sábado, 21 de mayo de 2022

Cine y Pediatría (645). “Desaparecida”, el dolor suspendido

 

El duelo es inevitable y necesario cuando perdemos a un familiar o ser querido. Y conocemos las fases de este duelo cuando la pérdida deviene de la muerte de un familiar o amigo. Pero bien distinto es cuando la pérdida proviene de una persona desaparecida, porque aunque no haya rastro de esta persona (y no se sabe si está viva o no), la elaboración del duelo es más complicada. Y donde una de las preguntas más frecuentes en un duelo por personas desaparecidas es la de ¿cómo aceptar la pérdida de mi ser querido si no tengo la certeza de que no está? 

Es así que el duelo por personas desaparecidas es un dolor suspendido porque se trata de un sufrimiento al que le ponemos pausa cada vez que recobramos la esperanza de encontrar a ese ser querido. Pero este dolor suspendido (pausado o intermitente) es quizás aún más complejo, porque esa carga y descarga origina un profundo estrés y una complicada angustia, entre la espera y la lucha. Y alrededor de estas personas desaparecidas han aparecidos películas que abordan el tema desde distintas perspectivas, desde diferentes géneros y formatos, y de distintas geografías. 

Uno de los ejemplos más paradigmáticos y de calidad es la película Desaparecido (Costa-Gravas, 1982), donde Jack Lemmon y Sissy Spacek buscan desesperadamente a su hijo en Chile durante el golpe de estado del presidente Salvador Allende. Pero hoy cambiamos de género, y trataremos aquellas películas en el que es una mujer (generalmente una hija) la desaparecida. Y con ese título en español, Desaparecida, se constatan varias películas en la gran pantalla y televisión. Realizamos una breve reseña de ellas (en las que incluiremos el título original, pues la concordancia de títulos es uno de los problemas de la traducción de las películas).

Y vale la pena comenzar con la última: Desaparecida (Angel of Mine, Kim Farrant, 2019), película australiana que tiene de protagonista a Noomi Rapace (conocida por interpretar a Lisbeth Salander de la trilogía Millennium) en el papel de Lizzie, esa madre obsesionada por la muerte de su hija tras dar a luz y coincidir en ese momento un incendio en la Maternidad. 

Lizzie no ha conseguido superar el duelo por la pérdida traumática de esa hija, y ahora se encuentra como una mujer frágil y divorciada. Su problema se acucia cuando un día ve a Lola, una niña de 7 años en la que cree ver cierto parecido físico y acaba por convencerse de que es su hija. Conforme su obsesión va creciendo (“¿No crees que nos parecemos?”, le llega a decir a la niña) llega a acosar a esa familia, lo que le crea problemas y la catalogan como demente. Y, entre lágrimas, Lizzie confiesa a la madre de Lola: “Tendrás que matarme porque no pienso parar… Yo sé lo que sé. No tienes ni idea lo que es perder un hijo. Pasas cada día sintiendo que te falta una parte de ti misma. Vives con un dolor que tú crees se parece. Perdí a mi niña, perdí a mi marido, mi matrimonio. Quieren quitarme a mi hijo. Perdí mi trabajo. Ni siquiera puedo tener una cita. No puedo sentir, no puedo dormir, no puedo comer. Antes era divertida. Desde hace siete años todos dicen que estoy loca, pero yo sé lo que es mío…”. Y es así como se constituye en un thriller psicológico con un final inesperado que cabe no descubrir.

Desaparecida (The Factory, Morgan O´Neil, 2011), película made in USA sobre asesinos en serie, inspirada en hechos reales y donde el detective Mike Fletcher (John Cusack) investiga la desaparición de ocho prostitutas callejeras adolescentes en Búfalo, que paradójicamente es conocida como “la ciudad más amistosa del país”. Y donde también secuestran a su hija Abby, de 17 años, al ser confundida con una prostituta más. Una película tan gélida y escalofriante como ese Búfalo nevado alrededor del Día de Acción de Gracias. Un asesino en serie que robaba FSH, heparina y suplementos vitamínicos para formar una “familia” con las prostitutas secuestradas y con sorpresas incluidas en este thriller sórdido que también mejora con la música de Mark Isham. 

Desaparecida (Elsewhere, Nathan Hope, 2009), película estadounidense de bajo perfil, cuyo principal baza es la actuación de Anna Kendrick en el papel de Jillian, esa adolescente que ha estado conociendo hombres a través de internet y que desea salir de la pequeña ciudad en la que vive, un lugar donde han desaparecido ya varias jóvenes. Un día desaparece y su búsqueda parte de las únicas pistas de su diario y un mensaje encriptado enviado desde su móvil. 

Desaparecida (Spoorloos, George Sluizer, 1998), película holandesa basada en la novela “Het gouden ei” del afamado periodista Tim Krabbé. Un film bastante desconocido y con una estructura narrativa particular, donde el misterio no está en descubrir quién es el asesino o secuestrador, sino en descubrir qué le pasó a la víctima. Allí donde Saskia, la novia de Rex, desaparece sin dejar rastro en una gasolinera, y tres años después deviene una particular relación con Raymond, el escalofriante secuestrador. Un nuevo thriller psicológico, claustrofóbico y próximo al terror, precisamente porque le podría ocurrir a cualquiera. Y por ello se ha convertido en una película de culto. 

Curiosamente, el propio director George Sluizer realizó años después un remake estadounidense bajo el título de Secuestrada (The Vanishing, 1993) y, aunque contó con un gran elenco actoral (Jeff Bridges, Sandra Bullock y Kiefer Sutherland), la copia estuvo por debajo del original, lo cual no es algo inhabitual. 

A estos títulos habría que añadirle alguna más, con pequeñas variantes, como Plan de vuelo: desaparecida (Fligthplan, Robert Schwentke, 2005), donde una desesperada madre (Jodie Foster) intenta encontrar a su hijo en medio del vuelo que las llevaba de Berlín a Nueva York. 

Y aparte de estos largometrajes, cabe indicar un buen número de series televisivas con un motivo y título similar: las estadounidenses Desaparecida a los 17 (Missing at 17, Doug Campbell, 2013), Desaparecida en el paraíso (Gone Missing, Tara Miele, 2013), Desaparecida (Vanished, Josh Berman, 2006) y Desaparecida en la noche (Gone in the Night, Bill L. Norton, 1996); las francesas Desaparecida (Monsieur Max et la Rumeur, Jacques Malaterre, 2014) y Desaparecida en Pyla (La disparue du Pyla, Didier Albert, 2014); la alemana Lena Lorenz: desaparecida sin dejar rastro (Spurlos verschwunden, Thomas Jauch, 2016); la austriaca Desaparecida (Vermisst-Alexandra Walch, 17, Andreas Prochaska, 2011); la española Desaparecida (Manuel Palacios y otros, 2007); la canadiense Adolescente y desaparecida (Seventeen & Missing, Paul Schneider, 2006); la británica Principal sospechoso: la niña perdida (Prime Suspect: The Lost Child, John Madden, 1995); entre otras. 

Porque el duelo por una persona desaparecida no es un asunto simple. Todo lo contrario. Se trata de un dolor que es difícil describir con palabras. Y donde tampoco parece fácil describir con imágenes e historias, o al menos es lo que se confirma al revisar las películas que han tratado este tema. Un asunto que se ha enfocado principalmente desde la perspectiva de thriller con connotaciones psicológicas.

     


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