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jueves, 1 de noviembre de 2018

La matraca de Halloween y otras matracas


Hace 20 años publicamos un artículo sobre las palabras inglesas de traducción engañosa en pediatría, y hace 4 años un artículo similar referido a las palabras y expresiones inglesas de traducción difícil o engañosa en investigación clínica, bioestadística y «medicina basada en la evidencia». Realmente uno se siente en estos temas del buen uso del lenguaje como en la película de Luis Buñuel, Simón del desierto, allá con el blanco y negro del año 1965 y subido al pilar intentando expandir sus enseñanzas y sin nadie alrededor de ese desierto. 

Pero el problema de los anglicismos va más allá del buen uso del lenguaje, pues ya es una invasión de las costumbres. Por eso hace un año publicaba el post titulado “Del Black Friday al Cyber Monday: nos USAn... y de qué forma”. Dos anglicismos que son una matraca, pero como muchas matracas no son inocentes. Porque se usan y nos “USAn” para consumir: que no está mal para mover la economía, pero no es ésta la estrategia. Para mover la economía hay que crear empleo, realizar innovación, tener I+D+i,... que gastar mueve el dinero, pero no lo regenera. Y a veces se gasta de donde no hay para cosas más fundamentales, y la coherencia es una buena compañía. 

Pero es que antes de estos dos días y sus respectivos anglicismos, vino Santa Claus/Papa Noél, que éste señor bonachón ya es de la familia, y se adelantó en dos semanas a los Reyes Magos (que andan por Alcoy, Ibi, Onil y Castalla intentando mantener la tradición como pueden)… Así que doble ración de regalos y doble gasto en muchas familias. 

Y queda una matraca más y que se celebró anoche: HALLOWEEN. Que resulta que en España se popularizó gracias al éxito que obtuvo la película La noche de Halloween dirigida por John Carpenter en 1978. Hasta entonces solíamos celebrar la conocida como Víspera de Todos los Santos y en la que se comían castañas, boniatos, panellets, huesos de santo e incluso se acudía a las tradicionales representaciones de Don Juan Tenorio. Pero ahora resulta que se llevan más las telarañas, las calabazas y el “truco trato”. Y a muchos jóvenes pues le suena lo de Zorrilla a algo que mejor no voy a explicar…(y es que la LOGSE y muchos otros sistemas educativos en nuestro país han sembrado mucha incultura general). 

Se cuenta que el origen de la fiesta de Halloween proviene de la unión de dos celebraciones totalmente diferentes: por una parte, la cristiana del Día de Todos los Santos y, por otra, el Samhain, una celebración celta en la que celebraban el final de la época de las cosechas y se iniciaba un nuevo periodo, el Año Nuevo Celta. Esa mezcla entre lo viejo y lo nuevo hacía que, los mitos y leyendas acerca de espíritus que regresaban y se mezclaban entre los vivos en aquella celebración, tomase un carácter misterioso, teniendo a la muerte como protagonista de la fiesta. Y de hecho, el término Halloween proviene de la frase ‘All Hallows’ Eve’, que significa ‘Víspera de Todos los Santos’

La importante inmigración que hubo a partir de mediados del siglo XIX en la que más de tres millones de irlandeses se trasladaron hasta los Estados Unidos, hizo que éstos se llevasen consigo sus tradiciones y costumbres, siendo la de Halloween una de las más aceptadas y populares desde 1840 en la cultura estadounidense y canadiense, y que, en la actualidad, está fiesta está ensombreciendo otras más tradicionales en otros países.Y curiosamente, de allí nos importaron desde hace años esta costumbre en España (y en otros países), lo que se dice una matraca que al que esto suscribe le hace la misma gracia que una patada en las espinillas... mientras sufrimos una invasión de las telarañas de algodón.

