la reflexión y el debate. De hecho, el título orginal es “Dora oder Die sexuellen Neurosen unserer Eltern”, es decir, “Dora o las neurosis sexuales de nuestros padres”.

 

sábado, 29 de agosto de 2015

Cine y Pediatría (294): “Lirios de agua” y las varias caras del amor adolescente


Lukas Moodysson nos presentó en 1988 a Agnes (Rebecka Liljeberg) y Elin (Alexandra Dahlström) en la película sueca Fucking Amal. Pawel Pawlikowski nos mostró en 2004 a Mona (Nathalie Press) y Tamsin (Emily Blunt) en la película británica Mi amor de verano. Abdallatif Kechiche nos conmocionó en 2013 con la relación entre Adéle (Adéle Exarchopoulos) y Emma (Léa Seydoux) en la película francesa La vida de Adéle. El punto común de las tres películas es mostrarnos la relación amorosa entre dos chicas adolescentes, y demostrarnos la pasión y el dolor, el corazón y el sentimiento a flor de piel, la razón y la confusión que conlleva una relación lésbica en esta complica etapa de la vida que marca la transición de la infancia al ser adulto. 

Pues algo parecido ocurre con la ópera prima de Céline Sciamma en el año 2007 y la relación entre Marie (Pauline Acquart) y Floriane (Adèle Haenel) en la película francesa Lirios de agua (título original Naissance des pieuvres y conocida internacionalmente como Water Lilies). En realidad esta película es algo más que un dúo, pues aunque la relación entre Marie y Floriane centra el argumento, también aparecen en escena dos personajes secundarios importantes: la amiga de Marie, Anne (Louise Blanchere) y un novio idílico de Anne, François (Warren Jacquin). Y con ello la película se convierte en un bello poema y alegato de las varias caras de la amistad y el amor adolescente en nuestros protagonistas, ese ocasional debate entre la común relación heterosexual, o el sentir la atracción hacia el mismo género o, incluso, una dudosa sensación de bisexualidad. 

La traducción correcta del título de la película en francés y en inglés es el de nenúfares, planta que también es conocida como lirios de agua. En el lenguaje de las flores, los lirios son un símbolo de amor. Así, por ejemplo, los lirios blancos expresan un te quiero y confío en ti, los lirios azules, un amor tierno y buenas noticias, los lirios amarillos dicen que amarte me hace feliz, los lirios malvas que tus ojos me enloquecen y los lirios rojos, amor ardiente. Realmente una bella simbología que nos llevaría a intentar explicar qué significan los lirios de agua, estos nenúfares como símbolo. Porque los antiguos egipcios veneraban los nenúfares del Nilo, planta que florece en el agua en la noche y se cierra por la mañana, lo que simboliza la separación de deidades y motivo asociado a sus creencias sobre la muerte y el más allá. De alguna forma el amor, el agua y cierto valor de trascendencia están presentes en esta película enigmática por obra y gracia de la dirección de sus actores principales. 

Y es que Céline Sciamma ya ha formado parte de Cine y Pediatría. Y lo hicimos cuando comentamos su segunda película, Tomboy (2011), un homenaje a las chicas tomboy, aquéllas que gustan vestirse como chicos y actuar como ellos, no como una forma de llamar la atención, sino fruto de un impulso natural. Y es que Céline Sciamma se ha convertido en la directora que no entiende de géneros, y cuyas obras arrastran la polémica (a favor y en contra), pues en sus tres películas en haber habla de la identidad sexual, de la importancia del género en la construcción de uno mismo, de los sentimientos de ambigüedad entre adolescentes y del trastorno que conlleva el hecho de sentirse diferente. Y todo comenzó con Lirios de agua… 

Marie es una quinceañera delgada, callada y tímida que pasa el verano de la mejor forma que puede junto a su mejor amiga Anne, casi su imagen especular (con sobrepeso, más habladora y extrovertida). Un día Marie asiste a la piscina de barrio en donde su amiga entrena en un equipo de natación sincronizada, y se queda fascinada por la capitana de otro equipo: ella es Floriane, popular y triunfadora entre los chicos. 
Y así transcurre un verano alrededor de esa piscina y en la privacidad de los casilleros de los vestuarios, con Marie intentando acercarse a Floriane y con Anne buscando a un chico dispuesto a darle su primer beso, el atractivo François. Entre Marie y Floriane comienzan una enigmática amistad y complicidad, que confundirá a ambas, pero especialmente a la primera. No muy diferente resultará la extraña relación entre Anne y Francois. 
La madurez confusa de Marie (llega a hacer reflexiones del tipo de “El techo probablemente es la última cosa que las personas ven, al menos el noventa por ciento de las personas que mueren”), el impetuoso carácter de Anne y la búsqueda de todo tipo de amor por Floriane son presentadas de una extraordinaria forma, con el sabor de esas películas en las que permanece el buen recuerdo y las imágenes de sus protagonistas (sobre todo la escogida belleza de los rostros de Marie y Floriane). 

