sábado, 10 de septiembre de 2022

Cine y Pediatría (661) Sidney Poitier, alumno y profesor

 

La primera gran estrella negra de Hollywood fue Sidney Poitier, aquel que abrió el camino a los de su raza para destacar como actor principal y no solo como actores de reparto. Tras una infancia complicada y primeros pasos en las tablas del teatro, consiguió su primer papel protagonista en un papel que fue profético para su trayectoria: Un rayo de luz (Joseph L. Mankiewicz, 1950). Porque su elegancia de casi 1,90 metros, su agradable personalidad y sólidas interpretaciones le abrieron el camino como un rayo de luz entre tanta oscuridad por el racismo imperante en Estados Unidos. Hasta el punto de conseguir el Oscar a mejor actor en Los lirios del valle (Ralph Nelson, 1963); antes de él solamente estuvo Hattie McDaniel, quien se llevó el galardón por la categoría de mejor actriz secundaria por su rol de criada en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939). Aquel fue un momento tan sencillo por su parte como histórico y que inspiró a muchos afroamericanos, aunque no estuvo exento de polémica entre otros grupos sociales. 

Lo cierto es que, con casi 40 años de trayectoria a cuestas y más de 50 películas, Poitier consideraba que había ayudado a derribar muchos estereotipos. Fue 1967 su año clave, donde rodó tres películas fundamentales: Adivina quién viene esta noche de Stanley Kramer, Rebelión en las aulas de James Clavell y En el calor de la noche de Norman Jewison. Todas impactaron en su momento, porque todas tocaban el tema de las relaciones interraciales. 

Curiosamente en dos de sus películas trasladaba a la audiencia las vivencias y dificultades que las aulas vivían tras la era de la segregación: Semilla de maldad (Richard Brooks, 1955) y Rebelión en las aulas. En la primera, en blanco y negro, el actor encarnó a un estudiante conflictivo en un aula de Estados Unidos, y doce años después, ya en color, interpreta a un profesor en un aula conflictiva de Londres. Hoy revisaremos estas dos películas, que siguen el esquema habitual ya comentado de forma reiterativa en muchas películas de Cine y Pediatría sobre adolescentes, institutos y profesores. Un guion que reúna adolescentes (generalmente problemáticos y desmotivados, reflejo de familias y circunstancias difíciles), centros educativos (principalmente institutos de entornos sociales complicados o peculiares) y profesores coraje (que rompen el esquema habitual del resto de sus compañeros docentes) son los elementos clave para cocinar un casi-subgénero en el cine. 

Semilla de maldad (Richard Brooks, 1955) 

Centro educativo: North Manual Hight Scool, instituto público conflictivo de una gran ciudad de Estados Unidos en la década de los 50. Alumnado: jóvenes conflictivos organizados en bandas y liderados por trasgresores, en un entorno de búsqueda de la violencia por la violencia, y abocados a la delincuencia. Profesor: Richard Dadier (Glenn Ford), veterano de la Marina que acepta el empleo como profesor de inglés en ese centro (algo así como el preludio a la versión femenina que luego haría Michell Pfeiffer en 1995 en Mentes peligrosas de John N. Smith); no tiene experiencia como educador, y tiene ante sí un desafío ante las continuas humillaciones de los alumnos, y cuenta con el alumno de color Gregory Miller (Sidney Poitier) como nexo de conexión entre él y el resto de la clase para salir adelante. Valores añadidos: nos traslada a aquella década de los 50, incluyendo el inicio de la popularización de aquel fenómeno musical llamado rock-and-roll (pero con toques de jazz o góspel), con el tema de la conflictividad social y el racismo latente. 

Comienza la película con estos créditos: “En los Estados Unidos somos afortunados de tener un sistema educativo que es un tributo a nuestras comunidades y a nuestra fe en la juventud. Hoy nos preocupa la delincuencia juvenil, sus causas y sus efectos. Nos preocupa especialmente cuando esta delincuencia llega a nuestras escuelas. Las escenas e incidentes aquí mostrados son ficticios. Sin embargo, creemos que la conciencia pública es un primer paso para remediar cualquier problema. Con este espíritu y esta fe se ha realizado Semilla de maldad”. Y a continuación los títulos de crédito a ritmo de ”Rock Around the Clock” de Bill Haley and His Comets. 