Lo que está claro es que muchos se frotan las manos con una fiesta así, otra más para consumir. Y que tiene a los más jóvenes como los más asiduos a ella, dispuestos a salir de fiesta y a gastar. Y a consumir las cosas más insospechadas (no solo disfraces), como lo que ayer descubrí mientras me cambiaba las gafas en una Óptica de un popular barrio de Alicante. En ese momento entró una angelical niña de 12 años con su madre preguntando si tenían lentillas de Halloween. El óptico les dijo que ya se habían agotado. Yo cuando oí eso creo que me aumentaron las dioptrias y más cuando me enseñó un catálogo de más de 100 modelos de lentillas de uso diario (a 16 euros la unidad, de quita y pon) con dibujos del estilo de la careta de Scream, la bruja piruja, la monja de las ultratumbas, una telaraña, murciélagos o la consabida calabaza (que en nuestra época la única que conocíamos era La Ruperta del programa Un, dos, tres… responda otra vez). Que ya no es solo por el dinero – que con 2-3 modelos que se compren, a los padres se les va una pasta -, sino porque unos jóvenes sin experiencia en el uso de lentillas se aplican lo que no deja de ser un cuerpo extraño solo como elemento decorativo, no exento de complicaciones. Y es que después de las nuevas modalidades de ingerir alcohol de los jóvenes, uno pensaba que lo había visto todo... pero no. 

En fin, a lo mejor no tiene importancia… o sí. En su momento pudimos pensar lo mismo cuando abrieron los primeros McDonald o Pizza Hut, pero lo cierto es que ahora nos mesamos el cabello de que un país con una clásica dieta mediterránea lidere en el mundo la prevalencia de obesidad infantojuvenil (solo por detrás de Estados Unidos y México): que la causa es múltiple, pero la dieta basura no es ajena. Y cabe no olvidar que la grasa saturada se adhiere a la cintura abdominal como la estupidez lo hace al cerebro. 

Pero como tenemos la libertad de elección, que cada uno elija… Y quien quiera seguir con los anglicismos y con las fiestas importadas anglicanas, pues adelante (que no será el hijo de mi madre que no es mi hermano). Pero quizás vale la pena recordar a estos jóvenes que anoche se disfrazaron de zombies, asesinos en serie, de la Novia Cadáver o de Wonder Woman y llegaron a las tantas cuantas, que hoy es 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, una fecha tradicional para recordar a los seres queridos que ya no están con nosotros. Y que es bueno vivirlo en familia, se tenga fe, ética o ninguna de ellas. Y que esta era la esencia de esta festividad. Y para quien le dé una connotación religiosa a este día, cabe decir que fue instaurado por la Iglesia Católica a principios del siglo IV por la gran Persecución de Diocleciano, como un día dedicado a los mártires causados por el poder romano. Aunque durante los primeros siglos no hubo una fecha fija, Gregorio III decidió fijarla el 1 de noviembre. El papa Gregorio IV, por su parte, extendió la celebración a toda la iglesia en el siglo IX. 

No soporto las matracas (y el consumismo asociado no inocente). Y Halloween es una real matraca que cada vez soporto menos… y lo digo sin truco y sin trato. Y para que “me se” entienda, proclamo un párrafo de Don Juan Tenorio: “Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo”.

Porque esta será la tierra donde he de convivir... pero es no el cielo que aprecio. Porque hay otro cielo... (sin telarañas). Feliz Día de Todos los Santos. 

lunes, 27 de noviembre de 2017

Del Black Friday al Ciber Monday: nos USAn... y de qué forma


Este año vamos de matracas. Y una que ha superado todas las expectativas (bueno, la ha superado otra, pero de esa hoy no vamos a hablar) este curso ha sido la del Black Friday. No es nada nuevo, pero hay que remontarse a 1.961 (vaya, mi año... no habría años) para el primer uso del término Black Friday, definido así por los grandes problemas que tenía la policía de Philadelphia para controlar el tráfico y los tumultos en las tiendas tras el Thanksgiving Day, ese cuarto jueves del mes de noviembre que es una de las fiestas más emblemáticas de Estados Unidos, el Día de Acción de Gracias. 

Por entonces el evento se empezaba a entrever, pero la denominación Black Friday era minoritaria y tardó unos años más en expandirse por todo el territorio estadounidense. Fue en 1.975 cuando se empezó a hablar de Black Friday en otros estados más allá de Philadelphia, e incluso tuvieron que llegar los años 90 para que el día fuese conocido en todo Estados Unidos y se conociera como el día de más ventas en USA. A partir de hace una década, más o menos, se ha ido introduciendo en España... hasta el hastío. 