El despertar emocional, sensual y sexual de tres amigas de 15 años alrededor del agua de una piscina, allí donde la escena final de la película nos muestra en imagen cenital a Marie y Anne flotando vestidas, como dos lirios en el agua, mientras Floriane se mueve absorta al ritmo de la música de la discoteca. Y nos queda como mensaje el que la amistad puede aliviar el dolor de las varias caras que puede llegar a tener el amor adolescente. Porque la amistad suele ser más fuerte que la pérdida de la inocencia.

 

sábado, 13 de diciembre de 2014

Cine y Pediatría (257). “Tomboy”, buscando la propia identidad sexual


El término tomboy hace referencia a las chicas que les gusta vestirse como chicos y actuar como ellos, no como una forma de llamar la atención, sino fruto de un impulso natural. Y usando ese término, la joven directora francesa Céline Sciamma dirigió en el año 2011 Tomboy (y lo hizo en tan sólo tres semanas), una película sobre una niña insatisfecha con su rol y que decide hacerse pasar por niño ante el resto de los amigos. 

Y es que Céline Sciamma se ha convertido en la directora que no entiende de géneros, y cuyas obras arrastran la polémica (a favor y en contra), pues en sus tres películas en haber habla de la identidad sexual, de la importancia del género en la construcción de uno mismo, de los sentimientos de ambigüedad entre adolescentes y del trastorno que conlleva el hecho de sentirse diferente. Así lo hizo antes de Tomboy, con su ópera prima Water Lilies (2007), y así lo acaba de hacer con la recién estrenada Bande de filles (Girlhood) (2014). 
En las cintas de Sciamma, el género es algo impreciso y mutante que cambia en función de la edad, el lugar y las circunstancias. Y por ello comenta: “Para mí, el género es como probarse varios disfraces. Es como una performance, una puesta en escena protagonizada por uno mismo”. Con estas películas y esta forma de pensar ha logrado levantar a un buen número de ciudadanos franceses de ultraderecha contra sus películas, especialmente frente a Tomboy, si bien es cierto que su primera emisión en la televisión de ese país incluso batió récords de audiencia. 

Laure, una niña de 10 años y su hermana pequeña vuelven a cambiar de domicilio con sus padres. En pleno verano, pocas semanas antes de que empiece el curso escolar, se instalan en un barrio de las afueras de París. La madre está embarazada y la figura de un tercer hermano es tanto un nuevo sueño como una inminente amenaza. La adolescente es un ser andrógino (su corte de pelo y su forma de vestir), transgénero y en busca de su propia identidad. Sus miedos ocultos la llevan a simular, fundado en una mentira, que es un chico y pasa a llamarse Mikael, proporcionándole una coraza para resistir los embates cotidianos contando con la complicidad interesada de su hermana pequeña. Su recién adquirida identidad le permite reinventarse una forma distinta de interactuar con los chicos, juega al futbol sin camiseta, escupe, se empuja entre sus amigos, todo con el fin poder demostrar su hombría; e incluso llega a enamorarse de “él” una chica de la pandilla. Y así pasa el verano, pero el final del mismo y la vuelta al colegio revelarán su inquietante secreto. 

Y es así como, aunque Laure/Mikael pertenece a una acomodada familia de clase media con unos padres preocupados y cariñosos, sin traumas freudianos por medio, tiene ese incipiente deseo y la necesidad de buscar su identidad sexual. Y para este complicado papel de Laurie/Mikael la directora encontró a la fascinante Zoé Héran. Y aliviada por haber encontrado a la actriz perfecta le pidió que se trajera a sus amigos del barrio y les contrató a todos para actuar. De esta forma, la pandilla dejó de jugar al fútbol delante del portal de su casa para hacerlo ante las cámaras de Sciamma. 