Es el profesor Dadier un nuevo educador sin experiencia al que un compañero le da un consejo: “No seas un héroe y nunca le des la espalda a la clase”. Y así parece que va a ser con el desmadre de inicio de curso, una verdadera jungla. Y así resulta, con demasiada inanición del instituto ante tanta violencia (donde una profesora es acosada, dos profesores son brutalmente atacados en la calle – lo que le cuesta una cicatriz en la mejilla a nuestro protagonista - o a otro le humillan rompiéndole su colección de discos; y hasta tiene lugar una pelea con navaja dentro de clase), donde los profesores se debaten desvalidos en su sala de estar. Y donde su mujer Anne (Anne Francis), embarazada, recibe acosadores mensajes de posible infidelidad de su esposo con la profesora Hammond (Margaret Hayes), solo por el hecho de hacerle daño y que se precipita en el parto de un bebé prematuro. 

Escenas con trasfondo violento, y en donde llama la atención que en clase vean (y reflexionen) alrededor de la película de animación de Juan y las judías mágicas (Lotte Reininger, 1955) basado en el cuento infantil de Hans Christian Andersen. Y hasta llegar a esa frase final del alumno Poitier a su profesor: “Supongo que todos aprenden algo de la escuela. Aún los profesores”. Y el colofón musical con la misma canción de rock. 

Se dice que esta película inauguró un subgénero de cine escolar con adolescentes difíciles, y que algunos consideran como la primera parte (o precuela) de Rebelíón en las aulas, doce años después, y donde Sidney Poitier, nuestro conflictivo alumno en Estados Unidos, se transforma en un educado, elegante y cabal profesor en Londres. 

Rebelíón en las aulas (James Clavell, 1967)

Centro educativo: North Quay Secondary School, instituto de los suburbios de Londres en los años 60 en plena revolución pop pre-hippie. Alumnado: adolescentes blancos conflictivos y rebeldes, un grupo de chicos desordenados, insolentes y groseros. Profesor: Mark Thackeray (Sidney Poitier), ingeniero de color en paro nacido en la Guayana inglesa que acepta un empleo como profesor de ese colegio. No tiene experiencia como educador, por lo que intenta ganarse a sus alumnos utilizando métodos tradicionales, si bien pronto se percata de que debe cambiar de estrategia si quiere salir con éxito de la empresa: cambia la teoría y obligaciones de los libros por la realidad de los ejemplos prácticos de la vida. Valores añadidos: la rebeldía de los jóvenes y el desconcierto de los mayores; allí donde el respeto y la lógica pueden más que la rigidez y los castigos, mejores estrategias a la hora de educar a un grupo de desorientados adolescentes. Anotaciones de la película: un clásico algo pasada de moda (especialmente por el concepto de la mujer y sus papel en la sociedad o matrimonio), pero fácil de ver, sobre todo por su intérprete, en el momento de su mayor éxito, así como la interacción y admiración que le profesan la alumna Pam (una jovencísima Judy Geeson de 17 años, que rememora a la mejor Julie Christie) y la profesora Gillian (Suzy Kendall), curiosamente de belleza muy parecida. 

Esta película, basada en la novel “To Sir, with Love” de E.R. Braithwaite, ha llegado a ser una de las más famosas en su género y marcó un hito. Tanto que tuvo una secuela para la televisión tres décadas después con Rebelión en las aulas 2 (To Sir, wiht Love 2, Peter Bogdanovich, 1996), donde Sidney Poitier regresa a un colegio de Chicago tras tres décadas como profesor la capital londinense. 

Como en la película Semillas de control, el nivel de rebeldía y mala educación de los alumnos llega a intimidar a los profesores y a que, incluso, el propio profesor Thackeray pierda el control. Ya en su presentación, uno de los profesores le dice: “Así que es el nuevo cordero para el matadero. O tendría que decir, la oveja negra”. Y le avisan que no puede haber lugar para el castigo: “Si no se los gana, le hundirán”. Y cuando ya no puede más, cambia de estrategia: “Todos los libros fuera. Son inútiles para vosotros… La limpieza es una cualidad de la mente, como el valor, la honradez y la ambición”. Y a partir de entonces se dedican a hablar de la vida, el trabajo, el amor, el sexo, el matrimonio, la muerte… y los mensajes que les emite son claros: “Vuestra obligación es cambiar el mundo, si podéis. No por la violencia, pacíficamente, individualmente, no como masa. Por ejemplo, The Beatles… No olvidéis que toda nueva moda es una forma de rebeldía”

Y son paradigmáticas dos escenas alrededor de la canción que pone título a la novela y película, la canción cantada por Lulu (quien interpreta a la alumna Barbara Pegg), “To Sir, with Love”: la escena de la salida de la clase a visitar el Museo de Historia Natural y el Museo de Victoria y Alberto, y el final del baile de fin de curso. 

Dos películas que se vienen a sumar a ese subgénero cinematográfico de adolescentes, institutos y profesores. En este caso con un gran protagonista: Sidney Poitier, primero como alumno rebelde, luego como profesor sensato. Algo así como la magia del cine.
  
 

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