Por tanto, ese es el origen y no el que usuarios de las redes sociales han viralizado en estos días relacionado el origen del Black Friday con la venta de esclavos negros en Estados Unidos: ya lo que nos faltaba, que celebráramos algo tan deshumanizado. Ya la cosa no pinta bien como es, pero menos mal que nada tiene que ver

Pero si no querías leche, toma taza y media. Y por si no tuviéramos poco con el viernes pasado, hoy lunes también tendremos grandes ofertas, que resulta que un único día y sus 24 horas pueden parecer poco para gastarse el sueldo previo a la Navidad. Pues no hay problema, hay que consumir (que está barato, aunque no lo necesitemos) añadimos otro día más: el denominado Cyber Monday es un homólogo al Black Friday, pero celebrado el lunes posterior. Cyber Monday es una celebración mucho más moderna que el Viernes Negro (como dice Pérez-Revete, puestos a hacer el tonto, pues llamémosle por su nombre y no por el anglicismo) y, como su nombre indica, generalmente sólo afecta al comercio online. El término empezó a utilizarse en el año 2005 motivado por un incremento en las ventas de productos tras el Black Friday, debido a todos esos compradores que no quedaron satisfechos el viernes y postponen sus compras al siguiente día de trabajo. 

En la actualidad Black Friday y Cyber Monday están íntimamente ligados. Y el Thanksgiving Day. Y antes vino Halloween (que lo del Día de Todos los Santos puede sonar fatal, que nos va más lo de la calabaza y pintarse de esqueleto o bruja). Y luego vendrá Santa Claus/Papa Noél, que este ya es de la familia, y los pobres Reyes Magos anda por Alcoy, Ibi, Onil y Castalla intentando mantener la tradición como pueden. 

En fin, que nos USAn... en el mejor sentido de la palabra. Y nos USAn para consumir: que no está mal para mover la economía, pero no es ésta la estrategia. Para mover la economía hay que crear empleo, realizar innovación, tener I+D+i,... que gastar mueve el dinero, pero no lo regenera.

Como decía ayer una comentarista de radio: a ver cuándo se crea el Día de No Comprar Nada. Y a ser posible, si es en España, escrito en español. 

Pero qué ha gusto me he quedado... Hasta las narices de las matracas.

sábado, 18 de mayo de 2013

Cine y Pediatría (175). “American beauty”, la falsa belleza de la sociedad occidental


No todas las películas que alguna vez consideramos buenas soportan igual el paso del tiempo. Hay algunas que son como el champán, con gran estruendo inicial, pero que pierden con los años casi todas sus burbujas Otras, sin embargo, son como el buen vino, que el reposo del paso del tiempo las llena de aromas y sensaciones. 

En este segundo caso se encuentra American Beauty (Sam Mendes, 1999), una película que fue recibida con una crítica abrumadoramente positiva, y secundada por el público y los premios (casi un centenar de premios, atesorando 5 Oscar, incluido el de Mejor película). Y que vista hoy, casi tres lustros después, se incrementan sus aromas (a rosas y a más), sensaciones y reflexiones. Una película que explora diferentes temas alrededor de un barrio residencial estadounidense: temas como la liberación personal, el existencialismo, el amor, la búsqueda de la felicidad, la familia, pero también las apariencias y el éxito económico, y cómo éstos menoscaban las relaciones interpersonales y familiares, con el resultado de una necesidad de escapar. 
Pero en American Beauty destacan dos temas predominantes: la represión y la falsa belleza. Represión de lo que uno realmente desea y cómo creamos un exterior superficial para ocultar las propias inseguridades, bien presente en el trío de miembros de ambas familias de vecinos. En la familia Burhan somos partícipes de la crisis de los 40 de Lester (Kevin Spacey), de los anhelos frustrados de éxito de Carolyn (Annette Bening), de la incómoda transformación de la adolescente Jane (Thora Birch, a quien recordamos la semana pasada en Ghost World), desconcertada por la falta de referentes y que considera patético a su padre. En la familia Fitt contemplamos la homosexualidad reprimida del coronel Frank (Chris Cooper), la desconexión de la vida de su mujer Bárbara (Allison Janney) y la dualidad de vida que el adolescente Ricky (Wes Bentley) tiene que establecer a través de sus grabaciones cámara en mano. Y entre ambas familias el personaje tentador de Ángela Hayes (Mena Suvari), la amiga triunfadora de Jane, pero que también es puro maquillaje y falsa belleza.