El tratamiento de la identidad sexual no es nuevo en el cine, y loables antecedentes preceden este trabajo. Películas como Trevor (Peggy Rajsk, 1994), Mi vida en rosa (Alain Berliner, 1997), Boys Don't Cry (Kimberly Peirce, 1999), Like a Virgin (Lee Hae-Joon, 2006), XXY (Lucía Puenzo, 2007) o El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009) son magníficos ejemplos aplicados en la infancia y adolescencia. ´
Y, pese a lo complejo que pueda parecer este tema, Tomboy es una película totalmente blanca, donde se centra en el ambiente infantil y familiar, sin juicios de valor ni ataques viscerales, sin espacio para dolorosas consecuencias, con un razonamiento singular y claro, porque todo ocurre sin tener en cuenta las consabidas etiquetas que nos sitúan en el camino. Se trata de un aprendizaje de la vida, donde se da pie a la complicidad entre iguales. Tomboy es una película aparentemente banal, pero que plantean conflictos mayores con una historia simple que no requiere de la grandilocuencia ni de medios excesivos.

Tomboy es un filme realizado con delicadeza que no juzga, ni moraliza, ni ofrece verdades absolutas, ni realidades únicas e inamovibles, ni saca conclusiones. Tomboy es una pequeña obra de arte que atesora uno de esos finales que rondan la perfección de la simplicidad.

 

sábado, 20 de septiembre de 2014

Cine y Pediatría (245). La discapacidad, la música, la sexualidad y la dignidad de “Gabrielle”


Así describe la Asociación Síndrome de Williams España a esta entidad: “El síndrome de Williams (SW) es un trastorno del desarrollo que ocurre en 1 de cada 7.500 recién nacidos. Está caracterizado por la tétrada de rasgos faciales típicos, discapacidad intelectual leve o moderada, hipercalcemia en la infancia y cardiopatía (principalmente estenosis aórtica supravalvular). Existe una asimetría mental, en el sentido de que tienen déficits en algunas áreas (psicomotricidad, integración visuo-espacial), mientras que otras facetas están casi preservadas (lenguaje), o incluso más desarrolladas (sentido de musicalidad)”.

Y frente esta fría descripción médica del SW nos encontramos el calor de las personas con nombres y apellidos que presentan esta entidad. Y una de esas personas se llama Gabrielle. Y con ese nombre aparece una pequeña joya del cine canadiense (otra más de este país, un país que vuelca en el celuloide los valores de una sociedad muy madura).

Porque tras triunfar con Familia (2005), su primer largo, Louise Archambault vuelve a demostrar que sabe lo que hace, esta vez gracias a Gabrielle (2013), película que fue presentada por Canadá en su candidatura para los Oscar de habla no inglesa. Louise Archambault, directora y guionista, nos invita a esta emotiva historia sobre las ansias de libertad de una persona con dificultades.

Ella es Gabrielle (Gabrielle Marion-Rivard), una joven de 22 años con SW (y, además, diabetes) con una capacidad para el canto excepcional, quien lucha diariamente por demostrar que es una persona normal y conseguir esa independencia que tanto anhela para poder vivir su historia de amor con Martin (Alexandre Landry, el único actor que representa a un discapacitado sin serlo), el joven que sufre una dificultad parecida y a quien conoce el grupo del coro. La personalidad amigable, desinhibida, entusiasta y gregaria de Gabrielle le ayuda a esta lucha diaria para derribar los muros que inevitablemente se encuentra y se seguirá encontrando en su día a día: “Quiero ser normal, como todos. Soy adulto y quiero actuar como un adulto”.
Porque el hecho de que ellos sean “diferentes” hace que muchas personas se pregunten hasta qué punto pueden hacer lo que quieran. Y por ello Gabrielle no es una película fácil, como no lo son los filmes que tocan la fibra sensible, pero es una película necesaria, así como esperanzadora, vital y con intenciones muy loables: normalizar la relación de amor entre dos personas con enfermedades mentales y discapacidad. Un cine así siempre es bienvenido y, por tanto, se convierte en una película recomendable.

