sábado, 15 de junio de 2019

Cine y Pediatría (492). “Déjame entrar”... en tu vida


Las películas de vampiros son todo un subgénero dentro del terror. Algunas son muy reconocibles, como Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992), Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994), Vampiros de John Carpenter (John Carpenter, 1998), Van Helsing (Stephen Sommers, 2004) o Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007).

Una fama que se vio reactivada por tres sagas, una trilogía y dos pentalogías. La saga Blade, que comenzó con Blade (Stephen Norrington, 1998), y continuó con Blade II (Guillermo del Toro, 2002) y Blade Trinity (David S. Goyer, 2004). La saga Crepúsculo, que comenzó con Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008) y continuó con Luna Nueva (Chris Weitz, 2009), Eclipse (David Slade, 2010) y Amanecer, parte I y parte II (Bill Condon, 2011 y 2012). Y la saga Underworld, que comenzó con Underworld (Len Wiseman, 2003), y continuó con Underworld: Evolution (Len Wiseman, 2006), Underworld: La rebelión de los licántropos (Patrick Tatopoulos, 2009), Underworld: El despertar (Måns Mårlind, Björn Stein, 2012) y Underworld: Guerras de Sangre (Anna Foerster, 2016).

Pero una de estas películas sobre vampiros que hoy nos reúne tiene algo especial, pues es mucho más que una historia de vampiros, pues a través de la amistad de un niño y una niña adolescentes aborda el lado oscuro de la humanidad, tratando temas como el acoso escolar, alcoholismo, pedofilia, pederastia, prostitución, suicidio y asesinatos junto con temas sobrenaturales y también con la amistad y el amor como salvación. Todo comenzó en el año 2007 cuando el escritor sueco John Ajvide Lindqvist escribe “Déjame entrar”, una novela que se centra en la relación entre Oskar, un niño de 12 años y Eli, una criatura con apariencia de niña de la misma edad que Oskar, pero que en realidad es una criatura de más de 200 años con hábitos de vampiro: se alimenta de sangre de seres vivos para mantenerse activa. Son varios los personajes de la novela, y por medio de ellos el autor describe la vida en los suburbios de Estocolmo a principios de la década de 1980 gran parte de la miseria humana. El título hace referencia a la canción "Let the Right One Slip In" de Morrissey, pero también al mito folklórico que afirma que los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados.

Y de esa novel surgieron dos películas, la original y la copia. En 2008 se estrenó la película sueca Déjame entrar (Låt den rätte komma in), dirigida por Tomas Alfredsson y protagonizada, donde Oskar (Kåre Hedebrant) es un adolescente tímido sometió a acosos escolar que vive en Blackeberg, un suburbio de la ciudad de Estocolmo, quien conoce a su nueva vecina Eli (Lina Leandersson). En 2010 se estrenó el remake, la película estadounidense Déjame entrar (Let Me In), dirigida por Matt Reeves, situada en Los Álamos/Nuevo México y en donde los niños protagonistas adoptan los nombres de Owen (Kodi Smit-McPhee) y Abby (Chloë Moretz). Nos referiremos a esta última versión en donde reconocemos a los dos jóvenes protagonistas, pues ambos forman parte de emblemáticas películas de Cine y Pediatría: Kodi Smit-McPhee era el hijo de Rómulo, mi padre (Richard Roxburgh, 2007), y Chloë Moretz la hemos disfrutado y sufrido, respectivamente, en dos películas como La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011) y Carrie (Kimberly Peirce, 2013). Y curiosamente esta última era también un remake y también centraba el acoso escolar en el contexto de una película de terror, como la cinta que hoy nos convoca.

Y todo remake no está exento de polémica. Porque, salvo excepciones, el original suele siempre superar a la copia (como la novela suele superar a la película) y aunque esta copia de Déjame entrar es aceptable, parece que una nueva versión a los dos años de su estreno, resultaba, al menos, paradójico. Y algunos refieren que no aporta nada nuevo quizás esta versión de Matt Reeves, más bien le restaría en relación a la contención de la versión sueca y a la compleja descripción de sus personajes. Pero entremos en materia....

Todo comienza con una primera escena en una nevada noche en la que dos coches policía escoltan a gran velocidad a una ambulancia, en la que tratan de salvar la vida a una persona que se ha quemado la cara con ácido. Un policía le pregunta, “Queremos saber quién eres”, pero a continuación éste desfigurado personaje se tira por la ventana del hospital. Y, a continuación, retrocedemos a la historia acaecida dos semanas antes.

Y se nos presenta a nuestros dos jóvenes personajes. Owen es un joven adolescente que vive con una madre en proceso de separación, un niño algo bizarro que vigila a sus vecinos con un telescopio mientras realiza extraños juegos. Y que es considerado un friqui aniñado, por lo que sufre acoso escolar por los matones de su clase, y por ello su compañeros son el temor y deseo de venganza. De pronto, una niña de su edad se establece como vecina junto al que parece ser su padre. Su nombre es Abby y siempre anda descalza y solo sale de noche al parque, y le dice: “Sabes, no puedo ser tu amiga”. Una joven con un comportamiento extraño, que no recuerdo el día de su cumpleaños y que no reconoce lo que es el famoso cubo de Rubik.

Un niño ahora sin padre, una niña sin madre, dos jóvenes bizarros en su comportamiento que están llamados a iniciar a una amistad entre la glacial nieve externa y la helada temperatura emocional que los rodea para adentrarse juntos en un universo cálido, sólo para ellos, un pacto sellado con amor, dolor, miedo y entrega… y sangre. Abby le quiere ayudar a superar el bullying: “Dales con fuerza y dejarán de pegarte”.

Una atípica pareja de preadolescentes al margen de lo corriente, jóvenes que caminan de puntillas entre su propia forma de ser, su familia, el centro escolar y la sociedad. Allí donde Owen soporta los golpes y humillaciones de la vida parapetándose en su interior, pues su religiosa madre intenta superar las heridas de la separación con su marido y no percibe las heridas en su hijo. Y en su círculo que parecía no tener salida, aparece Abby, y la amistad se transforma en amor y por eso ella le dice: “¿Me querrás aunque no fuera una chica?”. Y él la dejará entrar… 

Una de las historias de amor adolescente más inquietantes que se han trasladado a la pantalla, una historia de aceptación incondicional, que ella intenta evitar por su secreto: “He de partir y conservar la vida, o quedarme y perecer”. Es una historia de comprensión sin palabras, pero con dudas, las dudas que Owen pregunta: “¿Crees que existe el mal?”. Y cuando Abby le declara: “Necesito sangre para vivir. Tengo 12 años, pero hace mucho tiempo que tengo 12 años”. Y pese a ello, seguir amando, amar en un infierno que para ellos es un paraíso encriptado, secreto, obviando el horror, la tragedia y la condena.

Porque todos necesitamos que nos dejen entrar en la vida de las personas que queremos, que necesitamos. Y como Abby, también “sangramos” si sentimos que no podemos formar parte de esas vidas. Algo así es esta especial película de vampiros, porque Déjame entrar nos hablar de amistad y amor en dos mundos imposibles que se necesitan.

Os dejamos los dos trailers. Que cada uno elija la versión que más le guste…

 

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