Estaba claro que la película atesoraba las claves del éxito, partiendo de una admirable guión de Alan Ball (en lo que supuso su debut en el formato de gran pantalla) y una estimable dirección de actores de Sam Mendes (en la que también supuso su ópera prima, quien luego nos regaló obras como Camino a la perdición -2002-, Jarhead -2005-, Revolutionary Road -2008- o un James Bond de la calidad de Skyfall -2012-).
Pero hoy quiero exponer cuatro argumentos por los que esta película debe volver a verse y mantener en el recuerdo: personajes, frases, imágenes y música para el recuerdo…

- Personajes para el recuerdo: todos con un perfil muy definido, pero en donde sobresale la historia de Lester Burham, ese típico padre de familia disconforme con su vida (con un trabajo que odia, con un matrimonio en punto muerto y con una hija que no entiende) y que un día se plantea la rebeldía como forma de intentar conseguir otra clase de vida. Y también los tres adolescentes (Jane, Ricky Ángela) que sobreviven al entorno de falsa belleza de sus familias y de la sociedad occidental en la que les ha tocado vivir.
 - Frases para el recuerdo: muchas, de esas que quedan en la memoria. Como las primeras imágenes de la película, con las frases de la Jane, toda una declaración: “Yo necesito un padre ejemplar. Y no un niñato capullo que manche los calzoncillos cuando traigo a una amiga del colegio a casa. ¡Qué gilipollas!. Deberían sacrificarle y que deje ya de sufrir”. “¿Quieres que lo mate?”, comenta alguien detrás de la cámara en mano que graba a la adolescente recostada en una cama. “Sí, ¿lo harías?”, contesta ella. Y a continuación la voz en off de ese padre, nuestro protagonista: “Me llamo Lester Burnham. Éste es mi barrio. Ésta es mi calle. Ésta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto…Claro que, eso no lo sé aún. Y, en cierto modo, ya estoy muerto”. Toda una invitación a quedarse en la butaca, dispuesto a descubrir lo que ocurre.
Y en esa especial relación entre padre e hija, él comenta: “Mi hija Jane, hija única. Jane es la típica adolescente, malhumorada, insegura, confusa. Me gustaría decirle que se le pasará, pero no quiero mentirle…”. Y qué decir del colofón final: “Siempre había oído que tu vida pasa ante tus ojos el segundo antes de morir. Para empezar, ese segundo no es un segundo en absoluto. Se hace algo inmenso como un océano de tiempo. En mi caso, aparecía yo tumbado boca arriba en el campamento de los boy scouts mirando estrellas fugaces. Y las hojas amarillas de los arces que flanqueaban nuestra calle. O las manos de mi abuela y su marchita piel que parecía papel. Y la primera vez que contemplé el nuevo Firebird de mi primo Tony. Y Jane, y Jane… Y Carolyn. Supongo que podría estar bastante cabreado con lo que me pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez… y me abruma. Mi corazón se hincha como un globo que está a punto de estallar. Pero recuerdo que debo relajarme y no aferrarme demasiado a ella. Y, entonces, fluye a través de mí como la lluvia y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que les hablo, seguro. Pero no se preocupen, algún día la tendrán”.
- Imágenes para el recuerdo: cuando los dos amantes adolescentes se graban, mientras hablan de sus vidas y de sus patéticas familias; o la grabación de la bolsa de plástico y las hojas revoloteando con el viento; pero la más impactante (y que ha marcado un icono visual ya en el cine) son las rosas que rodean a Ángela en la imaginación de Lester. Porque las rosas son el elemento predominante durante toda la película: al principio de la película, Carolyn planta rosas en el jardín y las cuida obsesivamente; las rosas decoran continuamente la casa de los Burnham y algunos trajes de Carolyn; y, cómo no, las citadas rosas en la imaginación y los sueños de Lester sobre Ángela (en la pista de baloncesto, en la bañera, en esa cama onírica repleta de rosas), etc. En realidad el título de esta película hace referencia a una variedad de rosa denominada American Beauty y a una famosa frase de John D. Rockefeller: “El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto... La rosa American Beauty sólo puede alcanzar el máximo de su hermosura y el perfume que nos encantan, si sacrificamos otros capullos que crecen a su alrededor. Esto no es una tendencia malsana del mundo de los negocios. Es, meramente, el resultado de una combinación de una ley de la naturaleza con una ley de Dios”. En el fondo, las rosas y el título de la película representan la "falsa belleza", belleza que es sólo apariencia.
 - Música para el recuerdo: porque como ocurre en las grandes bandas sonoras de grandes películas, la música se constituye en otro personaje. Y en American Beauty es pura psicología que parte de la batuta de Thomas Newman, todo un clásico de Hollywood. Pero además, su banda sonora atesora canciones de artistas tan populares como The Who o Bob Dylan, así como momentos estelares: la actuación de las cheers leader en el partido de baloncesto bajo el sonido de "On Broadway" de The Drifters, la liberación de Lester tras abandonar su trabajo mientras canta en el coche el “American Woman” de The Guess Who, o la liberación de Carolyn tras unas prácticas de tiro mientras también canta en el coche el “Don´t Rain on my Parade” de Bobby Darin.