Una película donde destacan muchas cosas, pero tres esenciales: el guión, el trabajo de actores y la música.
- El guión es compacto, pero con los giros necesarios para entender como es la vida de nuestra protagonista, y se nos muestra como si fuera un documental minimalista con una estética muy indie, incluso con cámara en mano por momentos.
- El trabajo de actores es complejo, especialmente porque muchos de los personajes de la película sufren SW u otras patologías neurológicas o del comportamiento. Gabrielle Marion-Rivard es una enferma de este síndrome en la vida real, y la directora vio en ella una historia que merecía ser contada y para ello habló con la propia Gabrielle para que se interpretase a sí misma y esta naturalidad en la actuación es un gran punto positivo. Hay que destacar en la actuación sobre todo los momentos de intimidad entre Gabrielle y Martin, cómo se acercan con timidez, pero con una fuerza incontrolable. Y también hay que destacar el personaje de Sophie, la hermana de Gabrielle, pues a través de ella conocemos el punto de vista de quienes tienen que cargar con la enorme responsabilidad de cuidar a personas dependientes.
- La música y los silencios toman un papel de vital importancia en la película, de forma que hasta pudiera llegar a catalogarse como un musical. Los silencios son un acierto que aporta dramatismo en momentos en que es necesario, pero la música es la medicina que Gabrielle  para sobrellevar su complicada vida. Una banda sonora para recordar, especialmente las pegadizas canciones del coro, que acaban contando además con la participación de Robert Charlebois, un famoso cantautor canadiense casi desconocido en España, pero una importante figura en la música francófona.

Cada vez estoy más convencido de la madurez de la sociedad (y del cine) de Canadá y son muchos los ejemplos en Cine y Pediatría: Inch’Allah (Anaïs Barbeau-Lavalette, 2013), Hijos de la medianoche (Deepa Mehta, 2012), Café de Flore (Jean-Marc Vallée, 2012), Profesor Lazhar (Philippe Falardeau, 2011), C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallée, 2005), El viaje de Felicia (Atom Egoyan, 1999), El dulce porvenir (Atom Egoyan, 1997), etc.
Y éste es un ejemplo más. Porque Grabrielle es una película que habla de discapacidad, música, sexualidad y dignidad en una joven con el SW merece todo nuestro respeto y más con escenas como la que os presento, con una preciosa canción de Robert Charlebois: “Ordinaire”.

(Aunque ordinario fue que en una sala de casi 700 butacas, sólo estuviéramos 5 personas viendo esta pequeña joya. Pero esto es habitual cuando no se alimenta el séptimo arte como fuente de cultura, emociones y reflexiones).

sábado, 5 de abril de 2014

Cine y Pediatría (221). “Joven y bonita”…, la sexualidad de una adolescente en cuatro estaciones


François Ozon tiene la firma de "enfant terrible" del cine francés, prolífico con 36 películas (entre corto y largos) a sus espaldas, en la mayoría también como guionista. Un cineasta que se mueve en los extremos, pasa con naturalidad de lo artificioso a lo simbólico, de la comedia al melodrama, de envolturas brillantes a puestas en escena austeras. 
No dejó indiferente su debut en el largometraje con Sit Com (1998), en Gotas de agua sobre piedras calientes (1999) adapta a Fassbinder, autor con el comparte su pasión por los personajes femeninos, en Bajo la arena (2000) comenzó su colaboración con su actriz fetiche (Charlot Rampling), en 8 mujeres (2001) supuso un antes y un después en su carrera, un cóctel explosivo con las divas del cine francés, y en la magnética En la casa (2012) se rodeó de premios, incluido la Concha de Oro a la mejor película. 

François Ozon no teme arriesgar y destaca por su habilidad para deconstruir y construir géneros, por un cine lleno de personas con pasiones y relaciones complejas, por sus finales sorpresa, por el buen uso de la música y las canciones, por la doble moral y el gusto por la familia, así como una mirada fresca y liberada de la sexualidad. Con este cóctel, acaba de estrena su última obra, Joven y bonita (2013), que no es ésta su mejor película, pero si deja ese halo de emociones perturbadoras y de preguntas por responder. Porque le gusta romper tabúes, desenmascarar la hipocresía burguesa y, siempre, y de alguna forma, reclama el matriarcado. 

Porque Joven y bonita es una propuesta arriesgada por el tema que trata (la prostitución y la adolescencia) y la forma en que lo hace (con el recato necesario, pero sin tapujos). Y para ello se vale de cuatro elementos clave en su filmografía: el regreso al mundo femenino de Ozon (con 8 mujeres como paradigma), el volver a hablar de la adolescencia (después de trabajar con actores jóvenes en el rodaje de En la casa), el tener la inspiración de claros referentes (algunos consideran que esta película es una versión adolescente de la lejana Belle de Jour de Luis Buñuel -1967-, aunque otros no dejan de recordar retazos de la más cercana The Girlfriend Experience de Steven Soderbergh -2009-, pero lo que es indudable es que el principio de la película es puro Eric Rohmer) y el seguir contando con su actriz fetiche (aunque sea para que Charlot Rampling haga una aparición esporádica al final de la película). 

