La fusión de alumnos y profesores en muy diversos centros docentes (desde el parvulario a la universidad, pasando por la escolarización de primaria y secundaria) se ha constituido en casi un subgénero dentro del séptimo arte. Películas de todas las cinematografías, pero donde destaca el cine procedente de Francia y Estados Unidos, tanto en películas de ficción como documentales. Historias de la que derivan diferentes temas clave para la reflexión, pero en donde destacan aquellos argumentos alrededor de docentes de origen atípico y con profundo compromiso con la enseñanza de sus alumnos, con aires de renovación y ruptura. Algunos ejemplos al respecto, ya vistos en Cine y Pediatría, son Adiós, Mr. Chips (Sam Wood, 1939), El milagro de Ana Sullivan (Arthur Penn, 1962), Ángeles sin paraíso (John Cassavettes, 1963), Rebelión en las aulas (James Clavell, 1967), Un profesor singular (Marco Ferreri, 1979), El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), Mentes peligrosas (John N. Smith, 1995), Profesor Holland (Stephen Herek, 1995), La sonrisa de Mona Lisa (Mike Newell, 2003), Half Nelson (Ryan Fleck, 2006), Diarios de la calle (Richard LaGravenese, 2007), Al frente de la clase (Peter Werner, 2008), Profesor Lazhar (Philippe Falardeau, 2011), La historia de Marie Heurtin (Jean-Pierre Améris, 2014), La profesora de parvulario (Sara Colangelo, 2018),…
Y a este listado hoy podemos suma una más: la película italiana Bienvenido a la montaña (Riccardo Milani, 2024), que nos narra la historia de Michele Cortese (Antonio Albanese), un profesor romano hastiado de su profesión tras cuatro décadas en la ciudad, y quien logra su sueño de trasladarse a una pequeña escuela rural, por nombre Cesidio Gentile, en el Parque Nacional de los Abruzos, en un pueblo con menos de 400 habitantes.
Pese a que los inicios son complejos (el pueblo está bloqueado por la nieve y el frío y los pocos compañeros de la escuela no entienden que hace allí), logra integrase con la ayuda de la subdirectora Agnese (Virginia Raffaele) y sus siete alumnos de diferentes cursos y edades, chicos y chicas espabilados cuyo objetivo de mayor es ser “youtubers”. Las ideas que Michele les transmite no siempre no son entendidas por los padres, como ese mensaje “Tenéis que salvar el mundo antes de cenar”. Si bien Agnese le intenta poner los pies en el suelo:”Aquí no estamos en un mudo de ensueño. Aquí estamos en un mundo aparte… Llueva, nieve o truene, la escuela no debe cerrar nunca”. Porque el principal reto de estos docentes es luchar contra la resignación de los habitantes de los pueblos pequeños.
Pero la idílica calma se rompe al saber que el centro cerrará por falta de estudiantes al finalizar el curso. Y el cierre de un colegio rural suele marcar el principio del fin de un pueblo. Por ello Agnese y Michele inician una carrera contrarreloj contra la burocracia para salvar la escuela, movilizando a la comunidad. Porque necesitan al menos 8 niños para una escuela integrada, según le transmiten los gestores, pues “los números son los números”, les repite la funcionaria. Y es que la baja natalidad y la partida de las familias a las ciudades no hacen fácil mantener las escuelas rurales; por fortuna, la la crisis humanitaria desencadenada por la guerra de Ucrania les permite acoger alumnos ucranianos y salvar la situación, lo que plantea ese debate entre la despoblación rural y la inmigración.
Quizás la última parte de la historia, con ese final (excesivamente) feliz es quizás lo menos creíble de la historia. Y ese lema de Agnese a sus alumnos: “Este año hemos aprendido que la escuela es nuestra”. Si es significativo el homenaje al personaje de Ceisidio Gentile, nombre de la escuela unificada, en honor a este poeta y pastor abruzzese (1847-1914), cuya figura se usa en el filme como símbolo de la cultura rural y de la identidad de las comunidades de montaña. Y también es simbólico conocer que la mayoría de los personajes que aparecen en la película, alumnos y familiares incluidos, son vecinos de Pescasseroli, el pequeño pueblo de montaña donde nació nuestro poeta y donde se grabó la película. Todo un homenaje…
Porque Bienvenido a la montaña es una película sencilla, lineal y sin aspavientos de guion, y que nos acerca al contraste entre la vida urbana y el mundo rural aislado de la Italia vaciada, mostrando la adaptación de Michele a retos como el clima hostil y la resignación local. Aborda el despoblamiento rural, la indiferencia institucional y la lucha por mantener servicios esenciales como la educación pública en zonas marginadas. Y que también nos deja algunas reflexiones, entre las que podemos destacar: el poder de la unión comunitaria para superar adversidades, transformando prejuicios iniciales (como hacia los inmigrantes) en solidaridad inclusiva; enfatizar la importancia de preservar la educación rural como pilar de identidad cultural y esperanza frente al abandono estatal y la despoblación; y donde el personaje de Michele subraya su evolución personal, es que va del desencanto urbano a la pasión renovada por enseñar-
Una película que aborda el despoblamiento de la Italia rural, conocido como "Italia vaciada", donde comunidades montañosas luchan por la supervivencia ante la migración hacia ciudades y la indiferencia burocrática. Un panorama que es trasladable a nuestra “España vaciada”, donde la falta de inversión estatal en servicios básicos como la educación en zonas periféricas, amenazan siempre la continuidad cultural y demográfica. Y un mensaje clave en Bienvenido a la montaña es el de proponer la educación como herramienta de cohesión social y resistencia contra el despoblamiento rural, promoviendo valores de resiliencia y democracia participativa en contextos marginados.

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