Personajes, frases, imágenes y música se confabulan en American Beauty para presentarnos la represión y la falsa belleza de una unas familias en donde tres adolescentes crecen ante la frustración de sus padres y madres, rodeados de rosas con espinas, las espinas de las cargas emocionales que nos impone (nos imponemos) en las sociedades occidentales. 

martes, 2 de abril de 2013

El movimiento slow






En un viaje reciente en coche, escuché por la radio una entrevista al escritor Carl Honoré, con motivo de su nuevo libro “La lentitud como método”. Me impresionó su lenguaje cadencioso, su perfecto español con acento Hispanoamericano pero también anglosajón, y hablaba de no tener prisa, de vivir cada momento apreciando lo bueno que nos rodea.

Habló de que se adhirió a algo que llamó “movimiento slow” porque le atrapó su filosofía, y que el punto de inflexión en su vida, que le hizo reaccionar, fue cuando se alegró al conocer una publicación en la que editaban cuentos para contar a los niños al acostarlos, que duraban tan solo un minuto.
Yo no conocía nada de esto, y al llegar a casa busqué en Google.

Carl Honoré, nació y estudió en Edimburgo y posteriormente se trasladó a Canadá. Estudió historia e italiano pero se dedicó al periodismo y ha escrito tres libros:
-        Elogio de la lentitud. Un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad (2004).
-        Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente (2010).
-        La lentitud como método (2013).

En el último libro habla de que las decisiones precipitadas, la vía rápida de la solución de problemas, suele llevar a problemas mayores, y que la forma lenta y reflexiva es mucho más eficaz. La tendencia generalizada a solucionar los problemas solo a corto plazo conduce, demasiado a menudo, a generar complicaciones mayores en el futuro. Este es un  mal generalizado no solo personal, sino político y social. El cortoplacismo.

Su anterior libro, el de 2010 (Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente), está dedicado a la educación de nuestros niños, tal como aparece en los comentarios del libro: “Nos revela cómo los padres corren el peligro de sobreestimular a sus hijos y nos enseña cómo ayudarles a crecer de manera feliz sin tanta presión. El padre que grita desde las gradas a su hijo de ocho años para que rinda al máximo; la madre embarazada que toca Mozart a su hijo aún no nacido: son ejemplos habituales de la hipereducación. Honoré hace un llamamiento a padres y profesores para que permitan a los niños crecer a un ritmo más lento. ¿Dónde se ha quedado el tiempo de jugar con los amigos o simplemente de sentarse y soñar?