La adolescencia es una etapa de grandes cambios físicos, psicológicos y sociales, y también señala el inicio del despertar sexual. Isabelle (Marine Vacth) es una hermosa joven de 17 años de familia burguesa que lo tiene todo y está protegida: una buena posición económica, familia, amigos y un enorme futuro por delante. Tras sus primeras experiencias, quizás el sexo, quizás el placer, quizás la sensación de dominio sobre el hombre la empujan a introducirse en la prostitución de lujo. Estudiante de día, prostituta de noche...dos caras de una misma mujer que disfruta con su cuerpo, aunque parece que no le interesa el sexo, quizás tampoco necesita el dinero, pero cada vez más se engancha a sus encuentros clandestinos, en una perversa búsqueda de la humillación. No sabemos qué piensa, no sabemos por qué lo hace, no es lógico lo que hace, pero lo hace por ese deseo de experimentar… en el filo del peligro, una característica demasiado constante en la adolescencia. 

“Lo que me gustaba era concertar citas. Chatear por internet, hablar por teléfono, escuchar voces, imaginar cosas. Y luego acudir, descubrir el hotel, no saber con quién me iba a encontrar…”, nos dice la protagonista. Y el director confirma sobre la actriz protagonista: "Lo que me gusto de Marine Vatch es que es una chica misteriosa, es misteriosa en la vida real. Cuando la ves da esa impresión de misterio, lo que era perfecto para la película. El espectador va a notar su misterio". Porque esta joven modelo realiza en esta película su primer papel protagonista y, a buen seguro que lo hace con nota, como se fue el hecho de que su complejo papel le valiera una nominación al Cesar a la Mejor Actriz en 2014. 

Joven y bonita se estructura en cuatro estaciones y cuatro canciones clave (aunque en la banda sonora hay 13 canciones de distintos autores, pero destacan varias de Philippe Rombi y de Françoise Hardy), elementos para relatar la historia de Isabelle y su universo personal: el despertar del primer amor del verano en las vacaciones familiares junto al mar; la sorprende doble vida del otoño, con ese fundido en negro inicial que nos presenta a una Isabelle recorriendo los pasillos de un hotel hacia un destino sorprendente; el invierno y esa forma de llegar a integrar ser hija, hermana y estudiante, pero prostituta de lujo por las tardes de lunes a viernes,… hasta el suceso trágico y la declaración de la policía a su madre: “Su hija lleva una doble vida. Su hija se prostituye”; y la redención (o no) de la primavera, pues nuestra adolescente protagonista sigue mostrándose como un delicioso enigma, distante, tanto como el final propuesto a esta historia. 

Como en muchos trabajos de su Ozon, el director parece renunciar al relato psicológico y, sin embargo, siembra mensajes (las canciones de Françoise Hardy, el poema de Rimbaud), pistas (el padre ausente) e hipótesis (la necesidad de experimentar, la búsqueda de la independencia y el poder, la venganza contra el mundo adulto…) que apuntan, con timidez e indecisión, a todo ese entramado de causas y efectos cuyas conexiones no siempre encajan. Aún así, Joven y bonita genera debate y reflexión, lo cual no es sencillo de encontrar en el cine actual, pero aquí se nos muestra una visión entre lo visible y lo invisible con el buen sentir del cine francés (generalmente en estado de gracia), una visión arriesgada (pero no imposible) de la compleja sexualidad en el complejo mundo de los adolescentes, una sexualidad que abarca las cuatro (y más) estaciones.. 

Vuestra es la decisión de verla o no, pero si lo vais a hacer (como siempre) no dejéis de hacerlo en versión original (subtitulada). De esa forma toda película es más joven y más bonita…

 

sábado, 13 de abril de 2013

Cine y Pediatría (170) “La niña santa” ni es niña, ni consigue la santidad


Lucrecía Martel ha sido un nombre destacado en el nuevo cien argentino. Dirigió documentales, programas infantiles y cortometrajes antes de debutar en la gran pantalla con su perturbadora ópera prima, La ciénaga (2001), un drama familiar sofocante con un trasfondo tragicómico que narra las vacaciones estivales de una familia de clase media en una casa rural. La ciénaga, premiada en el Festival de Berlín y elogiada en todo el mundo (principalmente por su diseño visual y sonoro), la convirtió en una de las realizadoras más talentosas y prometedoras del país. 

