sábado, 14 de noviembre de 2020

Cine y Pediatría (566): “Bruno” y las vestimentas sagradas

   


Algunos actores y actrices, tras dejar detrás de sí películas taquilleras y papeles inolvidables, deciden coger el control de sus propias productoras. Hoy, con motivo de la película que nos convoca, revisamos cómo algunas actrices cruzaron al otro lado de la cámara y pasaron de actrices a directoras o productoras. He aquí algunos ejemplos por orden alfabético: Jennifer Aniston, Kathryn Bigelow, Drew Barrymore, Angela Bassett, Valeria Bruni Tedeschi, Julie Delpy, Leticia Dolera, Tina Fey, Agnès Jaoui, Angelina Jolie, Brie Larson, Ida Lupino, Jada Pinkett Smith, Sarah Polley, Natalie Portman, Margo Robbie, Kristen Stewart, Barbra Streisand, Agnès Varda, Olivia Wilde, Reese Witherspoon, entre otras. 

Y, entre ellas, algunas ya forman parte de Cine y Pediatría: como Jodie Foster con El pequeño Tate (1991),   Diane Keaton con Héroes a la fuerza (1995)  Sofía Coppola con Las vírgenes suicidas (1999) y The Bling Ring (2013),    Valerie Donzelli con Declaración de guerra (2011),  Iciar Bollaín con El olivo (2016) y  Greta Gerwing con Mujercitas (2019).  Y hoy, a esta lista se suma Shirley Maclaine, una artística en mayúsculas cuya labor profesional en el teatro, el cine y la televisión se ha extendido durante más de 60 años y le ha premiado con los reconocimientos más importantes de la industria cinematográfica. Ella ha sido actriz, cantante, bailarina, escritora y activista estadounidense… y ocasionalmente directora. Papeles inolvidables con nominación a Oscar a mejor actriz en Como un torrente (Vincente Minnelli, 1958), El apartamento (Billy Wilder, 1960), Irma la dulce (Billy Wilder, 1963), Paso decisivo (Herbert Ross, 1977), premio que finalmente consiguió con La fuerza del cariño (James L. Brooks, 1983). Y que nos dejó una pequeña película como directora, su primera (y única) obra detrás de las cámaras en el año 2000: Bruno. 

Bruno Battaglia (Alex D. Linz) es un pequeño genio de 9 años al que la vida no le da muchas facilidades para ser como es, ni en casa ni en el colegio. En casa porque se ha criado solo con su madre Ángela (Stacey Halprin), muy acomplejada por su obesidad mórbida, con pocos amigos y con un marido que la abandonó. Su padre Dino (Gary Sinise), un policía de Nueva York, se fue de casa y vive con otra mujer, haciendo su vida independientemente de Bruno y de su madre. Y en el colegio de monjas, regentado por una madre superiora (Kathy Bates), es el centro de las burlas de sus compañeros por razón de su afición a vestirse con ropas de chica,. Aún así, Bruno no está dispuesto a cambiar y nos regala sus reflexiones: “Me enseñaron que todos nacemos con el pecado original y es posible que nunca alcancemos el perdón. Me preguntaba cuál era mi pecado” o “A veces, en la Tierra, se pueden encontrar algo parecido a un pedazo de cielo. Y, a veces, en la Tierra, un poco de cielo te puede encontrar a ti”

Salvo su madre, pocos entienden a Bruno. De hecho su padre se siente muy molesto con él y y comenta: “¿Qué tipo de niño va a la cama con un camisón?”. Y en el colegio cantan al unísono los alumnos como un himno: “La escuela católica hará de mi un hombre”. Menos mal que allí conoce a una compañera tan peculiar como él, su amiga Shawniqua (Kiami Deavel), a quien le gusta llevar pistolas de vaquero, y vive con un hermano, pues le cuentan que su madre murió de cáncer de mama y su padre vive en Afganistán. Dos niños diferentes, a ella le gusta Diana Ros y a él María Callas, a ella le gusta ponerse pantalones y a él sus faldas. Porque estos dos amigos nos permite diferenciar el significado de sexo y género, la orientación sexual y la identidad de género. Porque Shawniqua se siente más como un chico, porque Bruno se siente más como una chica. Y él es acusado y acosado por homosexual en el colegio. 