Honoré, ha descrito el movimiento "Slow" como "una revolución cultural. Un uso del tiempo más sano, más humano y -y esto no es una paradoja- más productivo. De tratar de hacer cada cosa lo mejor posible, en vez de hacerla lo más rápido posible. Es una filosofía que se puede aplicar en todos los ámbitos: comida, sexo, trabajo, diseño, medicina...".

"Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto -nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros".

¿Utópico? No tanto. Pasar más tiempo con nuestros hijos, contarles historias sin prisas, jugar con ellos, dejarles ser niños, aburrirse de vez en cuando también. Dedicarle a cada actividad el tiempo que necesita,…a mí me gusta decir, contra las prisas: una cosa después de otra.


martes, 10 de agosto de 2010

Demasiados niños en la publicidad televisiva

Resulta preocupante la utilización cada vez más grande de los niños en la publicidad televisiva. Podemos leer en Guiainfantil.com que los niños "aparecen ya en uno de cada tres anuncios de televisión. Protagonizan también la publicidad en productos culturales, viajes, ONG e hipermercados". El titular de la noticia dice así: "Las mujeres ya no son el principal reclamo publicitario. El liderato lo ostentan los niños".

¿Qué es lo que está sucediendo? Vivimos en una sociedad totalmente consumista, pese a la crisis económica. El niño es visualizado como un consumidor potencial. Existen múltiples productos específicamente dirigidos a ellos y sus fabricantes saben sobradamente que en el mundo actual, los niños son ya unos excelentes clientes a través de sus padres que, en general, cada vez les compran más cosas, a menudo innecesarias y totalmente prescindibles, cuando no perjudiciales (alimentos hipercalóricos, por ejemplo).

En la Revista Pediatría de Atención Primaria (RPAP) se aborda este preocupante asunto en su editorial del número de abril/junio de 2010, "La imagen del niño en la sociedad de la imagen". Os recomendamos vivamente su lectura. La autora, María Jesús Esparza, se pregunta con toda la razón: "¿El niño es ese ser consumista, adultizado prematuramente, que vemos con frecuencia? No, esa imagen del niño no es justa".

Efectivamente, no lo es. Esta peligrosa "adultización" - en lo que respecta a la cantidad de dinero que se invierte en juegos electrónicos, móviles, alimentos hipercalóricos... - contrasta, a mi parecer, con la mayor inmadurez de los niños que se encuentran con que casi cualquier deseo suyo es satisfecho. Anécdotas en la consulta las hay a decenas: "Hijo, si no lloras, a la salida de la consulta te compraré...". Que cada uno rellene los puntos suspensivos con lo que haya oído: chuches, muñecas, etc.

El tema da para mucho. ¿Es normal que un niño o niña de 12 años tenga un móvil? A quien esto escribe no se lo parece.

Quizá los padres actualmente tienen - tenemos - poco tiempo para dedicárselo a nuestros hijos. Y puede ser que una forma, equivocada, de compensar esta situación sea satisfacer cualquier capricho. Sea como fuere, los pediatras vemos demasiadas veces cómo esta "adultización consumista" se convierte, en los propios niños, en inmadurez emocional. Ningún capricho les es negado ni diferido. Es más fácil comprar un objeto que educar en valores como la sobriedad.

Un último apunte de la editorial de RPAP. Dice su autora: "Sólo apuntar en breves palabras que hemos podido percibir cómo las técnicas publicitarias han ido sustituyendo la imagen de la mujer por la del niño, movidas por el deseo de ser políticamente correctas, evitar las protestas de los grupos feministas o simplemente de las mujeres actuales, o por lo menos intentarlo. Así que han encontrado el filón: utilizar a los niños en la publicidad, ellos no se quejan".

Así es, ellos no se quejan ya que son la parte débil de una relación asimétrica "fabricante de productos para el consumo-consumidor". Ellos no pueden protestar. Los padres y los profesionales sanitarios encargados de su cuidado deberemos ejercer activamente esta función.