La niña santa (2004) es la esperada segunda película de Lucrecia Martel. Y nos confirma que su directora tiene un modo propio de narración y una manera particular de entender el entorno y concebir climas densos en mundos poco explorados. Nada es de color de rosas en el cine de la realizadora, nada es liviano, nada es simple. Producida por Pedro y Agustín Almodóvar, la nueva obra de Martel, quien también escribió el guión, confirma su capacidad para contar historias en la que no todos los espectadores se encontrarán cómodos. 
Su segunda película resulta de una coherencia absoluta con La ciénaga, casi podría decirse que es una prolongación de aquélla, ya que reitera sus planteamientos, nuevamente autobiográficos: el ámbito cerrado de la sociedad provinciana, el mundo de los jóvenes, los cruces generacionales, la importancia de la atmósfera sobre la anécdota, lo insinuado sobre lo explícito, todo filmado con un altísimo grado de sensualidad. Algunos dirán que insiste en mostrar más de lo mismo, y ese es justamente uno de sus valores. 

La historia se desarrolla en un hotel de Rosario de la Frontera, en la provincia norteña de Salta. Un hotel que será el escenario ideal para el desfile de un trío de personajes principales de la historia, un trío que acabará más conectado de lo que hubieran deseado, unos personajes llenos de matices y atrapados en ambigüedades: 
 - La bella adolescente Amalia (María Alché), en cuyos ojos somos partícipes de las vivencias que se desarrollan. Es alumna de un colegio católico sólo de mujeres, donde recibe fuertes influencias religiosas del centro de secundaria y, entre ellas, la de encontrar una vocación y un camino para servir a Jesús de la mejor manera. Comparte con su íntima amiga Josefina (Julieta Zylberberg) sus inquietudes religiosas, expectantes de la señal que les indicará cuál es su lugar en el plan divino. Una virginal, la otra maliciosa, las dos adolescentes comparten también la iniciación a la vida sexual, la curiosidad y el desasosiego de la pubertad y, cómo no, sus horas muertas. 
- Su madre, Helena (Mercedes Morán, ya vista en La ciénaga), trabajadora del hotel donde vive con su hija Amalia. Divorciada hace años, pero que sigue sin tolerar que su ex marido haya tenido mellizos. 
- Uno de los doctores que asisten al congreso de otorrinolaringología que se desarrolla en el hotel, el doctor Jano (Carlos Belloso), caballero silencioso y formal, pero intrigante. 
Con el transcurso de los días, apreciamos un acercamiento entre el doctor Jano y Helena. Pero un roce de cuerpos y un cruce de miradas provocan también la conexión entre él y Amalia. Y la niña-adolescente lo busca, lo persigue, lo mira e intenta ayudarle, e intentar salvar su alma; porque cuando nuestra protagonista atraviesa ese momento iniciático de la adolescencia femenina, tiene una revelación religiosa: su misión como cristiana es salvar del pecado al hombre que le ha descubierto su propia sexualidad a partir de un encuentro procaz, librar del pecado a ese hombre que está seduciendo a su madre. 
No es casual que el protagonista masculino se llame Jano: el dios de dos caras que mira hacia lados opuestos, en referencia al tema del bien y el mal, el pecado y la salvación, como así también al erotismo y el misticismo. La película comienza con una imagen de pureza absoluta: una catequista joven y virginal entona un cántico religioso en una escena de una belleza sobrecogedora, mientras sus alumnas murmuran acerca del comportamiento sexual de su maestra. Esa dialéctica (y también esa ambigüedad) entre misticismo y erotismo atraviesan toda la historia, que discurre entre la comedia y el melodrama, entre el humor y la tragedia. La propia directora comentó que había algo entre la medicina y la santidad que le interesaba, entre los cuerpos enfermos y los cuerpos sanos, entre las llagas de los estigmas y la idea de pasión. 

Con la historia así planteada, Martel juega con los tiempos narrativos y con la sugestión, genera climas y busca introducirse en las fantasías nunca explicitadas. Y la atmósfera que se construye se percibe siempre incómoda e inquietante, alrededor de figuras abstractas como el mal, la perversión, el tabú, la religión o la soledad. Y el mismo final, lo mejor del film (y que no revelamos), es uno de esos que obligan a quedarse sentado en la butaca unos minutos más de lo frecuente, hasta que los créditos se acaban y entendemos que Martel se supera mostrando la elocuencia del silencio. Ésa es una de las virtudes de la directora: el guiño, la exploración de universos ajenos y la capacidad para hacer suyos los tiempos del relato. Grandes interpretaciones, pero cuya palma se la llevan las dos chicas, que transmiten la compleja psicología de la adolescencia femenina.