La vida de Bruno cambia cuando su madre sufre un infarto (tenía papeletas) y tiene que ir a vivir con su padre y la abuela paterna (papel reservado para la propia Shirley MacLaine). Y allí descubrimos que su padre fue similar a Bruno, pero no le dejaron expresarse: “Es un mariquita como yo, ¿recuerdas?”, le dice a su madre, pero ella no lo acepta tampoco. Y así, cuando la abuela le pregunta a Bruno, “¿por qué quieres ser una niña?”, y él le explica que son sus vestimentas sagradas y que le dan poder. Y también se defiende cuando es recriminado por la madre superiora en el colegio por su forma de vestir: “Todos los grandes maestros usan vestidos”

Y un concurso de deletreo, tan habitual en Estados Unidos, le da ese toque hollywoodiano a la historia con final feliz. Porque como nos recuerda Bruno: “A veces, cuando menos te lo esperas, ocurre un milagro. Y la gente se vuelve más lúcida. Comprende”. Y gana el concurso estatal de deletreo y le permite viajar a Washington al Catholic Spelling Competition y, al ganarlo, el premio era ser recibido en Roma por Juan Pablo II. Y así termina, siendo recibido por el Papa en los Jardines del Vaticano, con esta reflexión final de nuestro pequeño protagonista: “A veces, cuando creemos que en nuestros sueños nos persiguen, descubrimos que realmente nos perseguimos a nosotros mismos”. 

Y este fue el debut como directora de la actriz Shirley MacLaine, con esta pequeña película de corte independiente que mezcla la comedia con el drama y que, sin duda, plantea más preguntas de las que responde. Pero que son preguntas necesarias. Y para ello mezcla aspectos de otras películas previas, pues vemos guiños a Mi vida en rosa (Alain Berliner, 1997) por la identidad sexual de nuestro protagonista, pero también ¿A quién ama Gilbert Grape? (Lasse Hallström, 1993) por esa madre con obesidad mórbida tan peculiar y a Spellbound (Al pie de la letra) (Jeffrey Blitz, 2002), por ese concurso de deletreo que todo lo cambia.    

Una película sencilla para ver en familia y mostrar el respeto que merecen las personas, todas las personas y desde la más tierna edad, aunque sean diferentes a nosotros o a nuestro pensamiento. Una película para reflexionar sobre la diferencia entre sexo (hombre o mujer, y que es su condición biológica que se determina al nacer y está asociado principalmente por atributos físicos como cromosomas, hormonas y anatomía interna y externa) y género (se refiere a roles construidos socialmente, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera apropiados para niños y hombres, o niñas y mujeres). Y también para diferenciar entre orientación sexual (se refiere al sexo hacia el que una persona se siente atraída en el plano emotivo, romántico, sexual y afectivo, de forma que si a una persona le atrae un miembro del sexo opuesto, entonces es heterosexual y si se siente atraída por una persona del mismo sexo, entonces es homosexual; pero donde también cabe la bisexualidad si a una persona le atraen miembros de ambos sexos) e identidad de género (se refiere a la conciencia de una persona de sentir pertenencia al sexo masculino o femenino, pues se puede sentir una identidad de género distinta de sus características fisiológicas innatas: por lo tanto, una persona puede sentirse mujer aunque haya nacido con el sexo masculino, o puede sentirse hombre, aunque haya nacido con el sexo femenino). 

Y quizás las preguntas que nos deja la película Bruno ronden alrededor de una respuesta llena de de amor, de ese sexto sentido o de ese "sexo sentido”: que sea cual sea nuestro sexo, género, orientación sexual e identidad de género, lo más importante es que todos somos principalmente personas, y como tal, merecedoras de respeto y de libertad para elegir cómo queremos vivir nuestra vida. Y lo cual no lleva implícito que todos los caminos que se eligen sean fáciles. Y esas emociones y reflexiones se nos plantea en una película tan aparentemente sencilla como Bruno.

 

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